Textos más vistos de Marqués de Sade no disponibles | pág. 3

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autor: Marqués de Sade textos no disponibles


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Los Crímenes del Amor

Marqués de Sade


Cuento


Amor, fruto delicioso que el Cielo permite a la tierra producir para la felicidad de la vida, ¿por qué es preciso que hagas nacer crímenes? ¿Y por qué el hombre abusa de todo?

Noches, de Young

Idea sobre las novelas

Se llama novela [román] a la obra fabulosa compuesta a partir de las aventuras más singulares de la vida de los hombres.

Pero ¿por qué lleva el nombre de novela este género de obra?

¿En qué pueblo debemos buscar su fuente, cuáles son los más célebres?

¿Y cuáles son, en fin, las reglas que hay que seguir para alcanzar la perfección del arte de escribirla?

He ahí las tres cuestiones que nos proponemos tratar, comencemos por la etimología de la palabra.

Dado que nada nos informa sobre cuál fue el nombre de esta composición entre los pueblos de la Antigüedad, en mi opinión sólo debemos aplicarnos a descubrir por qué motivo llevó entre nosotros el que aún le damos.

La lengua romance [romane] era, como se sabe, una mezcla del idioma céltico y del latín, en uso durante las dos primeras estirpes de nuestros reyes; es bastante razonable pensar que las obras del género de que hablamos, compuestas en esa lengua, debieron llevar su nombre, y que debió decirse romane para designar la obra en que se trataba de aventuras amorosas, como se dijo romance para hablar de las endechas del mismo género. Vano sería buscar una etimología diferente a esta palabra; al no ofrecernos el sentido común ninguna otra, parece fácil adoptar ésta.

Pasemos, pues, a la segunda cuestión.

¿En qué pueblo debemos hallar la fuente de esta clase de obras, y cuáles son los más célebres?


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557 págs. / 16 horas, 14 minutos / 580 visitas.

Publicado el 7 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

¡Que me engañen siempre así!

Marqués de Sade


Cuento


Hay pocos seres en el mundo tan libertinos como el cardenal de…, cuyo nombre, teniendo en cuenta su todavía sana y vigorosa existencia, me permitiréis que calle. Su Eminencia tiene concertado un arreglo, en Roma, con una de esas mujeres cuya servicial profesión es la de proporcionar a los libertinos el material que necesitan como sustento de sus pasiones; todas las mañanas le lleva una muchachita de trece o catorce años, todo lo más, pero con la que monseñor no goza más que de esa incongruente manera que hace, por lo general, las delicias de los italianos, gracias a lo cual la vestal sale de las manos de Su Ilustrísima poco más o menos tan virgen como llegó a ellas, y puede ser revendida otra vez como doncella a algún libertino más decente. A aquella matrona, que se conocía perfectamente las máximas del cardenal, no hallando un día a mano el material que se había comprometido a suministrar diariamente, se le ocurrió hacer vestir de niña a un guapísimo niño del coro de la iglesia del jefe de los apóstoles; le peinaron, le pusieron una cofia, unas enaguas y todos los atavíos necesarios para convencer al santo hombre de Dios. No le pudieron prestar, sin embargo, lo que le habría asegurado verdaderamente un parecido perfecto con el sexo al que tenía que suplantar, pero este detalle preocupaba poquísimo a la alcahueta… «En su vida ha puesto la mano en ese sitio —comentaba ésta a la compañera que la ayudaba en la superchería—; sin ninguna duda explorará única y exclusivamente aquello que hace a este niño igual a todas las niñas del universo; así, pues, no tenemos nada que temer…».

Pero la comadre se equivocaba. Ignoraba sin duda que un cardenal italiano tiene un tacto demasiado delicado y un paladar demasiado exquisito como para equivocarse en cosas semejantes; comparece la víctima, el gran sacerdote la inmola, pero a la tercera sacudida:


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Publicado el 13 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

Aline y Valcour

Marqués de Sade


Novela, novela epistolar


NOTA PRELIMINAR

El autor considera su deber avisar que, habiendo cedido su manuscrito cuando salió de la Bastilla, se vio, por este motivo, en la imposibilidad de retocarlo. ¿Cómo es posible que, después de este inconveniente, la obra, escrita hace siete años, esté al día?

Ruega, pues a sus lectores que tengan en cuenta la época en que fue compuesta y así encontrarán cosas muy extraordinarias. Asimismo les invita a que no la juzguen hasta después de haberla leído con la mayor exactitud de principio a fin: en un libro como este no se puede formar una opinión basándose en la fisonomía de tal o cual personaje ni en tal o cual sistema aislado. El hombre imparcial y justo solamente se pronunciará sobre el conjunto.

Nam veluti pueris absinthia tetra medentes,
Cum dare conantur prius oras pocula circum,
Contingunt mellis dulci flavoque liquore
Ut puerum aetas improvida ludicifetur
Labrorum tenus; interea perpotet amarum
Absintiae laticem deceptaque non capiatur,
Sed potius tali tacta recreata valescat.

Luc. lib. IV

ADVERTENCIA DEL EDITOR

Es justificado contemplar la presente colección de cartas como una de las obras más picantes que hayan aparecido desde hace mucho tiempo. Se puede afirmar que nunca trazó el mismo pincel contrastes más singulares y, si en ellas la virtud se hace adorar por la forma atractiva y sincera con que es presentada, con toda seguridad los espantosos colores que ha utilizado para pintar el vicio harán que sea detestado. Es difícil describirlo bajo una fisonomía horrible.


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365 págs. / 10 horas, 40 minutos / 328 visitas.

Publicado el 13 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

Aventura Incomprensible Pero Atestiguada por Toda una Provincia

Marqués de Sade


Cuento


Todavía no hace cien años, en varios lugares de Francia perduraba aún la absurda creencia de que, entregando el alma al diablo, con ciertas ceremonias tan crueles como fanáticas, se conseguía de ese espíritu infernal todo lo que se deseara, y no ha pasado un siglo desde que la aventura que, relacionada con esto, vamos a narrar, tuvo lugar en una de nuestras provincias meridionales, donde todavía está atestiguada hoy en día por los registros de dos ciudades y respaldada por testimonios muy apropiados para convencer a los incrédulos. El lector puede creerla o no, hablamos solamente después de haberla verificado; por supuesto no le garantizamos el hecho, pero le certificamos que más de cien mil almas lo creyeron y que más de cincuenta mil pueden corroborar en nuestros días la autenticidad con que está consignada en registros solventes. Nos dará permiso para disfrazar la provincia y los nombres.


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4 págs. / 7 minutos / 151 visitas.

Publicado el 20 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

Discurso Provenzal

Marqués de Sade


Cuento


Durante el reinado de Luis XIV, como es bien sabido, se presentó en Francia un embajador persa; este príncipe deseaba atraer a su corte a extranjeros de todas las naciones para que pudieran admirar su grandeza y transmitieran a sus respectivos países algún que otro destello de la deslumbrante gloria con que resplandecía hasta los confines de la tierra. A su paso por Marsella, el embajador fue magníficamente recibido. Ante esto, los señores magistrados del parlamento de Aix decidieron, para cuando llegara allí, no quedarse a la zaga de una ciudad por encima de la cual colocan a la suya con tan escasa justificación. Por consiguiente, de todos los proyectos el primero fue el de cumplimentar al persa; leerle un discurso en provenzal no habría sido difícil, pero el embajador no habría entendido ni una palabra; este inconveniente les paralizó durante mucho tiempo. El tribunal se reunió para deliberar: para eso no necesitan demasiado, el juicio de unos campesinos, un alboroto en el teatro o algún asunto de prostitutas sobre todo; tales son los temas importantes para esos ociosos magistrados desde que ya no pueden arrasar la provincia a sangre y fuego y anegarla, como en el reinado de Francisco I, con los torrentes de sangre de las desdichadas poblaciones que la habitan.


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2 págs. / 4 minutos / 107 visitas.

Publicado el 20 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

El Fingimiento Feliz (o la Ficción Afortunada)

Marqués de Sade


Cuento


Hay muchísimas mujeres que piensan que, con tal de no llegar hasta el fin con un amante, pueden al menos permitirse, sin ofender a su esposo, un cierto comercio de galantería, y a menudo esta forma de ver las cosas tiene consecuencias más peligrosas que si su caída hubiera sido completa. Lo que le ocurrió a la marquesa de Guissac, mujer de elevada posición de Nimes, en el Languedoc, es una prueba evidente de lo que aquí proponemos como máxima.

Alocada, aturdida, alegre, rebosante de ingenio y de simpatía, la señora de Guissac creyó que ciertas cartas galantes, escritas y recibidas por ella y por el barón de Aumelach, no tendrían consecuencia alguna, siempre que no fueran conocidas; y que si, por desgracia, llegaban a ser descubiertas, pudiendo probar su inocencia a su marido, no perdería en modo alguno su favor. Se equivocó… El señor de Guissac, desmedidamente celoso, sospecha el intercambio, interroga a una doncella y se apodera de una carta; al principio no encuentra en ella nada que justifique sus temores, pero sí mucho más de lo que necesita para alimentar sus sospechas. Coge una pistola y un vaso de limonada e irrumpe como un poseso en la habitación de su mujer…

—Señora, he sido traicionado —le ruge enfurecido—; leed este billete: él me lo aclara, ya no hay tiempo para juzgar, os concedo la elección de vuestra muerte.

La marquesa se defiende, jura a su marido que está equivocado, que puede ser, es verdad, culpable de una imprudencia, pero que no lo es, sin lugar a duda, de crimen alguno.

—¡Ya no me convenceréis, pérfida! —le contesta el marido furibundo—, ¡ya no me convenceréis! Elegid rápidamente o al instante este arma os privará de la luz del día.

La desdichada señora de Guissac, aterrorizada, se decide por el veneno; toma la copa y lo bebe.


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2 págs. / 4 minutos / 135 visitas.

Publicado el 21 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

El Marido Cura

Marqués de Sade


Cuento


Cuento provenzal

Entre la villa de Menerbe, en el condado de Aviñón, y la de Apt, en Provenza, existe un pequeño convento de carmelitas, muy apartado, que se llama Saint—Hilaire, asentado en la cima redondeada de una montaña en la que a las mismísimas cabras les resulta difícil pastar; esa pequeña residencia es, poco más o menos, como la cloaca de todas las comunidades cercanas del Carmelo, todas relegan allí cuanto las deshonra, por lo que fácil es juzgar lo refinada que debía de ser la sociedad de semejante casa: bebedores, mujeriegos, sodomitas, tahúres… tal es, poco más o menos, la noble composición de los recluidos que en ese escandaloso asilo ofrecen a Dios, como pueden, unos corazones que el mundo desecha. Uno o dos castillos cercanos y el burgo de Menerbe, que está a solo una legua de Saint—Hilaire, esa es toda la compañía de esos buenos religiosos, que, a pesar de su hábito y de su condición, distan mucho de encontrar abiertas todas las puertas de sus alrededores.


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Publicado el 21 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

El Marido Escarmentado

Marqués de Sade


Cuento


A un hombre de edad ya madura, por más que hasta ese momento había vivido siempre sin una esposa, se le ocurrió casarse, y lo que tal vez hizo más en contradicción con sus sentimientos fue escoger a una jovencita de dieciocho años con el rostro más atractivo del mundo y el talle más adorable. El señor de Bernac, pues así se llamaba este marido, cometía una increíble estupidez al buscar una esposa, pues era menos versado que nadie en los placeres que procura el himeneo y las manías con que reemplazaba los castos y delicados placeres del vínculo conyugal distaban mucho de agradar a una joven de la manera de ser de la señorita de Lurcie, que así se llamaba la desdichada que Bernac acababa de encadenar a su vida. Y la misma noche de bodas confesó sus gustos a su joven esposa, tras hacerle jurar que no revelaría nada de ello a sus padres; se trataba —como señala el celebre Montesquieu— de ese ignominioso comportamiento que hace retroceder a la infancia: la joven esposa en la postura de una niña merecedora de un correctivo, se prestaba de esa forma, quince o veinte minutos más o menos, a los brutales caprichos de su decrépito esposo, y era con la ilusión de esta escena con lo que él lograba saborear esa sensación de deliciosa embriaguez que todo hombre, con más sanos instintos, de seguro no habría querido sentir más que en los amorosos brazos de Lurcie. La operación le pareció un poco dura a una muchacha delicada, bonita, criada en la comodidad y ajena a toda pedantería; no obstante, como le habían recomendado mostrarse sumisa, pensó que todos los maridos se comportaban igual; tal vez el propio Bernac había alentado esa idea, y ella se entregó con la mayor honestidad del mundo a la depravación de su sátiro; todos los días se repetía lo mismo y a menudo dos veces en vez de una.


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6 págs. / 11 minutos / 119 visitas.

Publicado el 21 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

Emilia de Tourville o la Crueldad Fraterna

Marqués de Sade


Cuento


Nada es tan sagrado en una familia como el honor de sus miembros, pero si ese tesoro llega a empañarse, por precioso que sea, aquellos a quienes importa su defensa, ¿deben ejercerla aun a costa de cargar ellos mismos con el vergonzoso papel de perseguidores de las desdichadas criaturas que les ofenden? ¿No sería más razonable compensar de alguna otra forma las torturas que infligen a sus víctimas y también esa herida, a menudo quimérica, que se lamentan de haber recibido? En fin, ¿quién es más culpable a los ojos de la razón? ¿Una hija débil o traicionada o un padre cualquiera que por erigirse en vengador de una familia se convierte en verdugo de la desventurada? El suceso que vamos a relatar a nuestros lectores tal vez aclarará la cuestión.

El conde de Luxeuil, teniente general, hombre de unos cincuenta y seis a cincuenta y siete años, regresaba en una silla de posta de una de sus posesiones en Picardía cuando, al pasar por el bosque de Compiègne, a las seis de la tarde más o menos, a fines de noviembre, oyó unos gritos de mujer que le parecieron proceder de las inmediaciones de una de las carreteras próximas al camino real que atravesaba; se detiene y ordena al ayuda de cámara que cabalgaba junto al carruaje que vaya a ver de qué se trata. Le contesta que es una joven de dieciséis a diecisiete años, bañada en su propia sangre, sin que, no obstante, sea posible saber dónde están sus heridas y que ruega que la socorran; el conde se apea él mismo en seguida y corre hacia la infortunada; debido a la oscuridad no le resulta tampoco fácil averiguar de dónde procede la sangre que derrama, pero por las respuestas que le da, advierte al fin que está sangrando por las venas de los brazos.


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Publicado el 21 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

Hágase Como se Ordena

Marqués de Sade


Cuento


—Hija mía —dice la baronesa De Fréval a la mayor de sus hijas, que iba a casarse al día siguiente—, sois hermosa como un ángel; apenas habéis cumplido vuestro decimotercer año y es imposible ser más tierna y más encantadora; parece como si el mismísimo amor se hubiera recreado en dibujar vuestras facciones, y sin embargo os veis obligada a convertiros mañana en esposa de un viejo picapleitos, cuyas manías son de lo más sospechosas… Es un compromiso que me desagrada extraordinariamente, pero vuestro padre lo quiere. Yo deseaba hacer de vos una mujer de elevada posición, pero ya no es posible; estáis destinada a cargar toda vuestra vida con el ingrato título de presidenta… Lo que más me desespera es que no llegaréis a serlo más que a medias… El pudor me impide explicaros esto, hija mía…, pero es que esos viejos tunantes, que acostumbran a juzgar al prójimo sin saber juzgarse a sí mismos, tienen caprichos tan barrocos, habituados a una vida en el seno de la indolencia… Esos bribones se corrompen desde que nacen, se hunden en el libertinaje, y arrastrándose en el impuro fango de las leyes de Justiniano y de las obscenidades de la capital, como la culebra que no levanta la cabeza más que de cuando en cuando para devorar insectos, sólo se les ve salir de él a base de reprimendas o de alguna detención.


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2 págs. / 4 minutos / 118 visitas.

Publicado el 21 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

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