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autor: Rosario de Acuña editor: Edu Robsy


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El Enemigo de la Muerte

Rosario de Acuña


Cuento


Dedicado a José Anca, médico de Pinto.
 

«El conflicto es importante: estáis en mi presencia porque yo no cuento con bastantes fuerzas para resolver la cuestión; me acordé de vuestros padres, la Soberbia y el Sensualismo, pues donde yo ando están bien esas dos pasiones tan corruptoras como yo, convencidos de que es necesario cese ese estado de cosas en la aldehuela de Cariamor, donde campa por sus respetos el doctor Almalegre, os evocaron a mi presencia, dejando a vuestra iniciativa la presentación: decid quiénes sois y qué podéis hacer para resolver el conflicto.»

Quien así hablaba era la Muerte. Replegando su manto de jirones de miseria, dejaba al descubierto su amarillento esqueleto, sentada en actitud meditabunda sobre áspero guijarro; a su alrededor se veía un grupo de seres fantásticos: los unos, mitad hermosas mujeres, mitad reptiles; los otros, fuertes mancebos terminados en cuerpos de fieras. En lontananza se extendía hermoso valle, cerrado por áspera cordillera revestida de perpetuas nieves; en el fondo del valle, desparramadas sus casas entre florestas y robledales, se alzaba la aldea de Cariamor, que, escondida entre uno de los repliegues del Pirineo y defendiéndose de los fríos de sus neveras por rocosos taludes y frondosos bosques, gozaba de todas 1as dulzuras del Mediodía y de todos los vigores del Norte.

A este pequeño rincón del mundo, llegó un doctor, que, sin saber por qué, aunque es de presumir que por mucha sabiduría, se había encerrado en el valle, y hacia veinte años asistía a sus habitantes.


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12 págs. / 21 minutos / 101 visitas.

Publicado el 29 de agosto de 2019 por Edu Robsy.

El Cazador de Osos

Rosario de Acuña


Cuento


Estamos en Espinama. El escenario es digno de los personajes. Al norte, la gigantesca cordillera de los Picos de Europa, con sus lastrones de piedra cortados a pico sobre torrentes y ventisqueros coronados por el coloso morrón de Peña Vieja; bloque inmenso, de más de un kilómetro, que, como las antiguas esfinges egipcias, se eleva inmóvil sobre un basamento de granito, dominando con su majestad indescriptible las provincias de Santander, Oviedo, León y Palencia, gracias a sus 2605 metros de estatura, que a tanto alcanza su nevada cabeza sobre el nivel del Océano.

A derecha e izquierda del gigante, y en gradería monstruosa, escalonados hasta hundirse en los bosques, toda aquella familia de picos, conocidos por Las Granzas, Puerto Remoña, pico Riel, Peña Ándara, Alto de las Montañas, etcétera, cerrándose en anfiteatro sobre la verde y tersa pradera de Fuente De, en uno de cuyos repliegues burbujea y brota, filtrada desde las neveras inmediatas, el agua del Deva, cristalino arroyo sobre aquella meseta alpina y más tarde torrente espumoso que atraviesa todo el abrupto valle de La Liébana, para convertirse en ancho y profundo río en Buelles y Molleda, y formar en Unquera su abrazo con el mar, denominado ría de Tina Mayor.

Al sur, bosques inmensos y espesísimos revistiendo montañas que serían elevadísimas sobre otra cordillera que no fuese aquella espantosa mole de piedra.

Sobre los bosques, alzando sus crestones estriados de nieve, la masa conocida por Torre Cerrado, émula y rival de Peña Vieja, que, contando algunos metros menos de elevación que aquella reina de los Picos, se levanta enfrente de ella como provocándola a eterno desafío con sus pedrizas verticales y sus despeñaderos revestidos de finísimo heno, para hacer más peligrosos y más atractivos sus abismos inmedibles.


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8 págs. / 14 minutos / 129 visitas.

Publicado el 28 de agosto de 2019 por Edu Robsy.

Sobre la Hoja de un Árbol

Rosario de Acuña


Cuento


Terminaba el otoño; debajo del ancho esparragado de mi casa, toldo que fue de verdes hojas y hoy deja al descubierto los retorcidos sarmientos de las viejas parras, se extendía esa mullida alfombra con que el invierno viste la húmeda tierra; el viento del otoño, arremolinando las secas hojas de los vecinos árboles, trajo a mis plantas la de un castaño de indias, que entre varios formó en estío una fresca alameda propia para soñar venturas imposibles o para recordar dichas pasadas.

Sobre una de las hojas, entre los arrugados pliegues de sus libras secas y retorcidas, se contemplaba el poema de la vida en todas sus manifestaciones; ¡quien lo diría! Los actores de aquel poema, que tan grande parece, eran casi microscópicos, eran dos solas hormigas, la hoja era su mundo; millares de ellas, desprendidas de árboles y de plantas, girarían en aquel instante en el inmenso espacio de un hemisferio terrestre y, sin embargo, de aquellas dos hormigas, ajenas al infinito número de mundos que las rodeaba, sin conocer acaso otro universo que aquel estrecho recinto que con ímpetu vertiginosa las arrastraba en el espacio, se entregaban a la más encarnizada lucha por la existencia ¡como si su vida fuera algo en el concierto de las vidas superiores, y como si el mundo que en aquel momento habitaban fuese el perenne cimiento de los mundos; y no una mísera hoja seca perdida en el infinito número de sus semejantes!


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4 págs. / 7 minutos / 96 visitas.

Publicado el 28 de agosto de 2019 por Edu Robsy.

Melchor, Gaspar y Baltasar

Rosario de Acuña


Cuento


Érase una tarde del mes de noviembre; recios copos de nieve caían en las extensas llanuras de La Mancha, vistiendo de blanco ropaje los humildes tejados de un pueblecito, cuyo nombre no hace al caso, y cuyos habitantes, que apenas pasaban de trescientos, tenían fama por aquella comarca de sencillos y bonachones.

–Apresuremos el paso, que el tiempo arrecia y aún falta una legua –decía un jinete caballero en un alto mulo a un labriego que le acompañaba sobre un pollino medio muerto de años; arreó el labriego su cabalgadura, y con un mohín de mal humor, sin duda porque la nieve le azotaba el rostro, se arrebujó en su burda manta, encasquetándose el sombrero hasta la cerviz, y diciendo de esta manera:

–Vaya, vaya con don Gaspar, y qué rollizo y sano que se nos viene al pueblo; ya verá su merced qué contento se pone don Melchor cuando le vea llegar tan de madrugada; según nos dijo ayer, no se esperaba a su merced hasta esotro día por la tarde; nada, lo que yo digo, esta Nochebuena estamos de parabién; todas las personas de viso se nos van a juntar en la misa del gallo; digo, si no me equivoco, porque parece que también el señor don Baltasar está para llegar de un momento a otro…

–Es cierto, Martín –le contestó el llamado don Gaspar–. Mi hermano Baltasar ya estará en camino para el pueblo, según lo que me escribió a Santander… pero arrea, que tengo gana de abrazar a mi hermano Melchor, después de dieciocho años de ausencia.


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24 págs. / 42 minutos / 127 visitas.

Publicado el 28 de agosto de 2019 por Edu Robsy.

La Casa de Muñecas

Rosario de Acuña


Cuento


Acababan de regresar los niños Rafael y Rosario de sus respectivos colegios, y con la alegría propia de haber sacado en los exámenes notas de sobresalientes.

El niño tenía nueve años; la niña ocho: sus almas gemelas en sentimientos y en inteligencia, habían sufrido una lamentable desviación en los colegios a donde los habían llevado sus padres, que por sus muchos quehaceres, no pudieron dedicarse exclusivamente a la educación de sus hijos; pero la suerte había cambiado, y, por lo tanto, dueños ya de todo su tiempo, resolvieron sacar a sus hijos del colegio y terminar su educación en casa, y bajo su exclusiva dirección, porque hay que saber que los padres de Rafael y Rosario eran unas personas de mucho estudio, de muchos conocimientos y grandísima perspicacia para conocer lo más razonable y conveniente de todas las cosas. Había, pues, llegado el día en que los niños volvieron del colegio a la casa paterna, y puede calcularse la alegría de padres e hijos al encontrarse reunidos para siempre.


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Publicado el 29 de agosto de 2019 por Edu Robsy.

Influencia de la Vida del Campo en la Familia

Rosario de Acuña


Artículo


Ingenios elevados, naturalezas escogidas, inteligencias privilegiadas, plumas ágiles en las luchas literarias, hombres de corazón y de conciencia han desarrollado, en variadísimas formas, el tema que sirve al presente trabajo: audacia sin igual se descubre en la intención de la pobre mujer, que sin más elementos que un espíritu sutil de observación y una riqueza inmensa de afectos hacia los esplendores de nuestro mundo, pretende argumentar sobre tan vastísimo terreno, llevando al ánimo del lector hacia ese hermoso horizonte que se descubre en lontananza, y en el cual las sociedades del porvenir, cultas, ilustradas y dignas, fundarán las aspiraciones de su felicidad, de su engrandecimiento; hablo de la agricultura. Ímproba es la tarea, muchos serán los esfuerzos que tendré que hacer para realizarla; pero muy grande es también el valor que me anima a emprenderla, y muy arraigados están en mi ser los dulcísimos sentimientos que guarda el alma hacia la naturaleza, que imperiosamente me obligan, no solamente a amarla, sino a inclinar a los hombres a que la amen. Empiezo, pues, y ¡ojalá que al terminar estas páginas más de un lector vuelva los ojos hacia los hermosos campos de nuestra fértil patria exclamando: «-¡Oh tú, naturaleza, madre del hombre, purísima fuente de todos los placeres humanos, bendita seas! ¡Solo en tu regazo halla el espíritu de la vida el dulce calor de la felicidad!


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14 págs. / 25 minutos / 102 visitas.

Publicado el 27 de agosto de 2019 por Edu Robsy.

El Baratero

Rosario de Acuña


Cuento


El mocito se las traía. Vivía en un barrio popular, pero en una casona grande y vieja, cuyo piso principal lo tenía alquilado un clérigo, vara alta en la parroquia, con vistas a Roma, y bien cubierto de peluconas, y en el piso segundo vivía un retirado de la milicia, cojo de la pata derecha, por lo que andaba siempre torcido, y manco de la misma mano, por lo que se manejaba zurdamente; con un ojo menos, con lo que no veía más que a tres palmos de las narices, y lleno el pecho de cruces y de medallas, de tal manera, que vivía en grande con los que le rentaba.


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Publicado el 28 de agosto de 2019 por Edu Robsy.

A Vista de Araña

Rosario de Acuña


Cuento


Allá por el Oriente empezaban a iluminarse con las vagas tintas de la aurora, los contornos de la tierra.

Toda la creación se estremecía con esos albores que traen a la naturaleza nuevos efluvios de vida y calor.

La Naturaleza comenzaba a vivir ansiando levantar el himno de bienvenida al sol, alma del mundo, que, con sus rayos de fuego, marca el paso del tiempo en el reloj de la existencia.

Descendamos; no es en el oscuro retiro de intrincada floresta donde hemos de asentar la huella, que, al fin allí, entre arbustos y zarzas, aún se podría vislumbrar un átomo de Dios, reflejado en la Naturaleza.

No  es en los sombríos antros de profunda caverna donde el pensamiento ha de buscar su inspiración, que allí también se podría hallar, en medio de la terrorífica sombra, el luminoso espectro de Dios.

No es tampoco en el abrupto laberinto de algún hondo abismo, donde habrán de sumirse los destellos del espíritu, que, también entre las ennegrecidas y dislocadas rocas, y en medio del silencio y la soledad de una naturaleza; muerta para la luz, podría encontrarse el reflejo del alma divina, fulgurando con incesante alma y recreándose en sus obras.

Descendamos más hondo que a la floresta, más hondo que a la gruta, más que al abismo; busquemos algo que nos aleje del principio universal de la vida, y en alas de la fantástica imaginación, penetremos en uno de esos alcázares de barro que se alzan sobre nuestro mundo de granito y de fuego, átomos de polvo en los remotos siglos del porvenir, gigantes de sillería en las edades presentes.

Hela allí; es muy negra, muy redonda; sus patas extendidas en semicírculo, finas como hebras de seda, revestidas interiormente de un pelo suave y lustroso, forman, en derredor de su abultado cuerpo, una corona de rayos.


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Publicado el 29 de agosto de 2019 por Edu Robsy.

La Noche

Rosario de Acuña


Cuento


Vosotros no sabéis lo que es la noche. Vosotros los que vivís en ella, los que durante sus horas ponéis en movimiento las moléculas de vuestros sentidos, no conocéis la noche. El gas o la electricidad brillan, fulguran, arrancan chispas diáfanas al oro y a la pedrería… Empieza vuestra vida; la mesa del banquete os espera; el blanco lino en arabescos lustrosos como el raso, cae pesadamente ocultando el mosaico de la tallada mesa; el matiz verde o pardo del cristal de Venecia llena de opacos tonos los vinos del Rhin y la Sicilia; el manto de filigrana del faisán dorado se riza en caperuza delicada sobre el esmalta-do azafate de Sevres: salta la espuma del champagne sobre la copa de oro; los aromas del nardo y del heliotropo llenan la estancia de perfumes; los acordes de retirada música mandan la onda sonora de la armonía, y al tibio calor de encendidos pebeteros brota en vuestras mejillas el fuego de todas las impurezas…¡creéis vivir!; se agitan vuestros labios con palabras del amor impregnado de los deseos de la carne; brillan vuestros ojos buscando impacientes nuevas formas que adorar en los altares de la pasión, y al eco de vuestras frases aceradas, satíricas, oportunas para zaherir o desgarrar, responden las arterias de vuestras sienes que con violento latir arrancan de vuestro organismo los átomos de todo vigor, de toda fortaleza… Aún no se terminó vuestra noche; aún tenéis que recorrer las últimas etapas de la degradación humana buscando en las emociones de la riqueza del azar nuevos elementos para animar vuestra vida; aún habéis de sumir el pensamiento en el imbécil sopor del amor comprado sobre el fango de una oscura calleja, que en los contrastes de vuestras noches báquicas forjáis vosotros, los derrochadores de los bienes del alma, la única felicidad posible. ¡Y habláis de la noche como de vuestro día! ¡Habláis y vivís en ella y por ella…!


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Publicado el 29 de agosto de 2019 por Edu Robsy.

La Gota de Agua y la Estrella

Rosario de Acuña


Cuento


El crepúsculo de una tarde de junio envolvía entre vagas sombras la hermosa vega de Córdoba; anchos festones de rojizas atmósferas acariciaban con sus flotantes pliegues la joya más preciada de la corona de Abd-er-rahman, joya que entre la filigrana de su ojivas enseña a nuestra generación la mano bárbara de los profanadores del arte o de los envidiosos de nuestras riquezas...


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Publicado el 28 de agosto de 2019 por Edu Robsy.

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