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Cuentos Amatorios

Pedro Antonio de Alarcón


Cuentos, Colección


Sinfonía

Conjugación del verbo «amar»

CORO DE ADOLESCENTES.— Yo amo, tú amas, aquél ama; nosotros amamos, vosotros amáis; ¡todos aman!

CORO DE NIÑAS.— (A media voz.) Yo amaré, tú amarás, aquélla amará; ¡nosotras amaremos! ¡vosotras amaréis! ¡todas amarán!

UNA FEA Y UNA MONJA.— (A dúo.) ¡Nosotras hubiéramos, habríamos y hubiésemos amado!

UNA COQUETA.— ¡Ama tú! ¡Ame usted! ¡Amen ustedes!

UN ROMÁNTICO.— (Desaliñándose el cabello.) ¡Yo amaba!

UN ANCIANO.— (Indiferentemente.) Yo amé.

UNA BAILARINA.— (Trenzando delante de un banquero.) Yo amara, amaría… y amase.

DOS ESPOSOS.— (En la menguante de la luna de miel.) Nosotros habíamos amado.

UNA MUJER HERMOSÍSIMA.— (Al tiempo de morir.) ¿Habré yo amado?

UN POLLO.— Es imposible que yo ame, aunque me amen.

EL MISMO POLLO.— (De rodillas ante una titiritera.) ¡Mujer amada, sea V. amable, y permítame ser su amante!

UN NECIO.— ¡Yo soy amado!

UN RICO.— ¡Yo seré amado!

UN POBRE.— ¡Yo sería amado!

UN SOLTERÓN.— (Al hacer testamento.) ¿Habré yo sido amado?

UNA LECTORA DE NOVELAS.— ¡Si yo fuese amada de este modo!

UNA PECADORA.— (En el hospital.) ¡Yo hubiera sido amada!

EL AUTOR.— (Pensativo.) ¡AMAR! ¡SER AMADO!


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Dominio público
163 págs. / 4 horas, 46 minutos / 405 visitas.

Publicado el 30 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

¿Por Qué Era Rubia?

Pedro Antonio de Alarcón


Cuento


I. Historia de cinco novelas

Una tarde de Noviembre de 1854 estábamos seis amigos, todos menores de edad, sentados alrededor de una mesa, pasando un delicioso día de campo. —Así llamábamos en aquel tiempo a la extraña manía en que habíamos dado algunos discípulos de Apolo, de hacer del día noche, cerrar las ventanas y encender luz artificial, cuando no de quedarnos en la cama hasta que anochecía en el resto de Madrid.

Aquella mesa (de la cual he vuelto a tener noticias últimamente) ha sido descrita por mí del siguiente modo, en el prólogo de una novela ajena, titulada Honni soit qui mal y pense:

«Había en Madrid hace cuatro años (no importa en casa de quién en casa de nadie en casa de todos en una casa cuya puerta no se cerraba ni de día ni de noche), una gran mesa revuelta, adornada con un tintero monstruo y cubierta de cuartillas de papel sellado sin sello, en la cual trabajaban indistintamente diez o doce artistas y literatos… Mesa fue aquella en que nacieron algunas comedias del hijo de Larra, algunos dramas de Eguílaz, algunas novelas de Agustín Bonnat, cantares de Trueba, artículos económicos de Antonio Hernández y letrillas de Manuel del Palacio; en que se tradujo La profesión de fe del siglo XIX, de Eugenio Pelletán; en que hizo Arnao muchas canciones, y Mariano Vázquez bastante música, y Castro y Serrano varios artículos, y Ribera caricaturas, y Vázquez y Pizarro algunas acuarelas, y Barrantes no pocas baladas, y planos arquitectónicos Ivón, y yo mis calaveradas de El Látigo».

En torno de esta mesa estábamos la tarde a que me refiero.

Era domingo: la revolución de Julio se hallaba en su apogeo. Madrid ardía en milicianos…

Llovía; silbaba el viento lúgubre de la estación, y hacía un frío que, al decir de Ricardo Ribera, helaba hasta las conjeturas.


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Dominio público
8 págs. / 15 minutos / 56 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

Fin de una Novela

Pedro Antonio de Alarcón


Cuento


Advertencia

Ha dicho Víctor Hugo, refiriéndose no sabemos a quién (y él mismo no se acordaba al hacer la cita), que puestos unos sobre otro todos los libros que se han impreso, llegarían a la Luna.

Nosotros hemos dicho, no recordamos dónde, que puestos uno sobre otro todos los libros que se han empezado y no se han concluido, llegarían a las estrellas fijas.

Y ahora decimos que también hay libros concluidos que no se han empezado, o sea finales de obras que no se han escrito.

A este último género pertenece el siguiente cuadro romántico, que hemos hallado entre los papeles de nuestra más tierna mocedad.

Servíos leerlo con indulgencia.

Epílogo

I

Qu'importe en quels mots s'exhale

L'àme devant son auteur?

Est-il une langue égale

A l'extase de mon coeur?

(LAMARTINE.)

Era una hermosa tarde de otoño.

La Naturaleza, triste siempre, aunque bella, en esa melancólica estación, se había rejuvenecido con la vida de la tempestad. Las hojas de los árboles ostentaban matices purísimos, inclinándose abrumadas por las últimas gotas de la lluvia. La tierra exhalaba aquel olor, acre y balsámico a un propio tiempo, que ensancha el corazón de los seres nerviosos. Las aves, felices criaturas del Señor que viven entre el cielo y los hombres, entonaban nuevamente sus divinos cantos, que el trueno había interrumpido... ¡Todo era bello y esplendoroso en aquella tarde que expiraba!

Juan, forastero en el país a que le habían llevado sus desventuras, vagaba por el campo, aspirando las emanaciones de la tormenta y contemplando el magnífico panorama del enrojecido ocaso.


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Dominio público
7 págs. / 13 minutos / 60 visitas.

Publicado el 8 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

¡Viva el Papa!

Pedro Antonio de Alarcón


Cuento


I

El tierno episodio que voy a referir es rigurosamente histórico, como los anteriores y como los siguientes; pero no ya sólo por la materia, sino también por la forma.—Vivo está quien lo cuenta, como suele decirse..., y entiéndase que quien le cuenta no soy yo; es un Capitán retirado que dejó el servicio en 1814.

Hoy no soy escritor; soy mero amanuense: no os pido, pues, admiración ni indulgencia, sino que me creáis a puño cerrado.

Para invención, el asunto es de poca monta; y luego pertenece a un género en que yo no me tomaría el trabajo de inventar nada....

Presumo de liberal, y un pobre Capitán retirado me ha conmovido profundamente contándome los sinsabores ... políticos de un Papa muy absolutista....

Mi objeto es conmoveros hoy a vosotros con su misma relación, a fin de que el número de los derrotados cohoneste mi derrota.

Habla mi Capitán.

II

Uno de los más calurosos días del mes de Julio de 1809, y ¡cuidado que aquel dichoso año hizo calor! a eso de las diez de la mañana, entrábamos en Montelimart, villa o ciudad del Delfinado, ni lo he sabido nunca, y maldita la falta que me hacía saber que existía tal Francia en el mundo....

—¡Ah! ¿Conque era en Francia?...

—Pues ¡hombre! ¡Me gusta! ¿Dónde está el Delfinado sino en Francia?—Y no crean ustedes que ahí, en la frontera..., sino muy tierra adentro, que de España....

—¡Siga V...., Capitán! Los niños ... que aprendan en la escuela....—Y tú, ¡a ver si te callas, Eduardito!


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Dominio público
11 págs. / 19 minutos / 113 visitas.

Publicado el 3 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

Soy, Tengo y Quiero

Pedro Antonio de Alarcón


Cuento


I. La musa

Yo gusto de los poetas que no tienen un cuarto.

De las niñas pálidas y bellas que montan sobre su nariz unos aristocráticos quevedos.

De las tardes de otoño si hubo tormenta por la mañana.

Y de una ópera de Bellini oída desde el paraíso del teatro Real.

Pues este paraíso, como todos los prometidos en las religiones de que me acuerdo, es el consuelo de los pobres.

Y las tardes de otoño recuerdan al hombre la muerte.

Y las niñas con anteojos son muy coquetas.Y la pobreza pone al genio en su carro de dios terrenal. Divinidad, coquetismo, muerte y consolación y demás cosas mencionadas que soy, tengo y quiero.

II. Alonso ídem

Alonso Alonso vive en Madrid.

Su musa (porque todo poeta tiene su musa, y Alonso Alonso es poeta) lo encontró un día en la calle de Fuencarral.

—Adiós, Alonso... —dijo la musa.

—Adiós, muchacha... —contestó él.

—¿Adónde vas?

—A cualquier parte.

—¿Qué tienes?

—Voy muy triste.

—¿Por qué?

—Porque me aborrezo.

—¡Siempre lo mismo!

—¡Hoy más que nunca! Vengo de estar solo en el Paseo del Prado entre dos o tres mil personas.

—¿En qué trabajas?

—En nada.

—¿Por qué!

—Porque no tengo dinero.

—Razón de más para que trabajes.

—No tengo tiempo.

—Pues ¿qué haces?

—Pensar en que no tengo dinero.

—Compón una comedia.

—¿Y entre tanto?

—¿Qué importa? Comerás o ayunarás tantas veces como ayunarías o comerías sin componerla.

—Pero ¿la comprarás tú luego?

—Yo no. ¡Harto hago con hallar quien compre las quisicosas que tú te desdeñas en escribir; como, por ejemplo, la historia de esta conversación, que escribirá cierto amigo tuyo. Pero, si tu comedia es buena, no faltará un teatro que la represente.


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Dominio público
6 págs. / 11 minutos / 468 visitas.

Publicado el 9 de enero de 2019 por Edu Robsy.

Los Ojos Negros

Pedro Antonio de Alarcón


Cuento


I

Tienes los ojos negros,
ojos de luto…
Mi corazón lo lleva
desde que es tuyo.

Más allá del círculo polar ártico, en los confines de la Laponia, cerca de Hammesfer —último punto habitable del continente europeo,— se levanta, sobre un mar helado cada año durante seis meses, la negra, escarpada y colosal isla deLoppen.

Caían las primeras escarchas de 1730: era el 15 de Agosto.

Las noches tenían ya cerca de tres horas, y la aurora boreal lucía en ellas, cerrando el arco esplendoroso de los crepúsculos simultáneos de la mañana y de la tarde.

Hacía una semana que la luna aparecía en aquel cielo después de mes y medio de absoluta ausencia.

Todo anunciaba la proximidad del invierno, cuyo blanco fantasma, no bien asoma por el Polo, envuelve en su inconmensurable sudario todas aquellas tristes latitudes.

Los nobles se encerraban en sus castillos, los pobres en sus cuevas, los osos blancos entre témpanos de hielo secular.

Algunas aves hacían su nido entre las grietas de los desgajados abetos, en tanto que otras levantaban el vuelo hacia el Mediodía buscando nuevas primaveras.

Los balleneros y los groenlanderos dábanse a la vela con dirección a Europa, temerosos de quedar clavados en una mar helada…

Los campos, los puertos, los pueblos mismos veíanse desiertos y abandonados. No parecía sino que una horrible epidemia había pasado por ellos, o que se aproximaba, amenazándoles, un desastroso conquistador.

Y así habían de permanecer aquellas regiones durante ocho meses, o sea hasta el 15 de Abril, que comienza el derretimiento de los hielos.

II

Sobre las áridas peñas de la isla de Loppen asiéntase un castillo que parece riscosa excrecencia de la montaña; tan musgosos y viejos son sus muros, tallados casi todos en la roca viva.


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11 págs. / 20 minutos / 96 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

La Última Calaverada

Pedro Antonio de Alarcón


Cuento


I

Tengo la seguridad (dijo el Marqués, encendiendo otro cigarro) de que, si se examinara la vida de todos los grandes calaveras arrepentidos, se encontraría que perdieron su última batalla; quiero decir, que su última calaverada fue un chasco, una derrota, un Waterlóo.

—¡Qué reaccionario es este Marqués! ¡Miren Vds. con qué arte, en el símil de que se ha valido, la virtud hace el papel de la Santa Alianza, restauradora de Luis XVIII y del antiguo régimen!

—También se podría decir (replicó el preopinante) que, en mi símil, la virtud hace el papel de la árida roca de Santa Elena, dado que ese fue el camino que tomó Napoleón después de su derrota…

—¡Pero no lo tomó sino a la fuerza, señor Marqués, e intentó muchas veces escaparse!

—Pues entonces, Duque, prescindamos del símil. En cambio estoy más decidido que nunca a sostener mi tesis: «Nadie ha dejado de ser calavera al día siguiente de un triunfo. Todos los Lovelaces se han abrazado a la virtud al día siguiente de un descalabro».

—Marqués (exclamó el General X., que hasta entonces había callado): ¡mucho insiste usted en esa idea; lo cual me hace presumir si hablar a V. por experiencia propia! —¡Usted fue muy calavera en su juventud!

—¡Nada más que lo puramente necesario!

—Y luego, de pronto, se convirtió V. en hombre de bien cuando aún podía aspirar a nuevas glorias…

¡Ya lo creo! Todavía no contaba treinta años cuando me retiré del mundo y me casé con Eloísa… ¡No esperé, como Carlos V, a estar lleno de reumas para abandonar los campos de batalla!…

—Pues vamos a ver: compruébenos la tesis, contándonos la derrota que precedió a su retirada de V. a Yuste.

—Sí, sí… ¡que la cuente!


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12 págs. / 22 minutos / 83 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

El Libro Talonario

Pedro Antonio de Alarcón


Cuento


HISTORIETA RURAL

I

La acción comienza en Rota.—Rota es la menor de aquellas encantadoras poblaciones hermanas que forman el amplio semicírculo de la bahia de Cádiz; no ha faltado quien ponga los ojos en ella.—El Duque de Osuna, a título de Duque de Arcos, la ostenta entre las perlas de su corona hace muchísimo tiempo, y tiene allí su correspondiente castillo señorial, que yo pudiera describir piedra por piedra....

Mas no se trata aquí de castillos, ni de duques, sino de los célebres campos que rodean a Rota y de un humildísimo hortelano, a quien llamaremos el tío Buscabeatas, aunque no era éste su verdadero nombre, según parece.

Los campos de Rota (particularmente las huertas) son tan productivos que, además de tributarle al Duque de Osuna muchos miles de fanegas de grano y de abastecer de vino a toda la población (poco amante del agua potable y malísimamente dotada de ella), surten de frutas y legumbres a Cádiz, y muchas veces a Huelva, sobre todo en los ramos de tomates y calabazas, cuya excelente calidad, suma abundancia y consiguiente baratura exceden a toda ponderación;—por lo que se da a los roteños el dictado de calabaceros y de tomateros, que ellos aceptan con noble orgullo.

Y, a la verdad, motivo tienen para enorgullecerse de semejantes motes; pues es el caso que aquella tierra de Rota que que da para el consumo y para la exportación; aquella tierra que rinde tres o cuatro cosechas al año, ni es tal tierra, ni Cristo que lo fundó, sino arena pura y limpia, expelida sin cesar por el turbulento Océano, arrebatada por los furiosos vientos del Oeste y esparcida sobre toda la comarca roteña, como las lluvias de ceniza que caen en las inmediaciones del Vesubio.


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7 págs. / 13 minutos / 109 visitas.

Publicado el 3 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

El Asistente

Pedro Antonio de Alarcón


Cuento


Qué horas tan dulces son las que siguen a una comida de amigos entusiastas, rociada grandemente de manzanilla, cuando el humo de los cigarros envuelve ya a los comensales, elevándose la imaginación tras sus giros voluptuosos; mientras el dedo de la memoria hojea melancólicamente el libro de lo pasado, y los secretos se desbordan de todos los corazones, y la máscara cae de todos los semblantes, y llueven las anécdotas, los chistes, los cuentos, las historias, los dramas y los poemas.

Todos cuentan algo: hasta el más taciturno y desconfiado descubre el fondo de su alma. Los criados o mozos (según que sea en casa o en fonda) han abandonado el comedor. Ya no se habla de música, de política, de literatura, de religiones..., se habla de la vida, del tiempo, de la esperanza, del mundo cual es en sí. Todos los espíritus se han alzado a igual altura, y desde aquella cumbre filosófica echan miradas retrospectivas a las llanuras de la existencia, y tranquilas ojeadas al descenso de los días...

Dice Byron: Yo gusto del fuego, de los crujidos de la leña, de una botella de Champagne y de una buena conversación.

Nosotros lo teníamos todo..., menos leña, porque principiaba mayo y estábamos en Andalucía, en Granada, en la Alhambra, en la fonda de Los Siete Suelos.

Habíamos hablado de muchas personas: de ese mismo Byron, del duque de Rechstadt, de Luis XVII, de la papisa Juana, del preste Juan de las Indias, de don Sebastián de Portugal y de otros muertos ilustres, cuando, no sé por qué camino, llegamos a hablar de perros, de monos, de hotentotes y, por último, de asistentes.

Un capitán muy joven, muy bravo y muy ilustrado, a quien dedico esta reseña, tomó entonces la palabra y, sobre poco más o menos, vino a contarnos lo que sigue:


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7 págs. / 13 minutos / 93 visitas.

Publicado el 3 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

Descubrimiento y Paso del Cabo de Buena Esperanza

Pedro Antonio de Alarcón


Cuento


I

Si grandes y extraordinarias empresas registra la Historia en que dé algún pueblo repetidos testimonios de valor y constancia, preferente lugar ocupa entre ellas la que sirve de título y asunto a la presente relación

Cabe a Portugal, y exclusivamente a Portugal, la indisputable gloria de haber acometido y llevado a cabo tan colosal proyecto. Solo, y sin auxilio alguno extraño, ese pueblo hermano de España luchó con los elementos, con la escasez de recursos, con la ignorancia y las preocupaciones de la época, con mil otros peligros y contratiempos que le suscitaron las razas salvajes, con cuanto la naturaleza y la perversión humana pueden oponer de temible o amargo a la tenaz voluntad del genio, hasta que al fin, después de setenta y ocho años de afanes y sufrimientos indecibles, vio coronada su obra con el éxito más venturoso.

Enarrar sumariamente esa larga y penosa cruzada; recorrer esos setenta y ocho años de un trabajo porfiado y lento, cuanto heroico y sembrado de peregrinas aventuras; seguir el gran descubrimiento paso a paso y enaltecer a sus héroes uno por uno: he aquí la tarea que nos proponemos llenar.

La Historia, que no puede menos de ver estos sucesos al por mayor (y permítasenos la frase), se contenta casi siempre con citar a Bartolomé Díaz y Vasco de Gama como a los únicos protagonistas de ese poema de un siglo; y la Poesía, la musa del Tajo, la lira de Camoens, ha acumulado sobre el último y el más feliz de aquel millar de ilustres aventureros toda la prez del resultado.

Hacer justicia a los humildes; redimir del olvido a algunos héroes oscuros; rebajar la importancia monopolizadora de ciertos nombres, o levantar hasta ellos el nivel de toda una generación que no les cedía en fe, tenacidad y denuedo: tal es el espíritu que nos anima.


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16 págs. / 29 minutos / 88 visitas.

Publicado el 3 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

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