Textos más largos de León Tolstói etiquetados como Cuento publicados el 6 de junio de 2016

3 textos encontrados.


Buscador de títulos

autor: León Tolstói etiqueta: Cuento fecha: 06-06-2016


La Familia del Vourdalak

León Tolstói


Cuento


En el año de 1815 se reunió en Viena lo más distinguido en materia de erudición europea, espíritus brillantes de la sociedad y de enormes capacidades diplomáticas.

Cuando el Congreso concluyó, los monárquicos emigrados se preparaban para regresar definitivamente a sus castillos, los guerreros rusos a ver de nuevo sus hogares abandonados y algunos polacos partían a disgusto por tener que llevar con ellos su amor a la libertad a Cracovia, para ponerla bajo la triple y dudosa independencia que supuestamente habían logrado el príncipe Metternich, el príncipe de Hardenberg y el conde de Nesselrode.

Parecido al fin de un baile animado, la reunión hacía poco tiempo muy concurrida se redujo a un pequeño número de personas dispuestas al placer que, fascinadas por los encantos de las damas austriacas, se demoraban en cerrar el equipaje y postergaban su marcha.

Esta feliz sociedad, de la que yo formaba parte, se reunía dos veces por semana en el castillo de la señora princesa viuda de Schwarzemberg, a pocas millas de la ciudad, al lado de un pequeño burgo llamado Hitzing. Los buenos modales de la anfitriona del lugar eran realzados por la gentil amabilidad y la finura de su espíritu, y hacían deleitosa la estancia en su residencia.

Las mañanas estaban destinadas a dar paseos; merendábamos todos juntos, en el castillo o en los alrededores y, en la noche, sentados alrededor de un agradable fuego de chimenea, nos entreteníamos conversando y contando historias. Estaba estrictamente prohibido hablar de política. Ya habíamos tenido demasiado, y preferíamos los relatos de leyendas de nuestros respectivos países o de nuestras evocaciones.


Información texto

Protegido por copyright
30 págs. / 53 minutos / 95 visitas.

Publicado el 6 de junio de 2016 por Edu Robsy.

Tres Muertes

León Tolstói


Cuento


Era en otoño. Por la gran carretera rodaban a trote largo dos carruajes. En el primero viajaban dos mujeres. Una era el ama: pálida, enferma. La otra, su criada: gorda y de sanos colores. Con la mano rolliza enfundada en un guante agujereado trataba de arreglar los cabellos cortos y lacios que salían debajo de su sombrero desteñido; su pecho erguido, envuelto en una manteleta, respiraba salud; sus vivaces ojos negros contemplaban unas veces, a través de los vidrios, los campos en fuga, y otras miraban a la dama tímidamente o se volvían con inquietud hacia el fondo del coche. El sombrero de la dama se balanceaba, colgado de un costado del coche, frente a la sirvienta, que llevaba un perrito faldero en su regazo. Los pies de ésta descansaban sobre varios estuches esparcidos en el fondo del vehículo, y chocaban a cada sacudida, a compás con el ruido de los muelles y la trepidación de los vidrios.

La clama se mecía débilmente reclinada entre los cojines, con los ojos cerrados y las manos puestas en las rodillas. Fruncía las cejas y de cuando en cuando tosía. Estaba tocada con una cofia de viaje, y en el cuello blanco y delicado llevaba enredado un pañolón azul. Una raya perfectamente recta dividía debajo de la corta sus cabellos rubios extremadamente lisos y ungidos de pomada: había no sé qué sequedad extraña en la blancura de esa raya.

La tez ajada y amarillenta habla aprisionado en su flojedad las delicadas facciones: sólo las mejillas y los pómulos mostraban suaves toques de carmín. Tenía los labios resecos e inquietos; las pestañas ralas y tiesas. Y sobre el pecho hundido caía en pliegues rectos la bata de viaje. Su rostro revelaba, a pesar de tener los ojos cerrados, cansancio, exasperación y prolongado sufrimiento.

El lacayo, apoyándose en el respaldo, cabeceaba en el pescante. A su lado, el cochero gritaba y fustigaba a los caballos, y volvía de cuando en cuando la cara hacia el otro coche.


Información texto

Protegido por copyright
16 págs. / 28 minutos / 131 visitas.

Publicado el 6 de junio de 2016 por Edu Robsy.

Los Tres Ermitaños

León Tolstói


Cuento


El arzobispo de Arkangelsk navegaba hacia el monasterio de Solovki. En el mismo buque iban varios peregrinos al mismo punto para adorar las santas reliquias que allí se custodian. El viento era favorable, el tiempo magnífico y el barco se deslizaba sin la menor oscilación.

Algunos peregrinos estaban recostados, otros comían; otros, sentados, formando pequeños grupos, conversaban. El arzobispo también subió sobre el puente a pasearse de un extremo a otro. Al acercarse a la proa vio un pequeño grupo de viajeros, y en el centro a un mujik que hablaba señalando un punto del horizonte. Los otros lo escuchaban con atención.

Detúvose el prelado y miró en la dirección que el mujik señalaba y sólo vio el mar, cuya tersa superficie brillaba a los rayos del sol. Acercóse el arzobispo al grupo y aplicó el oído. Al verle, el mujik se quitó el gorro y enmudeció. Los demás, a su ejemplo, se descubrieron respetuosamente ante el prelado.

—No se violenten, hermanos míos —dijo este último—. He venido para oír también lo que contaba el mujik.

—Pues bien: éste nos contaba la historia de los tres ermitaños —dijo un comerciante menos intimidado que los otros del grupo.

—¡Ah!... ¿Qué es lo que cuenta? —preguntó el arzobispo.

Al decir esto se acercó a la borda y se sentó sobre una caja.

—Habla —añadió dirigiéndose al mujik—, también quiero escucharte... ¿Qué señalabas, hijo mío?

—El islote de allá abajo —repuso el mujik, señalando a su derecha un punto en el horizonte—. Precisamente sobre ese islote es donde los ermitaños trabajan por la salvación de sus almas.

—¿Pero dónde está ese islote? —preguntó el arzobispo.

—Dígnese mirar en la dirección de mi mano... ¿Ve usted aquella nubecilla? Pues bien, un poco más abajo, a la izquierda..., esa especie de faja gris.


Información texto

Protegido por copyright
7 págs. / 13 minutos / 180 visitas.

Publicado el 6 de junio de 2016 por Edu Robsy.