El Casero
Juan José Morosoli
Cuento
—La visita que le hicieron sus inquilinos a Don Elías, el comprador de chatarra, huesos y trapos viejos, fue como la que le hicieron los animales al gato montés cuando se descaderó...
—¿Y cómo fue?
—Cuando estuvieron seguros que el gato no podía moverse fueron a visitarlo... ¡Hasta la paloma que nunca pudo ver volar un hijo por culpa de él!...
Álvarez, —el propio narrador, que le debía al enfermo nada menos que tres meses de alquiler, encabezó el grupo.
—Venimos a ofrecernos... Estamos a la orden...
—Don Elías estaba en la cama —puro armazón y poca ropa— con la boca torcida y medio cuerpo inmóvil. Lo tendió "un bruto ataque".
—Lo agarró almorzando, porque el hombre era tacaño que daba asco pero comía que daba miedo.
El pobre tras el ofrecimiento de Álvarez hace un esfuerzo para mover la boca. Quiere contestar. Pero no puede.
—Uno se va a quedar con usted —dice Álvarez. Y luego, a gritos como si el enfermo estuviera a tres cuadras:
—¡Ya fueron a buscar el doctor!
Y dirigiéndose a los otros:
—Vamos a retirarnos si no capaz que cree que se va a morir...
Doña Rosaura le hace una seña poniéndose el índice en los labios.
Y Álvarez tranquilo responde:
—¿Usted cree que oye?... ¡Va a ver que el doctor dice que no oye!...
* * *
Don Elías es propietario de diez casillas de tablas de cajón y
chapas viejas negras de orín. Cobra por estos refugios unos alquileres
brutales. Además se pasa el mes murmurando:
—El mes termina el último día... El primero es otro mes...
Y el primero anda ya con los recibos reclamando su pago.
—Antes que el sol, entra el viejo con el recibo, dicen los inquilinos.
—Un desgraciado que vive peor que nosotros, dice Álvarez.
—Eso es. Tiene rentas... ¿pero le sirven para algo?
—Para hacerse odiar...
Dominio público
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Publicado el 10 de junio de 2025 por Edu Robsy.