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Nuevos Cuentos de Pago Chico

Roberto Payró


Cuentos, Colección


El fantasma

El fantasma Las apariciones sobrenaturales de que era víctima Jesusa Ponec, traían revuelto al pueblo desde semanas atrás. Misia Jesusa las había revelado bajo sello de secreto inviolable a sus íntimas amigas: misia Cenobia, la empingorotado y tremebunda esposa del concejal Bermúdez, y misia Gertrudis Gómez, la espigadora presidenta de las Damas de Beneficencia. Tula y Cenobia las comunicaron, naturalmente, bajo el mismo sello inviolable, a sus confidentas, quienes, a su vez... Total, que todo el mundo lo sabía.

Los fantasmas suelen deambular preferentemente en las noches de invierno, cuando los vecinos se quedan en sus casas, pero a la sazón era verano, un verano de plomo derretido que mantenía en fusión el fuelle del viento norte. Así, los que se encerraban «por si acaso» desde que corrió la noticia, sudaban la gota gorda.

Tula y Cenobia escucharon, haciéndose cruces y temblando como azogadas, las primeras confidencias de Jesusa, aunque Cenobia Bermúdez fuera hembra de pelo en pecho y capaz de zurrarle la badana (como lo probó varias veces) no sólo a su esposo, sino al más pintado, y aunque Tula no tuviese temor de Dios, según decían las malas lenguas refiriéndose a cómo administraba la sociedad. Hicieron que llenase su casa de palma y boj del Domingo de Ramos, que la rociara con agua bendita, que pintara cruces en el suelo delante de las puertas, que encendiese velas de la Candelaria, que hiciera sahumerios de incienso... Y como el fantasma —que era el ánima de su marido Nemesio Ponce, comisario de Tablada— siguió apareciéndose a misia Jesusa, la aconsejaron que acudiese en confesión al cura Papagna, pues aunque éste fuera un «carcamán sin conciencia», era el único que tenía corona para conjurar al Malo y ahuyentarlo con sus «sorcismos».


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Dominio público
42 págs. / 1 hora, 14 minutos / 168 visitas.

Publicado el 2 de mayo de 2019 por Edu Robsy.

En la Policía

Roberto Payró


Cuento


No siempre había sido Barraba el comisario de Pago Chico; necesitose de graves acontecimientos políticos para que tan alta personalidad policial fuera a poner en vereda a los revoltosos pagochiquenses.

Antes de él, es decir, antes de que se fundara «La Pampa» y se formara el comité de oposición, cualquier funcionario era bueno para aquel pueblo tranquilo entre los pueblos tranquilos.

El antecesor de Barraba fue un tal Benito Páez, gran truquista, no poco aficionado al porrón y por lo demás excelente individuo, salvo la inveterada costumbre de no tener gendarmes sino en número reducidísimo —aunque las planillas dijeran lo contrario—, para crearse honestamente un sobresueldo con las mesadas vacantes.

—¡El comisario Páez —decía Silvestre— se come diez o doce vigilantes al mes!

La tenida de truco en el Club Progreso, las carreras en la pulpería de La Polvadera, las riñas de gallos dominicales, y otros quehaceres no menos perentorios, obligaban a don Benito Páez a frecuentes, a casi reglamentarias ausencias de la comisaría. Y está probado que nunca hubo tanto orden ni tanta paz en Pago Chico. Todo fue ir un comisario activo con una docena de vigilantes más, para que comenzaran los escándalos y las prisiones, y para que la gente anduviera con el Jesús en la boca, pues hasta los rateros pululaban. Saquen otros las consecuencias filosóficas de este hecho experimental. Nosotros vamos al cuento aunque quizá algún lector lo haya oído ya, pues se hizo famoso en aquel tiempo, y los viejos del pago lo repiten a menudo.


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Dominio público
2 págs. / 4 minutos / 635 visitas.

Publicado el 1 de enero de 2021 por Edu Robsy.

Pago Chico

Roberto Payró


Cuentos, Colección


Capítulo I. La escena y los actores

Fortín en tiempo de la guerra de indios, Pago Chico había ido cristalizando a su alrededor una población heterogénea y curiosa, compuesta de mujeres, de soldados, —chinas— acopiadores de quillangos y plumas de avestruz, compradores de sueldos, mercachifles, pulperos, indios mansos, indiecitos cautivos —presa preferida de cuanta enfermedad endémica o epidémica vagase por allí.

El fortín y su arrabal, análogo al de los castillos feudales, permanecieron largos años estacionarios, sin otro aumento de población que el vegetativo —casi nulo porque la mortalidad infantil equilibraba casi a los nacimientos, pero cuyos claros venían a llenar los nuevos contingentes de tropas enviados por el gobierno.

Mas cuando los indios quedaron reducidos a su mínima expresión —«civilizados a balazos»—, la comarca comenzó a poblarse de «puestos» y «estancias» que muy luego crecieron y se desarrollaron, fomentando de rechazo la población y el comercio de Pago Chico, núcleo de toda aquella vida incipiente y vigorosa.

Cuando ese núcleo provincial adquirió cierta importancia, el gobierno provincial de Buenos Aires, que contaba para sus manejos políticos y de otra especie con la fidelidad incondicional de los habitantes, erigió en «partido» el pequeño territorio, dándole por cabecera el antiguo fuerte, a punto ya de convertirse en pueblo. El gobierno adquiría con esto una nueva unidad electoral que oponer a los partidos centrales, más poblados, más poderosos y más capaces de ponérsele frente a frente para fiscalizarlo y encarrilarlo.

Como por entonces no existían ni en embrión las autonomías comunales, el gobierno de la provincia nombraba miembros de la municipalidad, comandantes militares, jueces de paz y comisarios de policía, encargados de suministrarle los legisladores a su imagen y semejanza que habían de mantenerlo en el poder.


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Dominio público
167 págs. / 4 horas, 53 minutos / 224 visitas.

Publicado el 2 de mayo de 2019 por Edu Robsy.

Novelas y Fantasías

Roberto Payró


Cuentos, Colección


Dedicatoria

á Jacobo Peuser

En agradecimiento

R. J. P.

¿Crímen?

(fragmentos de unas memorias)

I

Febrero 10 de 18....

....Todo está en calma; el mundo parece dormir un sueño de muerte; la atmósfera pesada me sofoca; ni un suspiro del viento llega á estremecer las hojas de los árboles, todavia marchitas bajo los besos de fuego del sol; acaba de salir la luna, rodeada por un círculo de vapores luminosos, y su luz amarillenta hace palidecer el fulgor de las estrellas, perdidas en el manto indeciso de las nubes...

Todo está en calma; todo, menos mi corazón, que late violentamente, y mi cerebro que bulle como un volcán ...

El doctor Ávila me ha dicho que no puedo casarme; me ha amenazado con terribles desgracias para el porvenir; me ha hecho ver mi hogar, el hogar tantas veces soñado, presa de la desvastación terrible de la muerte, y haciéndose eco de los gritos sin piedad de la conciencia.

¡Y, sin embargo, yo no he dudado, y en el salón contiguo me esperan los que van á acompañarme al templo, los que van á ser testigos de mi crímen!...

¡Eh! ¡qué importa! ¡El dado está tirado, y no soy, más que otro, merecedor de las desdichas que me amenazan; la suerte se apiadará de mi, la suerte que hasta hoy me ha perseguido!..

Vamos á Elisa, á mi amada, á mi esposa en breve.

Sacudamos estos negros pensamientos, y miremos impávidos el futuro, lleno de sombras ó de luces, de fulgores ó de tinieblas. ¡Qué importa!...

¡Bebamos nuestra copa, amarga ó dulce, hasta las heces, sin que tiemblen el corazón ni la mano!...

II

Abril 12 de 18....

....¡Bien hacía yo en no dudar! La dicha más inmensa me sonrie; la felicidad más completa llena mi espíritu!


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Dominio público
110 págs. / 3 horas, 12 minutos / 201 visitas.

Publicado el 25 de agosto de 2019 por Edu Robsy.

La Escena y los Actores

Roberto Payró


Cuento


Fortín en tiempo de la guerra de indios, Pago Chico había ido cristalizando a su alrededor una población heterogénea y curiosa, compuesta de mujeres, de soldados, —chinas— acopiadores de quillangos y plumas de avestruz, compradores de sueldos, mercachifles, pulperos, indios mansos, indiecitos cautivos —presa preferida de cuanta enfermedad endémica o epidémica vagase por allí.

El fortín y su arrabal, análogo al de los castillos feudales, permanecieron largos años estacionarios, sin otro aumento de población que el vegetativo —casi nulo porque la mortalidad infantil equilibraba casi a los nacimientos, pero cuyos claros venían a llenar los nuevos contingentes de tropas enviados por el gobierno.

Mas cuando los indios quedaron reducidos a su mínima expresión —«civilizados a balazos»—, la comarca comenzó a poblarse de «puestos» y «estancias» que muy luego crecieron y se desarrollaron, fomentando de rechazo la población y el comercio de Pago Chico, núcleo de toda aquella vida incipiente y vigorosa.

Cuando ese núcleo provincial adquirió cierta importancia, el gobierno provincial de Buenos Aires, que contaba para sus manejos políticos y de otra especie con la fidelidad incondicional de los habitantes, erigió en «partido» el pequeño territorio, dándole por cabecera el antiguo fuerte, a punto ya de convertirse en pueblo. El gobierno adquiría con esto una nueva unidad electoral que oponer a los partidos centrales, más poblados, más poderosos y más capaces de ponérsele frente a frente para fiscalizarlo y encarrilarlo.

Como por entonces no existían ni en embrión las autonomías comunales, el gobierno de la provincia nombraba miembros de la municipalidad, comandantes militares, jueces de paz y comisarios de policía, encargados de suministrarle los legisladores a su imagen y semejanza que habían de mantenerlo en el poder.


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Dominio público
9 págs. / 16 minutos / 44 visitas.

Publicado el 1 de enero de 2021 por Edu Robsy.

El Olvido

Roberto Payró


Cuento


A Jorge F. Lynch.

I

— ¡Sonríes! exclamé tristemente al ver que su rostro se iluminaba, contrastando con el mío, pálido y demudado. ¡No has sufrido nunca como yo, cuando te muestras tan indiferente á mi desgracia!

—¡Bah! dijo Armando. ¿Es eso, acaso, una desgracia? Esa mujer no te ha engañado, no te ha mentido ¿qué más quieres? El tiempo se encargará de curarte, puesto que vas ya en camino de convalecer, gracias á ella. En cuanto á que yo sonría.... no lo tomes á mal; no se trata de tus recientes penas: evoco un recuerdo, y él me hace sonreir.

—Perdona; sé que no eres egoista, que me amas; pero, en el estado de espíritu en que estoy, se desea ver el semblante de los demás tan compungido como el nuestro. ¡Una de tantas locuras! —Por otra parte, sufro mucho.... á veces temo volverme loco!...

—He experimentado esos síntomas, dijo él; he sufrido los mismos dolores, y sin embargo... ¡ya me ves! —tú dices que soy el más alegre de todos tus amigos, y lo decías hace dos años también, cuando, al retirarme, por la noche, en la soledad de mi aposento, me anegaba en lágrimas abrasadoras, y mordía las almohadas en paroxismos de rábia... Porque cada cual tiene su pequeña historia ¿Quién puede decir que no lleva una espina clavada en el corazón?

Se detuvo un instante. Se habia puesto sério, y sus ojos brillaban más que de ordinario —Despues continuó:

—Déjame que te cuente esa historia: por ella verás que he sufrido más que tú, si el que sufre puede admitir alguna vez que el sufrimiento de los demás sea mayor que el suyo. Escúchame atentamente.

Había vuelto á su anterior jovialidad: sonriente me relató esta historia de lágrimas, que yo escuché conmovido.

II

La locura gobernaba como reina absoluta de la tierra: era Carnaval. Los hombres habían arrojado sus caretas.

De esto hace dos años.


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Dominio público
20 págs. / 35 minutos / 57 visitas.

Publicado el 28 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

Divertidas Aventuras del Nieto de Juan Moreira

Roberto Payró


Novela


Primera parte

Capítulo I

Nací a la política, al amor y al éxito, en un pueblo remoto de provincia, muy considerable según el padrón electoral, aunque tuviera escasos vecinos, pobre comercio, indigente sociabilidad, nada de industria y lo demás en proporción. El clima benigno, el cielo siempre azul, el sol radiante, la tierra fertilísima, no habían bastado, como se comprenderá, para conquistarle aquella preeminencia. Era menester otra cosa. Y los «dirigentes» de Los Sunchos, al levantarse el último censo, por arte de birlibirloque habían dotado al departamento con una importante masa de sufragios —mayor que el natural—, para procurarle decisiva representación en la Legislatura de la provincia, directa participación en el gobierno autónomo, voz y voto delegados en el Congreso Nacional y, por ende, influencia eficaz en la dirección del país. Escrutando las causas y los efectos, no me cabe duda de que los sunchalenses confiaban más en sus propias luces y patriotismo que en el patriotismo y las luces del resto de nuestros compatriotas y de que se esforzaban por gobernar con espíritu puramente altruista. El hecho es que, siendo cuatro gatos, como suele decirse, alcanzaban tácita o manifiesta ingerencia en el manejo de la res pública. Pero esto, que puede parecer una de tantas incongruencias de nuestra democracia incipiente, no es divertido y no hace tampoco al caso. Lo que sí hace y quizá resulte divertido es que mi padre fuera uno de los susodichos dirigentes, quizá el de ascendiente mayor en el departamento, y que mi aristocrática cuna me diera —como en realidad me dio— vara alta en aquel pueblo manso y feliz, holgazán bajo el sol de fuego, soñador bajo el cielo sin nubes, cebado en medio de la pródiga naturaleza.


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Dominio público
317 págs. / 9 horas, 15 minutos / 228 visitas.

Publicado el 2 de mayo de 2019 por Edu Robsy.

El Casamiento de Laucha

Roberto Payró


Cuento


El nombre de Laucha,—apodo y no apellido—le sentaba á las mil maravillas.

Era pequeñito, delgado, receloso, móvil; la boca parecía un hociquillo orlado de poco y rígido bigote; los ojos negros, como cuentas de azabache, algo saltones, sin blanco casi, añadían á la semejanza, completada por la cara angostita, la frente fugitiva y estrecha, el cabello descolorido, arratonado...

Laucha era, por otra parte, su único nombre posible. Laucha le llamaron cuando niño en la provincia del interior donde naciera; Laucha comenzaron á apodarle después, allí donde lo llevó la suerte de su vida, desde temprano aventurera; por Laucha se le conoció en Buenos Aires, llegado apenas, sin que á nadie se pudiese atribuir la invención del sobrenombre, y Laucha le han dicho grandes y pequeños durante un período de treinta y un años, desde que cumplió los cinco, hasta que murió á los treinta y seis...

De sus mismos labios oí la narración de la aventura culminante de su vida, y, en estas páginas me he esforzado por reproducirla tal como se la escuché. Desgraciadamente Laucha ya no está aquí para corregirme, si incurro en error; pero puedo afirmar que no me aparto de la verdad muchos centímetros.


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Dominio público
41 págs. / 1 hora, 12 minutos / 441 visitas.

Publicado el 29 de abril de 2019 por Edu Robsy.

Chamijo

Roberto Payró


Cuento


Capítulo I

Es muy interesante la historia entera del divertido y simpático bribón español Pedro Chamijo, «el falso Inca», cuyas aventuras aquende la Cordillera relatamos años ha. Así, pese al tiempo transcurrido, hoy nos entra comezón de escribir, no su segunda parte (pues harto sabido es que «nunca segundas partes fueron buenas»), sino muy al contrario, la primera, la inicial, la que en aquel entonces —quizá por falta de información— dejamos en el tintero. Y esta segunda parte de la historia de Chamijo (que es en realidad la primera), o esta primera parte (que es editorialmente la segunda) tiene por animado teatro —salvo un intermedio en la Argentina y otro en Chile— al Perú de principios del siglo XVII, el Perú de los virreyes, el Perú de las riquezas fabulosas y del perpetuo holgorio.

Chamijo, que hasta entonces (contaba a la sazón veinticinco años), después de largo vagar por aquellas tierras, entre indios cuya lengua aprendió a maravilla, y de una estancia bastante prolongada en el turbulento Potosí, había tenido que contentarse —o descontentarse— con ser simple soldado, acababa de desertar de una lejana guarnición, campo miserable, fastidioso y estrecho para sus grandes facultades. La Ciudad de los Reyes era excelente refugio de bribones y buscavidas, gracias a la turba que en ella remolineaba atraída por su riqueza y en cuyo torbellino podía disimularse maravillosamente un aventurero más. Y Chamijo estaba, por lo tanto, en Lima.

No había llegado solo. Acompañábalo una chola, con quien se unió en Potosí, muy joven y bonita, criada en una casa señorial y escapada poco antes de la de San Juan de la Penitencia, de Lima, reformatorio de menores donde se la encerró, niña aún, para corregir sus inclinaciones, desde temprano harto licenciosas.


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Dominio público
31 págs. / 55 minutos / 140 visitas.

Publicado el 2 de mayo de 2019 por Edu Robsy.

¿Crimen?

Roberto Payró


Cuento


I

Febrero 10 de 18....

....Todo está en calma; el mundo parece dormir un sueño de muerte; la atmósfera pesada me sofoca; ni un suspiro del viento llega á estremecer las hojas de los árboles, todavia marchitas bajo los besos de fuego del sol; acaba de salir la luna, rodeada por un círculo de vapores luminosos, y su luz amarillenta hace palidecer el fulgor de las estrellas, perdidas en el manto indeciso de las nubes...

Todo está en calma; todo, menos mi corazón, que late violentamente, y mi cerebro que bulle como un volcán ...

El doctor Ávila me ha dicho que no puedo casarme; me ha amenazado con terribles desgracias para el porvenir; me ha hecho ver mi hogar, el hogar tantas veces soñado, presa de la desvastación terrible de la muerte, y haciéndose eco de los gritos sin piedad de la conciencia.

¡Y, sin embargo, yo no he dudado, y en el salón contiguo me esperan los que van á acompañarme al templo, los que van á ser testigos de mi crímen!...

¡Eh! ¡qué importa! ¡El dado está tirado, y no soy, más que otro, merecedor de las desdichas que me amenazan; la suerte se apiadará de mi, la suerte que hasta hoy me ha perseguido!..

Vamos á Elisa, á mi amada, á mi esposa en breve.

Sacudamos estos negros pensamientos, y miremos impávidos el futuro, lleno de sombras ó de luces, de fulgores ó de tinieblas. ¡Qué importa!...

¡Bebamos nuestra copa, amarga ó dulce, hasta las heces, sin que tiemblen el corazón ni la mano!...

II

Abril 12 de 18....

....¡Bien hacía yo en no dudar! La dicha más inmensa me sonrie; la felicidad más completa llena mi espíritu!

¡Soy el poseedor de la belleza tantas veces deseada, y la voz de Elisa llega hasta mí como música sublime que me extasía!...

Dos meses ha que la estreché por primera vez entre mis brazos ¡Dos meses que he vivido en el Paraiso!...


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Dominio público
8 págs. / 14 minutos / 51 visitas.

Publicado el 28 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

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