Textos más populares esta semana de José Fernández Bremón etiquetados como Cuento | pág. 4

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autor: José Fernández Bremón etiqueta: Cuento


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A Pan y Agua

José Fernández Bremón


Cuento


Ya no existe en Madrid el monasterio de bernardos; en su solar se han edificado casas en la manzana comprendida entre las calles Ancha de San Bernardo y de la Garduña, y calle y travesía de la Parada, esta última llamada en otro tiempo calle de Enhorabuena vayas; han desaparecido también el vecino callejón de Sal si puedes y el convento inmediato, convertidos en plaza de los Mostenses; la travesía de las Beatas perdió su antiguo título de calle de Aunque os pese, y sólo quedan como recuerdo del pasado, asomando sus copas por la tapia posterior de la manzana del convento, algunos árboles plantados por los frailes; y acaso entre los cimientos de la iglesia, las cenizas de los religiosos que presenciaron a mitad del siglo XVIII los sucesos que voy a referir.

I

El abad, el prior y soprior ocupaban la mesa del testero, y la comunidad, por orden riguroso de categorías, las mesas colocadas a lo largo del refectorio; delante de cada religioso había un pan, un cubierto, vaso, plato, servilleta, almofía y una jarra con agua; los monjes, sin cogullas y las capillas puestas, estaban recostados en el respaldo de su asiento, con las manos recogidas bajo el escapulario; y el lector, desde la tribuna, había empezado a leer en latín un sermón de san Bernardo.


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Publicado el 1 de agosto de 2024 por Edu Robsy.

El Cordón de Seda

José Fernández Bremón


Cuento


I

El noble Chao-sé era sumamente desgraciado. Sin embargo, su cosecha de arroz habia sido abundante; la flor blanca del té se destacaba sobre oscuras ramas en sus frondosos huertos; sus capullos de seda no podian ser más ricos; poseia un autógrafo del Emperador en el cual se leia la palabra cheon, ó sea una credencial de larga vida; y por último, habia visto dividir en diez mil pedazos el cuerpo de su enemigo Pe-Kong, que le habia afrentado cortándole la trenza.

¿Por qué, pues, el noble chino habia mandado dar de palos al ídolo de Fó, cuyo abultado vientre de porcelana yacía en pedazos por el suelo?

Ello es que Chao-sé habia reñido á su antiguo cocinero al presentarle un perro asado que los convidados hallaban exquisito: habia desdeñado una taza de té, no obstante ser Kyson legítimo, y no hacía caso del mono á pesar de sus caricias.

—Señores parientes, dijo Chao-sé con gravedad, despues de la comida, á tres chinos respetables que le escuchaban puestos de cuclillas en el estrado. Ya sabeis que pretendia presentar á mi hijo en la córte de nuestro celeste soberano.

El orador y sus oyentes inclinaron sus cabezas hasta arrastrar las coletas por el suelo, y hubo que retirar al mono, porque imitó la accion de aquellos graves personajes. Chao-sé prosiguió diciendo:

—Mi hijo Te-kú no ha aprovechado mis lecciones: no sabe doblar el cuerpo en diez y ocho tiempos ni conoce las fórmulas inalterables de nuestra sábia etiqueta: ha repudiado á la virtuosa hija de Ling, cuyos piés caben en cáscaras de nueces, y asombraos, amados parientes, desafiado por Chung, cuyo honrado cuerpo yace en la tumba, rehusó abrirse el vientre, miéntras su adversario espiraba triunfante con el abdómen abierto en toda regla. En esta ignominia, quiero pediros consejo y me someto á lo que resolvais para salvar la honra de mi casa.


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Publicado el 29 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.

Mr. Dansant, Médico Aerópata

José Fernández Bremón


Cuento


A mi querido amigo el Subinspector de Sanidad militar,
D. Eduardo Baselga.

I

Uno de los establecimientos más curiosos de Europa es la casa de salud de Mr. Dansant, fundador y propagador de la aeropatía, ó sea, sistema de curar toda clase de enfermedades por medio del aire.

Abandonado en las calles de París siendo muy niño, Mr. Dansant habia pasado su infancia al aire libre; el aire entrando á través de su destrozada ropa, en vez de alterar su salud, le habia acostumbrado á resistir vigorosamente la intemperie: un herrero, compadecido del granuja, le recibió en su taller y puso á su cargo el fuelle de uno de los hornos: cansado de soplar la lumbre y de la abrasadora atmósfera de la fragua, el muchacho entró de aprendiz en una fábrica de abanicos, y en sus ratos de ocio empezó á estudiar música, dedicándose á aprender el pito, por ser entre los instrumentos de viento el más barato y tener aplicacion en las bandas militares: su ambicion de muchacho le hacia desear el uniforme, que da al cuerpo un aire distinguido.

—Tienes la cabeza llena de viento, decia el fabricante á su aprendiz, cuando éste le aseguraba que con el tiempo haria ruido en el mundo. Ya te cortarán las alas si tratas de volar por tí mismo.

La ocasion se ofreció más pronto de lo que el muchacho se esperaba: el fabricante de abanicos construia tambien otros aparatos: cierto dia se presentó en la tienda un aeronauta y encargó un paracaidas. Luis Dansant fué elegido por su maestro para llevar el aparato al comprador, á quien halló probando un globo: éste se hallaba sujeto por una maroma á unos fuertes anillos de hierro: los gases le inflaban rápidamente y el aeronauta se habia instalado en la barquilla, donde examinó el paracaidas.

—No parece mal trabajado, dijo al aprendiz; pero, ¿quién me responde de su solidez?


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Publicado el 29 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.

El Tonel de Cerveza

José Fernández Bremón


Cuento


A mis queridos amigos
D Luis Diaz Cobeña y D. Lucio Viñas y Deza.


Aunque la embriaguez ha producido héroes, revoluciones, leyendas fantásticas y sistemas filosóficos, por más que en su historia figuren nombres tan respetables como los de Noé y Lot, tan ilustres como los de Alejandro y Cárlos XII, y tan populares como los de Ilofman, Edgardo Poe, y muchos otros que no cito; á pesar de que algunos pueblos hayan solido tratar los asuntos más graves entre trago y trago, y de que áun se acostumbre á rociar con vinos generosos las declaraciones políticas de mayor trascendencia, acto oficial conocido con el nombre de brindis, ello es que al abuso de la bebida se debieron la muerte desastrosa de Holoférnes, la pérdida de Babilonia en tiempo de Baltasar, la catástrofe de Agripina, y casi toda la historia del imperio romano, en que tanta parte hubieron de tener los viñedos de Chipre y de Lésbos.

No he podido comprobar si es cierto ó no que cada vino ó bebida espirituosa tiene propiedades que producen efectos determinados y constantes; es decir, si la borrachera del champagne es siempre epigramática y elegante; si la de cerveza es melancólica y pesada; la del Málaga pendenciera, y por último, si un fabricante de Birmingham, despues de beber algunas botellas de manzanilla, experimenta, como los gitanos, la necesidad de entonar una caña á la flamenca.


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Publicado el 29 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.

Una Fuga de Diablos

José Fernández Bremón


Cuento


A mi antiguo y queridisimo amigo
D. Federico Luis de Benale.


La abadía del Olivar, que hoy no existe, era á principios del siglo XVIII un monasterio, si no famoso y opulento, sosegado y bien provisto. Situado lejos del camino real, en una de nuestras provincias más tranquilas, apénas llegaban á aquel santo retiro los ecos de la guerra civil que ardia en toda España. Y tan escondido estaba del mundo, que áun el viajero que conocia el camino de la hospedería del convento no lograba ver el campanario de su iglesia sino á dos tiros de fusil, y al volver una de las calles de olivos que conducian al monasterio. Sin embargo, lo esmerado del cultivo, lo aprovechado del terreno, y la presencia de algun monje, que abria con el azadon una tierra dura, ó escarbaba las cepas con cariño, anunciaban á gran distancia la proximidad de la abadía, donde debían reinar el órden, la paz y la abundancia. Algunos caseríos blancos formaban esa poblacion campesina que en los siglos pasados se establecía en las inmediaciones y al amparo y devocion de los conventos. El toque de las campanas, el lejano y solemne rumor de los rezos monásticos, el canto de las aves, el ladrido de los mastines, los cencerros del ganado y el chirrido de algunas carretas cargadas de granos y de frutos, eran los únicos sonidos familiares en aquella soledad. La compostura, recogimiento y severo aspecto de los escasos habitantes de la comarca, demostraban la inmediata influencia de las costumbres del monasterio, sometido á la estrecha regla de San Benito, algo suavizada por el tiempo, que envejece los semblantes y los códigos, pero que conservaba en todo rigor sus bases fundamentales: la obediencia, el silencio y la humildad. Estrecha religion, cuyos hermanos no sólo renunciaban, al hacer sus votos, al vicio de la propiedad, sino al dominio de sus cuerpos y sus voluntades.


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Publicado el 29 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.

El Diccionario de los Gatos

José Fernández Bremón


Cuento


A fuerza de conocer a los hombres, he concluido por estimar mucho a los gatos: por eso cuando perdí a Hollín, mi hermoso gato negro, después de registrar patios y sótanos, determiné buscarlo en el tejado a las altas horas de la noche, en que sólo nos espían nuestras vecinas más calladas, las estrellas. Oíase un diálogo gatuno, musical y brillante, cuando con la suavidad posible me deslicé sobre las tejas: la huida de uno de los interlocutores me demostró que había hecho ruido; pero el fugitivo era un gato blanco. ¿Habría ahuyentado al otro, que bien pudiera ser el mío? Un maullido melancólico que sonó tras el caballete de una buhardilla próxima me devolvió la esperanza: avancé paso a paso de hormiga hacia la ventana, maullé lo mejor que supe, y noté con cierto orgullo que me contestaba otro maullido; repetí, respondió el gato, y después de un largo paseo contenido para recorrer la distancia de tres metros, pude asomar la cabeza a la ventana, y en vez de mi gato Hollín, quedé atónito al encontrarme ante un anciano venerable que maullaba con extraordinaria perfección y me miraba sonriendo.

—Pase usted, vecino —me dijo—, que puede usted caerse.

Y ayudándome a entrar por la ventana, añadió, mientras yo callaba avergonzado y sorprendido:

—El primer maullido que usted dio me llenó de placer: era una frase desconocida para mí; al segundo temblé, creyendo por su acento extranjero que entre los gatos hubiera idiomas diferentes; luego reconocí el acento humano y una imitación burda y sin sentido. Pero tiene usted disposición, y en un curso de diez o doce años podrá usted maullar correctamente.

—¿Diez o doce años?

—Yo he gastado cincuenta en entender ese idioma y componer su diccionario: aquí lo tiene usted.

Encendió un cabo de vela, y me enseñó un pliego de papel con anotaciones musicales y su traducción al castellano. Yo leí:


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Publicado el 1 de agosto de 2024 por Edu Robsy.

El Terror Sanitario

José Fernández Bremón


Cuento


La revolución higiénica se había hecho al grito de «¡mueran los enfermos y abajo el arte de curar!». El descubrimiento de la salutina, desinfectante tan enérgico que había expulsado de España las moscas, los ratones y los gatos; la pública certidumbre de que cada enfermedad está representada por un microbio malévolo de fácil evasión e introducción en los cuerpos, que poros tienen agujereados como cribas; el miedo a la muerte, tan natural en el hombre como su conformidad con que mueran los demás; y, por último, el grandioso pretexto de la regeneración de nuestra raza, sólo confiable a las personas sanas y a la destrucción de todo ser doliente, determinaron la explosión. Cada pueblo construyó su lazareto y se prohibieron todas las enfermedades, tolerándose únicamente las jaquecas a las damas, y a los hombres los simples constipados; y se exceptuaron de la ley la calvicie y las verrugas, por haberse establecido que correspondían, como elementos de ornamentación, a las Bellas Artes.

I

De un periódico ministerial.


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Publicado el 1 de agosto de 2024 por Edu Robsy.

Árbol Genealógico

José Fernández Bremón


Cuento


I

Hacía mucho tiempo que en mi calidad de médium me comunicaba con los espíritus de los muertos, sirviéndoles de amanuense. Había celebrado conferencias con Mahoma, Bobadilla y el rey don Sebastián, pero no teniá el honor de conocerles. Quise hacer mi árbol genealógico desde mi cuarto abuelo, que fue el último que constaba en los papeles de familia, como nacido en 1710 y muerto en 1761: tenía la sospecha de hallar un noble parentesco, y sucesivamente acudieron a mi evocación, dándome noticias suyas, mis abuelos 5.º, 6.º, 7.º y 8.º, que resultaron ser los siguientes:

5.º Don Juan López Uela, familiar del Santo Oficio: Nacido en Madrid en 1680: falleció en 1715 de un bocado que le dio una bruja que sacaron a quemar: murió rabioso.

6.º Don Lucas López y Ruela, maestro de baile: (1640-87), quedó cojo enseñando un paso nuevo a sus discípulas: no quiso usar muletas porque su habilidad le permitió andar toda su vida con un pie.

7.º Pedro López Iruela, corchete: (1610-72), creyendo una noche agarrar el pescuezo a un delincuente, cogió una soga y cayó a un pozo gritando: «¡Por el rey!».

8.º López Ciruela, expósito: (1571-1613), suplicacionero o barquillero, mozo de mulas y ladrón.

Interrumpida aquí la línea legítima, no me convenía encabezar mi árbol genealógico con un individuo de esa especie, que en realidad sólo pudo producir una rama de ciruelas. Mi desencanto nobiliario fue terrible: yo que soñaba convertir mi obscuro nombre de Pedro de López Uela, en el ilustre y señor de Pedro de la Pezuela, no consideré que el López Uela fue el salto definitivo con que mi familia, suprimiendo una erre, pudo emanciparse del Ciruela.


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Publicado el 1 de agosto de 2024 por Edu Robsy.

El Crimen de Ayer

José Fernández Bremón


Cuento


«Felices los que hallan siempre la moral en armonía con su conveniencia, porque nunca tendrán remordimientos». Así reflexionaba anoche cuando falto de asunto de actualidad para la revista, me dirigí en busca de mi amigo Damián, a quien salvé la vida hace dos meses consiguiendo apartar de su ánimo la manía del suicidio.

—¡Oh amigo mío! —le dije con el acento más suave que pude dar a mi voz—, ya sabes que no deseo tu muerte, pero como al fin y al cabo la vida es corta y miserable y pudieras persistir en la idea de poner punto final a la tuya; sin que esto sea inducirte al suicidio, vengo a rogarte que, si continúas decidido a morir, lo hagas esta misma noche en mi presencia, para darme un asunto dramático y conmovedor con que impresionar mañana a los lectores.

»En estos tres últimos días no ha tenido la bondad ningún marido de hacer la vivisección de su mujer culpable; no se ha determinado a fallecer ningún hombre eminente; ni siquiera se han atrevido los imitadores a asaltar un simple tranvía, a ejemplo de lo ocurrido en provincias hace poco; el cometa que han visto algunos en el cielo no dirige la proa hacia la tierra; todo funciona con monotonía insoportable; felices los revisteros que pudieron anunciar el incendio de Roma por Nerón y la derrota del Guadalete. El mundo ha degenerado, amigo mío. Ya no sucede nada. En ti confío únicamente.

—Mucho siento —contestó Damián con benevolencia— no poder complacerte; pero tus argumentos en contra del suicidio me convencieron.

—Sin embargo, acaso pude equivocarme —repliqué—. Medítalo con calma, amigo mío.

—Comprendo tu situación —repuso Damián—, y voy a darte asunto.

—¡Ah, buen amigo! —dije abrazándole—. ¿Te decides a morir? ¿Te sacrificas a la curiosidad pública?

—No hay necesidad: voy a referirte un hecho que conmoverá seguramente a los lectores. Enciende el cigarro y eschucha.


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Publicado el 11 de julio de 2024 por Edu Robsy.

Caso de Conciencia

José Fernández Bremón


Cuento


Simeón no era odiado solamente de los cristianos de Toledo, que al fin y al cabo tenían la misma animadversión a todos los judíos, aun aquellos que gozaban la consideración y privanza del gran rey don Alfonso el Sabio: le querían mal todos sus correligionarios, y acusándole de no observar el sábado, que solía pasar en la carnicería vigilando a sus tablajeros, le tildaban de cristianizante. Las hebreas de su vecindad aseguraban que todos los días a las horas del almuerzo salía de su hogar un escandaloso olor a magras fritas, y desde luego consideraban los más imparciales y juiciosos que era muy ocasionado a faltar a la ley el inmundo tráfico en que hacía sus ganancias, la cría, la matanza, salazón y venta de los cerdos.

El sabio rabino Zabulón, cada vez que pasaba por el edificio que servía de saladero a los tocinos y jamones producto de cada matanza, decía al opulento Simeón:

—Grande es el almacén de tus culpas.

Simeón sonreía y calculaba, contemplando con tanta satisfacción las reses abiertas en canal, como un sabio que leyera un libro lleno de ciencia.

Un día se encontraron en el campo el rabí y el ganadero, caballeros en sendas mulas, como a dos leguas de la ciudad, en el momento de estallar una tormenta: y sobrevino tal ventisca y aguacero, que determinaron refugiarse en unas ruinas que se veían a lo lejos, temerosos de que las caballerías se espantasen, sobre todo Zabulón, que era mal jinete. El terreno era quebrado, las herraduras de las bestias resbalaban en las raíces húmedas de los árboles, la tormenta seguía, y cuando encontraron el refugio estaban extraviados y la tarde iba vencida.

—Hermano Simeón —dijo su compañero cuando estuvieron bajo techado—: estoy muerto de hambre, porque no he probado nada desde esta mañana. He creído ver que tu alforja tiene un bulto, y si es cosa de comer, te ruego que la partas conmigo.


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2 págs. / 4 minutos / 21 visitas.

Publicado el 18 de julio de 2024 por Edu Robsy.

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