Textos más descargados de José María de Pereda disponibles publicados el 31 de octubre de 2020 que contienen 'u' | pág. 3

Mostrando 21 a 25 de 25 textos encontrados.


Buscador de títulos

autor: José María de Pereda textos disponibles fecha: 31-10-2020 contiene: 'u'


123

La Romería del Carmen

José María de Pereda


Cuento


I

Yo deploro ese espíritu inquieto y ambicioso que viene, años hace, apoderándose del hombre; yo abomino ese monstruo de pulmones de hierro que, devorando distancias y taladrando el corazón de las montañas, ha arrojado de nuestros pacíficos solares las tradiciones risueñas y el inocente bienestar de los patriarcas.

Me apresuro a advertir que esto no lo digo yo. Quien lo dice, y mucho más, a todas las horas del día, es mi respetable amigo el señor don Anacleto Remanso.

Necesito decir a ustedes quién es y de dónde viene este apreciable sujeto.

Don Anacleto era allá por el año 15 un mozo perfectamente reputado en el comercio de esta plaza. Tenía excelente letra y manejaba los libros con rara inteligencia. Merced a estas cualidades, su principal le aumentó el modestísimo sueldo que había estado ganando durante doce años, y cuando hubieron pasado seis más, le interesó en los negocios de la casa. Con este pie de fortuna, y gracias a no sé qué plaga que llovió sobre los trigos extranjeros tiempo andando, don Anacleto se encontró de la noche a la mañana con un capital neto de veinte mil duros. Entonces se plantó, contrajo matrimonio con una honesta doncella, su contemporánea; y libre de las penas y zozobras que torturan el alma de los que fían su bienestar en el acrecentamiento de la fortuna, comenzó a gustar las delicias de la paz del hogar, tras una sabrosísima luna de miel.

No hace a mi propósito seguir a este buen señor paso a paso en todos los de su vida hasta el año 48, época en que yo le conocí.


Leer / Descargar texto

Dominio público
23 págs. / 41 minutos / 42 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

La Robla

José María de Pereda


Cuento


De maldita de Dios la cosa sirvieran los contratos de compraventa, si al tiempo de consumarlos no llevaran más requisitos que el mutuo convenio de los contratantes y el ante mí del tabelión más competente del juzgado.

Y cuidado, señores legistas, con atribuirme la pretensión de poner en duda la legalidad de las fórmulas que sobre el particular se vengan usando desde la fecha de las Pandectas.

¡Líbreme de ello Dios! Voy separándome del centro civilizado donde la ley se halla en toda su pomposidad, y estoy refiriéndome á los incultos moradores del campo, entre los cuales, sin dejar de acatarse el vigente código en todo lo que vale, aún se rinde culto reverente á la tradición, la cual constituye para ellos un derecho tan sagrado como el que más se funde en cuantas leyes se vengan haciendo desde la fabla de don Alonso el Sabio.

Desengáñese la previsora jurisprudencia: sin un requisito que les sea peculiar, estos paisanos no dan por terminado ningún negocio, aunque para cumplir con la ley le amortajen en más testimonios y sellos que hay en un archivo de hipotecas. Pasar un objeto de las manos de Juan á las de Pedro sin cierta solemnidad sui géneris, valdría tanto como para la conciencia de un cristiano viejo un buen creyente sin bautizar, símil en que, sin duda alguna se fundaron los académicos de mi lugar para llamar á dicha ceremonia mojar el asunto.


Leer / Descargar texto

Dominio público
10 págs. / 19 minutos / 46 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

El Raquero

José María de Pereda


Cuento


I

Antes que la moderna civilización en forma de locomotora asomara las narices á la puerta de esta capital; cuando el alípedo genio de la plaza, acostumbrado á vivir, como la péndola de un reló, entre dos puntos fijos, perdía el tino sacándole de una carreta de bueyes ó de la bodega de un buque mercante; cuando su enlace con las artes y la industria le parecía una utopía, y un sueño el poder que algunos le atribuían de llevar la vida, el movimiento y la riqueza á un páramo desierto y miserable; cuando, desconociendo los tesoros que germinaban bajo su estéril caduceo, los cotizaba con dinero encima, sin reparar que sutiles zahories los atisbaban desde extrañas naciones, y que más tarde los habían de explotar con tan pingüe resultado, que con sus residuos había de enriquecerse él; cuando miraba con incrédula sonrisa arrojar pedruscos al fondo de la bahía; cuando, en fin, la aglomeración de estos pedruscos aún no había llegado á la superficie, ni él advertido que se trataba de improvisar un pueblo grande, bello y rico, el Muelle de las Naos, ó como decía y sigue diciendo el vulgo, el Muelle Anaos, era una región de la que se hablaba en el centro de Santander como de Fernando Póo ó del Cabo de Hornos.

Confinado á un extremo de la población y sin objeto ya para las faenas diarias del comercio, era el basurero, digámoslo así, del Muelle nuevo y el cementerio de sus despojos.

Muchos de mis lectores se acordarán, como yo me acuerdo, de su negro y desigual pavimento, de sus edificios que se reducían á cuatro ó cinco fraguas mezquinas y algunas desvencijadas barracas que servían de depósitos de alquitrán y brea; de sus montones de escombros, anclotes, mástiles, maderas de todas especies y jarcia vieja; y, por último, de los seres que respiraban constantemente su atmósfera pegajosa y denegrida siempre con el humo de las carenas.


Leer / Descargar texto

Dominio público
14 págs. / 24 minutos / 165 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

El Día 4 de Octubre

José María de Pereda


Cuento


I

Desde luego advierto al lector que esta fecha no viene aquí con la pretensión de figurar entre las muy justamente célebres que guardan los fastos españoles, ni pertenece siquiera al catálogo de esas otras de flamante cuño que, no mereciendo, por ningún estilo, que la imparcial severa Historia las registre en sus páginas, andan indocumentadas pidiendo hospitalidad de puerta en puerta y rebotando de periódico en periódico, á manera de proyectil elástico. Hablo de los diez de abril, tres de octubre, siete de julio veintinueve de septiembre, y otras ejusdem farinoe, no menos zarandeadas, en estos tiempos que corremos, por los campeones de la política militante, ya como gloria, ya como afrentas.

Tampoco se halla impresa en ninguna parte con sangre de libres ni de esclavos, ni recuerda patíbulos, ni asonadas, ni siquiera un mal cintarazo. Por tanto, no aspira á que el país la recuerde sólo con que yo se la cite. Más humilde en su origen y en sus aspiraciones, se cree muy honrada con que unos cuantos pueblos de la Montaña y yo la evoquemos con inocente complacencia: ellos, por lo que afecta á sus caros intereses: yo, por el que me tomo siempre en cuanto sirve de satisfacción á los demás.


Leer / Descargar texto

Dominio público
12 págs. / 21 minutos / 33 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

Arroz y Gallo Muerto

José María de Pereda


Cuento


I

Aún no se habrían extinguido las últimas chispas de la hoguera, y apenas asomaban los primeros rayos del sol sobre la cúspide de las montañas vecinas, cuando las campanas del lugar comenzaron á tocar al alba. Sin duda el sacristán había pasado la noche con sus convecinos bailando al fulgor de la hoguera; pues de otro modo, según pública fama, no hubiera sido capaz de tomar la delantera al sol para abandonar el lecho.

Comenzaba yo, entre sueños, á reparar en la tan, para mí, inusitada música, y tal vez hubiera conseguido no salir con ella del plácido letargo que me dominaba, cuando la tos, las pisadas y los gritos de mi tío que entraba en la alcoba con el objeto de despertarme, ahuyentaron completamente el sueño que, por ser el de la aurora, es el que más me gusta.

—¡Arriba, perezoso, que ya es hora!—oí gritar entre garrotazos sacudidos sobre los muebles, y taconazos y patadas en el suelo.

—¡Pero, señor, si está amaneciendo!—contesté balbuciente y restregándome los ojos.

—Eso es: será mejor levantarse al mediodía como hacéis en la ciudad…. ¡Fuera pereza!—añadió con una risotada, tirando de un manotazo la ropa que me cubría, á los pies de la cama.—Alza esos huesos y disponte á celebrar á San Juan como es debido.

Estas últimas palabras me hicieron recordar que era el día de mi tío, y que por ello había llegado yo la víspera á su casa. Felicitéle cordialmente, y no pude menos de admirar aquella humanidad robusta y, á pesar de los sesenta años que contaba de fecha, fresca y rebosando en vida.

Estaba ya afeitado y vestido con la ropa de los domingos, traje que sin ser de rigorosa elegancia, ni mucho menos, tampoco bajaba hasta el vulgar de los campesinos: ancho, fino y cómodo, como pertenecía á un señor bien acomodado de aldea; categoría en que figura mi tío con tanto derecho como el mejor caballero de la provincia.


Leer / Descargar texto

Dominio público
11 págs. / 19 minutos / 69 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

123