Textos por orden alfabético inverso de Roberto Arlt que contienen 'u' | pág. 5

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La Cadena del Ancla

Roberto Arlt


Cuento


Cuando a fines del año 1935 visité Marruecos el tema general de las conversaciones giraba en torno a las actividades de los espías de las potencias extranjeras. Tánger se había convertido en una especie de cuartel general de los diversos Servicios Secretos. En Algeciras comenzaba ya esa atmósfera de turbia vigilancia y contravigilancia que se extiende por toda África costera al Mediterráneo.

Entre las verídicas historias y aventuras de espías que me fueron narradas, ésta que se titula "La cadena del ancla" es la que conceptúo la más terrible.

Estaba una noche sentado en la mesa de un café de ese patio de calle que se llama el Zoco Chico de Tanger, en compañía de un hombre uniformado con el modestísimo traje azul de agente de hotel. Este hombrecillo, de ojos repletos de malicia, miraba pasar los burros de los indígenas entre las mesas, al tiempo que me decía caritativamente:

—En África no hable nunca de política. Desconfíe siempre y de todo el mundo.

Por seguir su consejo, empecé a desconfiar de él.

Hacía el servicio de corredor de hotel entre dos importantes establecimientos de Algeciras y Tánger. Es decir un pie en España y otro en África. Su verdadero oficio era de policía. Lo que ignoro es a qué policía servía, si a la inglesa, a la francesa, a la española o a la italiana. Él era muy amigo de otro hombre que atendía el surtidor de nafta, estratégicamente ubicado a la salida del camino que conduce de Tánger a Tetuán.

El hombre del surtidor de nafta era un ciudadano de cara sonrosada, ojos celestes y sonrisa estúpida, que hablaba en francés, inglés y… árabe.

De este ciudadano modesto, que con el conocimiento de tres idiomas se consagraba al cuidado de un surtidor de nafta, me dijo un día Sergia Leucovich:

—Fíjese usted. Ese hombre en el sitio que trabaja controla la filiación de todo el pasaje que va de Tánger a Melilla a Ceuta o Tetuán.


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9 págs. / 16 minutos / 86 visitas.

Publicado el 23 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

La Aventura de Baba en Dimisch Esh Sham

Roberto Arlt


Cuento


¿Es de noche o es de día?… ¿Es de noche o es de día?..

Dificulto que en todo el Magrehb pudiera encontrarse un desarrapado más hilachoso que éste. Tieso junto al pilar de ladrillo de la puerta de Bab el Estha vociferó nuevamente:

—¿Es de noche o es de día?… ¿Es de noche o es de día?…

La luz verdosa del farolón de bronce amarrado por una cadena a la clave del arco proyectaba del mendigo una desmesurada sombra, movediza en el triangular empedrado del zoco, sembrado de rosas podridas y cáscaras de melones. Había sido día de mercado.

Un árabe descalzo, que montado en un asnillo pasaba por allí se detuvo frente al hablador:

—Por Alá, hermano, ¿cómo puedes preguntar si es de noche o es de día?

Pero el desarrapado, cuya chilaba negra parecía haberse arrastrado por todos los muladares del Islam, continuó a voz en cuello:

—Respondedme, ecuánimes creyentes: ¿llueve o no llueve, llueve o no llueve?…

Y sin esperar a que nadie le contestara, comenzó a batir con la yema de los dedos y los nudillos alternativamente, el fondo de un tambor que en forma de florero soportaba bajo el sobaco.

Varios campesinos que se hartaban de pescado y cuzcuz en el puesto de un egipcio rodearon encurioseados al mendigo. Ya cerca de él, repararon que era un "jefe de conversación". Sus ojos blancos de cataratas, semejantes a huevos de serpiente, revelaban al ciego. Baba, que tal se llamaba el desarrapado, volvió a batir durante unos instantes el fondo de su tambor y prosiguió:

—En nombre del Clemente, del Misericordioso, escuchad la palabra del Corán a través de los labios de un ciego: "Nada hay tan loable como elevar la voz para convencer a los hombres y exclamar: "Yo soy un buen musulmán". Os habla un árabe morigerado que jamás bebió vino ni mordió carne de puerco.


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10 págs. / 18 minutos / 65 visitas.

Publicado el 23 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

Juicio del Cadí Prudente

Roberto Arlt


Cuento


Aún dos años después de la sublevación del emir Habibullah Ghazi habitaba en la ciudad de Kabul, frente a la muralla que balaustra la curva del río, un mercader de sedas y tapices llamado Maruf.

Cuando Maruf volvía la cabeza hacia el norte, distinguía las tres torres doradas de la fortaleza de Bala-Hizar. Cuando Maruf volvía la cabeza a su frente, veía la llanura extendida al pie de los montes y detenida por la cordillera de Kux, levantada en el fondo del horizonte como una alta muralla de nubes, pero Maruf gustaba mirar hacia el sur, en dirección a la calle que sirve de entrada al Charsun, donde el especiero Beder prosperaba con su comercio. Atendía la tienda un jovencito llamado Faisal, de notoria inteligencia y extraordinaria belleza.

El niño, sensible a la admiración y a los regalos que le ofrecía Maruf, deseoso de tenerlo por dependiente, terminó por quejarse a sus padres de la dureza con que le trataba Beder el especiero.

Cuánto más preferiría servirlo al sedero, cuya tienda visitaban extranjeros distinguidos, y no el almacén del barbudo Beder, cuyo patio era el parador de caravaneros chinos. Éstos, con grandes sombreros peludos y piernas envueltas en pieles de carnero, se detenían allí acompañados de pequeños asnos, sin que él recibiera ningún beneficio de tal promiscuidad.

Para el sedero Maruf fue un hermoso día aquel en que pudo mostrar a sus amistades al jovencito Faisal, adornado de una floreada casaca azul y de un turbante indostano cuyos flecos amarillos le caían sobre los hombros. Corría diligente, mostrando chinelas doradas debajo de los bombachos celestes, y ofrecía cortésmente té a las visitas.


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7 págs. / 12 minutos / 10 visitas.

Publicado el 24 de febrero de 2024 por Edu Robsy.

Jabulgot el Farsante

Roberto Arlt


Cuento


Estaba en mi biblioteca, reuniendo los documentos del que después se llamaría “El caso de las siete margaritas del escribano”, cuando a la puerta del jardín se detuvo Ernestina Brauning. Por los largos timbrazos comprendí la premura de la muchacha. Encendí la lámpara suspendida sobre un cantero. Ernestina no se había quitado aún el sombrero.

Posiblemente volvía de la cercana localidad de Alsdorf. Pensé: “Debe de sucederle algo a su tío.”

Si me hubiese fijado mejor, en su mano izquierda hubiera descubierto una pistola, pero mis ojos clavados en los suyos descuidaron el detalle.

—Creo que han asesinado a mi tío —dijo—. He llamado varias veces a la puerta de su dormitorio. Está cerrado por dentro y no contestan.

—¿Estuvo usted afuera?

—Sí; en Alsdorf.

Quedé complacido por mi deducción. Ernestina prosiguió:

—Llegué con el último tren. Al entrar en casa me sorprendió encontrar la mesa puesta. Tío había estado cenando con mi primo Jabulgot, me dijo el jardinero.

Conversando del caso llegamos a la casa del prestamista. La crueldad de míster Brauning se había hecho famosa en los contornos. Se dedicaba ostensiblemente a la usura. Ocupaba una casa de muros negruzcos semioculta entre el follaje de una arboleda de cedros y castaños. Cuando llegamos a la alameda nos salió al encuentro Juan, el jardinero. Era un hombre de pequeña estatura, sumamente recio, y viejo servidor del prestamista.

—El ingeniero Jabulgot estuvo cenando aquí con el señor.

Ernestina lo interrumpió malhumorada:

—Ya le he dicho que Jabulgot no es ingeniero. Él es tan farsante, que se hace dar el título porque estudió dos o tres años un curso de electricidad por correspondencia.

Después de este incidente, nos dirigimos al dormitorio. Ernestina, con su pesada pistola, estaba ligeramente ridicula.


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6 págs. / 12 minutos / 18 visitas.

Publicado el 19 de febrero de 2024 por Edu Robsy.

Hussein el Cojo y Axuxa la Hermosa

Roberto Arlt


Cuento


Flotaba en la sala de Abluciones una luz oscura y fresca. Allí se detuvo Hussein el Cojo. Junto a la fuente que bajo las constelaciones del artesonado desgranaba una orquídea de espuma.

Abstraído, miró un instante el copo que rebotaba en lo alto de la vara de agua; luego, con el ceño endurecido por un pensamiento cruel, levantó los ojos.

Sobre el lobulado arco de cedro de la entrada principal, veíase una panoplia de terciopelo, y en el terciopelo, bordado en oro, dos versículos del Corán:


Sin embargo, la hora está próxima,
vuelvo a decir que está próxima.
Otra vez vuelvo a decir que se te acerca,
que está próxima.


Tales palabras, por contener un presagio amenazante, intrigaban a los visitantes de Hussein. Cuando alguien insinuaba su curiosidad, el joven comerciante sonreía, pero sus ojos llameaban y cambiaba de conversación, porque él no era nativo de Dimisch esh Sham, sino que hacía varios años había abandonado el Magrebh.

No quedaba duda. Aquellos versículos estaban destinados a fortificar un propósito secreto, y todas las mañanas, Hussein, antes de salir de su finca para dirigirse al bazar, entraba a la sala y los leía.

Cumplido esa mañana el ritual, el joven se alejó por el jardín y entró al sendero que bajo los nogales conducía a la ciudad.

Era día de mercado.

Hasta lo azul del horizonte la tierra de los caminos estaba removida por el ganado. Pastores kurdos, embozados en sus mantos negros, empujaban los rebaños hacia la ciudad. También pasaban los beduinos de pies desnudos, encaramados en raídos camellos y blancos grupos de mujeres con el rostro cubierto. Iban a llorar al cementerio de Macabaret Bab es Saris, porque era martes.


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11 págs. / 19 minutos / 83 visitas.

Publicado el 6 de septiembre de 2023 por Edu Robsy.

Historia del Señor Jefries y Nassin el Egipcio

Roberto Arlt


Cuento


No exagero si afirmo que voy a narrar una de las aventuras más extraordinarias que pueden haberle acontecido a un ser humano, y ese ser humano soy yo, Juan Jefries. Y también voy a contar por qué motivo desenterré un cadáver del cementerio de Tánger y por qué maté a Nassin el Egipcio, conocido de mucha gente por sus aficiones a la magia.

Historia ésta que ya había olvidado si no reactivara su recuerdo una película de Boris Karloff, titulada "La momia", que una noche vimos y comentamos con varios amigos.

Se entabló una discusión en torno de Boris Karloff y de la inverosimilitud del asunto del film, y a ese propósito yo recordé una terrible historia que me enganchó en Tánger a un drama oscuro y les sostuve a mis amigos que el argumento de "La momia" podía ser posible, y sin más, achacándosela a otro, les conté mi aventura, porque yo no podía, personalmente, enorgullecerme de haber asesinado a tiros a Nassin el Mago.

Todo aquello ocurrió a los pocos meses de haberme hecho cargo del consulado de Tánger.

Era, para entonces, un joven atolondrado, que ocultaba su atolondramiento bajo una capa de gravedad sumamente endeble.

La primera persona que se dio cuenta de ello fue Nassin el Egipcio.

Nassin el Mago vivía en la calle de los Ni-Ziaguin, y mercaba yerbas medicinales y tabaco. Es decir, el puesto de tabaco estaba al costado de la tienda, pero le pertenecía, así como el comercio de yerbas medicinales atendido por un negro gigantesco, cuya estatura inquietante disimulaba en el fondo oscuro del antro una transparente cortinilla de gasa roja.


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6 págs. / 11 minutos / 79 visitas.

Publicado el 23 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

Historia de Nazra, Yamil y Farid

Roberto Arlt


Cuento


A media hora de Fez, en el paraje donde se bifurca hacia el sur el camino que conduce a Meknés y hacia el norte el que lleva a Tánger, se pronuncia la cuesta que los naturales llaman la Puerta del Djin. Cuando se llega a esta cima, en un barranco poblado de laureles se distinguen los restos de piedra de un antiguo castillo. Como por efectos de un milagro, sólo queda en pie la torre del homenaje. Allí funcionó durante años la fábrica conocida en la región con el nombre de perdigonera de Yamil.

Yamil era un árabe oriundo de Esmirna, sumamente devoto. Solo o acompañado, cumplía minuciosamente las cinco oraciones prescriptas al creyente.

Cuando llegó a Fez, tendría treinta y cinco años y una chilaba sumamente astrosa. Traía cartas para un faquir de la Mezquita de los Andaluces, con quien se entrevistó largamente. Luego Yamil, por consejo del faquir, se trasladó hasta la Puerta del Djin, estudió las ruinas, volvió a entrevistarse con su protector, y algunos meses después los campesinos que en los lomos de sus mujeres transportan la leña, la aceituna y el grano, supieron que en el castillo funcionaba una fábrica de perdigones.

En la altura de la torre, Yamil instaló el horno de fundir, y en el interior un pozo de agua. En este pozo Yamil recogía la lluvia de plomo candente convertida en millares de bolitas.


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5 págs. / 9 minutos / 10 visitas.

Publicado el 24 de febrero de 2024 por Edu Robsy.

Halid Majid el Achicharrado

Roberto Arlt


Cuento


Una misma historia puede comenzarse a narrar de diferentes modos y la historia de Enriqueta Dogson y de Dais el Bint Abdalla no cabe sino narrarse de éste:

Enriqueta Dogson era una chiflada.

A la semana de irse a vivir a Tánger se lanzó a la calle vestida de mora estilizada y decorativa. Es decir, calzando chinelas rojas, pantalones amarillos, una especie de abullonada falda-corsé de color verde y el renegrido cabello suelto sobre los hombros, como los de una mujer desesperada. Su salida fue un éxito. Los Perros le ladraban alarmados, y todos los granujillas de las fortificaciones del zoco la seguían en manifestación entusiasta. Los cordeleros, sastrecillos y tintoreros abandonaban estupefactos su trabajo para verla pasar.

El capitán Silver, que embadurnaba telas de un modo abominable, hizo un retrato de Enriqueta Dogson en esta facha, y para agravar su crimen, situó tras ella dos forajidos ventrudos, cara de luna de betún y labios como rajas de sandía. Semejantes sujetos, vestidos al modo bizantino, podían ser eunucos, verdugos, o sabe Alá qué. Imposible establecer quién era más loco, si el pintor Silver o la millonaria disfrazada.

Enriqueta Dogson envió el retrato al bufete de su padre, en Nueva York. El viejo Dogson, un hombre razonable, se echó a reír a carcajadas al descubrir a su hija empastelada al modo islámico, y dirigiéndose al doctor Fancy le dijo:

—¿De dónde habrá sacado semejante disfraz esta muchacha? Le juro, mi querido doctor, que ni registrando con una linterna todos los países musulmanes descubriremos una sola mujer que se eche a cuestas tal traje. Es absurdo.

Dicho esto, el viejo Dogson meneó la cabeza estupefacto, al tiempo que risueñamente se decía que el disfraz de su hija podía provocar un conflicto internacional. Luego se encogió de hombros. Los hijos servían quizás para eso. Para divertirle a uno con las burradas que perpetraban.


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9 págs. / 17 minutos / 76 visitas.

Publicado el 23 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

Extraordinaria Historia de Dos Tuertos

Roberto Arlt


Cuento


Dudo que tuerto alguno pueda contar otra maravillosa historia semejante a la que nos ocurrió a mí y a Hortensio Lafre, tuerto también como yo. Y ahora tomáos el trabajo de leerme.

Tenía yo pocos años de edad cuando perdí mi ojo derecho en un accidente de caza que le aconteció a mi padre, y la ruina sobrevenida a éste poco tiempo después, por ser más aficionado a los deportes cinegéticos que al cuidado de su molino y campos, nos arrastró a todos hasta ese refugio de fracasados que es el Barrio Latino de París. Después de numerosas peripecias que no son del caso, a la edad de dieciocho años conseguí un empleo de cobrador de una compañía de mutualidad, y en este trabajo me ganaba penosamente la vida, durante los comienzos del año 1914, cuando a fines del mes de enero trabé conocimiento con un venerable caballero que estaba asociado a la compañía. Este buen señor usaba barba en punta como un artista, y su melena de cabello entrecano y ondulado, así como su mirada bondadosa, le concedían la apariencia que podría tener el padre del género humano si acertaba a hacerse invisible. Se llamaba monsieur Lambet.

Monsieur Lambet vivía en una discreta casa con jardincillo en el arrabal de Mont Parnasse, y la segunda vez que le fui a cobrar la cuota de su seguro, como no tuviera nada que hacer, me acompañó por las calles y se interesó evidentemente en las condiciones en que vivía yo y mi madre y mi hermana. Cuando le manifesté que nuestra condición económica era sumamente precaria, no se asombró, y sí recuerdo que me dijo con tono de voz sumamente patético:

—Mi querido joven: si vos usarais un ojo de vidrio os sería mucho más fácil conseguir un puesto honorable.

—¿De dónde sacar el importe de un ojo de vidrio, monsieur Lambet? ¿De dónde?

Monsieur Lambet guardó un prudente silencio y continuó caminando en silencio a mi lado. Luego me dijo:


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Publicado el 10 de noviembre de 2019 por Edu Robsy.

Eugenio Delmonte y los 1300 Novios

Roberto Arlt


Cuento


Frente mismo a la bahía de Natiópolis avanza un jardín; en el extremo del jardín se ve una horca con el lazo corredizo colgante, y sobre el palo de la horca se puede leer esta inscripción:


“Destinada a Eugenio Delmonte
si se atreve a desembarcar aquí.”


Sin jactancia, me atrevo a dar fe que no hay ciudad en el mundo que pueda registrar un suceso tan maravilloso como el que se conoce bajo el nombre de “Eugenio Delmonte o los mil trescientos novios”.


El año 1921, Enriqueta Silver, por razones que aún no se conocen, cortó sus relaciones con Eugenio Delmonte. Éste tenía para entonces veinticuatro años; tres meses después su cabello había encanecido totalmente. Durante un año vagó por Natiópolis, y algunos de sus actos revelaban que su estado mental no era estrictamente normal. Enriqueta Silver desapareció un tiempo, pues sus padres, temerosos de un atentado, la enviaron a otra población. Eugenio llegó a cometer tales disparates, que se convirtió en el hazmerreír de las muchachas de nuestra ciudad. Quiero agregar que en Natiópolis las mujeres eran sumamente orgullosas. Ello se debía a que las estadísticas anotaban un porcentaje de veinte por ciento más de varones que de mujeres. En consecuencia, éstas eran muy solicitadas y pagadas de sí mismas.

En 1923 estalló la noticia bomba. Eugenio Delmonte acababa de heredar cincuenta millones de dólares de un tío remoto, cincuenta millones que, traducidos a nuestra moneda, equivalían a ciento cincuenta millones. Cuando los reporteros de los cuatro periódicos de Natiópolis quisieron reportear a Eugenio, éste había desaparecido de nuestra ciudad. Los padres de Enriqueta Silver se desvanecieron al conocer la noticia.


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8 págs. / 15 minutos / 29 visitas.

Publicado el 27 de diciembre de 2023 por Edu Robsy.

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