Textos peor valorados de Roberto Arlt que contienen 'u' | pág. 8

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Ester Primavera

Roberto Arlt


Cuento


Me domina una emoción invencible al pensar en Ester Primavera.

Es como si de pronto una ráfaga de viento caliente me golpeara el rostro. Y sin embargo, la cresta de las sierras está nevada. Carámbanos blancos aterciopelan las horquetas de un nogal que está al pie de la buhardilla que ocupo en el tercer piso del Pabellón Pasteur en el Sanatorio de Tuberculosos de Santa Mónica.

¡Ester Primavera!


Su nombre amontona pasado en mis ojos. Mis sobresaltos rojos palidecen en sucesivas bellezas de recuerdo. Nombrarla es recibir de pronto el golpe de una ráfaga de viento caliente en mis mejillas frías.

Estirado en la reposera, cubierto hasta el mentón con una manta oscura, pienso de continuo en ella. Hace setecientos días que pienso a toda hora en Ester Primavera, la única criatura que he ofendido atrozmente. No, ésa no es la palabra. No la he ofendido, hice algo peor aún, arranqué de cuajo en ella toda esperanza de la bondad terrestre. No podrá tener nunca más una ilusión, tan groseramente le he retorcido el alma. Y esa infamia dilata en mi carne una tristeza deliciosa. Ahora sé que podré morir. Nunca creí que el remordimiento adquiriera profundidades tan sabrosas. Y que un pecado se convirtiera en una almohada espantosamente muelle, donde para siempre reposaremos con la angustia que fermentamos.

Y sé que ella nunca me podrá olvidar, y la mirada fija de la alta criatura, que camina moviendo ligeramente los hombros, es la única belleza que me atornilla al mundo de los vivos que dejé por este infierno.


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Dominio público
17 págs. / 31 minutos / 173 visitas.

Publicado el 28 de abril de 2023 por Edu Robsy.

Pequeños Propietarios

Roberto Arlt


Cuento


Cierta noche, Eufrasia, poco después de cenar, le dijo a Joaquín, su esposo:

—¿Sabes?, tengo el presentimiento de que el de al lado le roba materiales al infeliz a quien le está construyendo la casa.

Joaquín la soslayó hosco, con su ojo de vidrio.

—¿De dónde sacas eso?

—Porque hoy al oscurecer vino con el carrito cargado de polvo de ladrillo y tapado con bolsas, para disimular.

—No puede ser.

—Sí, porque ayer traía unos mosaicos debajo del brazo, también envueltos en una bolsa rota. Y se les veía el canto.

—Entonces... ¡quién sabe!...

—Sí... también me fijé cuando tenía la otra obra. Al principio llegaba temprano con el carrito, después, cuando estaba por terminar, mucho más anochecido, y siempre el carrito tapado. Con ese material deben haber construido la marquesina.

Taciturno, replicó Joaquín:

—Claro, así es fácil construir obras para darle envidia a los otros.

Luego no hablaron más. Cenaron en silencio y el ojo de Joaquín, el corredor y pequeño propietario, estaba tan inmóvil como su otro de vidrio.

Solo al acostarse, cuando Eufrasia iba a apagar la lámpara, dijo sin mirar a su esposo, con la voz ligeramente desnaturalizada por el deseo de que fuera natural;

—Si el dueño de la casa lo supiera...

—Lo hace meter preso —fue el único comentario del tuerto. Luego se acostaron y ya no hablaron más.


* * *


Los dos propietarios se odiaban con rencor tramposo.


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Dominio público
8 págs. / 14 minutos / 430 visitas.

Publicado el 28 de abril de 2023 por Edu Robsy.

Prueba de Amor

Roberto Arlt


Teatro


Boceto teatral irrepresentable ante personas honestas

Personajes

Guinter
Frida

Acto único

Abierto sobre la escena, un cuarto de baño de muros cubiertos con azulejos blancos, separado de la biblioteca por un tabique de mampostería. La puerta del cuarto de baño comunica con el costado lateral izquierdo del foro, mientras que la puerta de la biblioteca, dando frente a los espectadores, se abre sobre un pasillo. La mesa de la biblioteca aparece anormalmente cubierta por un mantel blanco sobre el cual se distinguen pilas de paquetes pequeños cuyo contenido es imposible discernir. Fría luz invernal ilumina la escena.

Escena 1

Guinter, en traje de calle, pero sin sombrero, entra con paso lento en la biblioteca; mira abstraído durante un instante los paquetes que están sobre la mesa y se acerca a la biblioteca, de la que extrae un libro, que hojea y coloca inmediatamente en el estante. Luego se acerca a la mesa, recoge las cuatro puntas del mantel e improvisa así un bulto. Indeciso, cavila y sale; entra en el cuarto de baño, donde se mira en el espejo.


GUI: Nada más que veintisiete años... y ¡qué viejo estoy...! (Enciende un cigarrillo sentándose en la orilla de la bañera enlozada) Podría estar peor... (Mira en derredor.) Es lógico: con estas cosas no se juega.


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Dominio público
11 págs. / 19 minutos / 194 visitas.

Publicado el 18 de julio de 2023 por Edu Robsy.

Un Argentino Entre Gángsters

Roberto Arlt


Cuento


Tony Berman descargó la ceniza de su cigarro en el piso encerado, y prosiguió:

—Los ingenieros han inventado los fusiles ametralladoras, y eso está bien; porque sin ametralladoras resultaría dificultoso asaltar un banco. Los ingenieros han inventado las granadas de mano, y las granadas de mano son la gracia del Altísimo sobre los hombres de buena voluntad, porque sirven para aliviarles de más de un apuro. ¡Dios bendiga a los ingenieros!...

Así habló Tony, el homicida de pie desnivelado. El achocolatado Eddie Rosenthal, hijo de un rabino excomulgado y de una negra, levantando la motuda cabeza que tenía inclinada sobre su camisa de seda verde, anotó:

—Pido un voto de aplauso para el ecuánime Tony.

Frank Lombardo, especialista en acciones violentísimas, asintió con un visaje de rojiza cara de perro bull—terrier. Tony, reconfortado por estas muestras de admiración, prosiguió:

—Pero lo que no han perfeccionado los ingenieros es la ruleta con trampa. Y eso está muy mal. La ruleta con trampa le permitiría al croupier dirigir la suerte según las conveniencias de la banca. ¡Y las conveniencias de la banca son sagradas!... Ahora bien, señor ingeniero: si ustedes han inventado los submarinos, las ametralladoras y los aeroplanos, ¿por qué no han de inventar la ruleta con trampa?...

El señor ingeniero, representado en la figura de Humberto Lacava, no pestañeó. Hacía tres horas que estos gentlemen de la automática le habían secuestrado, apoyándole el caño de una pistola en los riñones, y ningún hombre razonable se permite discutir este frío y redondo argumento.

El ecuánime Tony se restregó las manos y continuó:


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Dominio público
8 págs. / 14 minutos / 57 visitas.

Publicado el 25 de diciembre de 2023 por Edu Robsy.

El Misterio de los Tres Sobretodos

Roberto Arlt


Cuento


De haberse sabido que fue Ernestina la que descubrió al ladrón, probablemente Ernestina hubiera ido a parar a presidio por un largo tiempo de su vida... Nunca pudo ser aclarado el misterio de la oficina.

Ateniéndose a los sucesos tal me fueron narrados, podría afirmar que “el enigma de la oficina” fue uno de los tantos dramas oscuros que se gestan en las entrañas de las grandes ciudades, donde las bagatelas terminan por revestir un contorno de episodio cruento en la conciencia de las personas que a diario se soportan en un ambiente estrecho de trabajo y duro de responsabilidades.

La policía realizó investigaciones superficiales en tomo del grave suceso, pero acabó por abandonar la búsqueda del autor o autora, por creer en cierto modo que el asunto no merecía el tiempo que absorbía a las actividades de los funcionarios, ocupados en novedades de mayor trascendencia.

He aquí cómo se gestó el suceso conocido entre los empleados de la “Casa Xenius, ropería para hombres y mujeres, artículos de confección, etc.”, bajo el nombre de “El misterio de los tres sobretodos”.

En la oficina de Expedición al interior de la casa Xenius comenzaron a desaparecer prendas de vestir.

Un día fue un cinturón, ¡un cinturón sin hebilla!, lo que demuestra que el ladrón echaba mano a lo que podía; otra vez fue un sobre con la suma de doce pesos, olvidado en el cajón de Ernestina; otra vez fue un retazo de seda. Un retazo de un metro, valuado en ocho pesos...


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Dominio público
7 págs. / 12 minutos / 696 visitas.

Publicado el 1 de enero de 2024 por Edu Robsy.

La Pluma de Ganso

Roberto Arlt


Cuento


Desde pequeños, Arsenio y yo nos detestamos. En la escuela ya me aventajaba considerablemente por la posición de sus padres, a la cual no eran insensibles nuestros maestros. Más tarde, cuando dejamos las aulas y entramos a formarnos un honrado porvenir en el comercio, Arsenio me superó tan considerablemente, que yo era aún simple viajante al servicio de una empresa, cuando Arsenio administraba una compañía.

Pero mi odio y la envidia que experimentaba contra Arsenio no maduró hasta los mismos límites de la ferocidad sino el día que me arrebató a mi novia Herminia.

En un viaje de regreso de una larga gira por el interior me encontré con que Herminia se había casado con Arsenio.

Yo no podía alegrarme por la ocurrencia de este suceso, pero obedeciendo los dictados de una prudencia oscura, no le pedí explicaciones ni a Herminia ni a Arsenio. Procedí como si no hubiera ocurrido nada. Algunos curiosos intentaron tirarme de la lengua. Respondí con medias palabras, y tan equívocas, que hasta ahora podía pensarse que era yo el que había provocado la ruptura y que Herminia se había casado con Arsenio impulsada por el despecho.

Permítaseme ciertas digresiones. El suceso terrible que ocurrió más tarde, las justifica. Yo estaba acentuadamente enamorado de María (sic). La deseaba porque, mediante aquella traición fría y cínica, se me había revelado como una mujer hipócrita, vil e interesada, y esta certidumbre me embriagaba. Era un veneno cruel, matador, pero indispensable. Además, estaba absolutamente seguro que nada de todo aquel pasado que ambos habíamos vivido estaba muerto entre nosotros. De modo que la primera vez que me encontré con ella, la saludé correctamente, me interesé por su salud y fingí tan habilidosamente encontrarme cómodo junto a ella, que Herminia no pudo evitar el examinarme con cierta curiosidad sorprendida.


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Dominio público
6 págs. / 11 minutos / 776 visitas.

Publicado el 11 de enero de 2024 por Edu Robsy.

El Criador de Gorilas

Roberto Arlt


Cuentos, Colección


La factoría de Farjalla Bill Alí

Los que me conocían, al enterarse de que iba a trabajar en el criadero de gorilas de Farjalla Bill Alí se encogieron compasivamente de hombros.

Yo ya no tenía dónde elegir. Me habían expulsado de los más importantes comercios de Stanley.

En unas partes me acusaban de ratero y en otras de beodo. Mi último amo al tropezar conmigo en la entrada del mercado, dijo, comentando irónicamente mi determinación:

"No enderezarás la cola de un galgo aunque la dejes veinte años metida en un cañón de fusil."

Yo me encogí de hombros frente al pesimismo que trascendía del proverbio árabe. ¿Qué podía hacer? En África uno se muere de hambre no solo en el desierto sino también en la más compacta y vocinglera de las selvas. Allí donde verdea el mango o ríe el chimpancé, casi siempre acecha la flecha venenosa.


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Dominio público
123 págs. / 3 horas, 36 minutos / 477 visitas.

Publicado el 20 de junio de 2018 por Edu Robsy.

La Pista de los Dientes de Oro

Roberto Arlt


Cuento


Lauro Spronzini se detiene frente al espejo. Con los dedos de la mano izquierda mantiene levantado el labio superior, dejando al descubierto dos dientes de oro. Entonces ejecuta la acción extraña; introduce en la boca los dedos pulgar e índice de la mano derecha, aprieta la superficie de los dientes metálicos y retira una película de oro. Y su dentadura aparece nuevamente natural. Entre sus dedos ha quedado la auténtica envoltura de los falsos dientes de oro.

Lauro se deja caer en un sillón situado al costado de su cama y prensa maquinalmente entre los dedos la película de oro, que utilizó para hacer que sus dientes aparecieran como de ese metal.

Esto ocurre a las once de la noche.

A las once y cuarto, en otro paraje, el Hotel Planeta, Ernesto, el botones, golpea con los nudillos de los dedos en el cuarto número 1, ocupado por Doménico Salvato. Ernesto lleva un telegrama para el señor Doménico. Ernesto ha visto entrar al señor Doménico en compañía de un hombre con los dientes de oro. Ernesto abre la puerta y cae desmayado.

A las once y media, un grupo de funcionarios y de curiosos se codean en el pasillo del hotel, donde estallan los fogonazos de magnesio de los repórters policiales. Frente a la puerta del cuarto número 1 está de guardia el agente número 1539. El agente número 1539, con las manos apoyadas en el cinturón de su corregie, abre la puerta respetuosamente cada vez que llega un alto funcionario. En esta circunstancia todos los curiosos estiran el cuello; por la rendija de la puerta se ve una silla suspendida en los aires, y más abajo de los tramos de la silla cuelgan los pies de un hombre.


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Dominio público
8 págs. / 15 minutos / 555 visitas.

Publicado el 20 de junio de 2018 por Edu Robsy.

Nuevas Aguafuertes

Roberto Arlt


Crónica, Artículo


Canning y Rivera

Canning y Rivera, intersección sentimental de Villa Crespo, refugio de vagos y filósofos baratos; pasaje obligado de fabriqueras, gorreros judíos y carniceros turquescos; Canning y Rivera, camino de Palermo, esquina con historia de un suicidio (una muchacha hace un año se tiró de un tercer piso y quedó enganchada en los alambres que sostienen el toldo del café salvándose de la muerte), y un café que desde la mañana temprano se llena de desocupados con aficiones radiotelefónicas.

El café

Si usted tiene aficiones a la atorrancia; si a usted le gusta estarse ocho horas sentado y otras ocho horas recostado en un catre, si usted reconoce que la divina providencia lo ha designado para ser un soberbio «squenun» en la superficie del planeta, múdese a las inmediaciones de Canning y Rivera. Todas sus ambiciones serán colmadas… y el reino de los inocentes le será dado, por añadidura.


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Dominio público
80 págs. / 2 horas, 20 minutos / 101 visitas.

Publicado el 4 de marzo de 2022 por Edu Robsy.

El Juguete Rabioso

Roberto Arlt


Novela


Parte 1. Los ladrones

Cuando tenía catorce años me inició en los deleites y afanes de la literatura bandoleresca un viejo zapatero andaluz que tenía su comercio de remendón junto a una ferretería de fachada verde y blanca, en el zaguán de una casa antigua en la calle Rivadavia entre Sud América y Bolivia.

Decoraban el frente del cuchitril las policromas carátulas de los cuadernillos que narraban las aventuras de Montbars el Pirata y de Wenongo el Mohicano. Nosotros los muchachos al salir de la escuela nos deleitábamos observando los cromos que colgaban en la puerta, descoloridos por el sol.

A veces entrábamos a comprarle medio paquete de cigarrillos Barrilete, y el hombre renegaba de tener que dejar el banquillo para mercar con nosotros.

Era cargado de espaldas, carisumido y barbudo,y por añadidura algo cojo, una cojera extraña, el pie redondo como el casco de una mula con el talón vuelto hacia afuera.

Cada vez que le veía recordaba este proverbio, que mi madre acostumbraba a decir: "Guárdate de los señalados de Dios."

Solía echar algunos parrafitos conmigo, y en tanto escogía un descalabrado botín entre el revoltijo de hormas y rollos de cuero, me iniciaba con amarguras de fracasado en el conocimiento de los bandidos más famosos en las tierras de España, o me hacía la apología de un parroquiano rumboso a quien lustraba el calzado y que le favorecía con veinte centavos de propina.

Como era codicioso sonreía al evocar al cliente, y la sórdida sonrisa que no acertaba a hincharle los carrillos arrugábale el labio sobre sus negruzcos dientes.

Cobróme simpatía a pesar de ser un cascarrabias y por algunos cinco centavos de interés me alquilaba sus libracos adquiridos en largas suscripciones.

Así, entregándome la historia de la vida de Diego Corrientes, decía: —Ezte chaval, hijo… ¡qué chaval!… era ma lindo que una rroza y lo mataron lo miguelete…


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Dominio público
128 págs. / 3 horas, 44 minutos / 2.148 visitas.

Publicado el 17 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

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