Textos más descargados de Pedro Antonio de Alarcón disponibles que contienen 'u' | pág. 3

Mostrando 21 a 30 de 42 textos encontrados.


Buscador de títulos

autor: Pedro Antonio de Alarcón textos disponibles contiene: 'u'


12345

El Abrazo de Vergara

Pedro Antonio de Alarcón


Cuento


I. Impresiones fuertes

Pues que de aventuras de viajes se trata, permitidme a mí también referir una que no desmerece de las ya leídas, y que deja tan malparados como la anterior a los que confunden a la mujer con la hembra, desconociendo que la base de operaciones y el objetivo del amor humano deben residir en el alma, y de manera alguna en el cuerpo de los beligerantes.

Oíd y temblad, como dicen los tenores de ópera.

Era una tarde de Mayo…

(Los novelistas ponen la escena en el verano cuando escriben en el invierno, y viceversa. —El autor la pone en la primavera, porque escribe en el otoño. —Esto prueba que nadie se halla contento con lo que posee. Pocos Rubens tuvieron la humorada de retratar a su mujer en sus cuadros. Rafael hizo tantas ediciones de una panadera, porque no era enteramente suya; es decir, suya por la Iglesia. Aristóteles… —Pero ¿adónde vamos a parar? —¡Basta de paréntesis!)

Corría (esto es, andaba al mismo paso que anda siempre el tiempo) el año de 18… (¡vaguedad sobre todo!)

El autor no recuerda el día… Sólo sabe que lo vio amanecer allende los Pirineos, desde las persianas de la berlina de una diligencia, y que lo veía morir en España, aquende los Pirineos.

El autor (entiéndase que no hablo de mí, pues yo no soy más que el editor de la presente historia. —El autor de que se trata es el del manuscrito de donde está sacada mi relación… )

El autor, vuelvo a decir, iba pensativo. Aquella brusca transición de la opulenta Francia a la pobre España, de un idioma a otro, y principalmente de un imperio a un reino, traíale caviloso, meditabundo, cariacontecido.

Pero tanto se abismó en sus pensamientos, tan apacible era la tarde, tal la calina del ambiente, que se quedó más dormido que cochero en puerta de baile.


Leer / Descargar texto

Dominio público
7 págs. / 12 minutos / 87 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

Dos Retratos

Pedro Antonio de Alarcón


Cuento


«Yo fui, señor —dijo Borja—, gran pecador desde mi niñez,

y di muy mal ejemplo al mundo con mi vida.»

(FR. PRUDENCIO DE SANDOVAL.)

I

Distante pocas horas de Plasencia alzábase entre feraces campos y frondosísimo huerto, allá por los años de Cristo de 1557, un magnífico monasterio de solitarios de San Jerónimo.

Era una de esas benditas mañanas en que la transparencia del cielo descubre infinitos horizontes a la limitada vista de los mortales, mientras que la elasticidad del aire embalsamado y tibio permite oír mejor los augustos rumores de la soledad: una de esas mañanas, tranquilas como sosegada laguna, en que el ayer se ve claro al través de las brumas de lo presente, y profundiza la memoria en el cenagoso fondo de la conciencia, teatro, ya desierto, de las alegrías pasadas; una de esas mañanas en que lloran los viejos, no sé si de tristeza porque recuerdan la mañana de su vida, o de júbilo y amor a Dios al ver que aún viven en mundo tan hermoso; mañanas en que sienten más los pechos enamorados, y creen más los corazones fieles al Altísimo, y lloran insensiblemente los tristes y desamados, y se encuentran más solos los huérfanos y los peregrinos; mañanas en que el corazón del hombre se dilata al par del Cielo y de la Tierra, y vienen al alma más vivos y melancólicos que nunca los recuerdos de los seres queridos que nos arrebató la muerte...

Tal fue aquella mañana, pasada hace ya tres siglos.

A eso de las once brillaba el sol tan alegremente sobre los muros del convento, piaban los gorriones con tan completa tranquilidad, era tan dulce el susurro del agua, parecía, en fin, tan dichoso todo lo criado, que nadie hubiera podido ver aquellos lugares sin envidiar la existencia pacífica de los padres jerónimos, y sentir vagos deseos de abandonar para siempre las cosas del mundo, tan agitadas y revueltas en aquel entonces...


Leer / Descargar texto

Dominio público
12 págs. / 22 minutos / 161 visitas.

Publicado el 3 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

¡Buena Pesca!

Pedro Antonio de Alarcón


Cuento


I

Cubierto de gloria y de heridas en la guerra de Sucesión, y sin blanca en la faltriquera, como entonces acontecía a casi todos los héroes, tornó un día a su desmantelado castillo el noble barón de Mequinenza, a descansar de las duras fatigas de los campamentos y comerse en paz los pobres garbanzos vinculados a su título.

Dos palabras sobre el batallador y otras dos sobre su guarida.

Don Jaime de Mequinenza, barón de lo mismo, capitán que había peleado por los intereses de Luis XIV, era a la sazón un hombre de treinta y cinco años, alto, hermoso, rudo, valiente, emprendedor, poco letrado, pero locuaz en extremo y muy aficionado a las aldeanas bonitas. Añadid que era huérfano, unigénito y solterón, y acabaréis de formar idea de nuestro hidalgo aragonés.

En cuanto a su castillo, era su vivo retrato en todo..., menos en lo fuerte; mas por lo que toca a soledad y pobreza y altanería, ¡vive Dios que no le iba en zaga! Figuráoslo (y digo figuráoslo porque ya se ha hundido medio edificado y medio tallado en una roca que lamían de una parte las ondas del río Ebro, y que se reclinaba por la otra sobre una montaña..., que allá seguía remontándose a las nubes.

Al pie de este peñasco había una docena de casas y chozas habitadas por los vasallos del barón, o sea por los labradores de los cuatro majuelos que constituían sus Estados. De la aldea al castillo subíase por quince rampas que terminaban en un foso con puente levadizo. Alimentaba de agua este foso una sangría hecha en el Ebro media legua al norte de la fortaleza; sangría que, convertida en ruidoso torrente, volvía a precipitarse en el opulento río.

Ítem: enclavada en un inaccesible flanco de la montaña, separada del castillo por este salto de agua y, como él, colgada sobre el Ebro, había otra roca más pequeña, que coronaban una cabaña y un huertecillo, fundados allí por la temeraria mano del hombre.


Leer / Descargar texto

Dominio público
9 págs. / 15 minutos / 108 visitas.

Publicado el 3 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

¿Por Qué Era Rubia?

Pedro Antonio de Alarcón


Cuento


I. Historia de cinco novelas

Una tarde de Noviembre de 1854 estábamos seis amigos, todos menores de edad, sentados alrededor de una mesa, pasando un delicioso día de campo. —Así llamábamos en aquel tiempo a la extraña manía en que habíamos dado algunos discípulos de Apolo, de hacer del día noche, cerrar las ventanas y encender luz artificial, cuando no de quedarnos en la cama hasta que anochecía en el resto de Madrid.

Aquella mesa (de la cual he vuelto a tener noticias últimamente) ha sido descrita por mí del siguiente modo, en el prólogo de una novela ajena, titulada Honni soit qui mal y pense:

«Había en Madrid hace cuatro años (no importa en casa de quién en casa de nadie en casa de todos en una casa cuya puerta no se cerraba ni de día ni de noche), una gran mesa revuelta, adornada con un tintero monstruo y cubierta de cuartillas de papel sellado sin sello, en la cual trabajaban indistintamente diez o doce artistas y literatos… Mesa fue aquella en que nacieron algunas comedias del hijo de Larra, algunos dramas de Eguílaz, algunas novelas de Agustín Bonnat, cantares de Trueba, artículos económicos de Antonio Hernández y letrillas de Manuel del Palacio; en que se tradujo La profesión de fe del siglo XIX, de Eugenio Pelletán; en que hizo Arnao muchas canciones, y Mariano Vázquez bastante música, y Castro y Serrano varios artículos, y Ribera caricaturas, y Vázquez y Pizarro algunas acuarelas, y Barrantes no pocas baladas, y planos arquitectónicos Ivón, y yo mis calaveradas de El Látigo».

En torno de esta mesa estábamos la tarde a que me refiero.

Era domingo: la revolución de Julio se hallaba en su apogeo. Madrid ardía en milicianos…

Llovía; silbaba el viento lúgubre de la estación, y hacía un frío que, al decir de Ricardo Ribera, helaba hasta las conjeturas.


Leer / Descargar texto

Dominio público
8 págs. / 15 minutos / 49 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

Mañanas de Abril y Mayo

Pedro Antonio de Alarcón


Cuento


I

—Convenzase V., señora;


Las mananicas de Abril
Son sabrosas de dormir.


Cuando el refran lo dice, sus razones tendra para ello.

—¡qué locura! los refranes solo representan la opinion del que los compuso. Tenga V. presente que tambien es un refran el que dice;


Al que madruga. Dios le ayuda.


—Si... pero


No por mucho madrugar
amanece más temprano.


—Bien; pero


El que se levanta tarde
ni oye misa ni come carne.


—¡Diablo, Mercedes! Veo que sabe V. más refranes que Sancho Panza...

—¿Luego se convence V...?

—No, señora...

—¿No iremos al Retiro mañana por la mañana? ¿..

—Usted juzgara.

—¿Cómo?

—Si, señora; en cambio de los refranes que V. me ha dicho, yo pudiera contarle una historia que la convencerla de lo peligroso que es madrugar.

—¡Magnifico argumento para una novela! Cuentemela

V.

—Con mucho gusto... Atencion.

—Tiene V. la palabra.

Pues escuche V.

II

Esta era una mañana de Abril...

Ya ve V. que soy leal y coloco la escena en un mes cuyas madrugadas han cantado los poetas de todos los tiempos... Si procediera de mala fe en nuestra cuestion, citaria una mañana de Enero, ventilada por ese airecillo norte, que, según la feliz expresion de un amigo mio, hiela hasta las conjeturas.

—Enrique, eso seria injusto.

—Por eso digo que era una mañana de Abril.

—Bien; pero procure V. que no llueva.


Leer / Descargar texto

Dominio público
6 págs. / 10 minutos / 61 visitas.

Publicado el 6 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.

La Última Calaverada

Pedro Antonio de Alarcón


Cuento


I

Tengo la seguridad (dijo el Marqués, encendiendo otro cigarro) de que, si se examinara la vida de todos los grandes calaveras arrepentidos, se encontraría que perdieron su última batalla; quiero decir, que su última calaverada fue un chasco, una derrota, un Waterlóo.

—¡Qué reaccionario es este Marqués! ¡Miren Vds. con qué arte, en el símil de que se ha valido, la virtud hace el papel de la Santa Alianza, restauradora de Luis XVIII y del antiguo régimen!

—También se podría decir (replicó el preopinante) que, en mi símil, la virtud hace el papel de la árida roca de Santa Elena, dado que ese fue el camino que tomó Napoleón después de su derrota…

—¡Pero no lo tomó sino a la fuerza, señor Marqués, e intentó muchas veces escaparse!

—Pues entonces, Duque, prescindamos del símil. En cambio estoy más decidido que nunca a sostener mi tesis: «Nadie ha dejado de ser calavera al día siguiente de un triunfo. Todos los Lovelaces se han abrazado a la virtud al día siguiente de un descalabro».

—Marqués (exclamó el General X., que hasta entonces había callado): ¡mucho insiste usted en esa idea; lo cual me hace presumir si hablar a V. por experiencia propia! —¡Usted fue muy calavera en su juventud!

—¡Nada más que lo puramente necesario!

—Y luego, de pronto, se convirtió V. en hombre de bien cuando aún podía aspirar a nuevas glorias…

¡Ya lo creo! Todavía no contaba treinta años cuando me retiré del mundo y me casé con Eloísa… ¡No esperé, como Carlos V, a estar lleno de reumas para abandonar los campos de batalla!…

—Pues vamos a ver: compruébenos la tesis, contándonos la derrota que precedió a su retirada de V. a Yuste.

—Sí, sí… ¡que la cuente!


Leer / Descargar texto

Dominio público
12 págs. / 22 minutos / 77 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

El Rey se Divierte

Pedro Antonio de Alarcón


Cuento


(Extracto de un documento histórico)
 

El año 1680 deseó Carlos II de Austria, rey de España, presenciar un Auto general de fe. Tenía entonces diecinueve años.

Don Diego Sarmiento de Valladares, obispo de Oviedo y Plasencia, consejero real y de la Junta de gobierno durante la minoría del príncipe e inquisidor general del reino, aplaudió aquella idea del joven rey, y quedó en avisarle tan luego como se reuniese una buena colección de reos que castigar.

No se hizo esperar esta coyuntura.

Diéronse prisa todos los tribunales, y a fines de abril había ya gran número de causas sentenciadas, y otro no menos cuantioso de herejes, presos en las cárceles de la Inquisición de la corte, de Toledo y de otros puntos de la Monarquía.

Enterado el rey, y perseverando en presenciar el Auto general, dispuso que se verificase en Madrid y a su vista, señalando el día 30 de junio como el más a propósito, por ser la Conmemoración de San Pablo.

Desde aquel momento empezaron a llegar a Madrid, a la caída de la tarde, unos grandes coches de luto, escoltados por soldados y clérigos.

El pueblo adivinaba lo que contenían, y se regocijaba anticipadamente con la esperanza del 30 de junio.

Aquellos carruajes transportaban reos desde los tribunales más remotos del reino a la gran hoguera que se preparaba al pie del trono de Carlos.

Entretanto, el duque de Medinaceli, primer ministro, era invitado y se prestaba a llevar la cruz verde; disponíase el teatro en la Plaza Mayor; se verificaba una procesión solemne para pregonar la proximidad del Auto, y concedíanse indulgencias a los que asistiesen a él...

El teatro, preparado en pocos días por don Fernando Villegas, era soberbio.

Constituíanlo:

Un tablado de 13 pies de alto, 190 de largo y 100 de ancho.

Dos altísimas escalinatas que bajaban a él.

Doseles para las corporaciones.


Leer / Descargar texto

Dominio público
4 págs. / 7 minutos / 66 visitas.

Publicado el 3 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

El Libro Talonario

Pedro Antonio de Alarcón


Cuento


HISTORIETA RURAL

I

La acción comienza en Rota.—Rota es la menor de aquellas encantadoras poblaciones hermanas que forman el amplio semicírculo de la bahia de Cádiz; no ha faltado quien ponga los ojos en ella.—El Duque de Osuna, a título de Duque de Arcos, la ostenta entre las perlas de su corona hace muchísimo tiempo, y tiene allí su correspondiente castillo señorial, que yo pudiera describir piedra por piedra....

Mas no se trata aquí de castillos, ni de duques, sino de los célebres campos que rodean a Rota y de un humildísimo hortelano, a quien llamaremos el tío Buscabeatas, aunque no era éste su verdadero nombre, según parece.

Los campos de Rota (particularmente las huertas) son tan productivos que, además de tributarle al Duque de Osuna muchos miles de fanegas de grano y de abastecer de vino a toda la población (poco amante del agua potable y malísimamente dotada de ella), surten de frutas y legumbres a Cádiz, y muchas veces a Huelva, sobre todo en los ramos de tomates y calabazas, cuya excelente calidad, suma abundancia y consiguiente baratura exceden a toda ponderación;—por lo que se da a los roteños el dictado de calabaceros y de tomateros, que ellos aceptan con noble orgullo.

Y, a la verdad, motivo tienen para enorgullecerse de semejantes motes; pues es el caso que aquella tierra de Rota que que da para el consumo y para la exportación; aquella tierra que rinde tres o cuatro cosechas al año, ni es tal tierra, ni Cristo que lo fundó, sino arena pura y limpia, expelida sin cesar por el turbulento Océano, arrebatada por los furiosos vientos del Oeste y esparcida sobre toda la comarca roteña, como las lluvias de ceniza que caen en las inmediaciones del Vesubio.


Leer / Descargar texto

Dominio público
7 págs. / 13 minutos / 97 visitas.

Publicado el 3 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

El Asistente

Pedro Antonio de Alarcón


Cuento


Qué horas tan dulces son las que siguen a una comida de amigos entusiastas, rociada grandemente de manzanilla, cuando el humo de los cigarros envuelve ya a los comensales, elevándose la imaginación tras sus giros voluptuosos; mientras el dedo de la memoria hojea melancólicamente el libro de lo pasado, y los secretos se desbordan de todos los corazones, y la máscara cae de todos los semblantes, y llueven las anécdotas, los chistes, los cuentos, las historias, los dramas y los poemas.

Todos cuentan algo: hasta el más taciturno y desconfiado descubre el fondo de su alma. Los criados o mozos (según que sea en casa o en fonda) han abandonado el comedor. Ya no se habla de música, de política, de literatura, de religiones..., se habla de la vida, del tiempo, de la esperanza, del mundo cual es en sí. Todos los espíritus se han alzado a igual altura, y desde aquella cumbre filosófica echan miradas retrospectivas a las llanuras de la existencia, y tranquilas ojeadas al descenso de los días...

Dice Byron: Yo gusto del fuego, de los crujidos de la leña, de una botella de Champagne y de una buena conversación.

Nosotros lo teníamos todo..., menos leña, porque principiaba mayo y estábamos en Andalucía, en Granada, en la Alhambra, en la fonda de Los Siete Suelos.

Habíamos hablado de muchas personas: de ese mismo Byron, del duque de Rechstadt, de Luis XVII, de la papisa Juana, del preste Juan de las Indias, de don Sebastián de Portugal y de otros muertos ilustres, cuando, no sé por qué camino, llegamos a hablar de perros, de monos, de hotentotes y, por último, de asistentes.

Un capitán muy joven, muy bravo y muy ilustrado, a quien dedico esta reseña, tomó entonces la palabra y, sobre poco más o menos, vino a contarnos lo que sigue:


Leer / Descargar texto

Dominio público
7 págs. / 13 minutos / 74 visitas.

Publicado el 3 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

Descubrimiento y Paso del Cabo de Buena Esperanza

Pedro Antonio de Alarcón


Cuento


I

Si grandes y extraordinarias empresas registra la Historia en que dé algún pueblo repetidos testimonios de valor y constancia, preferente lugar ocupa entre ellas la que sirve de título y asunto a la presente relación

Cabe a Portugal, y exclusivamente a Portugal, la indisputable gloria de haber acometido y llevado a cabo tan colosal proyecto. Solo, y sin auxilio alguno extraño, ese pueblo hermano de España luchó con los elementos, con la escasez de recursos, con la ignorancia y las preocupaciones de la época, con mil otros peligros y contratiempos que le suscitaron las razas salvajes, con cuanto la naturaleza y la perversión humana pueden oponer de temible o amargo a la tenaz voluntad del genio, hasta que al fin, después de setenta y ocho años de afanes y sufrimientos indecibles, vio coronada su obra con el éxito más venturoso.

Enarrar sumariamente esa larga y penosa cruzada; recorrer esos setenta y ocho años de un trabajo porfiado y lento, cuanto heroico y sembrado de peregrinas aventuras; seguir el gran descubrimiento paso a paso y enaltecer a sus héroes uno por uno: he aquí la tarea que nos proponemos llenar.

La Historia, que no puede menos de ver estos sucesos al por mayor (y permítasenos la frase), se contenta casi siempre con citar a Bartolomé Díaz y Vasco de Gama como a los únicos protagonistas de ese poema de un siglo; y la Poesía, la musa del Tajo, la lira de Camoens, ha acumulado sobre el último y el más feliz de aquel millar de ilustres aventureros toda la prez del resultado.

Hacer justicia a los humildes; redimir del olvido a algunos héroes oscuros; rebajar la importancia monopolizadora de ciertos nombres, o levantar hasta ellos el nivel de toda una generación que no les cedía en fe, tenacidad y denuedo: tal es el espíritu que nos anima.


Leer / Descargar texto

Dominio público
16 págs. / 29 minutos / 80 visitas.

Publicado el 3 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

12345