Textos más vistos de José Fernández Bremón que contienen 'u' | pág. 7

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Los que Suben y Bajan

José Fernández Bremón


Cuento, fábula


Una gota de agua, que había estado millares de años confundida con las demás en un lago, sintió de pronto que se transformaba y adquiría ligereza extraordinaria. Estaba evaporándose.

—¡Tengo alas! —dijo flotando sobre el lago—. ¡Adiós, amigas! Ya había presentido muchas veces que mi naturaleza era distinta de la vuestra. Voy a las alturas, al país de las nubes y las águilas. Ya no nos veremos más.

—No te enorgullezcas —le dijo otra gota que había viajado mucho—. Yo he estado en esas altas regiones, y sé que no se permanece en ellas mucho tiempo. Pide a Dios que cuando caigas, quizás hoy mismo, te deje volver a este lago tranquilo. Eres como todas nosotras: un poco de calor te eleva; un pequeño enfriamiento te hace descender.

—Aunque eso sea —repuso la soberbia partícula de vapor—. Ha llegado mi época feliz.

—¿Quién sabe? Acaso estás destinada a hundirte en el terreno y encerrarte para siempre en una cueva oscura.

Algunos días después, la gota condensada caía sobre una hoja, y resbalando por ella temblaba, resistiéndose a desprenderse.

Venía de los cielos: iba fatalmente a rodar sobre la tierra.


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Publicado el 18 de julio de 2024 por Edu Robsy.

Los Salvadores

José Fernández Bremón


Cuento


—¿Cómo tiene usted tan sanos y colorados a sus hijos? —había preguntado el día anterior una vecina al padre de Tomasito.

—¿Cómo? Dándoles a beber agua y vino en todas las comidas. El agua mezclada con vino refresca y alimenta, alegra y da salud.

Aquella misma tarde, Tomasito, estando mirando en la pecera cómo nadaban los magníficos peces de colores, le pareció que estaban tristes. Una idea salvadora brotó en su mente, y para alimentar, refrescar y dar salud a los peces, vertió en su agua una botella de vino robada en la despensa.

¡Con qué placer admiraron los muchachos los diversos matices del agua según iba mezclándose con vino, y mucho más los rápidos movimientos de los peces, que empezaron a agitarse y dar vueltas desordenadas en aquel líquido asfixiante!

—¡Ya se alegran!

—¡Mira cómo corren!...

—¿Se habrán emborrachado?

A las voces infantiles acudió el cochero, que era un grandísimo borracho, y al enterarse del hecho, dijo a los muchachos:

—Los habéis envenenado.

—¡Si papá dice que el agua con vino es un remedio!

—Para vosotros; pero es mortal para los peces. Yo los salvaré.

—¿Qué vas a hacer?

—Beberme esa agua y vino y echarles agua sola.

Y el cochero, que era un hombre bueno, alzó la pecera, la puso en su boca, miró al cielo y la secó de un solo trago.

Después echó a correr como un loco, pidiendo un anzuelo a los criados.

—¿Para qué? —le decían.

—Para metérmelo en la boca; para pescar los peces que tengo en el estómago.

El infeliz se había tragado los peces por salvarlos.


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1 pág. / 1 minuto / 19 visitas.

Publicado el 14 de julio de 2024 por Edu Robsy.

Miguel-Ángel o el Hombre de Dos Cabezas

José Fernández Bremón


Cuento


Á mis cariñosos amigos
Pepe Cabanilles, Juan José Herranz y Santiago de Liniers


Si el protagonista de mi cuento tiene dos cabezas, saliéndose de la regla comun, ¿por qué esta dedicatoria ha de ser para un solo amigo, segun el uso general? Rompo, pues? ta costumbre, lo cual me proporciona el gusto de unir nombres queridos y hoy algo separados por las vicisitudes de la vida, en recuerdo de la época grata en que vivimos tan unidos.

Acaso hallen algunos exagerada la ficcion que les dedico: no calculan que al elegir mi asunto pude poner no dos, sino tres cabezas sobre los hombros de mi héroe, como los pueblos que en vez de colocar un rey, un general ó un plebeyo á su cabeza, elogian un triunvirato: y áun estuco á mi arbitrio multiplicar esas cabezas hasta el número de siete, y dar el poder á Miguel-Angel, para que constituyese por si solo un Ministerio homogéneo. Ello es que si hemos de creer á los historiadores, Miguel-Angel no es una creacion fantástica: han existido realmente hombres y mujeres de dos y más cabezas?; y si esto dice la historia sériamente, ¿puede rechazarse el cuento por absurdo, cuando atestiguan la posibilidad en los Museos de ciencias naturales tantos fetos bicipites que vivieron algunas horas, lo cual resuelve el hecho principal, el de la vida? No negaré, á pesar de ello, la extravagancia del asunto; antes al contrario, he creido así acomodarme al gusto general que exige à los autores, para ser leidos, lo anómalo y deforme» con preferencia á lo regular y acostumbrado.


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37 págs. / 1 hora, 5 minutos / 50 visitas.

Publicado el 29 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.

Mr. Dansant, Médico Aerópata

José Fernández Bremón


Cuento


A mi querido amigo el Subinspector de Sanidad militar,
D. Eduardo Baselga.

I

Uno de los establecimientos más curiosos de Europa es la casa de salud de Mr. Dansant, fundador y propagador de la aeropatía, ó sea, sistema de curar toda clase de enfermedades por medio del aire.

Abandonado en las calles de París siendo muy niño, Mr. Dansant habia pasado su infancia al aire libre; el aire entrando á través de su destrozada ropa, en vez de alterar su salud, le habia acostumbrado á resistir vigorosamente la intemperie: un herrero, compadecido del granuja, le recibió en su taller y puso á su cargo el fuelle de uno de los hornos: cansado de soplar la lumbre y de la abrasadora atmósfera de la fragua, el muchacho entró de aprendiz en una fábrica de abanicos, y en sus ratos de ocio empezó á estudiar música, dedicándose á aprender el pito, por ser entre los instrumentos de viento el más barato y tener aplicacion en las bandas militares: su ambicion de muchacho le hacia desear el uniforme, que da al cuerpo un aire distinguido.

—Tienes la cabeza llena de viento, decia el fabricante á su aprendiz, cuando éste le aseguraba que con el tiempo haria ruido en el mundo. Ya te cortarán las alas si tratas de volar por tí mismo.

La ocasion se ofreció más pronto de lo que el muchacho se esperaba: el fabricante de abanicos construia tambien otros aparatos: cierto dia se presentó en la tienda un aeronauta y encargó un paracaidas. Luis Dansant fué elegido por su maestro para llevar el aparato al comprador, á quien halló probando un globo: éste se hallaba sujeto por una maroma á unos fuertes anillos de hierro: los gases le inflaban rápidamente y el aeronauta se habia instalado en la barquilla, donde examinó el paracaidas.

—No parece mal trabajado, dijo al aprendiz; pero, ¿quién me responde de su solidez?


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27 págs. / 47 minutos / 44 visitas.

Publicado el 29 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.

Pensar á Voces

José Fernández Bremón


Cuento


A mi cariñoso y verdadero amigo
Isidoro Fernandez Florez.


Todos los dias oimos á nuestro lado palabras sueltas que se escapan involuntariamente á individuos que pasan hablando a solas sin notarlo: con frecuencia vemos personas que accionan sin hablar, como si sostuvieran disputas muy acaloradas: más de una vez el eco de nuestras propias palabras nos ha advertido que íbamos por la calle hablando en voz alta y llamando la atencion de los transeúntes. Todo esto no es sino una débil manifestacion de la actividad febril de nuestro cerebro, tumultuoso taller que funciona sin cesar, congreso en sesion permanente, y manicomio en que, entre mil ideas extravagantes, descuellan alguna vez pensamientos razonables. El saber callar las necedades que se ocurren es la prueba del buen juicio: ocultar en sociedad ciertos pensamientos que escandalizarian á las gentes, constituye la prudencia: dominar los latidos de la soberbia, los deseos livianos, la envidia y todas las pasiones, es la virtud. ¡Qué diferencia entre el tranquilo aspecto de algunos rostros impasibles, y el motin interior de las ideas bajo el cráneo! vienen á ser como esos edificios cerrados, cuya severa fachada no denuncia los crímenes domésticos que en sus habitaciones se consuman.


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23 págs. / 40 minutos / 27 visitas.

Publicado el 29 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.

Placeres Gratuitos

José Fernández Bremón


Cuento, fábula


Cayó de un árbol una oruga sobre la espalda de un galápago, y al notar el cómodo y suave movimiento del testáceo, la oruga dio gracias a la suerte porque le había puesto carruaje.

—Ya no tendré que arrastrarme por el suelo —decía entre sí—, ni fatigarme. ¡Cuánto voy a viajar sobre la concha de este bruto!

A todo esto el galápago avanzaba lentamente hacia un estanque, con gran regocijo de la oruga, que sólo había visto el agua desde lejos. Ya en la orilla, el galápago entró en el agua con suavidad, nadando con soltura.

—¡Calle! —siguió diciendo la oruga—. No sólo tengo carruaje, sino barco: esto es un yacht de recreo. ¡Qué hermoso es navegar en barco propio!

—¡Hija mía! —exclamó el galápago con sorna—. ¿Creías que ibas a viajar gratis en mí? Todo se paga en este mundo. Estás rodeada de agua y no puedes huir. Cuando bendecías tu suerte por haberte puesto coche, yo bendije a la mía que me había puesto el almuerzo en las espaldas.

Se hundió el galápago, quiso nadar la oruga y el testáceo la devoró con apetito.


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1 pág. / 1 minuto / 14 visitas.

Publicado el 18 de julio de 2024 por Edu Robsy.

Siete Historias en Una

José Fernández Bremón


Cuento


I

—Aunque V. asegure lo contrario, Sr. Doctor, no me las prometo muy felices de esas condescendencias,—dije despues de haber oido en silencio las razones que alegaba.

—Esta misma noche,—me respondió con dulzura,—cenará V. con ellos, y le convenceré prácticamente de que á nada me expongo con su trato: la dureza es inútil, con esos desgraciados. Gozo al ver el respeto y las consideraciones que me guardan; nada les niego, ni me opongo á sus caprichos: circulan libremente por mi casa, y siempre me acompañan algunos en mis excursiones por el campo. Quiero experimentar si el aire libre puede contribuir á su curacion.

—Sea de ello lo que fuere, le advierto á V. que cenaré solo. No me tranquiliza la compañía de seis locos, y mañana al amanecer debo continuar mi viaje. Mire usted qué nubarrones se van aglomerando: estoy seguro de que la tormenta me robará parte del sueño.

Sin embargo, tanto insistió el buen Doctor, dándome tales seguridades, que al fin hube de aceptar su invitacion, aunque conservando mis recelos.

Llegada la hora, entramos en un hermoso comedor, en cuyo centro habia una mesa puesta con sencillez, alrededor de la cual conversaban pacíficamente los seis monomaniacos de quienes ya tenia antecedentes.

Cuando nos presentamos se levantaron con la mayor política, ofreciéndonos sus asientos á porfía, y con tal insistencia, que juzgamos oportuno complacerles, ántes de que ocurriese algun incidente desagradable.

Aquella amable recepcion no me satisfizo: hubiera deseado alejarme de la mesa, pero el mal estaba hecho y era preciso conformarse.

Sirvieron el primer plato en el silencio más tranquilizador, de modo que mis temores empezaron á desvanecerse, y pude observar con atencion á mis extraños compañeros. El brillo de sus ojos y la vaguedad de sus miradas, lo mismo podian indicar la embriaguez que la demencia.


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14 págs. / 24 minutos / 41 visitas.

Publicado el 29 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.

Sueños Pesados

José Fernández Bremón


Cuentos, colección


Sueño I. El pantalón negro

Soñé que el baile se daba en mi obsequio y los convidados debían haber llegado casi todos, según la hora, y por la animación que se notaba desde la calle: yo caminaba de puntillas para no mancharme el calzado, y ya estaba cerca de la puerta, cuando caí en un barrizal: levanteme con precipitación, y de un salto me refugié en el portal, y vi mi pantalón negro convertido en gris. La escalera de mármol estaba cubierta de una alfombra clara e iluminada a todo gas: dos filas de lacayos con peluca hacían los honores a los convidados y al verme chorreando barro, retrocedí.

Era tarde: habían parado algunos coches de los cuales salían varias damas con sus trajes de baile. ¿Qué hacer? Me deslicé por un pasillo lateral, pero todas sus revueltas iban a dar en una puerta iluminada. Asomeme con precaución y vi una pieza de baño... Entré, cerré la puerta y me puse a lavar los pantalones, que recobraron su color negro en un instante. Cuando los estaba colgando para que se secasen oí la voz de la dueña de la casa que decía a sus amigas:

—Éste es mi cuarto de baño.

Sólo tuve tiempo de zambullirme en el baño y aguantar en su fondo la respiración. Entraron las señoras y vieron mi sombrero que flotaba sobre el agua.

—¡Un ahogado! Hay un ahogado en el baño —dijeron dando gritos—: ¡Luces! ¡Luces!

Hice un remolino con el agua y empecé a arrojarla sobre las señoras, que huyeron espantadas. Me eché al hombro los pantalones: trepé a la ventana y me tiré por ella, cayendo sobre un arbolillo del jardín. La sombra me ocultaba: pero los convidados paseaban por debajo muy cerca de mí.

—¡Apartarse, señoras, que van a encender! —decían algunos caballeros.


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3 págs. / 5 minutos / 28 visitas.

Publicado el 13 de julio de 2024 por Edu Robsy.

Tiempos Heroicos

José Fernández Bremón


Cuento


Don Froilán, después de haber hecho calentar las sábanas de su lecho, y de sustituir la peluca por el gorro de dormir, se metió en la cama envuelto en su traje de franela, y muy satisfecho por el calor con que había defendido en su tertulia las costumbres de los siglos caballerescos y condenado las modernas. Al apagar su vela y verse libre de los dolores reumáticos, se quedó poco a poco dormido, con la imaginación poblada de monjes y guerreros, pajes, torreones góticos, trovadores y puentes levadizos.

Y soñó que asistía a un torneo, cerca del tablado Real, en una tribuna de caballeros de la Orden de Santiago, a la cual pertenecía. ¡Con qué placer contemplaba la palestra, los jueces del campo, heraldos y escuderos, y la correspondencia de colores entre los adornos de las damas y las divisas de los caballeros! ¡Con qué satisfacción veía los encuentros de los combatientes, las lanzas volando en astillas, las armaduras rotas y los cascos abollados! ¡Y con qué conocimiento hacía la crítica de los golpes, burlándose, entre los amigos, de los combatientes menos diestros o más tímidos!

—Esa lanzada es baja; ese revés es un simple latigazo; ese caballero no mira por su honra. —Y una vez, sin reparar en el anacronismo, estuvo a punto de pedir banderillas de fuego para un guerrero que no quería acometer.

Entró un heraldo, detrás de un caballero, y hecho el acatamiento ante los reyes, impuso silencio un trompetero para leer un cartel de desafío.


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2 págs. / 4 minutos / 12 visitas.

Publicado el 18 de julio de 2024 por Edu Robsy.

Un Rey Popular

José Fernández Bremón


Cuento, fábula


¡Qué alegría y qué fiestas hicieron los animales cuando destronaron al león!

Hubo conciertos de grillos, procesiones de hormigas, regatas de salmonetes y carreras de liebres: colgaron sus telas mejores las arañas; los escarabajos se untaron el cuerpo de charol; los monos dieron funciones de gimnasia y los topos se pusieron gafas para verlo. ¡Qué colas tan vistosas arrastraron las culebras en los bailes, qué plumas de colores lucieron los guacamayos, y qué uniformes de plata y oro los faisanes!

Hicieron de gigantones los elefantes y jirafas, y de enanos los pájaros bobos y sapos. Pronunciaron discursos loros y cotorras, y no hubo animal que no hiciese ostentación de sus habilidades, ni dejase de exhibir sus plumas, sus escamas y sus pieles más vistosas.

Trataron, en vista de la fiereza del león, destronado con razón por sanguinario, de elegir un animal que no pudiese devorar a sus súbditos: un animal inofensivo y popular. Procediose a la votación, y la pulga, que se metía por todas partes, fue elegida por humilde.

Y mientras atronaban el aire las aclamaciones de gruñidos, relinchos, rebuznos y chillidos de toda clase, murmuraba un perro viejo entre los suyos:

—No creo que hayamos mejorado de amo, ni que la pulga sea menos sanguinaria que el león: antes me parece que, siendo los leones pocos y las pulgas infinitas, más sangre sacan éstas que no aquéllos; sino que aquéllos derraman la de algunos de un zarpazo, y éstas nos la sorben a todos gota a gota.


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Publicado el 14 de julio de 2024 por Edu Robsy.

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