Textos más vistos de Ramón María del Valle-Inclán | pág. 3

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autor: Ramón María del Valle-Inclán


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Santa Baya de Cristamilde

Ramón María del Valle-Inclán


Cuento


I

Doña Micaela de Ponte y Andrade, hermana de mi abuelo, tenía los demonios en el cuerpo, y como los exorcismos no bastaban a curarla, decidiose en consejo de familia, que presidió el abad de Brandeso, llevarla a la romería de Santa Baya de Cristamilde. Fuimos dándole escolta yo y un criado viejo. Salimos a la media tarde para llegar a la media noche, que es cuando se celebra la misa de las endemoniadas.

II

Santa Baya de Cristamilde está al otro lado del monte, allá en los arenales donde el mar brama. Todos los años acuden a su fiesta muchos devotos. Por veces a lo largo de la vereda, hállase un mendigo que camina arrastrándose, con las canillas echadas a la espalda. Se ha puesto el sol, y dos bueyes cobrizos beben al borde de una charca. En la lejanía se levanta el ladrido de los perros vigilantes en los pajares. Sale la luna y el mochuelo canta escondido en un castañar. Cuando comenzamos a subir el monte es noche cerrada, y el criado, para arredrar a los lobos, enciende un farol. Delante va una caravana de mendigos: se oyen sus voces burlonas y descreídas: como cordón de orugas se arrastran a lo largo del camino. Unos son ciegos, otros tullidos, otros lazarados. Todos ellos comen del pan ajeno. Van por el mundo sacudiendo vengativos su miseria y rascando su podre a la puerta del rico avariento: una mujer da el pecho a su niño, cubierto de lepra, otra empuja el carro de un paralítico: en las alforjas de un asno viejo y lleno de mataduras van dos monstruos: las cabezas son deformes, las manos palmípedas.


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Dominio público
2 págs. / 4 minutos / 323 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2018 por Edu Robsy.

Sonata de Otoño

Ramón María del Valle-Inclán


Novela


Mi amor dorado, estoy muriéndome y sólo deseo verte!" ¡Ay! Aquella carta de la pobre Concha se me extravió hace mucho tiempo. Era llena de afán y de tristeza, perfumada de violetas y de un antiguo amor. Sin concluir de leerla, la besé. Hacía cerca de dos años que no me escribía, y ahora me llamaba a su lado con súplicas dolorosas y ardientes. Los tres pliegos blasonados traían la huella de sus lágrimas, y la conservaron largo tiempo. La pobre Concha se moría retirada en el viejo Palacio de Brandeso, y me llamaba suspirando. Aquellas manos pálidas, olorosas, ideales, las manos que yo había amado tanto, volvían a escribirme como otras veces. Sentí que los ojos se me llenaban de lágrimas. Yo siempre había esperado en la resurrección de nuestros amores. Era una esperanza indecisa y nostálgica que llenaba mi vida con un aroma de fe: Era la quimera del porvenir, la dulce quimera dormida en el fondo de los lagos azules, donde se reflejan las estrellas del destino. ¡Triste destino el de los dos! El viejo rosal de nuestros amores volvía a florecer para deshojarse piadoso sobre una sepultura.

¡La pobre Concha se moría!

Yo recibí su carta en Viana del Prior, donde cazaba todos los otoños. El Palacio de Brandeso está a pocas leguas de jornada. Antes de ponerme en camino, quise oir a María Isabel y a María Fernanda, las hermanas de Concha, y fuí a verlas. Las dos son monjas en las Comendadoras. Salieron al locutorio, y a través de las rejas me alargaron sus manos nobles y abaciales, de esposas vírgenes. Las dos me dijeron, suspirando, que la pobre Concha se moría, y las dos como en otro tiempo, me tutearon. ¡Habíamos jugado tantas veces en las grandes salas del viejo Palacio señorial!


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Dominio público
67 págs. / 1 hora, 58 minutos / 3.651 visitas.

Publicado el 29 de abril de 2017 por Edu Robsy.

Babel

Ramón María del Valle-Inclán


Cuento


Quien haga aplicaciones,
con su pan se las coma.


Yo le conozco; ustedes á buen seguro que no, es demasiado insignificante para ello; pero por si acaso alguno ha oído nombrarle, diré su nombre, se llama, ó mejor dicho le llaman sus amigos, Babel; el mote, aun cuando muy histórico y muy bíblico, no deja de parecer algo perruno, pero le cuadra á maravilla.

Y ahora —siquiera no sea más que de pasada— voy á enterar á ustedes del porqué así le designan.

Babel es el hombre de los fenómenos atávicos y de las trasmigraciones; dos señoras que le vieron nacer aseguran que en sus años tiernos parecía pertenecer al sexo fuerte —porque al feo pertenece todavía— pero por lo de hoy, no falta quien sostenga, con referencia á cartas, que ya no hay tal, sin que por otro lado sea esto afirmar, que se haya mudado en mujer. ¡¡Oh!!... ¡santo Marco santo benedetto!!! sería la deshonra de la especie, con sus barbujas incipentes y su figurilla amaricada; mi opinión y la de cuantos le conocen es que Babel


No es na
ni chicha ni limoná.


Pero á todo esto, no he dicho aun la razón de su honroso sobrenombre —super nomine que el diría— el cual lleva con más dignidad, á ser posible, que un zapatero de viejo el de remendon y

que el de villeu un sereno.

No cabe duda ó al menos no lo duda nadie, que Babel por un misterioso fenómeno de atavismo asistió á la dispersión de su nombre, ocasionada por la diversidad de lenguas, y que más tarde estuvo encarnado, en uno de aquellos relamidos loritos de la fábula, que al decir de Iriarte


Del francés y el castellano,
hicieron tal pepitoria,
que al cabo ya no sabían
hablar ni una lengua ni otra.


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Dominio público
2 págs. / 4 minutos / 184 visitas.

Publicado el 3 de enero de 2022 por Edu Robsy.

Femeninas

Ramón María del Valle-Inclán


Cuentos, Colección


A Pedro Seoane

¡Cuánto tiempo que ni nos vemos ni nos escribimos, mi querido Seoane!

A pesar de este aparente olvido, si hoy, cual en aquellos días de locuras quijotescas volviese a necesitar de un amigo —un hombre, era la palabra que nosotros empleábamos entonces— el corazón guiaríame como siempre a tu puerta. Aunque con algunas canas de más, estoy seguro que volveríamos a ser los antiguos camaradas que tantas veces bebieron juntos en el vaso de la fraternidad estudiantil. Por eso, mi querido Pedro Seoane, al dedicarte este libro —el primero que escribo— me siento alegre, como el padre que al bautizar su primogénito, puede ponerle un nombre bien amado.

¡Es tan dulce, en medio del pesimismo que la ciencia de la vida exprime poco a poco en el alma, tener un amigo, y saberlo!…

Villanueva de Arosa, 20 de abril de 1894.

Prólogo

ES el presente, un libro, que puede decirse por entero juvenil. Lo es por la índole de los asuntos, porque su autor lo escribe en lo mejor de la vida, porque ha de tenérsele por un dichoso comienzo, y en fin, porque todo en él resulta nuevo y tiene su encanto y su originalidad. Con él gozamos de un placer ya que no raro, al menos no muy común, cual es el de leer unas páginas que se nos presentan como iluminadas por clara luz matinal, y en las cuales la poesía, la gracia y el amor, esas tres diosas propicias a la juventud, dejaron la imborrable huella de su paso.


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Dominio público
94 págs. / 2 horas, 46 minutos / 816 visitas.

Publicado el 1 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

Fin de un Revolucionario

Ramón María del Valle-Inclán


Novela corta


Primera parte. La espada de Damocles

Los Bufos de Madrid

I

¡Se redondea el tuno de don Pancho!

—¡Vaya pestaña la del gachó!

—¡Ha dado con una mina!

—¡Aquí todo es bufo!

—¡Bufo y trágico!

—¡Pobre España! Dolora de Campoamor.

—Y dicen que en Turquía, al verla el gran Sultán...

II

En los cafés, los jugadores de dominó; en las redacciones, el gacetillero; en las tertulias de camilla y botijo, el gracioso que canta los números de la lotería; en el gran mundo, las tarascas más a la moda, los pollos en cambio de voz, los viejos verdes, todos los madrileños, en aquella hora, de licencias y milagros, canturreaban algún aire aprendido en el Teatro de los Bufos. Un cancán de alegres compases cierra los amenes de la fiesta isabelina, cuando los mochos candiles dislocaron el último guiño ante las pantorrillas de un cuerpo de baile, y solfas de opereta sustituían al himno de Riego.

III

—¡Me gustan todas, me gustan todas!

—¡Ya tenemos Teatro Nacional!

—¡Música y letra!

—¡Nosotros, que somos los creadores de la zarzuela, dando entrada al ínfimo género francés! ¿Por qué no llevar a los periódicos una cruzada combatiendo las traducciones de libretos y novelas? ¡Que se hagan ediciones económicas del Quijote! ¡Que se represente a los clásicos!

—¡Por ese camino iríamos muy lejos, Abelardo!

—¡No se prostituya usted con arreglos del francés, Eusebio!

—¡Hay que buscar el dinero donde fluye! ¡Arderius es otro Salamanca!


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Dominio público
41 págs. / 1 hora, 12 minutos / 152 visitas.

Publicado el 2 de enero de 2022 por Edu Robsy.

Los Cruzados de la Causa

Ramón María del Valle-Inclán


Novela


I

Caballeros en mulas y á su buen paso de andadura, iban dos hombres por aquel camino viejo que, atravesando el monte, remataba en Viana del Prior. Á tiempo de anochecer entraban en la villa espoleando. Las mujerucas que salían del rosario, viéndolos cruzar el cementerio con tal prisa, los atisbaron curiosas sin poder reconocerlos, por ir encapuchados los jinetes con las corozas de juncos que usa la gente vaquera en el tiempo de lluvias, por toda aquella tierra antigua. Pasaron los jinetes con hueco estrépito sobre las sepulturas del atrio, y las mujerucas quedáronse murmurando apretujadas bajo el porche, ya negro á pesar del farol que alumbraba el nicho de un santo de piedra. Voces de viejas murmuraron bajo el misterio de los manteos:

—¡Son las caballerías del palacio!

—Esperaban, días hace, al señor mi Marqués. Viene para levantar una guerra por el Rey Don Carlos.

—¡Y el sacristán de las monjas espareció!

—Bajo el Crucero de la Barca, dicen que hay soterrados cientos de fusiles.

—El sacristán no se fué sólo, que con él se partieron cuatro mozos de la aldea de Bealo. Á todos los andan persiguiendo.

—No quedará quien labre las tierras. Aquellos mozos que no van á la guerra por la su fe, luego se van por la fuerza á servir en los batallones del otro rey.

—¡Nunca tal se vió como agora! ¡Dos reyes en las Españas!

—¡Como en tiempo de moros!

—Bárbara la Roja, que tiene al marido contrabandista, va diciendo por ahi que el sacristán dejóse ver con una partida en la raya de Portugal.

—¡Santo fuerte, si lo cogen lo afusilan!

—¡Afusilado murió su padre!

—¡No hay plaga más temerosa que la guerra que se hacen los reyes!

—¡Las Españas son grandes, y podían hacer partición de buena conformidad!


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Dominio público
72 págs. / 2 horas, 6 minutos / 671 visitas.

Publicado el 30 de abril de 2017 por Edu Robsy.

Un Bastardo de Narizotas

Ramón María del Valle-Inclán


Novela corta


I

La primavera, en la campaña romana, es siempre friolenta, con extremadas lluvias ventosas, y no fue excepción aquella de 1868. Una diligencia con largo tiro de jamelgos bamboleaba por el camino de Viterbo a Roma. Tres viajeros ocupaban la berlina. Dos señoras de estrafalario tocado, católicas irlandesas, y un buen mozo que dormita envuelto en amplio jaique de zuavo. El cochero fustigaba el tiro, jurando por el Olimpo y el Cielo Cristiano. A lo lejos, entre los pliegues del aguacero, en la tarde agonizante, insinuaba su curva mole la cúpula del Vaticano.

PORTA DEL POPOLO

II

Cruzó la diligencia dando tumbos bajo el gran arco dórico que trazó Miguel Ángel. Mendigos y perros sarnosos la saludaron con rezos y alharaca. Desde lejos, desplegada en guerrilla, una turba de chicuelos la tiroteaba con pellas de barro, sin respeto para la guardia de zuavos franceses que jugaba a la malilla sobre una manta. Al otro lado del arco, era la masa sombría de dos iglesias con altas cúpulas. Monaguillos vestidos de rojo soplaban los incensarios en la puerta de Santa María di Monte. Un obelisco cubierto de jeroglíficos faraónicos daba turbadora y resonante expresión a la gran plaza desierta. El cochero detuvo el tiro y saltó del pescante a la intimación de un aduanero barbudo, con capa y sombrerote tirolés de brigante de ópera. El zagal de la diligencia, abriendo la portezuela, advirtió a los viajeros que iban a ser revisados equipajes y pasaportes.


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Dominio público
17 págs. / 30 minutos / 289 visitas.

Publicado el 9 de enero de 2020 por Edu Robsy.

A Medianoche

Ramón María del Valle-Inclán


Cuento


Corren jinete y espolique entre una nube de polvo. En la lejanía son apenas dos bultos que se destacan por oscuro sobre el fondo sangriento del ocaso. La hora, el sitio y lo solitario del camino, ayudan al misterio de aquellas sombras fugitivas. En una encrucijada el jinete tiró de las riendas al caballo y lo paró, dudando entre tomar el camino de ruedas o el de herradura. El espolique, que corría delante, parándose a su vez y mirando alternativamente a una y otra senda, interrogó:

—¿Por dónde echamos, mi amo?

El jinete dudó un instante antes de decidirse, y después contestó:

—Por donde sea más corto.

—Como más corto es por el monte. Pero por el camino real se evita pasar de noche la robleda del molino… ¡Tiene una fama!…

Volvió a sus dudas el de a caballo, y tras un momento de silencio a preguntar:

—¿Qué distancia hay por el monte?

—Habrá como cosa de unas tres leguas.

—¿Y por el camino real?

—Pues habrá como cosa de cinco.

El jinete dejó de refrenar el caballo:

—¡Por el monte!

Y sin detenerse echó por el viejo camino que serpentea a través del descampado donde apenas crece una yerba desmedrada y amarillenta. A lo lejos, confusas bandadas de vencejos revoloteaban sobre la laguna pantanosa. El mozo, que se había quedado un tanto atrás observando el aspecto del cielo y el dilatado horizonte donde aparecían ya muy desvaídos los arreboles del ocaso, corrió a emparejarse con el jinete:

—¡Pique bien, mi amo! Si pica puede ser que aún tengamos luna para pasar la robleda.


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Dominio público
3 págs. / 6 minutos / 500 visitas.

Publicado el 4 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

Águila de Blasón

Ramón María del Valle-Inclán


Teatro


Dramatis personae

EL CABALLERO DON JUAN MANUEL MONTENEGRO.
FRAY JERÓNIMO.
UNA VIEJA.
UNA MOZA.
UN MONAGO.
UNA VOZ EN LA SOMBRA.
SABELITA.
DOÑA ROSITA.
ROSITA MARÍA.
OTRA VIEJA.
LA ROJA.
EL ZAGAL DE LAS OVEJAS.
DON GALÁN.
EL CAPITÁN DE LOS LADRONES.
UN VECINO.
UN LADRÓN.
OTRO LADRÓN.
EL ENMASCARADO.
VOCES DE LOS LADRONES y VOCES DE LOS CRIADOS.
PEDRO REY.
LIBERATA.
DON PEDRITO.
LA CURANDERA.
UN MOZO.
UNA VIEJA.
UN VIEJO.
UNA MOZA.
UN MARINERO.
EL PATRÓN.
OTRO MARINERO.
MANUEL TOVÍO.
PEDRO ABUÍN.
MANUEL FONSECA.
UN LAÑADOR.
UNA CRIBERA.
UNA CINTERA.
EL MENDICANTE.
DOÑA MARÍA.
EL CAPELLÁN.
LA MANCHADA.
ROSALVA.
BIEITO.
ANDREÍÑA.
EL ALGUACIL y EL ESCRIBANO.
DON GONZALITO.
DON MAURO.
DON FARRUQUIÑO.
DON ROSENDO.
CARA DE PLATA.
EL SEÑOR GINERO.
LA VOZ DE UN BORRACHO.
DOS SEÑORAS CON UN CRIADO.
EL CHANTRE y EL DEÁN.
EL ABUELO y EL RAPAZ.
LA PREÑADA.
EL MARIDO.
LA SUEGRA.
EL NIÑO JESÚS.
LA PICHONA.
LA GAZULA y LA VISOJA.
EL BARQUERO.
EL PEREGRINO.
EL ESPOLIQUE.
UNA VIEJA CIEGA.


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Dominio público
98 págs. / 2 horas, 51 minutos / 641 visitas.

Publicado el 26 de marzo de 2018 por Edu Robsy.

Beatriz

Ramón María del Valle-Inclán


Cuento


I

Cercaba el palacio un jardín señorial, lleno de noble recogimiento. Entre mirtos seculares blanqueaban estatuas de dioses. ¡Pobres estatuas mutiladas! Los cedros y los laureles cimbreaban con augusta melancolía sobre las fuentes abandonadas. Algún tritón, cubierto de hojas, borboteaba a intervalos su risa quimérica, y el agua temblaba en la sombra, con latido de vida misteriosa y encantada.

La Condesa casi nunca salía del palacio. Contemplaba el jardín desde el balcón plateresco de su alcoba, y con la sonrisa amable de las devotas linajudas, le pedía a Fray Ángel, su capellán, que cortase las rosas para el altar de la capilla. Era muy piadosa la Condesa. Vivía como una priora noble retirada en las estancias tristes y silenciosas de su palacio, con los ojos vueltos hacia el pasado. ¡Ese pasado que los reyes de armas poblaron de leyendas heráldicas! Carlota Elena Aguiar y Bolaño, Condesa de Porta-Dei, las aprendiera cuando niña deletreando los rancios nobiliarios. Descendía de la casa de Barbanzón, una de las más antiguas y esclarecidas, según afirman ejecutorias de nobleza y cartas de hidalguía signadas por el Señor Rey Don Carlos I. La Condesa guardaba como reliquias aquellas páginas infanzonas aforradas en velludo carmesí, que de los siglos pasados hacían gallarda remembranza con sus grandes letras floridas, sus orlas historiadas, sus grifos heráldicos, sus emblemas caballerescos, sus cimeras empenachadas y sus escudos de diez y seis cuarteles, miniados con paciencia monástica, de gules y de azur, de oro y de plata, de sable y de sinople.


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Dominio público
12 págs. / 22 minutos / 267 visitas.

Publicado el 4 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

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