Dos Viejos
Juan José Morosoli
Cuento
Fue una amistad que se inició en la ventanilla de una oficina de pagos para jubilados.
Don Llanes tenía que escribir algunos datos personales.
—¿Y usted no me la puede escribir? —preguntó al empleado.
—No. Pero aquel hombre tal vez le ayude.
Señaló a un hombre que estaba esperando. Este se paró y se acercó a la ventanilla, cobró y luego fue a hacerle el trabajo a Llanes.
A fin éste presentó el papel, recibió el dinero y salió con el otro de la oficina.
* * *
Ya en la calle Llanes invitó:
—¿Vamos a tomar una copa?
—Le agradezco, pero no bebo.
—Entonces acépteme unos bizcochos.
—Mire, le digo la verdad, pero a esta hora no apetezco.
Don Llanes lo miró de frente. Advirtió que era un "viejo poquito". Suave. Delgado. Atildado. Tenía buena corbata. Buenos botines lustrados. Y unas manos finas y blancas. Parecían de mujer.
—Ta bien —dijo—. Yo cuando cobro, como alguna golosina y me paso alguna caña para adentro...
* * *
La mañana estaba linda. Bien soleada la plaza. Bajo las acacias
de sombra redonda, medallones de sol se hamacaban suavemente. Había un
silencio agujereado por los píos de los gorriones. Don Llanes miró hacia
los árboles. Sacó lo tabaquera y se la tendió al otro.
—Haga uno. Es de contrabando.
—Gracias, no fumo.
Entonces Llanes preguntó:
—¿Es enfermo usted?
—No señor, pero me cuido.
Se hizo una pausa.
En el centro de la plaza, bajo una acacia dorada, el banco donde siempre se sentaba a comer bizcochos, parecía esperarlos.
—¿Qué le parece si nos sentamos a prosear?
—Sí. Eso sí.
Dominio público
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Publicado el 10 de junio de 2025 por Edu Robsy.