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autor: Nathaniel Hawthorne etiqueta: Cuento


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El Velo Negro del Pastor

Nathaniel Hawthorne


Cuento


El sacristán se encontraba en el porche de la capilla de Milford, tirando vigorosamente de la cuerda de la campana. Los viejos del pueblo venían encorvados por la calle abajo. Los niños, con sus caras resplandecientes, saltaban y jugueteaban alegremente detrás de sus padres o remedaban un paso más solemne que el de sus mayores, con la consciente dignidad que les daban sus ropas de domingo. Los peripuestos solteros miraban de soslayo a las bonitas doncellas y se imaginaban que el sol dominical las hacía parecer más bellas que los días de labor.

Cuando ya casi todo el gentío había llegado a congregarse en el porche, el sacristán empezó a tañer la campana con un ojo puesto en la puerta del reverendo Sr. Hooper. La primera visión de la figura del clérigo fue la señal para que la campana cesase en su convocatoria.

—Pero ¿qué lleva el bueno del párroco Hooper en la cara? —gritó atónito el sacristán.

Todos los que se hallaban al alcance de su voz se volvieron de inmediato y contemplaron el semblante del Sr. Hooper que recorría despacio su meditativo camino hacia la capilla. Como en un solo acorde, todos empezaron a expresar una extrañeza como si cualquier vicario desconocido hubiera venido a desempolvar los cojines del púlpito del señor Hooper.

—¿Está usted seguro de que es nuestro párroco? —quiso Goodman Gray informarse con el sacristán.

—Totalmente seguro de que es el bueno del señor Hooper —replicó el sacristán—. Iba a haberle cambiado el púlpito al párroco Shute, de Westbury, pero el párroco Shute mandó recado ayer, excusándose, porque tenía que predicar en un funeral.


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18 págs. / 32 minutos / 1.113 visitas.

Publicado el 19 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

La Catástrofe del Señor Higginbotham

Nathaniel Hawthorne


Cuento


Un hombre joven, de profesión vendedor ambulante de tabaco, se dirigía desde Morristown, en donde se había entretenido en amplios tratos con el diácono de la comunidad shákera, hacia el pueblo de Parker’s Falls, junto al río Salmon. Tenía una pequeña y pulcra carreta, pintada de verde, con una caja de cigarros dibujada en cada cartola y, en la parte posterior, un jefe indio sujetando una pipa y una planta de tabaco.

El vendedor conducía una preciosa yegüita y era un joven de excelente carácter, atento a cualquier trato, pero que no por eso dejaba de gustar a los yankis; quienes, según les he oído yo decir, preferirían que les afeitasen con una navaja afilada que con una roma. Y era especialmente querido por las lindas muchachas de la ribera del Connecticut, cuyo favor solía solicitar mediante regalos del mejor de los tabacos que llevaba; pues sabía bien que las mozas campesinas de Nueva Inglaterra son, por lo general, magníficas fumadoras de pipa. Además, como se verá en el transcurso de mi historia, el vendedor era de carácter preguntón y tenía algo de chismoso, siempre rabiando por oír las noticias y deseando contarlas de nuevo.


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15 págs. / 27 minutos / 1.033 visitas.

Publicado el 19 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

El Holocausto del Mundo

Nathaniel Hawthorne


Cuento


En cierta ocasión si bien es asunto de poca o ninguna importancia que fuera en el pasado o en tiempos venideros, este ancho mundo había llegado a estar tan sobrecargado, había llegado a tener tal acumulación de cosas viejas e inútiles que sus habitantes decidieron librarse de ellas por medio de una hoguera general. El sitio elegido por gestiones de las compañías de seguros, al ser un lugar tan céntrico como cualquier otro del globo, fue una de las más vastas praderas del oeste donde ninguna morada humana pudiera verse expuesta al peligro de las llamas y donde una amplia asamblea de espectadores pudiera cómodamente admirar la función. Y puesto que yo tenía un cierto gusto por espectáculos de este tipo e imaginándome así mismo que el resplandor de la hoguera podría revelar alguna profunda verdad moral hasta el presente oculta en la niebla o en la oscuridad, me pareció oportuno viajar hasta allí para estar presente. A mi llegada, aunque la cantidad de desechos condenados era relativamente pequeña, se le había aplicado ya la tea. En medio de aquella llanura sin fondo, en la penumbra del crepúsculo, como una lejana estrella sola en el firmamento, de allí salía, apenas visible, un trémulo resplandor del que nadie podía haber anticipado una llamarada tan violenta como la que estaba destinada a producirse después. A cada momento, empero, llegaban caminantes a pie, mujeres sujetándose los delantales, hombres a caballo, carretillas, carromatos de trastos viejos y otros vehículos, grandes y pequeños, de lejos y de cerca, todos cargados de artículos sobre los que se había decidido que no valían para otra cosa que para que los quemaran.

—¿Qué materiales se han usado para encender la llama? —solicité de uno de los espectadores. Porque yo estaba deseoso de conocer todo el proceso de la operación de principio a fin.


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25 págs. / 44 minutos / 938 visitas.

Publicado el 19 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

El Retrado de Edward Randolph

Nathaniel Hawthorne


Cuento


El antiguo y tradicional contertulio de la Casa Provincial estuvo presente en mis recuerdos desde la mitad del verano hasta el mes de enero. Una tarde desocupada de invierno resolví hacerle otra visita, confiando en que le encontraría como de costumbre en el rincón más cómodo de la cantina, y creyendo, de otro lado, hacer obra meritoria para mi país al sacar del olvido cualquier otro hecho desconocido de la historia. La noche era cruda y fría, y volvíase casi borrascosa por efecto de una ráfaga de viento que soplaba a lo largo de la calle de Wáshington, haciendo que las luces de gas flotaran y vacilaran dentro de los faroles. Apresurábame en mi camino, mientras mi fantasía se ocupaba de comparar el aspecto presente de la calle con el que asumía probablemente cuando los gobernadores ingleses habitaban la mansión hacia la cual me dirigía. Los edificios de ladrillo eran escasos en aquellos tiempos, hasta que estalló una sucesión de incendios destructores, barriendo una y otra vez las casas y depósitos de madera de uno de los barrios más populosos de la ciudad. Las construcciones se hacían entonces aisladas e independientes, sin encerrar como ahora su existencia particular en hileras seguidas, con fachada de similitud fatigante; sino ostentando cada una, por el contrario, ciertos rasgos originales, como si el gusto individual de su propietario las hubiera delineado, y ofreciendo un conjunto de pintoresca irregularidad: pérdida que no puede compensarse con ninguno de los atractivos de nuestra arquitectura moderna. Este espectáculo, revelándose confusamente acá y allá a las miradas, a los rayos de alguna vela de sebo, que se filtraban bajo las pequeñas hojas de las diseminadas ventanas, formaba sombrío contraste con la calle tal como aparecía en aquel momento, con las luces de gas brillando de esquina a esquina, y con sus tiendas resplandecientes que arrojaban claridad diurna a través de las grandes vidrieras de cristal.


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14 págs. / 25 minutos / 78 visitas.

Publicado el 26 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

El Anciano Campeón

Nathaniel Hawthorne


Cuento


HUBO una vez un tiempo en que la Nueva Inglaterra gemía bajo el peso de injusticias más graves que todas las que amenazara traer la revolución. Jaime II, el hipócrita sucesor de Carlos el Voluptuoso, había abolido los privilegios de todas las colonias y enviado un soldado grosero y sin principios para arrebatarnos nuestros derechos y poner en peligro nuestra religión. La administración de Sir Édmund Andros tenía todos los rasgos característicos de la tiranía: un gobernador y un consejo que recibían su poder del rey con absoluta independencia de la nación; leyes que se fabricaban y tributos que se imponían sin intervención inmediata del pueblo o de sus representantes; los derechos de los ciudadanos violados, y los títulos de propiedad anulados; las quejas amordazadas por la censura de la prensa; y finalmente, el descontento sojuzgado por una banda de tropas mercenarias que por primera vez hollaba nuestro suelo. Durante dos años continuaron nuestros antecesores en taciturna sumisión, debido al amor filial que garantizó siempre su lealtad a la madre patria, representada ya por el parlamento, ya por un protector o por algún monarca papista. Hasta aquellos aciagos tiempos, sin embargo, nuestro pleito homenaje había sido nominal, pues las colonias se gobernaban por sí mismas, gozando mucho mayor libertad de la que disfrutan ordinariamente los vasallos naturales de la Gran Bretaña.


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9 págs. / 17 minutos / 335 visitas.

Publicado el 26 de abril de 2016 por Edu Robsy.

El Entierro de Roger Malvin

Nathaniel Hawthorne


Cuento


LA EXPEDICIÓN proyectada el año 1725 en defensa de las fronteras, y que terminó en la renombrada “batalla de Lóvell,” es uno de los pocos incidentes de la guerra india susceptibles de la luz fantástica del romance. Dejando a la sombra judiciaria ciertas circunstancias, la imaginación encuentra mucho que admirar en el heroísmo de una pequeña banda que presentó batalla a enemigo dos veces superior, en el corazón de su propio país. La valentía desplegada por ambas partes estuvo de acuerdo con las ideas civilizadas sobre el valor; y aun la caballería andante no se avergonzaría de registrar en sus anales las hazañas individuales de uno o dos de aquellos combatientes. La batalla a que nos referimos, aunque fatal para los beligerantes, no tuvo consecuencias funestas para la nación, porque derrocó el poderío de una tribu y condujo a la paz que subsistió durante varios años consecutivos. La historia y la tradición son minuciosas en sus crónicas sobre este asunto; y el capitán de una partida de exploradores en la frontera adquiría renombre militar tan positivo como el del jefe que condujera millares de hombres a la victoria. A pesar de la substitución de nombres ficticios por los verdaderos, será fácil reconocer algunos de los incidentes que se refieren en las páginas siguientes, como el mismo relato escuchado de labios de los ancianos sobre la suerte de los pocos combatientes que sobrevivieron en la retirada de la “batalla de Lóvell.”

 


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25 págs. / 44 minutos / 324 visitas.

Publicado el 26 de abril de 2016 por Edu Robsy.

El Joven Goodman Brown

Nathaniel Hawthorne


Cuento


El joven Goodman Brown salió a la calle de la aldea de Salem cuando el sol se ponía. Pero después de cruzar el umbral introdujo de nuevo la cabeza para cambiar besos de despedida con su reciente esposa. Y Fe, como tan apropiadamente se llamaba, sacó a su vez su linda cabecita, permitiendo que el viento jugara con las cintas rosadas de la cofia mientras llamaba a Goodman Brown.

—Corazón mío —susurró suavemente y con un dejo de tristeza cuando sus labios le rozaron la oreja—, te suplico que postergues el viaje hasta la madrugada y que esta noche duermas en tu cama. A una mujer cuando se queda sola la perturban tales sueños y tales pensamientos, que a veces tiene miedo de sí misma. Te lo ruego, quédate conmigo esta noche, entre todas las noches del año.

—Mi amor y mi Fe —replicó el joven Goodman Brown—, entre todas las noches del año, tengo que pasar esta única noche lejos de ti. Mi viaje, como tú lo llamas, sin falta debe hacerse de ida y vuelta de aquí al amanecer. ¡Cómo! Mi dulce, bella esposa, ¿dudas tú ya de mí, cuando apenas llevamos tres meses de casados?

—Siendo así, que Dios te bendiga —dijo Fe, la de las cintas rosas—; y ojalá encuentres todo bien a tu regreso.

—Amén —respondió Goodman Brown—. Reza tus oraciones, querida Fe, acuéstate temprano y nada malo va a ocurrirte.

Así se despidieron. Y el joven prosiguió su camino hasta que, a punto de doblar la esquina del templo, miró hacia atrás y vio la cabeza de Fe toda vía asomada, contemplándolo con aire melancólico a pesar de las cintas rosadas.


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17 págs. / 30 minutos / 91 visitas.

Publicado el 16 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

El May-Pole de Merry Mount

Nathaniel Hawthorne


Cuento


Tema admirable para una novela filosófica es la historia de los primeros colonos en Mount Wóllarton o Merry Mount. En el ligero bosquejo a continuación, los hechos consignados en las severas páginas de nuestros cronistas de la Nueva Inglaterra hanse cambiado casi espontáneamente en una especie de alegoría. Las mascaradas, mojigangas y costumbres festivas descritas en el texto, están de acuerdo con los usos de aquel tiempo. Puede tomarse como autoridad en esta materia el Book of English Sports and Pastimes de Strutt.

HERMOSOS días los de Merry Mount, cuando el May-pole era el estandarte de aquella alegre colonia! Los que lo erigían como triunfante bandera hacían brotar claridad y alegría sobre las agrestes colinas de la Nueva Inglaterra, y esparcían semillas de flores en todo el país circunvecino. El regocijo y la melancolía se disputaban entonces el imperio. La víspera de San Juan había llegado, aportando a los bosques verdor más intenso y llevando en su regazo rosas de color más vivido que los tiernos pimpollos de la primavera. Pero Mayo, o su espíritu gozoso, habitaba el año entero en Merry Mount, divirtiéndose en los meses de verano, alborotando en el otoño y calentándose en torno del fuego durante las brumas del invierno. Revoloteaba con sonrisa soñadora a través del mundo lleno de pesares y preocupaciones hasta que vino a establecer sus lares entre los espíritus risueños de Merry Mount.


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Publicado el 26 de abril de 2016 por Edu Robsy.

Ethan Brand

Nathaniel Hawthorne


Cuento


Capítulo de una novela malograda. Texto completo

Bartram el calero, un hombre rudo, corpulento y tiznado de carbón, vigilaba el horno a la caída de la noche y su pequeño hijo jugaba a hacer casas con trozos sueltos de mármol, cuando escucharon falda abajo una risa estentórea, no jubilosa sino lenta e inclusive solemne, como si el viento sacudiera las ramas del bosque.

—¿Qué es eso, padre? —preguntó el niño, dejando el fuego para buscar refugio en las rodillas de su progenitor.

—Oh, algún borracho, me figuro —respondió el calero—. Algún achispado que no se atrevió a reírse bien duro dentro de la taberna por miedo de ir a volar el techo. De modo que ahí está, feliz desternillándose al pie del Graylock.

—Pero, padre —insistió el niño, más sensible que el obtuso y no tan joven bromista—, él no se ríe como alguien contento. Ese ruido me asusta.

—¡No seas tonto, niño! —gritó con aspereza el padre—. Nunca serás un hombre, ya lo creo. Has salido a tu madre en muchas cosas; he visto cómo te hace dar un bote el roce de una hoja. ¡Escucha! Ahí viene el borrachín. Ya vas a ver que no hace daño.


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20 págs. / 35 minutos / 56 visitas.

Publicado el 16 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

Feathertop

Nathaniel Hawthorne


Cuento


DICKON!—gritó Mamá Rigby,—¡fuego para mi pipa!—

La vieja señora tenía la pipa en la boca cuando decía estas palabras. Las había lanzado después de llenarla de tabaco, sin tratar de encenderla en el hogar donde, en realidad, no había huellas de que se hubiera encendido fuego aquella mañana. Sin embargo, tan pronto como hubo dado la orden, brotó un rojo intenso en el hueco de la pipa y una bocanada de humo de los labios de Mamá Rigby. Nunca pude descubrir de dónde vino el fuego, ni qué mano invisible lo hizo encenderse allí.

—¡Bien!—dijo Mamá Rigby, con una inclinación de cabeza.—¡Gracias, Dickon! Ahora hagamos el espantajo. Quedad al alcance de la voz, Dickon, por si os necesito otra vez.—

Apenas amanecía; pero la buena mujer había madrugado aquella mañana con el objeto de hacer un espantajo que quería colocar en su sementera de maíz. Era la última semana de mayo, y ni los cuervos ni los mirlos habían descubierto aún las pequeñas hojas verdes y enrolladas del maíz que comenzaba justamente a brotar de la tierra. Así, había resuelto fabricar un espantajo que pareciera vivo por todos sus lados y terminarlo inmediatamente de pies a cabeza, de manera que comenzara aquella misma mañana sus deberes de centinela. Ahora bien; Mamá Rigby era, como todos sabemos, una de las brujas más hábiles y poderosas de la Nueva Inglaterra y podía hacer, en consecuencia, con muy pequeño esfuerzo, un espantajo suficientemente horrible para aterrorizar al mismísimo ministro de la iglesia protestante. Pero, habiendo despertado aquella mañana con disposición de espíritu extraordinariamente placentera, suavizada todavía más por su pipa de tabaco, resolvió producir algo fino, hermoso y espléndido, de preferencia a lo horrible y espantoso.


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24 págs. / 42 minutos / 194 visitas.

Publicado el 26 de abril de 2016 por Edu Robsy.

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