Textos más vistos de Julio Verne no disponibles | pág. 3

Mostrando 21 a 30 de 55 textos encontrados.


Buscador de títulos

autor: Julio Verne textos no disponibles


12345

San Carlos

Julio Verne


Cuento


—¿Ha llegado Jacopo?

—No. Hace dos horas que tomó el camino a Cauterets; pero debe haber hecho grandes rodeos para explorar los alrededores.

—¿Alguien sabe si el bote del lago de Gaube es aún conducido por el viejo Cornedoux?

—Nadie, capitán; hace tres meses que no hemos ido al valle de Broto —respondió Fernando—. Estos infelices carabineros conocen todas nuestras guaridas. Ha sido necesario abandonar los caminos habituales. Después de todo, ¿qué gruta o cueva de los Pirineos les son desconocidas?

—Eso es cierto —respondió el capitán San Carlos—, pero aun cuando este país me haya sido completamente desconocido, era imposible permitirme cualquier vacilación. Del lado de los Pirineos orientales, fuimos perseguidos día y noche, y expuestos a innumerables peligros, por medio de artimañas que casi no podían ser puestas en práctica, apenas reuníamos nuestro sustento para la jornada. Cuando uno se juega la vida, es necesaria ganársela; allá abajo no teníamos nada más que perderla. ¡Y este Jacopo que no acaba de llegar! ¡Eh, ustedes! —dijo, dirigiéndose hacia un grupo compuesto por siete u ocho hombres recostados a un inmenso bloque de granito.

Los contrabandistas interpelados por su jefe se volvieron hacia él.

—¿Qué quiere usted, capitán? —dijo uno de ellos.

—Ustedes saben que se trata de hacer pasar inadvertidos diez mil paquetes de tabaco prensados. Es dinero contante. Y encontrarán bien que el fisco nos deje esta limosna.

—¡Bravo! —dijeron los contrabandistas.


Información texto

Protegido por copyright
19 págs. / 34 minutos / 265 visitas.

Publicado el 23 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

Aventuras de un Niño Irlandés

Julio Verne


Novela


Primera Parte: Primeros pasos

I. En el fondo de Connaught

Irlanda, cuya superficie comprende veinte millones de acres, o sea unos diez millones de hectáreas, está gobernada por un virrey, asistido de un Consejo privado, en virtud de una delegación del soberano de Gran Bretaña. Está dividida en cuatro provincias: Leinster al este, Munster al sur, Connaught al oeste y Ulster al norte.

El Reino Unido no formaba antes más que una sola isla, según los historiadores.

Ahora son dos y más separadas por la diferencia de costumbres que por las barreras físicas. Los irlandeses amigos de Francia son enemigos de Inglaterra como el primer día.

Irlanda es un hermoso país para los turistas, pero un triste país para sus habitantes. Como éstos no pueden fecundarla, ella no les puede alimentar, sobre todo en la parte del norte. No es, sin embargo, una tierra estéril, puesto que cuenta por millones sus hijos, y si no tiene alimento para ellos, sus hijos la aman con pasión. Prodíganle los más cariñosos nombres. Erin Verde, y verde es, en efecto. Bella Esmeralda, una esmeralda engarzada en granito en vez de en oro… Isla de los Bosques… pero es más bien de las rocas. Tierra de la Canción, pero esta canción sólo se escapa de bocas enfermas. Primera flor de la Tierra, Primera flor de los Mares, pero estas flores se secan pronto al soplo de los vendavales… ¡Pobre Irlanda! Debería llamarse más bien Isla de la Miseria, nombre que debería llevar desde muchos siglos atrás: tres millones de indigentes en una población de ocho millones de habitantes.


Información texto

Protegido por copyright
352 págs. / 10 horas, 17 minutos / 364 visitas.

Publicado el 19 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Ayer y Mañana

Julio Verne


Cuento


AVENTURAS DE LA FAMILIA RATÓN

Cuento de hadas

I

Había una vez una familia de ratas, compuesta por el padre Ratón, la madre Ratona, su hija Ratina, y su primo Raté; sus criados eran el cocinero Rata y su buena mujer Ratana. Ahora bien, niños míos queridos, acaeciéndoles tan extraordinarias aventuras a estos estimables roedores, que no puedo resistir el deseo de contároslas.

Pasaba esto en el tiempo de las hadas y de los encantadores, en el tiempo asimismo en que las bestias hablaban; de esa época es, sin duda, de la que data la frase «decir bestialidades». Y, sin embargo, esas bestias no han dicho ni dicen más bestialidades que las que dicen y han dicho los hombres de hoy y los hombres de antaño.

Escuchad, pues, mis queridos niños; voy a dar principio.

II

En una de las más hermosas ciudades de aquel tiempo y en la más hermosa casa de la ciudad residía una buena hada que se llamaba Firmenta; hacía todo el bien que un hada puede hacer, y era muy amada.

Según parece, en aquella época todos los seres vivos estaban sometidos a las leyes de la metempsicosis; no os asustéis de esta palabreja, que no significa otra cosa sino que había una escala en la creación cuyos escalones debía franquear cada uno de los seres para poder llegar hasta el último, y tomar puesto en las filas de la humanidad; así que de esta suerte se nacía molusco, se convertía uno en pez, en pájaro luego, en cuadrúpedo después y, por fin, en hombre o mujer.

Como veis, era preciso ascender del estado más rudimentario al estado más perfecto; podía, con todo, suceder que se volviese a bajar la escala merced a la maligna influencia de algún encantador; y en tal caso, ¡qué triste existencia! ¡Figuraos: haber sido hombre y convertirse luego en ostra! Por fortuna, esto no se ve ya en nuestros días, físicamente al menos.


Información texto

Protegido por copyright
196 págs. / 5 horas, 43 minutos / 393 visitas.

Publicado el 16 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Claudio Bombarnac

Julio Verne


Novela


I

Claudio Bombarnac, reportero del Siglo XX Tiflis, Transcaucasia.

Tal es la dirección del despacho que encontré el 13 de mayo al llegar a Tiflis.

He aquí el contenido del telegrama:

«En desocupándose para la fecha del 5 del corriente, Claudio Bombarnac se encontrará en el puerto de Ouzoun-Ada, litoral este del Caspio; allí tomará tren directo Gran Transasiático entre frontera Europa y capital Celeste Imperio. Deberá transmitir impresiones, forma crónicas, celebrar interviews personajes distinguidos en su camino y señalar los menores incidentes por cartas o telegramas, según necesidades de un buen periodismo. Siglo XX cuenta con el celo e inteligente actividad de su corresponsal, a quien abre crédito ilimitado».

Era la misma mañana en que yo acababa de llegar a Tiflis, teniendo la intención de pasar en ella tres semanas, después de visitar las provincias de Georgia, para provecho de mi periódico y de sus lectores, según esperaba.

He aquí las sorpresas, las precipitaciones de la vida de un corresponsal de prensa.

En esta época, los ferrocarriles rusos estaban unidos a la línea georgiana de Poti-Tiflis-Bakú. Después de un largo e interesante trayecto por las provincias de la Rusia meridional, había franqueado el Cáucaso, y contaba con descansar en la capital de Transcaucasia. Y he aquí que la imperiosa dirección de El Siglo XX no me concedía más que medio día de descanso en esta ciudad. Apenas desembarcado, me veía obligado a partir de nuevo, sin haber tenido tiempo de deshacer mi maleta… ¡Qué queréis! Preciso es satisfacer las exigencias del periodismo y las modernas necesidades de la interview.


Información texto

Protegido por copyright
221 págs. / 6 horas, 28 minutos / 189 visitas.

Publicado el 19 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

El Castillo de los Cárpatos

Julio Verne


Novela


I

Esta historia no es fantástica, es sólo novelesca. ¿Hay que deducir que no es verdadera, dada su falta de verosimilitud? Sería un error. Vivimos en una época en la que todo ocurre; casi se tiene derecho a decir que todo ha ocurrido. Si nuestro relato no es verosímil hoy, puede serlo mañana, gracias a los recursos científicos de que dispone el futuro, y nadie se atrevería a incluirla entre las leyendas. Además, nadie cree ya en las leyendas al final de este práctico y positivo siglo XIX, ni en Bretaña, la comarca de los esquivos korrigans, ni en Escocia, la tierra de los brownies y los gnomos, ni en Noruega, la patria de los ases, de los elfos, de los siífos y de las valquirias, ni siquiera en Transilvania, donde el marco de los Cárpatos se presta de forma tan natural a cualquier evocación psicagógica. Sin embargo, conviene observar que la región transilvana está aún muy apegada a las supersticiones de las primeras edades.

Esas provincias de la extrema Europa fueron descritas por el señor de Gérando y visitadas por Eliseo Reclus. Ninguno de ellos mencionó la curiosa historia en que se basa esta novela. ¿Acaso no llegó a su conocimiento? Quizá sí, pero no quisieron darle crédito. Es muy de lamentar, pues la hubieran contado, el uno con la precisión de un analista, el otro con esa poesía instintiva que impregna sus relaciones de viaje.

Puesto que ni uno ni otro lo hicieron, voy a tratar de hacerlo yo en su lugar.


Información texto

Protegido por copyright
161 págs. / 4 horas, 42 minutos / 300 visitas.

Publicado el 19 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

El Maestro Zacarías

Julio Verne


Cuento


I. Una noche de invierno

En la punta occidental del lago a que debe su nombre, encuéntrase situada la ciudad de Ginebra, dividida en dos barrios distintos por el Ródano, que la atraviesa al salir del lago. El mismo río está separado por una isla fondeada entre sus dos orillas, en el centro de la población; pero esta disposición topográfica no es privativa de Ginebra, pues se ve reproducida frecuentemente en los grandes centros de comercio e industriales. Sin duda sedujo a los primeros habitantes la facilidad de transporte que les ofrecía el curso de los ríos, «caminos que andan solos», según la frase de Pascal, y que, tratándose del Ródano, son caminos que corren.

Cuando no existían aún construcciones nuevas y regulares en la citada isla, especie de galeota holandesa en el centro del río, la maravillosa agrupación de edificios, apiñados unos sobre otros, ofrecía a la vista un aspecto encantador. La pequeña extensión de la isla había obligado a algunas de dichas construcciones a sobresalir sobre las estacas clavadas en las rudas corrientes del Ródano, que las sostenían. Aquellos gruesos maderos, ennegrecidos por el tiempo y roídos por las aguas, asemejábanse a las patas de un crustáceo gigantesco y producían un efecto fantástico. Algunas redes amarillentas, verdaderas telas de araña extendidas en el seno de aquella sustancia secular, se agitaban en la sombra como si fueran el follaje de antiguas selvas de robles; y el río, al pasar por el bosque de estacas, mugía lúgubremente.

El raro carácter de vetustez que tenía una de las casas de la isla llamaba poderosamente la atención. Esta casa era la vivienda del viejo relojero, el maestro Zacarías, que la habitaba con Geranda, su hija, Alberto Thun, su aprendiz, y Escolástica, su anciana sirvienta.


Información texto

Protegido por copyright
45 págs. / 1 hora, 19 minutos / 364 visitas.

Publicado el 14 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

El Piloto del Danubio

Julio Verne


Novela


I. AL CONCURSO DE SIGMARINGEN

El sábado 5 de agosto de 1 876, una muchedumbre inmensa y animada llenaba la taberna La Cita de los Pescadores. Había en su interior un barullo ensordecedor de canciones, gritos, chocar de vasos, aplausos y juramentos, que a intervalos eran dominados por esos boch! con los que acostumbra a expresarse la alegría alemana cuando llega a su punto culminante.

Las ventanas de la taberna daban directamente sobre el Danubio, en el extremo de la encantadora ciudad de Sigmaringen, capital de la jurisdicción prusiana de Elohen/ollern, situada en los orígenes de ese gran río de la Europa central.

Obedientes a la invitación de la muestra pintada en hermosas letras sobre la puerta, habíanse reunido en esa taberna los miembros de la Liga Danubiana, sociedad internacional de pescadores, pertenecientes a las diversas nacionalidades ribereñas.

No existe alegría en la reunión donde no se haga consumo de cerveza. En consecuencia, bebíase allí en grandes cantidades la buena cerveza de Munich y el excelente vino de Hungría. El humear de los cigarros y pipas también estaba a la orden del día y la gran sala estaba casi oscurecida por completo por el humo producido por los fumadores. Pero si a causa de esto los socios allí reunidos no podían verse, al menos se oían, siempre, claro está, que no hubiera algún sordo entre ellos.

Tranquilos y silenciosos en el desempeño de su trabajo, los pescadores de cana son, en efecto, la gente más bulliciosa del inundo, tan pronto han dejado sus útiles de labor. Para contar sus hazañas son casi tan fértiles de imaginación como los cazadores, lo cual no es poco decir.


Información texto

Protegido por copyright
194 págs. / 5 horas, 40 minutos / 280 visitas.

Publicado el 16 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

El Soberbio Orinoco

Julio Verne


Novela


Volumen I

I. Miguel y sus dos colegas

—Verdaderamente, no hay motivo para que esta discusión no termine —dijo Miguel, que procuraba interponerse entre los dos ardientes contrarios.

—Pues bien, no acabará —respondió Felipe—, al menos por el sacrificio de mi opinión a la de Varinas.

—Ni por el abandono de mis ideas en provecho de Felipe —replicó Varinas.

Desde hacía tres horas, los dos testarudos sabios disputaban, sin ceder un ápice, sobre la cuestión del Orinoco. Este célebre río del Sur de América, principal arteria de Venezuela, ¿se dirigía en su curso superior de Este a Oeste, como los mapas más recientes indicaban, o venía del Suroeste, y en este caso, el Guaviare o el Atabapo no debían ser considerados como afluentes?

—Es el Atabapo el que es el Orinoco —afirmaba enérgicamente Felipe.

—Es el Atabapo —afirmaba enérgicamente Felipe.

—Es el Guaviare —afirmaba con no menos energía Varinas.

La opinión de Miguel era la que han adoptado los modernos geógrafos. Según éstos, los manantiales del Orinoco están situados en la parte de Venezuela que confina con el Brasil y con la Guayana inglesa, de forma que este río es venezolano en todo su recorrido.

Pero en vano Miguel procuraba convencer a sus dos amigos, que además no estaban conformes en otro punto no menos importante.

—No —repetía el uno—. El Orinoco nace en los Andes colombianos, y el Guaviare, que pretende usted que es un afluente, es todo el Orinoco: colombiano en su curso superior, venezolano en su curso inferior.

—¡Error! —aseguraba el otro—. El Atabapo es el Orinoco y no el Guaviare.

—¡Eh, amigos míos! —respondió Miguel—. Prefiero creer que tal río, uno de los más hermosos de América, no riega más país que el nuestro.


Información texto

Protegido por copyright
329 págs. / 9 horas, 37 minutos / 221 visitas.

Publicado el 14 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Kerabán el Testarudo

Julio Verne


Novela


Volumen I

Capítulo I

EN EL CUAL VAN MITTEN Y SU CRIADO BRUNO SE PASEAN, MIRAN Y HABLAN SIN COMPRENDER NADA DE LO QUE VEN

El día 16 de agosto, a las seis de la tarde, la plaza de Top-Hané, en Constantinopla, tan animada de ordinario por el movimiento y el bullicio de la multitud, se hallaba a la sazón silenciosa, triste y casi desierta. No obstante, todavía presentaba un hermoso aspecto vista desde lo alto de la escalera que desciende hasta el Bósforo; pero se echaba de menos los personajes para completar el cuadro, pues tan sólo alguno que otro extranjero pasaba por allí para subir con rápido paso por las estrechas, tortuosas y sucias callejuelas, que, obstruidas casi siempre por amarillentos perros, conducen al arrabal de Pera. Allí se encuentra el barrio reservado a los europeos, cuyas casas, construidas de blanca piedra, se destacan sobre el negro tapiz formado por los cipreses de la colina.

La mencionada plaza resulta siempre pintoresca, aun sin la variedad de toda suerte de trajes de los que por ella pasean, y que animan, por decirlo así, el efecto de su primer término; la mezquita de Mahmud, de esbeltos minaretes; la linda fuente de estilo árabe, falta hoy el techadillo que antes le cubría; tiendas en las que se venden pastas y bebidas de mil clases; escaparates en los que se confunden variadas frutas, sobresaliendo entre ellas las curgas, los melones de Esmirna y las uvas de Escutari, que contrastan con los planos canastillos de mimbre de los vendedores de perfumes y de rosarios, y por fin, los innumerables caiques o barquillas pintarrajeadas, cuyo doble remo bajo las cruzadas manos de los raidjis, más bien que batirlas, parece que acarician las azuladas aguas del Cuerno de Oro y del Bósforo al irse acercando a la escalera de que ya hemos hecho mención.


Información texto

Protegido por copyright
335 págs. / 9 horas, 47 minutos / 166 visitas.

Publicado el 14 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

La Esfinge de los Hielos

Julio Verne


Novela


A la memoria de Edgard Poe.
A mis amigos de América.

CUADERNO PRIMERO

I. LAS ISLAS KERGUELEN

Nadie, sin duda, prestará fe a esta narración, titulada La esfinge de los hielos.

No importa. En mi opinión, conviene que vea la luz pública. Cada cual es libre de prestarla o no crédito.

Difícil sería, tratándose del comienzo de estas maravillosas y terribles aventuras, imaginar lugar más apropiado que las islas de la Desolación, nombre que les fue dado en 1779 por el capitán Cook. Después de lo que he visto durante mi estancia en ellas en 1809, puedo asegurar que merecen el lamentable calificativo dado por el célebre navegante inglés. Con decir islas de la Desolación, todo está dicho.

Sé que en la nomenclatura geográfica se las conoce con el nombre de Kerguelen, generalmente adoptado para este grupo, comprendido en el 49° 54' de latitud S y 69° 6' de longitud E, nombre que se justifica por el hecho de que en el año 1772, el barón francés Kerguelen fue el primero que señaló estas islas en la parte meridional del Océano índico. Lo cierto es que el jefe de la escuadra había creído descubrir un continente nuevo, en el límite de los mares antárticos, y en el curso de una segunda expedición preciso le fue reconocer su error. No había allí más que un archipiélago. Pero créaseme: islas de la Desolación es el único nombre que conviene a este grupo de trescientas islas o islotes, perdido en medio de aquellas inmensas soledades oceánicas, turbadas casi continuamente por las grandes tempestades australes.


Información texto

Protegido por copyright
370 págs. / 10 horas, 48 minutos / 165 visitas.

Publicado el 19 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

12345