Textos más populares esta semana de Julio Verne publicados por Edu Robsy | pág. 4

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autor: Julio Verne editor: Edu Robsy


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Ayer y Mañana

Julio Verne


Cuento


AVENTURAS DE LA FAMILIA RATÓN

Cuento de hadas

I

Había una vez una familia de ratas, compuesta por el padre Ratón, la madre Ratona, su hija Ratina, y su primo Raté; sus criados eran el cocinero Rata y su buena mujer Ratana. Ahora bien, niños míos queridos, acaeciéndoles tan extraordinarias aventuras a estos estimables roedores, que no puedo resistir el deseo de contároslas.

Pasaba esto en el tiempo de las hadas y de los encantadores, en el tiempo asimismo en que las bestias hablaban; de esa época es, sin duda, de la que data la frase «decir bestialidades». Y, sin embargo, esas bestias no han dicho ni dicen más bestialidades que las que dicen y han dicho los hombres de hoy y los hombres de antaño.

Escuchad, pues, mis queridos niños; voy a dar principio.

II

En una de las más hermosas ciudades de aquel tiempo y en la más hermosa casa de la ciudad residía una buena hada que se llamaba Firmenta; hacía todo el bien que un hada puede hacer, y era muy amada.

Según parece, en aquella época todos los seres vivos estaban sometidos a las leyes de la metempsicosis; no os asustéis de esta palabreja, que no significa otra cosa sino que había una escala en la creación cuyos escalones debía franquear cada uno de los seres para poder llegar hasta el último, y tomar puesto en las filas de la humanidad; así que de esta suerte se nacía molusco, se convertía uno en pez, en pájaro luego, en cuadrúpedo después y, por fin, en hombre o mujer.

Como veis, era preciso ascender del estado más rudimentario al estado más perfecto; podía, con todo, suceder que se volviese a bajar la escala merced a la maligna influencia de algún encantador; y en tal caso, ¡qué triste existencia! ¡Figuraos: haber sido hombre y convertirse luego en ostra! Por fortuna, esto no se ve ya en nuestros días, físicamente al menos.


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Publicado el 16 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Norte Contra Sur

Julio Verne


Novela


I. A bordo del «steamer» Shannon

Florida, que había sido anexionada a la gran Federación americana en 1819, fue erigida en Estado algunos años más tarde.

Por esta anexión, el territorio de la república tuvo un aumento de 67.000 millas cuadradas; pero el astro floridiano no brilla sino con resplandor secundario en este firmamento de las treinta y siete estrellas que forman el pabellón de los Estados Unidos de América.

En efecto, la Florida sólo forma una estrecha y baja lengua de tierra.

Su poca anchura no permite a los ríos que la riegan, exceptuando el San Juan, adquirir gran importancia por su caudal de agua, con un relieve tan poco señalado, las corrientes no encuentran el declive necesario para llegar a ser rápidas. Nada de montañas en su superficie. Apenas algunas líneas de estas bluffs o colinas pequeñas, tan numerosas en la región central y septentrional de la Unión. En cuanto a su forma, se la puede comparar con una cola de castor que se sumerge en el Océano, entre el Atlántico, al Este, y el Golfo de México, al Oeste.

Florida no tiene, pues, ningún vecino, a no ser la Georgia, cuya frontera, hacia el Norte, confina con la suya. Esta frontera forma el istmo que une la península al continente.

En suma, la Florida se presenta como un país aparte, sumamente extraño, con sus habitantes, mitad españoles, mitad americanos, y sus indios, semínolas, bien diferentes de sus congéneres los del cabo Far West.


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Publicado el 14 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Las Tribulaciones de un Chino en China

Julio Verne


Novela


I

Donde se van conociendo poco a poco la fisonomía y la patria de los personajes

—Sin embargo, es justo aceptar que la vida tiene cosas buenas —dijo uno de los invitados que tenía los codos sobre los brazos de su asiento de respaldo de mármol y estaba chupando una raíz de nenúfar con azúcar.

—Y malas también, respondía, entre dos accesos de tos, otro que había estado a punto de ahogarse con una espina de aleta de tiburón.

—Seamos filósofos, dijo entonces un personaje de más edad cuya nariz sostenía un enorme par de anteojos de grandes cristales, montados sobre armadura de madera. Hoy corre el riesgo de ahogarse y mañana todo pasa como pasan los sorbos de este suave néctar.

—Ésta es la vida, ni más ni menos. Esto diciendo aquel epicúreo de genio acomodaticio, se bebió una copa de excelente vino tibio, cuyo ligero vapor se escapaba lentamente de una tetera metálica.

—A mí, dijo otro convidado, la existencia me parece muy aceptable cuando no se hace nada y se tienen los medios de estar ocioso.

—¡Error! Repuso el quinto comensal. La felicidad consiste en el estudio y en el trabajo. Adquirir la mayor suma posible de conocimientos es buscar la dicha…

—Y llegar a saber que en resumidas cuentas no se sabe nada.

—¿No es ése el principio de la sabiduría?

—¿Y cuál es el fin?

—La sabiduría no tiene fin, respondió filosóficamente el de los anteojos. La satisfacción suprema sería tener sentido común. Entonces el primero de los comensales se dirigió al anfitrión que ocupaba la cabecera de la mesa, es decir, el sitio más malo, como lo exigen las leyes de la cortesía. El anfitrión, indiferente y distraído, escuchaba, sin decir nada aquella disertación ínter pocula.


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Publicado el 14 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Las Aventuras del Capitán Hatteras

Julio Verne


Novela


El Bergantín

Mañana, el bergantín Forward, al mando del capitán K.Z., saldrá de New Princes Docks con destino desconocido. Esta noticia apareció en el Liverpool Herald del 5 de abril de 1860.

Para el puerto más activo de Inglaterra, la salida de un bergantín es un hecho de poca importancia. ¿Quién va a hacerle caso en medio del intenso movimiento de buques de todas dimensiones y nacionalidades?

Sin embargo, el 6 de abril, desde que empezó a amanecer, un gentío llenaba los muelles de New Princes. La numerosa cofradía de los marinos de la ciudad parecía que se hallaba allí en pleno.

Los trabajadores de los muelles de los alrededores habían abandonado sus faenas; los negociantes, sus escritorios, y los mercaderes sus almacenes. No pasaba un momento sin que los omnibuses multicolores que transitaban detrás de la dársena llevaran un nuevo cargamento de curiosos. La ciudad entera quería ver zarpar al Forward.

Este era un bergantín de ciento setenta toneladas, con hélice y una máquina de vapor de ciento veinte caballos de fuerza. Si no ofrecía nada extraordinario a los ojos de los profanos, los marinos veían en él ciertas particularidades que no podía dejar de pasar desapercibidas para hombres de oficio.

Así es que a bordo del Nautilus, anclado a no gran distancia, un grupo de marineros hacía conjeturas sobre el destino del Forward.

Uno de ellos decía:

¿Desde cuándo los buques de vapor van aparejados con tanto velamen?


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Publicado el 19 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

La Casa de Vapor

Julio Verne


Novela


Primera parte

Capítulo I. Una cabeza puesta a precio

Una recompensa de dos mil libras esterlinas se dará a la persona que entregue vivo o muerto a uno de los antiguos jefes de la rebelión de los cipayos. Se sabe que está en la presidencia de Bombay, y es el nabab Dandu-Pant, más conocido con el nombre de…
 

Así decía el anuncio que los habitantes de Aurangabad podían leer en la tarde del seis de marzo de mil ochocientos sesenta y siete.

El último nombre, nombre execrado, maldecido por unos, secretamente admirado por otros, no podía leerse en el cartel que había sido fijado hacía unos instantes en la pared de un bungalow arruinado, a orillas del río Dudhma.

Y si este nombre no podía leerse, era porque el ángulo inferior del cartel en donde estaba impreso con grandes letras, acababa de ser desgarrado por la mano de un faquir a quien nadie había visto en aquella playa, a la sazón desierta. Con este nombre había desaparecido igualmente el del gobernador general de la presidencia de Bombay, que refrendaba el decreto del virrey de la India.

¿Qué motivo había tenido el faquir para su acción? Al desgarrar el cartel, ¿esperaba que el rebelde de mil ochocientos cincuenta y siete se escaparía de la vindicta pública y de las consecuencias del decreto expedido contra su persona? ¿Pensaba acaso que tan terrible celebridad desaparecería junto con el fragmento de papel reducido a trozos? Hubiera sido una locura.


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Publicado el 15 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Aventuras de Tres Rusos y Tres Ingleses

Julio Verne


Novela


Capítulo I

Dos hombres observaban con suma atención las aguas del río Orange. Tendidos a la sombra de un sauce llorón, conversaban animadamente. Era el 27 de enero de 1854.

En el lugar donde se encontraban nuestros hombres, el Orange se acercaba a las montañas del Duque de York, ofreciendo un espectáculo sublime que quedaba encuadrado en el horizonte por los montes Gariepinos.

Famoso por la transparencia de sus aguas y la belleza de sus orillas, el Orange puede rivalizar con las tres grandes arterias africanas: el Nilo, el Níger y el Zambeze, y se caracteriza por sus crecidas, rápidos y cataratas. Allí mismo, en la zona descrita, las aguas del río se precipitaban desde una altura de ciento veinte metros, formando una cortina de hilos de líquido que desembocaban en un torbellino de aguas tumultuosas, coronadas por una espesa nube de húmedos vapores. De aquel abismo se elevaba un estruendo que aturdía, agudizado por los ecos de la llanura en calma.

Estas bellezas naturales atraían la atención de uno de nuestros hombres, mientras que el otro viajero permanecía indiferente a los fenómenos que se ofrecían a su vista.

El viajero indiferente era un cazador bushman, excelente representante de una raza valiente que vive en los bosques entregada al nomadismo. De ahí su nombre, bushman, que significa «hombre de los matorrales».

El bushman pasa la vida errando en la región comprendida entre el río Orange y las montañas del Este, saqueando los campos de cultivo y destruyendo las cosechas de los colonos, en venganza por haberle arrojado hacia las áridas comarcas del interior.

Nuestro bushman tenía alrededor de cuarenta años y era de elevada estatura y fuerte musculatura. Que se trataba de un individuo enérgico quedaba demostrado por la soltura y libertad de movimientos de su ágil y esbelto cuerpo.


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124 págs. / 3 horas, 38 minutos / 253 visitas.

Publicado el 19 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Una Invernada Entre los Hielos

Julio Verne


Cuento


I. La bandera negra

El día 12 de mayo de 18… despertóse el cura de la vieja iglesia de Dunkerque a las cinco de la madrugada e inmediatamente abandonó el lecho para decir, según su costumbre, la primera misa rezada, a la que asistían algunos piadosos pescadores.

Revestido con los hábitos sacerdotales, iba a dirigirse al altar cuando entró en la sacristía un hombre, alegre y despavorido al mismo tiempo. Era un marinero de unos sesenta años de edad, pero vigoroso y fuerte todavía, de aspecto bondadoso y honrado.

—¡Señor cura, señor cura! —exclamó—. ¡Deténgase, haga el favor!

—¿Qué le ocurre tan temprano, Juan Cornbutte? —replicó el cura.

—¿Qué me ocurre? Que tengo un deseo loco de abrazarlo, quiera usted o no.

—Pues bien, después de la misa a que va a asistir…

—¡La misa! —respondió, riéndose, el viejo marino—. Pero ¿cree usted que yo voy a permitirle que diga ahora misa?

—¿Y por qué no he de decir misa? Explíquese. Ya se ha dado el tercer toque de campana.

—Que se haya dado o no el tercer toque, poco importa —replicó Juan Cornbutte—. Otros toques de campanas sonarán hoy, señor cura, porque usted me ha prometido bendecir con sus propias manos el matrimonio de mi hijo Luis y de mi sobrina María.

—Luego, ¿ha llegado? —interrogó alegremente el cura.

—No tardará mucho —contestó Cornbutte, frotándose las manos—, porque el vigía ha señalado, al salir el sol, nuestro bergantín, el que usted bautizó imponiéndole el bonito nombre de La Joven Audaz.

—Le felicito con todo mi corazón, amigo Cornbutte —dijo el cura, despojándose de la casulla y de la estola—. Recuerdo nuestro convenio. El señor vicario me va a remplazar y estaré a la disposición de usted para la llegada de su querido hijo.


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Publicado el 14 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

El Pueblo Aéreo

Julio Verne


Novela


1. UN VIAJE PELIGROSO.

—¿Y el Congo americano? —inquirió Max Huber—. ¿Acaso no falta agregar un Congo americano?

—¿Para qué, mi querido Max?— le contestó John Cort—. ¿Acaso nos faltan grandes extensiones en los Estados Unidos? ¿Qué necesidad hay de colonizar tierras en otros continentes cuando aún tenemos centenares de miles de kilómetros cuadrados de territorio virgen entre Alaska y Texas?

—¡Pero si las cosas continúan así, las naciones europeas terminarán por repartirse África y nada quedará para tus compatriotas!

—Ni los norteamericanos ni los rusos tienen nada que hacer en el Continente Negro —repuso John Cort con acento terminante.

—¿Pero por qué?

—Porque es inútil fatigarse caminando en busca de lo que se tiene al alcance de la mano…

—¡Bah! Ya verás, querido amigo. El Gobierno Federal de los Estados Unidos reclamará uno de estos días su parte en el postre africano.

Si hay un Congo francés, otro belga, y otro alemán, hay un Congo independiente que sólo espera la oportunidad de dejar de serlo. Y a esto cabe agregar la enorme extensión sin explorar que llevamos ya tres meses recorriendo…

—Explorando como curiosos y no como conquistadores, Max.

—La diferencia no es considerable, digno ciudadano de los Estados Unidos —aclaró Max Huber—. Te repito que esta parte de África podría convertirse en una magnífica colonia de la Unión… tiene territorios extraordinariamente fértiles, que esperan tan sólo que se los utilice, bajo la influencia de una irrigación natural de gran generosidad…

—Y un calor igualmente generoso —lo interrumpió John, secándose la transpiración que le bañaba la frente.

—¡Bah! No hagas caso —replicó Max —. Todo es cuestión de aclimatarse. Recién estamos en primavera. Espera que llegue el verano y me dirás.


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Publicado el 19 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

El Náufrago del Cynthia

Julio Verne


Novela


1. El amigo del señor Malarius

Ni en Europa, ni en ninguna otra parte existe, probablemente, un sabio cuya fisonomía sea tan universalmente conocida como la del doctor Schwaryencrona, de Estocolmo. Su retrato, reproducido por los comerciantes al pie de la marca de fábrica en millones de botellas selladas con lacre verde, circula con éstas hasta en los últimos confines del globo.

En honor a la verdad, es preciso aclarar que estas botellas no contienen más que aceite de hígado de bacalao, medicamento apreciable y hasta benéfico, que para los habitantes de Noruega representa todos los años, en buenas coronas, totales de siete a ocho cifras.

En otro tiempo, los pescadores monopolizaban este comercio; pero en la actualidad son más científicos los procedimientos de extracción, y el príncipe de esta industria especial es, precisamente, el célebre doctor Schwaryencrona.

Puede afirmarse que no hay ninguna persona que no haya fijado la atención en el retrato, que con su barba en punta, su nariz corva, sus antiparras y su bonete de nutria constituye un tipo especial. El grabado no será tal vez de los más finos, pero la semejanza es notable; y en prueba de ello, he aquí lo que sucedió un día en la escuela primaria de Noruega, en la costa occidental de Noruega, a Pocas leguas de Bergen.

Acababan de dar las dos de la tarde; los escolares se hallaban en clase en la gran sala enarenada; las niñas a la izquierda, los muchachos a la derecha; y seguían en la pizarra la demostración de una teoría que les enseñaba su profesor, el señor Malarius, cuando de pronto abrióse la puerta y apareció un hombre cuyo traje compuesto de pelliza, grandes botas, gruesos guantes y bonete de nutria, todo guarnecido de pieles, llamó la atención general.


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Publicado el 19 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

El Soberbio Orinoco

Julio Verne


Novela


Volumen I

I. Miguel y sus dos colegas

—Verdaderamente, no hay motivo para que esta discusión no termine —dijo Miguel, que procuraba interponerse entre los dos ardientes contrarios.

—Pues bien, no acabará —respondió Felipe—, al menos por el sacrificio de mi opinión a la de Varinas.

—Ni por el abandono de mis ideas en provecho de Felipe —replicó Varinas.

Desde hacía tres horas, los dos testarudos sabios disputaban, sin ceder un ápice, sobre la cuestión del Orinoco. Este célebre río del Sur de América, principal arteria de Venezuela, ¿se dirigía en su curso superior de Este a Oeste, como los mapas más recientes indicaban, o venía del Suroeste, y en este caso, el Guaviare o el Atabapo no debían ser considerados como afluentes?

—Es el Atabapo el que es el Orinoco —afirmaba enérgicamente Felipe.

—Es el Atabapo —afirmaba enérgicamente Felipe.

—Es el Guaviare —afirmaba con no menos energía Varinas.

La opinión de Miguel era la que han adoptado los modernos geógrafos. Según éstos, los manantiales del Orinoco están situados en la parte de Venezuela que confina con el Brasil y con la Guayana inglesa, de forma que este río es venezolano en todo su recorrido.

Pero en vano Miguel procuraba convencer a sus dos amigos, que además no estaban conformes en otro punto no menos importante.

—No —repetía el uno—. El Orinoco nace en los Andes colombianos, y el Guaviare, que pretende usted que es un afluente, es todo el Orinoco: colombiano en su curso superior, venezolano en su curso inferior.

—¡Error! —aseguraba el otro—. El Atabapo es el Orinoco y no el Guaviare.

—¡Eh, amigos míos! —respondió Miguel—. Prefiero creer que tal río, uno de los más hermosos de América, no riega más país que el nuestro.


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329 págs. / 9 horas, 37 minutos / 228 visitas.

Publicado el 14 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

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