Textos peor valorados de Pedro Antonio de Alarcón que contienen 'u' | pág. 4

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Dos Retratos

Pedro Antonio de Alarcón


Cuento


«Yo fui, señor —dijo Borja—, gran pecador desde mi niñez,

y di muy mal ejemplo al mundo con mi vida.»

(FR. PRUDENCIO DE SANDOVAL.)

I

Distante pocas horas de Plasencia alzábase entre feraces campos y frondosísimo huerto, allá por los años de Cristo de 1557, un magnífico monasterio de solitarios de San Jerónimo.

Era una de esas benditas mañanas en que la transparencia del cielo descubre infinitos horizontes a la limitada vista de los mortales, mientras que la elasticidad del aire embalsamado y tibio permite oír mejor los augustos rumores de la soledad: una de esas mañanas, tranquilas como sosegada laguna, en que el ayer se ve claro al través de las brumas de lo presente, y profundiza la memoria en el cenagoso fondo de la conciencia, teatro, ya desierto, de las alegrías pasadas; una de esas mañanas en que lloran los viejos, no sé si de tristeza porque recuerdan la mañana de su vida, o de júbilo y amor a Dios al ver que aún viven en mundo tan hermoso; mañanas en que sienten más los pechos enamorados, y creen más los corazones fieles al Altísimo, y lloran insensiblemente los tristes y desamados, y se encuentran más solos los huérfanos y los peregrinos; mañanas en que el corazón del hombre se dilata al par del Cielo y de la Tierra, y vienen al alma más vivos y melancólicos que nunca los recuerdos de los seres queridos que nos arrebató la muerte...

Tal fue aquella mañana, pasada hace ya tres siglos.

A eso de las once brillaba el sol tan alegremente sobre los muros del convento, piaban los gorriones con tan completa tranquilidad, era tan dulce el susurro del agua, parecía, en fin, tan dichoso todo lo criado, que nadie hubiera podido ver aquellos lugares sin envidiar la existencia pacífica de los padres jerónimos, y sentir vagos deseos de abandonar para siempre las cosas del mundo, tan agitadas y revueltas en aquel entonces...


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Publicado el 3 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

El Año Campesino

Pedro Antonio de Alarcón


Cuento


I

El Tiempo es la primera materia de la vida: y así como el cáñamo (verbigracia) les sirve a unos industriales para hacer alforjas, a otros para velas de barco, a éstos para alpargatas y a aquéllos para ahorcarse, el Tiempo toma también diversas formas y se aplica a diferentes usos, según el oficio, las necesidades o las aficiones de los humanos.

Vayan algunos ejemplos.

Los historiadores dividen el Tiempo por edades, por civilizaciones (palabra muy de moda), por pontificados, por dinastías, por reinados, por guerras y por otras habilidades de la llamada sociedad.

Los astrónomos y los gobernantes lo han dividido, ora en siglos, ora en décadas, ora en olimpíadas, ora en lustros, ora en años, ora en nonas, ora en meses, ora en idus, ora en semanas; y las semanas en días, y los días en horas, y las horas en minutos, y los minutos en segundos...; todo ello sin contar los quinquenios, los trienios, los bienios, las cuarentenas de los buques y de las personas, y otra porción de grandes cosas, como los años embolísmicos y los bisiestos.

Los médicos no se han quedado atrás, y computan el Tiempo por edades fisiológicas, formando cuatro grupos: 1.º Infancia y puericia. 2.º Adolescencia y juventud. 3.º Edad viril, edad consistente y edad madura. 4º. Vejez, decrepitud... y cuerpo presente. Esta última fórmula es de mi cosecha.

Los políticos cuentan por elecciones, por legislaturas, por ministerios. Para ellos empieza el año cuando se abren las Cortes y se acaba el mundo cuando caen del Poder.

«—En tiempos de Bravo Murillo —dice uno— me dejé toda la barba.

—¡Hombre! ¡Mire usted qué casualidad! —exclama otro—. Entonces me casé yo.

—¿Cómo? ¿Era usted ministerial?

—¡Ya lo creo! Por eso me casé.

—Pues yo me dejé la barba porque era de oposición.

—¡Ah! Ya..., ¡como republicano!


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Publicado el 3 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

Mañanas de Abril y Mayo

Pedro Antonio de Alarcón


Cuento


I

—Convenzase V., señora;


Las mananicas de Abril
Son sabrosas de dormir.


Cuando el refran lo dice, sus razones tendra para ello.

—¡qué locura! los refranes solo representan la opinion del que los compuso. Tenga V. presente que tambien es un refran el que dice;


Al que madruga. Dios le ayuda.


—Si... pero


No por mucho madrugar
amanece más temprano.


—Bien; pero


El que se levanta tarde
ni oye misa ni come carne.


—¡Diablo, Mercedes! Veo que sabe V. más refranes que Sancho Panza...

—¿Luego se convence V...?

—No, señora...

—¿No iremos al Retiro mañana por la mañana? ¿..

—Usted juzgara.

—¿Cómo?

—Si, señora; en cambio de los refranes que V. me ha dicho, yo pudiera contarle una historia que la convencerla de lo peligroso que es madrugar.

—¡Magnifico argumento para una novela! Cuentemela

V.

—Con mucho gusto... Atencion.

—Tiene V. la palabra.

Pues escuche V.

II

Esta era una mañana de Abril...

Ya ve V. que soy leal y coloco la escena en un mes cuyas madrugadas han cantado los poetas de todos los tiempos... Si procediera de mala fe en nuestra cuestion, citaria una mañana de Enero, ventilada por ese airecillo norte, que, según la feliz expresion de un amigo mio, hiela hasta las conjeturas.

—Enrique, eso seria injusto.

—Por eso digo que era una mañana de Abril.

—Bien; pero procure V. que no llueva.


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Publicado el 6 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.

Los Ojos Negros

Pedro Antonio de Alarcón


Cuento


I

Tienes los ojos negros,
ojos de luto…
Mi corazón lo lleva
desde que es tuyo.

Más allá del círculo polar ártico, en los confines de la Laponia, cerca de Hammesfer —último punto habitable del continente europeo,— se levanta, sobre un mar helado cada año durante seis meses, la negra, escarpada y colosal isla deLoppen.

Caían las primeras escarchas de 1730: era el 15 de Agosto.

Las noches tenían ya cerca de tres horas, y la aurora boreal lucía en ellas, cerrando el arco esplendoroso de los crepúsculos simultáneos de la mañana y de la tarde.

Hacía una semana que la luna aparecía en aquel cielo después de mes y medio de absoluta ausencia.

Todo anunciaba la proximidad del invierno, cuyo blanco fantasma, no bien asoma por el Polo, envuelve en su inconmensurable sudario todas aquellas tristes latitudes.

Los nobles se encerraban en sus castillos, los pobres en sus cuevas, los osos blancos entre témpanos de hielo secular.

Algunas aves hacían su nido entre las grietas de los desgajados abetos, en tanto que otras levantaban el vuelo hacia el Mediodía buscando nuevas primaveras.

Los balleneros y los groenlanderos dábanse a la vela con dirección a Europa, temerosos de quedar clavados en una mar helada…

Los campos, los puertos, los pueblos mismos veíanse desiertos y abandonados. No parecía sino que una horrible epidemia había pasado por ellos, o que se aproximaba, amenazándoles, un desastroso conquistador.

Y así habían de permanecer aquellas regiones durante ocho meses, o sea hasta el 15 de Abril, que comienza el derretimiento de los hielos.

II

Sobre las áridas peñas de la isla de Loppen asiéntase un castillo que parece riscosa excrecencia de la montaña; tan musgosos y viejos son sus muros, tallados casi todos en la roca viva.


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Publicado el 31 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

¡Viva el Papa!

Pedro Antonio de Alarcón


Cuento


I

El tierno episodio que voy a referir es rigurosamente histórico, como los anteriores y como los siguientes; pero no ya sólo por la materia, sino también por la forma.—Vivo está quien lo cuenta, como suele decirse..., y entiéndase que quien le cuenta no soy yo; es un Capitán retirado que dejó el servicio en 1814.

Hoy no soy escritor; soy mero amanuense: no os pido, pues, admiración ni indulgencia, sino que me creáis a puño cerrado.

Para invención, el asunto es de poca monta; y luego pertenece a un género en que yo no me tomaría el trabajo de inventar nada....

Presumo de liberal, y un pobre Capitán retirado me ha conmovido profundamente contándome los sinsabores ... políticos de un Papa muy absolutista....

Mi objeto es conmoveros hoy a vosotros con su misma relación, a fin de que el número de los derrotados cohoneste mi derrota.

Habla mi Capitán.

II

Uno de los más calurosos días del mes de Julio de 1809, y ¡cuidado que aquel dichoso año hizo calor! a eso de las diez de la mañana, entrábamos en Montelimart, villa o ciudad del Delfinado, ni lo he sabido nunca, y maldita la falta que me hacía saber que existía tal Francia en el mundo....

—¡Ah! ¿Conque era en Francia?...

—Pues ¡hombre! ¡Me gusta! ¿Dónde está el Delfinado sino en Francia?—Y no crean ustedes que ahí, en la frontera..., sino muy tierra adentro, que de España....

—¡Siga V...., Capitán! Los niños ... que aprendan en la escuela....—Y tú, ¡a ver si te callas, Eduardito!


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11 págs. / 19 minutos / 112 visitas.

Publicado el 3 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

El Extranjero

Pedro Antonio de Alarcón


Cuento


I

«No consiste la fuerza en echar por tierra al enemigo, sino en domar la propia cólera,»—dice una máxima oriental.

«No abuses de la victoria,»—añade un libro de nuestra religión.

«Al culpado que cayere debajo de tu jurisdicción, considérale hombre miserable, sujeto a las condiciones de la depravada naturaleza nuestra; y en todo cuanto estuviere de tu parte, sin hacer agravio a la contraria, muéstratele piadoso y clemente, porque, aunque los atributos de Dios son todos iguales, más resplandece y campea, a nuestro ver, el de la misericordia, que el de la justicia,» aconsejó, en fin, D. Quijote a Sancho Panza.

Para dar realce a todas estas elevadísimas doctrinas, y cediendo también a un espíritu de equidad, nosotros, que nos complacemos frecuentemente en referir y celebrar los actos heroicos de los españoles durante la Guerra de la Independencia, y en condenar y maldecir la perfidia y crueldad de los invasores, vamos a narrar hoy un hecho que, sin entibiar en el corazón el amor a la patria, fortifica otro sentimiento no menos sublime y profundamente cristiano:—el amor a nuestro prójimo;—sentimiento que, si por congénita desventura de la humana especie, ha de transigir con la dura ley de la guerra, puede y debe resplandecer cuando el enemigo está humillado.

El hecho fué el siguiente, según que me lo han contado personas dignas de entera fe, que intervinieron en él muy de cerca y que todavía andan por el mundo.—Oíd sus palabras textuales.

II

—Buenos días, abuelo ...—dije yo.

—Dios guarde a V., señorito ...—dijo él.

—¡Muy solo va V. por estos caminos!...


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10 págs. / 18 minutos / 315 visitas.

Publicado el 3 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

La Belleza Ideal

Pedro Antonio de Alarcón


Cuento


A mi amigo el señor don Carlos Navarro, redactor del periódico «LA ÉPOCA»

I. Sueños de la inocencia

Ya vi mi cielo yo claro algún día.
Mostrábaseme amiga la fortuna,
pareciendo en mi bien estarse queda.

(FR. LUIS DE LEÓN.)

Volvamos a las aventuras de viaje… (dijo Enrique). —A mí me sucedió…

—¡Hola! ¡También V. ha tenido aventuras amorosas!…

—Sí, señor; pero nada más que una, allá en los tiempos en que por primera vez vine a la Corte…

—¡A ver! ¡A ver! —Oigamos a este poeta humorista…

—Oigámosle ¡Pero que hable con formalidad!

—Tomaré la cosa desde el principio, y procuraré ser lo más formal que pueda. —El caso fue el siguiente:

Hace ya muchos años que se publicaba en Madrid un periodiquito liberal, divinamente redactado, que tenía por título El Observador.

Estaba suscrito a él el boticario de mi pueblo, así como yo estaba abonado a la tertulia de su trasbotica, por lo que di en la mala costumbre de leer diariamente El Observador desde la cruz a la fecha, cosa que llegó a trastornarme el sentido, ni más ni menos que al ilustre Quijada la lectura de los libros de caballerías.

Como los periódicos se mezclan en todo y lo toman tan a pechos, que no parece sino que a ellos les importa algo el que el diablo se lleve la cantarera, aconteció que, al cabo de algunos años, cuando apenas contaba yo diez y ocho, se me había pegado la fatal manía de meterme en los cuidados ajenos, haciendo míos los asuntos de todos los españoles, inclusos los ministros y los diputados, quienes maldito el caso que hacían de mis negocios. —Sin conocer a Cortina, me peleaba por si había hablado bien o mal, u obrado tuerto o derecho: sin ser, no digo soldado, pero ni siquiera quinto, deseaba la prosperidad del Ejército; y, aunque no pertenecía a la Familia Real, recé alguna vez por que la Reina pariese varón…


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15 págs. / 27 minutos / 177 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

Las Dos Glorias

Pedro Antonio de Alarcón


Cuento


Un día que el célebre pintor flamenco Pedro Pablo Rubens andaba recorriendo los templos de Madrid acompañado de sus afamados discípulos, penetró en la iglesia de un humilde convento, cuyo nombre no designa la tradición.

Poco o nada encontró que admirar el ilustre artista en aquel pobre y desmantelado templo, y ya se marchaba renegando, como solía, del mal gusto de los frailes de Castilla la Nueva, cuando reparó en cierto cuadro medio oculto en las sombras de feísima capilla; acercóse a él, y lanzó una exclamación de asombro.

Sus discípulos le rodearon al momento,] preguntándole:

—¿Qué habéis encontrado, maestro?

—¡Mirad!—dijo Rubens señalando, por toda contestación, al lienzo que tenía delante.

Los jóvenes quedaron tan maravillados como el autor del Descendimiento.

Representaba aquel cuadro la Muerte de un religioso.— Era éste muy joven, y de una belleza que ni la penitencia ni la agonía habían podido eclipsar, y hallábase tendido sobre los ladrillos de su celda, velados ya los ojos por la muerte, con una mano extendida sobre una calavera, y estrechando con la otra, a su corazón, un crucifijo de madera y cobre.

En el fondo del lienzo se veía pintado otro cuadro, que figuraba estar colgado cerca del lecho de que se suponía haber salido el religioso para morir con más humildad sobre la dura tierra.


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Publicado el 3 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

El Amigo de la Muerte

Pedro Antonio de Alarcón


Novela corta


I. Méritos y servicios

Éste era un pobre muchacho, alto, flaco, amarillo, con buenos ojos negros, la frente despejada y las manos más hermosas del mundo, muy mal vestido, de altanero porte y humor inaguantable... Tenía diecinueve años, y llamábase Gil Gil.

Gil Gil era hijo, nieto, biznieto, chozno, y Dios sabe qué más, de los mejores zapateros de viejo de la corte, y al salir al mundo causó la muerte a su madre, Crispina López, cuyos padres, abuelos, bisabuelos y tatarabuelos honraron también la misma profesión.

Juan Gil, padre legal de nuestro melancólico héroe, no principió a amarlo desde que supo que llamaba con los talones a las puertas de la vida, sino meramente desde que le dijeron que había salido del claustro materno, por más que esta salida le dejase a él sin esposa; de donde yo me atrevo a inferir que el pobre maestro de obra prima y Crispina López fueron un modelo de matrimonios cortos, pero malos.

Tan corto fue el suyo, que no pudo serlo más, si tenemos en cuenta que dejó fruto de bendición... hasta cierto punto. Quiero significar con esto que Gil Gil era sietemesino, o, por mejor decir, que nació a los siete meses del casamiento de sus padres, lo cual no prueba siempre una misma cosa... Sin embargo, y juzgando sólo por las apariencias, Crispina López merecía ser más llorada de lo que la lloró su marido, pues al pasar a la suya desde la zapatería paterna, Lavalle en dote, amén de una hermosura casi excesiva y de mucha ropa de cama y de vestir, un riquísimo parroquiano —¡nada menos que un conde, y conde de Rionuevo!—, quien tuvo durante algunos meses (creemos que siete), el extraño capricho de calzar sus menudos y delicados pies en la tosca obra del buen Juan, representante el más indigno de los santos mártires Crispín y Crispiniano, que de Dios gozan...

Pero nada de esto tiene que ver ahora con mi cuento, llamado El amigo de la muerte.


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67 págs. / 1 hora, 58 minutos / 995 visitas.

Publicado el 20 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Cuentos Amatorios

Pedro Antonio de Alarcón


Cuentos, Colección


Sinfonía

Conjugación del verbo «amar»

CORO DE ADOLESCENTES.— Yo amo, tú amas, aquél ama; nosotros amamos, vosotros amáis; ¡todos aman!

CORO DE NIÑAS.— (A media voz.) Yo amaré, tú amarás, aquélla amará; ¡nosotras amaremos! ¡vosotras amaréis! ¡todas amarán!

UNA FEA Y UNA MONJA.— (A dúo.) ¡Nosotras hubiéramos, habríamos y hubiésemos amado!

UNA COQUETA.— ¡Ama tú! ¡Ame usted! ¡Amen ustedes!

UN ROMÁNTICO.— (Desaliñándose el cabello.) ¡Yo amaba!

UN ANCIANO.— (Indiferentemente.) Yo amé.

UNA BAILARINA.— (Trenzando delante de un banquero.) Yo amara, amaría… y amase.

DOS ESPOSOS.— (En la menguante de la luna de miel.) Nosotros habíamos amado.

UNA MUJER HERMOSÍSIMA.— (Al tiempo de morir.) ¿Habré yo amado?

UN POLLO.— Es imposible que yo ame, aunque me amen.

EL MISMO POLLO.— (De rodillas ante una titiritera.) ¡Mujer amada, sea V. amable, y permítame ser su amante!

UN NECIO.— ¡Yo soy amado!

UN RICO.— ¡Yo seré amado!

UN POBRE.— ¡Yo sería amado!

UN SOLTERÓN.— (Al hacer testamento.) ¿Habré yo sido amado?

UNA LECTORA DE NOVELAS.— ¡Si yo fuese amada de este modo!

UNA PECADORA.— (En el hospital.) ¡Yo hubiera sido amada!

EL AUTOR.— (Pensativo.) ¡AMAR! ¡SER AMADO!


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163 págs. / 4 horas, 46 minutos / 393 visitas.

Publicado el 30 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

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