Textos más antiguos de Joseph Sheridan Le Fanu publicados el 24 de octubre de 2017 | pág. 2

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autor: Joseph Sheridan Le Fanu fecha: 24-10-2017


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La Profecía de Cloostedd

Joseph Sheridan Le Fanu


Novela


I. El George and Dragon

El precioso pueblecito de Golden Friars —alzándose al borde del lago, cercado por un anfiteatro de montañas purpúreas, ricas en matices y surcadas de elevados barrancos, cuando los altos hastiales y las estrechas ventanas de sus casas de basalto y el campanario de la vieja iglesia que aún difunde sus tañidos en la tarde se vuelven plateados bajo la luz de la luna, y los negros olmos de su alrededor proyectan sombras inmóviles sobre la yerba del suelo— es una de las visiones más singulares y hermosas que he contemplado jamás.

Allí se eleva, «como por arte de magia», tan tenue y etéreo que apenas podría creérsele más consistente que el reflejo de un cuadro en la bruma de la noche.

Una tranquila noche de verano, brillaba la luna espléndida sobre la fachada del George and Dragon, el cómodo mesón de Golden Friars, con el ejemplar más solemne de vieja enseña de mesón, quizá, que queda en Inglaterra. Está de cara al lago; la carretera que bordea la orilla pasa junto a la escalinata que sube hasta la puerta del vestíbulo, enfrente de la cual, al otro lado de la carretera, entre dos grandes postes y enmarcada en una especie de orla caprichosa de hierro forjado con espléndidos dorados, se balancea la famosa enseña de San Jorge y el Dragón en suntuosos colores.

En el gran salón del George and Dragon, se encontraban tres o cuatro viejos habitués de tan agradable lugar, descansando un poco después de las fatigas de la jornada.

Dicho salón es una cómoda estancia con paredes revestidas de roble; y cada vez que el aire es lo bastante frío, en los meses de verano, como en la presente ocasión, el fuego ayudaba a templarlo. Este fuego, casi siempre de leña, proyectaba un grato parpadeo sobre los muros y el techo, sin llegar a calentar el ambiente en exceso.


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159 págs. / 4 horas, 39 minutos / 126 visitas.

Publicado el 24 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

Dickon el Diablo

Joseph Sheridan Le Fanu


Cuento


Hace unos treinta años dos solteronas ricas y viejas me eligieron para que visitara una propiedad en esa parte de Lancashire que está cerca del famoso bosque de Pendle, con el que tan agradablemente nos hemos familiarizado gracias a la obra del señor Ainsworth, Las brujas de Lancashire. Tenía yo que hacer la partición de una pequeña propiedad, formada por una casa con la tierra solariega, que mucho tiempo antes habían recibido como coherederas.

Los últimos sesenta kilómetros del viaje me vi obligado a realizarlos en posta, principalmente por atajos poco conocidos, y todavía menos frecuentados, que presentaban paisajes extremadamente interesantes y hermosos. La estación en la que viajaba, principios de septiembre, mejoraba el pintoresquismo del paisaje.

Nunca había estado en esa parte del mundo; me han dicho que ahora es mucho menos salvaje, y en consecuencia menos hermosa.

En la posada en la que me detuve para cambiar los caballos y cenar algo, pues pasaban ya de las cinco, encontré que el hospedero, un tipo robusto que tenía, según me dijo, sesenta y cinco años, era de una benevolencia fácil y charlatana, que deseaba distraer a sus huéspedes con cualquier charla y para el que la menor excusa bastaba para que se pusiera a fluir su conversación sobre cualquier tema que a uno le complaciera.

Tenía yo curiosidad por saber algo sobre Barwyke, nombre de la casa y las tierras a las que me dirigía. Como no había ninguna posada a algunos kilómetros de ella, había escrito al administrador para que me alojara allí, lo mejor que pudiera, por una noche.

El hospedero de «Three Nuns», que tal era el cartel bajo el que entretenía a los viajeros, no tenía mucho que contar. Hacía ya veinte años o más desde que había muerto el viejo Squire Bowes, y nadie había vivido allí desde entonces salvo el jardinero y su esposa.


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13 págs. / 23 minutos / 202 visitas.

Publicado el 24 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

La Prima Asesinada

Joseph Sheridan Le Fanu


Cuento



«Y allí yacen aguardando su propia sangre: acechan ocultos sus propias vidas.
» Así hacen todos los que codician ganancias; y que por ello quitan la vida del que las posee».
 

Esta historia de la nobleza irlandesa está escrita en la medida de lo posible con las mismas palabras con las que fue relatada por su «heroína», la fallecida Condesa D., y por tanto se narra en primera persona.

Mi madre murió cuando era yo una niña y no tengo de ella el más ligero recuerdo. Con su muerte, mi educación quedó exclusivamente bajo la dirección de mi padre. Éste emprendió su tarea apreciando rígidamente la responsabilidad que había recaído sobre él. Mi instrucción religiosa se llevó a cabo con una ansiedad casi exagerada; y desde luego tuve los mejores maestros para perfeccionarme en todos aquellos conocimientos que parecían requerir mi posición y riqueza. Mi padre era lo que solía llamarse una persona rara, y su tratamiento hacia mí, aunque por lo general amable, estaba regido no tanto por el afecto y la ternura como por un alto e inflexible sentido del deber. Raramente le veía o hablaba con él salvo en las horas de las comidas, y entonces, aunque amable, solía ser reservado y triste. Sus horas de ocio, que eran muchas, las empleaba en pasear a solas o en su estudio; en resumen, no parecía tener más interés por mi felicidad o mejora que el que parecía imponerle el cumplimiento consciente de su deber.


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40 págs. / 1 hora, 11 minutos / 99 visitas.

Publicado el 24 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

La Visión de Tom Chuff

Joseph Sheridan Le Fanu


Cuento


Al borde del melancólico Catstean Moor, en el norte de Inglaterra, junto a media docena de antiguos chopos rodeados por ramas viejas y ásperas, con una herida en el centro producida un verano, treinta años antes, por un rayo, y todos ellos, por su gran altura, haciendo que parezca más baja la morada junto a la que crecen, se levanta una tosca casa de piedra con una chimenea gruesa, la cocina y un dormitorio en la planta baja, y un ático dividido en dos habitaciones, al que se accede por una escalera, bajo el tejado de guijarros.

Su propietario era un hombre de mala fama llamado Tom Chuff. Era un hombre fuerte, de cabeza impresionante y ancho de hombros, aunque algo bajo de estatura, con las cejas descendentes y una mirada hosca. Se dedicaba a la caza furtiva y raramente tenía la intención de ganarse el pan mediante cualquier trabajo honesto. Era un borracho. Golpeaba a su esposa y cuando estaba en casa sus hijos llevaban una vida de terror y lamentaciones. Para su pequeña y aterrorizada familia era una bendición cuando se iba, como hacía a veces, durante una semana o más.

La noche de la que hablo, hacia las ocho, golpeó la puerta con la porra. Era invierno y estaba muy oscuro. Creo que los que estaban en la casa no habrían sentido mayor terror si hubiera llamado un duende del páramo.

Con miedo, pero presurosa, la esposa descorrió la barra que cerraba la puerta. Su hermana, que era jorobada, permaneció de pie junto al hogar, mirando hacia el umbral; y los acobardados hijos se protegieron tras ella.

Tom Chuff entró con la porra en la mano, sin decir nada, y se dejó caer en una silla frente al fuego. Había estado fuera dos o tres días, parecía ojeroso y tenía los ojos inyectados en sangre, por lo que todos supieron que había estado bebiendo.


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16 págs. / 29 minutos / 118 visitas.

Publicado el 24 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

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