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autor: Rosario de Acuña


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El Enemigo de la Muerte

Rosario de Acuña


Cuento


Dedicado a José Anca, médico de Pinto.
 

«El conflicto es importante: estáis en mi presencia porque yo no cuento con bastantes fuerzas para resolver la cuestión; me acordé de vuestros padres, la Soberbia y el Sensualismo, pues donde yo ando están bien esas dos pasiones tan corruptoras como yo, convencidos de que es necesario cese ese estado de cosas en la aldehuela de Cariamor, donde campa por sus respetos el doctor Almalegre, os evocaron a mi presencia, dejando a vuestra iniciativa la presentación: decid quiénes sois y qué podéis hacer para resolver el conflicto.»

Quien así hablaba era la Muerte. Replegando su manto de jirones de miseria, dejaba al descubierto su amarillento esqueleto, sentada en actitud meditabunda sobre áspero guijarro; a su alrededor se veía un grupo de seres fantásticos: los unos, mitad hermosas mujeres, mitad reptiles; los otros, fuertes mancebos terminados en cuerpos de fieras. En lontananza se extendía hermoso valle, cerrado por áspera cordillera revestida de perpetuas nieves; en el fondo del valle, desparramadas sus casas entre florestas y robledales, se alzaba la aldea de Cariamor, que, escondida entre uno de los repliegues del Pirineo y defendiéndose de los fríos de sus neveras por rocosos taludes y frondosos bosques, gozaba de todas 1as dulzuras del Mediodía y de todos los vigores del Norte.

A este pequeño rincón del mundo, llegó un doctor, que, sin saber por qué, aunque es de presumir que por mucha sabiduría, se había encerrado en el valle, y hacia veinte años asistía a sus habitantes.


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12 págs. / 21 minutos / 102 visitas.

Publicado el 29 de agosto de 2019 por Edu Robsy.

Periquín

Rosario de Acuña


Cuento


Dedicada a las niñas Amparo y Luisa Calleja
 

¡Cuánto lloráis a vuestro pequeño gorrión! ¡Y en verdad que mereció esa pena! ¡Pobre Periquín! ¡Cómo aleteaba, entonando al compás de sus alegrías de pájaro el dulce «pío pío» de criatura mimada! ¡Qué bien os conocía y con qué mohines de ternura recibió de vuestras frescas y virginales bocas la migajas de pan y el sabroso cañamón! ¡Qué nidito tan blando y caliente encontraba cuando se arrebujaba bajo vuestro cuello! ¡Pobrecito! ¡Tan manso, tan cariñoso, tan dulce, tan confiado! Todo él era un destello de virtudes celestes encerrado en el pequeño núcleo de un corazón alado y, sin embargo, era un gorrión. Pertenecía a esa especie brava, audaz e impúdica que triunfa por fuerte en la lucha por la vida del mundo de las aves; era hijo, nieto, descendiente de esos tiranuelos que son gigantes fieros en la república de los pájaros pequeños. Su pico duro, arma resistente para combatir y herramienta para triturar, ¡parece mentira cómo sabía imitar el beso! Sus alas, llenas de fibras, estaban hechas para huir rápidamente del peligro o lanzarse con furia sobre la presa, no para acoclarse con temores de amor en torno a vuestro rostro.

¡Hoy reposa entre las raíces de un heliotropo, quién sabe si víctima de una debilidad, de una abdicación, por placidez y apocamiento, de sus herencias de gorrión soberbio y egoísta!... ¡La historia de siempre! El amor crucificado, la abnegación enterrada con los huesos de un pájaro, cuya existencia fue tan breve que aún dura la primavera que le dio vida... y la soberbia y el egoísmo triunfantes en los demás gorriones que canturrean sus alegrías cruzando libres montes y valles.


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Publicado el 28 de agosto de 2019 por Edu Robsy.

La Tristeza

Rosario de Acuña


Cuento


Hace muchos años que en una aldea pobre y miserable de las montañas cantábricas sucedió lo que voy a contar; misteriosos signos de un antiguo pergamino, traducidos por un viejecito del lugar, me hicieron conocer el suceso, que, si no en aquella aldea, puede colocarse en cualquiera otra parte pues para el caso es igual; de este modo dice la crónica:

«Acababa la gente del lugar de cerrar con una alegre danza las fiestas de la vendimia, cuando repararon en una mujer forastera en el pueblo, cuyo aspecto miserable y abatido contrastaba con el alegre conjunto del vecindario. Alta, escuálida, medio cubierta de andrajos, de edad indefinible y ojos penetrantes, atraía las miradas de todos los aldeanos, que poco a poco, y volviéndose de cuando en cuando para mirarla, fueron desfilando por entre el laberinto de sus pobres chozas. Quedose solamente en la plaza el tío Roque, viejo marrullero dado a cuentas de brujas y a trasnochadas leyendas; muy amigo de todas las mozas del pueblo por su buen humor, franca alegría y estrambóticos consejos, y vividor incansable sobre los bienes del prójimo, pues de todas partes sacaba ración; bien es verdad que su edad y muchos achaques que le agobiaban, le impedían todo trabajo, al que allá en sus mocedades dicen que le tenía gran afición. Acercase lentamente el acabado anciano a la forastera, que estaba sentada bajo la sombra de un hermoso roble, y cuando ya le quedaba poco para llegar la saludó humildemente quitándose el raído e informe casquete que le cubría malamente los cuatro mechones de lino que brotaban de su cabeza; contestó la interpelada con una sonrisa indefinible, y sin esperar la pregunta que ya se veía brotar de los labios del tío Roque, le dijo:


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14 págs. / 24 minutos / 135 visitas.

Publicado el 29 de agosto de 2019 por Edu Robsy.

Influencia de la Vida del Campo en la Familia

Rosario de Acuña


Artículo


Ingenios elevados, naturalezas escogidas, inteligencias privilegiadas, plumas ágiles en las luchas literarias, hombres de corazón y de conciencia han desarrollado, en variadísimas formas, el tema que sirve al presente trabajo: audacia sin igual se descubre en la intención de la pobre mujer, que sin más elementos que un espíritu sutil de observación y una riqueza inmensa de afectos hacia los esplendores de nuestro mundo, pretende argumentar sobre tan vastísimo terreno, llevando al ánimo del lector hacia ese hermoso horizonte que se descubre en lontananza, y en el cual las sociedades del porvenir, cultas, ilustradas y dignas, fundarán las aspiraciones de su felicidad, de su engrandecimiento; hablo de la agricultura. Ímproba es la tarea, muchos serán los esfuerzos que tendré que hacer para realizarla; pero muy grande es también el valor que me anima a emprenderla, y muy arraigados están en mi ser los dulcísimos sentimientos que guarda el alma hacia la naturaleza, que imperiosamente me obligan, no solamente a amarla, sino a inclinar a los hombres a que la amen. Empiezo, pues, y ¡ojalá que al terminar estas páginas más de un lector vuelva los ojos hacia los hermosos campos de nuestra fértil patria exclamando: «-¡Oh tú, naturaleza, madre del hombre, purísima fuente de todos los placeres humanos, bendita seas! ¡Solo en tu regazo halla el espíritu de la vida el dulce calor de la felicidad!


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14 págs. / 25 minutos / 104 visitas.

Publicado el 27 de agosto de 2019 por Edu Robsy.

La Casa de Muñecas

Rosario de Acuña


Cuento


Acababan de regresar los niños Rafael y Rosario de sus respectivos colegios, y con la alegría propia de haber sacado en los exámenes notas de sobresalientes.

El niño tenía nueve años; la niña ocho: sus almas gemelas en sentimientos y en inteligencia, habían sufrido una lamentable desviación en los colegios a donde los habían llevado sus padres, que por sus muchos quehaceres, no pudieron dedicarse exclusivamente a la educación de sus hijos; pero la suerte había cambiado, y, por lo tanto, dueños ya de todo su tiempo, resolvieron sacar a sus hijos del colegio y terminar su educación en casa, y bajo su exclusiva dirección, porque hay que saber que los padres de Rafael y Rosario eran unas personas de mucho estudio, de muchos conocimientos y grandísima perspicacia para conocer lo más razonable y conveniente de todas las cosas. Había, pues, llegado el día en que los niños volvieron del colegio a la casa paterna, y puede calcularse la alegría de padres e hijos al encontrarse reunidos para siempre.


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32 págs. / 56 minutos / 170 visitas.

Publicado el 29 de agosto de 2019 por Edu Robsy.

¡Ilusión!

Rosario de Acuña


Cuento


Aprende en mí, viajero fatigado por las asperezas del camino, pastor que cruzas detrás del esparcido ganado los agrestes riscos de la sierra, campesino que te inclinas afanoso sobre el profundo surco, que acaso no te devuelva el fruto de tu trabajo; artista que terminas con febril emoción la ímproba tarea… Aprende en mí, quien quiera que seas, y que al salir el sol entre sus brumas de oro, resuenen los ecos de mis recuerdos en las profundidades de tu alma.

La aurora, como ráfaga de abrasadora hoguera, como destello de juventud, prendía en el oriente su pabellón de gualda: donde las ramas de un laurel vi sus luces tornasoladas jugando entre las trasparentes gasas del cielo, y ebria de amor, lanceme al océano batiendo sus olas invisibles con las ligeras plumas de mis alas. Allá, muy lejos, se dibujaban sobre la parda tierra las nieblas de la noche y en derredor de mí se vestía la Naturaleza su manto de reina, para saludar con el cántico de bienvenida al astro de la luz.

«¡Oh sol, bendito sea el fecundo beso de tus primeros rayos! ¡Dichosa quien te mira encender la antorcha de la vida en los horizontes de la tierra! ¡Feliz aquel que puede penetrar en las estelas luminosas de tu carro, mandándote la primera nota del himno triunfal con que te recibe el mundo!»

Así canté a los primeros destellos del sol: mis alas batían el aire con rapidez vertiginosa, y a su impulso subía… subía cruzando el etéreo azul del transparente cielo, como el ligero esquife del pobre pescador la intensidad movible de los mares.


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Publicado el 29 de agosto de 2019 por Edu Robsy.

El Pedazo de Oro

Rosario de Acuña


Cuento


Allá por los años de la conquista americana, llegó de Nueva España un valiente y aguerrido soldado, natural de las montañas asturianas.

Venía del Nuevo Mundo, ya libre del servicio patrio, trayendo, por toda riqueza, una inmensa pepita de oro, que era, relativamente a la pobreza de su familia, una verdadera fortuna.

Estaba el buen soldado tan gozoso de su carga y tan impaciente por llegar a su aldea y sacar de la escasez a sus parientes y deudos, que no se paró en considerar que aquel pedazo tosco y grande del valioso metal, no podría ser cambiado fácilmente entre los solitarios habitantes de las montañas, y sin otro cuidado, gastando en mesones y posadas la poca moneda que traía, llegó a su aldehuela  por fin.

Era ésta como de una veintena de casas, reunidas allá en los picachos más altos de un monte sombrío y adusto, rodeado en sus faldas de nogales y castaños, y tan colgada materialmente estaba entre las breñas y peñones, que a no ser de las águilas, de nadie había sido visitada.

Llegó el soldado a su hogar, y después de aquellas justas y alegres expansiones de la familia, y después del paseo triunfal por entre vecinos y compañeros, llegó el turno de las especulaciones financieras, y contada la prosopopeya y engreimiento del caso, sacó nuestro viajero el colosal pedazo de oro.

Allí había que ver las exclamaciones de los muchachos, el persignarse de las viejas y el regocijo de toda la familia, que se juzgaba completamente poderosa al verse dueña de tan inmensa riqueza. Pasó también el turno de las alegrías inesperadas, y una vez sola la familia del soldado comenzaron los planes para su futuro engrandecimiento.

Hubo profunda deliberación sobre los medios, y al fin se convino en hacerse con buenos robledales y campos de manzanos que en la localidad se vendían, conformes todos en que, sin salir de aquellos queridos lugares, podían llegar a un completo bienestar.


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Publicado el 28 de agosto de 2019 por Edu Robsy.

El Cazador de Osos

Rosario de Acuña


Cuento


Estamos en Espinama. El escenario es digno de los personajes. Al norte, la gigantesca cordillera de los Picos de Europa, con sus lastrones de piedra cortados a pico sobre torrentes y ventisqueros coronados por el coloso morrón de Peña Vieja; bloque inmenso, de más de un kilómetro, que, como las antiguas esfinges egipcias, se eleva inmóvil sobre un basamento de granito, dominando con su majestad indescriptible las provincias de Santander, Oviedo, León y Palencia, gracias a sus 2605 metros de estatura, que a tanto alcanza su nevada cabeza sobre el nivel del Océano.

A derecha e izquierda del gigante, y en gradería monstruosa, escalonados hasta hundirse en los bosques, toda aquella familia de picos, conocidos por Las Granzas, Puerto Remoña, pico Riel, Peña Ándara, Alto de las Montañas, etcétera, cerrándose en anfiteatro sobre la verde y tersa pradera de Fuente De, en uno de cuyos repliegues burbujea y brota, filtrada desde las neveras inmediatas, el agua del Deva, cristalino arroyo sobre aquella meseta alpina y más tarde torrente espumoso que atraviesa todo el abrupto valle de La Liébana, para convertirse en ancho y profundo río en Buelles y Molleda, y formar en Unquera su abrazo con el mar, denominado ría de Tina Mayor.

Al sur, bosques inmensos y espesísimos revistiendo montañas que serían elevadísimas sobre otra cordillera que no fuese aquella espantosa mole de piedra.

Sobre los bosques, alzando sus crestones estriados de nieve, la masa conocida por Torre Cerrado, émula y rival de Peña Vieja, que, contando algunos metros menos de elevación que aquella reina de los Picos, se levanta enfrente de ella como provocándola a eterno desafío con sus pedrizas verticales y sus despeñaderos revestidos de finísimo heno, para hacer más peligrosos y más atractivos sus abismos inmedibles.


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Publicado el 28 de agosto de 2019 por Edu Robsy.

La Roca del Suspiro

Rosario de Acuña


Cuento


En las montañas de Vizcaya, bajo su cielo ceniciento, y en su costa bordada de escollos y salpicada por un mar casi siempre turbulento y sombrío, sobre un promontorio de granito que avanza en áspero talud entre las olas del océano, álzanse, en la misma roca asentadas, las ruinas de un castillo, medio cubiertas de zarzas y de hiedra, y solamente habitadas por el espantadizo búho y el medroso murciélago: como toda ruina, tiene su tradición o leyenda, y como toda leyenda, la suya aparece sencilla, apasionada y melancólica, levantándose como indecisa niebla ante el fulgor de la aurora, sobre aquellas piedras carcomidas por el paso del tiempo y el constante batir de las olas.

Cuentan que allá en lejanos días, cuando el castillo se elevaba arrogante, vivía en su recinto un anciano señor de noble linaje, aunque de escasas rentas, que por su mejor fortuna tenía una nieta bella como una mañana de primavera, y de alma tan angelical como la sonrisa de un niño; pobres y retirados a la morada de sus mayores, vivían con algunos fieles y antiguos vasallos, tan ajenos a las vanidades mundanas, como felices con su ignorada existencia.


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Publicado el 29 de agosto de 2019 por Edu Robsy.

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