Textos peor valorados de Julio Verne publicados por Edu Robsy no disponibles | pág. 4

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autor: Julio Verne editor: Edu Robsy textos no disponibles


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Una Invernada Entre los Hielos

Julio Verne


Cuento


I. La bandera negra

El día 12 de mayo de 18… despertóse el cura de la vieja iglesia de Dunkerque a las cinco de la madrugada e inmediatamente abandonó el lecho para decir, según su costumbre, la primera misa rezada, a la que asistían algunos piadosos pescadores.

Revestido con los hábitos sacerdotales, iba a dirigirse al altar cuando entró en la sacristía un hombre, alegre y despavorido al mismo tiempo. Era un marinero de unos sesenta años de edad, pero vigoroso y fuerte todavía, de aspecto bondadoso y honrado.

—¡Señor cura, señor cura! —exclamó—. ¡Deténgase, haga el favor!

—¿Qué le ocurre tan temprano, Juan Cornbutte? —replicó el cura.

—¿Qué me ocurre? Que tengo un deseo loco de abrazarlo, quiera usted o no.

—Pues bien, después de la misa a que va a asistir…

—¡La misa! —respondió, riéndose, el viejo marino—. Pero ¿cree usted que yo voy a permitirle que diga ahora misa?

—¿Y por qué no he de decir misa? Explíquese. Ya se ha dado el tercer toque de campana.

—Que se haya dado o no el tercer toque, poco importa —replicó Juan Cornbutte—. Otros toques de campanas sonarán hoy, señor cura, porque usted me ha prometido bendecir con sus propias manos el matrimonio de mi hijo Luis y de mi sobrina María.

—Luego, ¿ha llegado? —interrogó alegremente el cura.

—No tardará mucho —contestó Cornbutte, frotándose las manos—, porque el vigía ha señalado, al salir el sol, nuestro bergantín, el que usted bautizó imponiéndole el bonito nombre de La Joven Audaz.

—Le felicito con todo mi corazón, amigo Cornbutte —dijo el cura, despojándose de la casulla y de la estola—. Recuerdo nuestro convenio. El señor vicario me va a remplazar y estaré a la disposición de usted para la llegada de su querido hijo.


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74 págs. / 2 horas, 10 minutos / 249 visitas.

Publicado el 14 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

El Camino de Francia

Julio Verne


Novela


Capítulo I

Yo me llamo Natalis Delpierre. He nacido en 1761 en Grattepanche, una aldea en la Picardía. Mi padre era labrador, y trabajaba en las tierras del marqués de Estrelle. Mi madre lo ayudaba en cuanto podía, y mis hermanas y yo hacíamos lo que mi madre. Mi padre no poseía ninguna clase de bienes de fortuna; y era tan desdichado en esto, que no debía tener jamás nada propio. Al mismo tiempo que cultivador era chantre en la Iglesia del pueblo; chantre de los llamados «confiteor», pues tenía una fuerte y hermosa voz, que se oía desde el pequeño cementerio contiguo a la iglesia hubiera, pues, podido ser cura, lo que llamamos un clérigo de misa y olla. Su voz es todo cuanto yo he heredado de él, o poca cosa más.

Mi padre y mi madre trabajaron duro. Los dos han muerto en el mismo año; en el 79. ¡Dios haya acogido sus almas!

De mis dos hermanas, la mayor, llamada Firminia, tenía cuarenta y cinco años por la época en que han pasado las cosas que voy a referir; la pequeña, Irma, cuarenta; yo, treinta y uno.

Cuando nuestros padres murieron, Firminia estaba casada con un individuo de Escarbotin, Benoni Fanthomme, simple obrero cerrajero, que no pudo jamás llegar a establecerse, aunque era bastante hábil en su oficio. En cuanto a familia, en el 81 tenían ya tres chiquillos, y aun algunos años más tarde vino un cuarto a unirse a los anteriores. Mi hermana Irma había permanecido soltera, y sigue siéndolo. Yo no podía contar, por consiguiente, ni con ella ni con los Fanthomme para que me protegieran y me prestaran ayuda a fin de crearme una posición. Yo me la he creado solo completamente, y de este modo, en los últimos años de mi vida, he podido servir de algo a mi familia.


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190 págs. / 5 horas, 33 minutos / 149 visitas.

Publicado el 15 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

El País de las Pieles

Julio Verne


Novela


PRIMERA PARTE

UNA FIESTA EN EL FUERTE CONFIANZA

Aquella noche —17 de marzo de 1859— el capitán Craventy daba una fiesta en el fuerte Confianza.

Que la palabra fiesta no evoque en la mente del lector la idea de un sarao grandioso, de un baile de corte, de una zambra ruidosa o de un festival a gran orquesta. La recepción del capitán Craventy era mucho más modesta, a pesar de lo cual no había perdonado sacrificio para darle la mayor brillantez posible.

En efecto, bajo la dirección del cabo Joliffe, el espléndido salón del piso bajo habíase transformado. Aún se veían las paredes de madera, hechas con troncos apenas labrados, horizontalmente dispuestos; pero, disimulaban su tosca desnudez cuatro pabellones británicos, colocados en los cuatro ángulos, y panoplias formadas con armas tomadas del arsenal del fuerte.

Si las largas vigas del techo, rugosas y ennegrecidas, descansaban sobre sus estribos groseramente ajustadas, en cambio, dos lámparas, provistas de sus reflectores de hoja de lata, se balanceaban como dos arañas al extremo de sus cadenas, y proyectaban una luz muy suficiente a través de la atmósfera cargada de la sala.

Las ventanas eran estrechas; algunas parecían troneras; sus vidrios, blindados por una espesa escarcha, desafiaban la curiosidad de la vista; pero dos o tres trozos de percalina encarnada colocados con gusto, llamaban la atención de los invitados. El piso estaba formado por pesados maderos yuxtapuestos que el cabo Joliffe había barrido con esmero en gracia a la solemnidad.


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440 págs. / 12 horas, 50 minutos / 291 visitas.

Publicado el 16 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Segunda Patria

Julio Verne


Novela


PREFACIO

Por qué he escrito Segunda Patria…

Los Robinsones han sido los libros de mi infancia, y han dejado en mí recuerdo imperecedero, afirmado en mi alma por las repetidas lecturas que de ellos he hecho. Y hasta puedo asegurar que otros libros modernos no han producido en mí la impresión que los de mi primera edad. No es extraño que mi gusto por este género de aventuras me haya llevado, instintivamente, al camino que más tarde debía seguir. Por esta razón he escrito Escuela de Robinsones, La isla misteriosa y Dos años de vacaciones, cuyos héroes son próximos parientes de los de De Foe y Wyss. Tampoco extrañará a nadie que yo me haya entregado por completo a la obra de los Viajes extraordinarios.

Los títulos de las obras que con tanta avidez leía acuden a mi memoria: el Robinsón de doce años, de madame Mollar de Beaulieu, el Robinsón de las arenas del desierto, de madame de Mirval. Y, semejantes a éstos, las Aventuras de Robert, de Louis Desnoyers, que publicaba el Diario de los niños, con otros muchos libros que jamás olvidaré.

Vino después el Robinsón Crusoe, esa obra maestra, a pesar de no ser más que un episodio en la larga y fastidiosa narración de De Foe. Y, en fin, El cráter de Fenimore Cooper aumentó mi pasión por los héroes de las islas desconocidas del Atlántico o del Pacífico.


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383 págs. / 11 horas, 10 minutos / 203 visitas.

Publicado el 16 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

El Piloto del Danubio

Julio Verne


Novela


I. AL CONCURSO DE SIGMARINGEN

El sábado 5 de agosto de 1 876, una muchedumbre inmensa y animada llenaba la taberna La Cita de los Pescadores. Había en su interior un barullo ensordecedor de canciones, gritos, chocar de vasos, aplausos y juramentos, que a intervalos eran dominados por esos boch! con los que acostumbra a expresarse la alegría alemana cuando llega a su punto culminante.

Las ventanas de la taberna daban directamente sobre el Danubio, en el extremo de la encantadora ciudad de Sigmaringen, capital de la jurisdicción prusiana de Elohen/ollern, situada en los orígenes de ese gran río de la Europa central.

Obedientes a la invitación de la muestra pintada en hermosas letras sobre la puerta, habíanse reunido en esa taberna los miembros de la Liga Danubiana, sociedad internacional de pescadores, pertenecientes a las diversas nacionalidades ribereñas.

No existe alegría en la reunión donde no se haga consumo de cerveza. En consecuencia, bebíase allí en grandes cantidades la buena cerveza de Munich y el excelente vino de Hungría. El humear de los cigarros y pipas también estaba a la orden del día y la gran sala estaba casi oscurecida por completo por el humo producido por los fumadores. Pero si a causa de esto los socios allí reunidos no podían verse, al menos se oían, siempre, claro está, que no hubiera algún sordo entre ellos.

Tranquilos y silenciosos en el desempeño de su trabajo, los pescadores de cana son, en efecto, la gente más bulliciosa del inundo, tan pronto han dejado sus útiles de labor. Para contar sus hazañas son casi tan fértiles de imaginación como los cazadores, lo cual no es poco decir.


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194 págs. / 5 horas, 40 minutos / 289 visitas.

Publicado el 16 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

El Rayo Verde

Julio Verne


Novela


I. El hermano Sam y el hermano Sib

¡Bet!

—¡Beth!

—¡Bess!

—¡Betsey!

—¡Betty!

Todos estos nombres resonaron sucesivamente en el magnífico hall de Helensburgh con arreglo a la costumbre del hermano Sam y del hermano Sib, para llamar así al ama de llaves de la mansión.

Pero en aquel momento los diminutivos familiares del nombre de Elisabeth no lograron que apareciera la buena mujer, tanto como si la hubieran llamado con su nombre entero.

En cambio, el que apareció en la puerta del hall con la gorra en la mano fue el mayordomo Partridge en persona.

Partridge, dirigiéndose a los dos personajes de alegre semblante, sentados en el alféizar de una ventana que hacía tribuna en la fachada de la casa:

—Los señores han llamado a la señora Bess —dijo—, pero la señora Bess no está en casa.

—¿Dónde está, pues, Partridge?

—Ha salido acompañando a la señorita Campbell, que se pasea por el jardín.

Y Partridge se retiró ceremoniosamente, obedeciendo una señal que le hicieron los dos hermanos.

Estos dos hermanos, Sam y Sib —cuyo verdadero nombre de bautismo era Samuel y Sebastián—, tíos de la señorita Campbell, escoceses de pura cepa, escoceses de un antiguo clan de las Tierras Altas, contaban entre los dos la bonita edad de ciento doce años, con una diferencia solo en quince meses entre el mayor Sam y el menor Sib.


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151 págs. / 4 horas, 25 minutos / 179 visitas.

Publicado el 16 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Los Náufragos del Jonathan

Julio Verne


Novela


Primera parte

I. El guanaco

Era un animal grácil, de cuello largo y elegante curvatura, de grupa redonda, nerviosas y finas las patas, los ijares entrados, el pelaje de color rojizo oteado de blanco, la cola corta en penacho, muy luda. En aquellas tierras le llaman guanaco; en francés: guanaque. Vistos de lejos, estos rumiantes crean con frecuencia la ilusión de caballos montados y, más de un viajero confundido por esa apariencia, ha tomado una de sus manadas que galopan en el horizonte, por un grupo de jinetes.

Ese guanaco, única criatura visible en aquella desierta región, se detuvo en la cresta de un montículo, en el centro de una extensa pradera donde los juncos se rozaban sonoramente unos con otros y apuntaban sus afiladas agujas entre matas de plantas espinosas. Vuelto el hocico hacia el viento, aspiraba las emanaciones traídas por una ligera brisa del este. El ojo avizor, erguida la oreja giratoria, estaba al acecho, dispuesto a emprender la huida al menor ruido sospechoso.

La llanura no ofrecía una superficie uniformemente lisa. Aquí y allá se veían ondulaciones formadas por los barrancos que las grandes lluvias borrascosas habían dejado a su paso. Resguardado por uno de esos rellanos, a poca distancia del montículo, reptaba un indígena, un indio, que no podía ser descubierto por el guanaco. Casi totalmente desnudo, cubierto tan solo por los jirones de piel de animal, avanzaba sin ruido, deslizándose por la hierba, para acercarse a la presa codiciada sin espantarla. Esta, sin embargo, empezaba a dar señales de inquietud, como si temiera un peligro inminente.


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452 págs. / 13 horas, 11 minutos / 152 visitas.

Publicado el 17 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

El Castillo de los Cárpatos

Julio Verne


Novela


I

Esta historia no es fantástica, es sólo novelesca. ¿Hay que deducir que no es verdadera, dada su falta de verosimilitud? Sería un error. Vivimos en una época en la que todo ocurre; casi se tiene derecho a decir que todo ha ocurrido. Si nuestro relato no es verosímil hoy, puede serlo mañana, gracias a los recursos científicos de que dispone el futuro, y nadie se atrevería a incluirla entre las leyendas. Además, nadie cree ya en las leyendas al final de este práctico y positivo siglo XIX, ni en Bretaña, la comarca de los esquivos korrigans, ni en Escocia, la tierra de los brownies y los gnomos, ni en Noruega, la patria de los ases, de los elfos, de los siífos y de las valquirias, ni siquiera en Transilvania, donde el marco de los Cárpatos se presta de forma tan natural a cualquier evocación psicagógica. Sin embargo, conviene observar que la región transilvana está aún muy apegada a las supersticiones de las primeras edades.

Esas provincias de la extrema Europa fueron descritas por el señor de Gérando y visitadas por Eliseo Reclus. Ninguno de ellos mencionó la curiosa historia en que se basa esta novela. ¿Acaso no llegó a su conocimiento? Quizá sí, pero no quisieron darle crédito. Es muy de lamentar, pues la hubieran contado, el uno con la precisión de un analista, el otro con esa poesía instintiva que impregna sus relaciones de viaje.

Puesto que ni uno ni otro lo hicieron, voy a tratar de hacerlo yo en su lugar.


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161 págs. / 4 horas, 42 minutos / 304 visitas.

Publicado el 19 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Edgar Poe y sus Obras

Julio Verne


Crítica, Biografía


I

Escuela de lo extraño - Edgard Poe y el señor Baudelaire - La existencia miserable del novelista - Su muerte - Anne Radcliff, Hoffmann y Poe - Historias extraordinarias - Doble asesinato en la calle Morgue - Curiosa asociación de ideas - Interrogatorio de testigos - El autor del crimen - El marinero maltés

He aquí, mis estimados lectores, un novelista americano de alta reputación; ustedes conocen su nombre, muchos probablemente, pero pocos su obra. Permítanme por consiguiente contarles sobre el hombre y su obra; ambos ocupan un importante lugar en la historia de la imaginación, porque Poe ha creado un género aparte, que solo procede de él mismo, y del cual me parece que se ha llevado el secreto; se le pudiera identificar como el fundador de la escuela de lo extraño; ha hecho retroceder los límites de lo imposible; él tendrá imitadores. Éstos intentarán ir más allá, de exagerar su estilo; más de uno creerá que le sobrepasará, pero no logrará ni siquiera igualarlo.

Les diré en primer lugar que un crítico francés, el señor Charles Baudelaire, ha escrito, delante de su traducción de las obras de Edgard Poe un prólogo no menos extraño que la propia obra. Quizás este prólogo requeriría a su vez algunos comentarios aclaratorios. Sea como sea, se ha hablado de él en el mundo de las letras; se han fijado en él, y con razón: el señor Charles Baudelaire era digno de explicar al autor americano a su manera y yo no le desearía al autor francés otro comentarista de sus obras presentes y futuras que un nuevo Edgard Poe. Ambos fueron hechos para comprenderse. Además, la traducción del señor Baudelaire es excelente y le tomaré prestado los pasajes citados en el presente artículo.


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42 págs. / 1 hora, 13 minutos / 293 visitas.

Publicado el 19 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

El Pueblo Aéreo

Julio Verne


Novela


1. UN VIAJE PELIGROSO.

—¿Y el Congo americano? —inquirió Max Huber—. ¿Acaso no falta agregar un Congo americano?

—¿Para qué, mi querido Max?— le contestó John Cort—. ¿Acaso nos faltan grandes extensiones en los Estados Unidos? ¿Qué necesidad hay de colonizar tierras en otros continentes cuando aún tenemos centenares de miles de kilómetros cuadrados de territorio virgen entre Alaska y Texas?

—¡Pero si las cosas continúan así, las naciones europeas terminarán por repartirse África y nada quedará para tus compatriotas!

—Ni los norteamericanos ni los rusos tienen nada que hacer en el Continente Negro —repuso John Cort con acento terminante.

—¿Pero por qué?

—Porque es inútil fatigarse caminando en busca de lo que se tiene al alcance de la mano…

—¡Bah! Ya verás, querido amigo. El Gobierno Federal de los Estados Unidos reclamará uno de estos días su parte en el postre africano.

Si hay un Congo francés, otro belga, y otro alemán, hay un Congo independiente que sólo espera la oportunidad de dejar de serlo. Y a esto cabe agregar la enorme extensión sin explorar que llevamos ya tres meses recorriendo…

—Explorando como curiosos y no como conquistadores, Max.

—La diferencia no es considerable, digno ciudadano de los Estados Unidos —aclaró Max Huber—. Te repito que esta parte de África podría convertirse en una magnífica colonia de la Unión… tiene territorios extraordinariamente fértiles, que esperan tan sólo que se los utilice, bajo la influencia de una irrigación natural de gran generosidad…

—Y un calor igualmente generoso —lo interrumpió John, secándose la transpiración que le bañaba la frente.

—¡Bah! No hagas caso —replicó Max —. Todo es cuestión de aclimatarse. Recién estamos en primavera. Espera que llegue el verano y me dirás.


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109 págs. / 3 horas, 11 minutos / 249 visitas.

Publicado el 19 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

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