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Astronomía Legal

Silverio Lanza


Cuento


El alcalde de Villaruín está satisfechísimo con su nueva casa, que es la única mejora del pueblo.

Llega el mes de Noviembre, y la señora alcaldesa traslada el lecho conyugal al dormitorio de invierno.

A la mañana siguiente se levanta Don Máximo, y se dispone á contemplar desde la ventana el pueblo que gobierna.

Se asoma, y...

—Es estraño; desde que vivo en esta casa siempre ha salido el sol por mi derecha, y ahora sale por mi izquierda. Ordenemos un bando de buen gobierno.


* * *


El maestro de escuela queda encargado de explicar el fenómeno científicamente y gratis.

—Una de dos: ó el sol ha empezado á caminar rápidamente y en la dirección que rota la tierra, lo cual no es posible, ó ésta ha girado en el sentido de un meridiano, lo cual tampoco es posible.

—Lo que no creo posible es que haya un maestro más bruto que usted. ¡A la carcel!


* * *


Así se creo en Villaruín la costumbre de celebrar dos fiestas anuales: cuando Don Máximo cambiaba de dormitorio.


* * *


Murió el maestro extenuado por el ayuno y por la prisión; y antes de morir, dispuso que le enterrasen con la cabeza hacia levante; pero, como no es fácil mover cada seis meses el cadáver, continua sin sepultar.


* * *


Yo, temeroso de estar sepultado en vida é insepulto en muerte, como el maestro de Villaruín, me reduzco á consignar que, mientras los hombres no se acostumbren á vivir sin amo, les saldrá el sol á los pueblos por donde le salga al alcalde.


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Dominio público
1 pág. / 1 minuto / 173 visitas.

Publicado el 28 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.

¡Blanco!

Silverio Lanza


Cuento


Al gatillo le mueve un dedo; al dedo, un músculo; al músculo, un nervio; al nervio, la voluntad, y á la voluntad la sensación producida por un agente externo. Cuando este agente recibe un balazo es que se suicida.


Mi Silverio se entretiene en el jardín tirando con una escopeta de salón. He recortado el sello de un pliego de tres reales, que afortunadamente no sirvió, y lo he colocado sobre el boton de la plancha; para que mi hijo atine más fácilmente.

Silverio, ayer tarde, se desesperaba.

—Yo creo que he dado en el sello.

—Te equivocas; hubiera salido el mono.

—O no.

—Fatalmente. Y recuerda la máxima: cuando no salga, no has dado; y cuando veas salir súbitamente un monigote con mucha arrogancia, es que has hecho blanco.

—¿Y tiro sobre él mono?

—Nunca: siempre al blanco, y afinando.

—Eso se dice, pero...

—Figúrate que el monigote que está oculto allí es un miserable que calumnia á tu madre, un cobarde que se venga de mis desprecios, privándome de mis bienes y de mi libertad, y un malvado que ampara á los niños robándoles su hijuela y su alegría. Es preciso desenmascarar á ese traidor; es preciso que hagas blanco y que aparezca ese canalla; va en ello la felicidad de este hogar. Apunta, Silverio.

El chiquillo tendió el arma, inclinó sobre la culata la hermosa cabeza y apuntó.

—No tengas prisa: siempre á tiro hecho.

Atendí, porque me interesaba conocer cómo los músculos de mi hijo obedecían á sus nervios.

Silverio apuntó medio minuto, y después echó á correr, dió con la culata en el sello, y se quedó amenazando al aparecido monigote.

—Pero, chico...

—Déjeme usted; cuando sepa tirar haré otra cosa, pero ahora, aunque sea á culatazos.


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Dominio público
1 pág. / 1 minuto / 48 visitas.

Publicado el 28 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

Cien Reales de Luz

Silverio Lanza


Cuento


Salí de Bolsa y fuíme directamente á casa de Emilia. Mi Nana, como yo la llamaba, dormía en un sillón de su gabinete. También las doradas ascuas de la chimenea parecían dispuestas á dormir entre cenizas. Yo había olvidado la baja de los Ferros, y de este modo ninguno cumplía su misión. Ni yo calculaba, ni calentaba la lumbre y Emilia dormía. Los tres estábamos cansados de nuestro destino.

Poco después Emilia se sentaba al lado del balcón, la avivada lumbre producía llamas rojas, azules y blancas, girones de fuego que se precipitaban por la chimenea y subían hacia el cielo como las almas de los justos y las blasfemias de los impíos.

En la calle, la tristeza de una tarde de invierno con la fúnebre luz de un cielo nublado, y el temeroso andar de las gentes, que marchan preservando su cabeza de la lluvia y sus pies del barro, muchedumbre que produce un ruido característico, sólo semejante al del motín que nace y balbucea un grito.

Emilia limpiaba el empañado cristal con un pañuelo, y por el trozo limpio y transparente miraba á la calle sin ocuparse de mí. Las llamas en la chimenea parecía que me hacían una mueca burlona y luégo ascendían por el tubo de hierro hablando entre sí en voz baja como si comentasen riendo la pena mía, y yo miraba la mujer y la lumbre, las dos ingratas con quienes pasamos nuestros inviernos, las que hacemos objeto de nuestra poesía, y ellas cuidan nuestro cuerpo y no se cuidan de nuestra alma.

—Vamos, hombre, siéntate.

—¿Dónde?

—Aquí enfrente. Así verás á la vecina, esa jamona que te preocupa.

—Mira que á mí...

—Pues no es tan fea.

—Pero no me gusta.

—Parece que estés triste. ¿Has tenido algún contratiempo?

—Ninguno.

—Pues, sé que la Bolsa baja.

—Mejor; ahora me conviene.

—Que sea enhorabuena... Tú siempre sales ganando.


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Dominio público
5 págs. / 9 minutos / 67 visitas.

Publicado el 13 de enero de 2022 por Edu Robsy.

Cómo Quisiera Morir

Silverio Lanza


Cuento


No os asustéis de que elija un asunto tan triste para escribir este articulo.

¡Hablar de morir un joven cuya cédula personal es una patente de dicha!

Y, sin embargo, la muerte es mí capricho constante, quizás porque es el único que espero conseguir.

Después de haber vivido sufriendo el hambre que no mata y que se llama estrechez; estudiando incesantemente para convencerme á la postre de que no sé nada; sin lograr nunca un miserable sueldo con que alegrar el cuerpo, ni una insignificante distinción con que halagar al espíritu, ¿qué esperanza me queda? solamente la muerte.

Dios es bueno y es justo. ¡Bendito seas, oh Dios!

Si los hombres me hubieran dejado sentar á la mesa del placer, quizás en aquel hermoso festín te hubiera olvidado, Dios omnipotente; pero si ves que en mi desgracia no te he negado nunca, ¿podrás dudar ¡oh Dios! de que yo te ame?

Teniendo fe en Dios, y no teniendo esperanza en los hombres, la muerte es un dulce consuelo.

Pero nadie se muere hasta que Dios quiere, y yo, después de haberme envenenado y haber sufrido enfermedades y agresiones aún no me he muerto. Confieso que tampoco me hubiera hecho gracia.

Es lógico; ya que en vida no he pasado de ser un sér vulgar, quisiera lograr una muerte característica.

Una vez la soñé, pero la soñé despierto, que es como sueño yo.

Oigan Vds. el sueño.

Son las nueve de la noche de un miércoles de Ceniza. Estoy en la Puerta del Sol; siento un golpecito en el brazo derecho y me encuentro...

—¡Hola, Manolita!

—¡Ay Silverio, muy preocupado vas!

—Ya sólo me quedan preocupaciones. El dinero se me acabó in initium.

—Sacristán. Siempre estás hablando en latín.

—Es la lengua favorita de los sabios que no saben castellano.

—Vamos, déjate de bromas y convídame.

—Querida Manolita. Dos puntos. Supla mi buen deseo á la falta de moneda.


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Dominio público
5 págs. / 9 minutos / 81 visitas.

Publicado el 5 de enero de 2022 por Edu Robsy.

Contabilidad Rusticana

Silverio Lanza


Cuento


Pedro presta á Juan diez duros sin interés. Llega la recolección y...

—Ya sabes que me debes diez duros.

—No lo niego.

—¿A cómo está la cebada?

—A diez reales.

—Pues me debes veinte fanegas, y me harás un papelito.

—Lo haré.

Llega Enero y sigue el tiempo seco.

—¿A cómo está la cebada?

—A cuarenta reales.

—Pues me debes cuarenta duros.

—Es verdad.

—Me harás un papel.

Llega la recolección; la cebada está á diez reales, y Juan debe ochenta fanegas. Llega Enero; la cebada está á diez pesetas, y Juan debe ciento sesenta duros.

Al año siguiente, Pedro embarga á Juan la casa, las mulas y la tierra, y se queda con todo ello.


* * *


Otro caso: Varios amigos nos reunimos á merendar; yo me encargo de todo el gasto, y Pedro de facilitar el vino. El día siguiente nos reunimos para ajustar cuentas, y digo:

—Se han gastado diez duros, y somos diez; conque tocamos á cinco pesetas.

Todos me van entregando su cuota, y Pedro me dice:

—Bueno. Yo tengo que dar veinte reales; pero como he pagado catorce de vino, toma seis, y en paz.

Así, yo pago el vino.


* * *


Otro caso: Compro en un pueblo una instalación de luz eléctrica con la rebaja del 10 por 100.

—Mira, Pedro, que aquí faltan las bombillas.

—Bien, las desquitaremos al ajustar la cuenta: son diez luces que me costaron á diez pesetas, que hacen cien pesetas; te rebajo diez, y quedan en noventa.

—¿Y las bombillas?

—Eran diez. A peseta cada una, son diez pesetas. Rebaja el 10 por 100, y quedan en nueve pesetas. Desquita de noventa, y me das ochenta y una, y en paz.


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Dominio público
1 pág. / 2 minutos / 188 visitas.

Publicado el 28 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.

Delegado Regio

Silverio Lanza


Cuento


¡Oh vanidad! Contigo me bastarla para dominar el mundo. Por tí vamos sin vacilar al más grosero error y á la más heroica virtud.


Suenan las doce en el reloj vecino, y don Manuel cierra el libro que estaba leyendo.

Grandezas por todas partes... Yo soy el único desgraciado... No encuentro nada que escribir en mi tarjeta... Manuel Fernández: ¡siempre Manuel Fernández!...

He estudiado mucho y no soy académico... Manuel Fernández, de la academia de Tal... ¡Locura! Cuando estábamos en la oposición me sonreían mis amigos políticos porque socorría en secreto sus necesidades, y ahora... Ayer, después de muchos meses de acecho, logré ver al Presidente. Entré en su despacho y le saludé con el respeto que merece un hombre de talento que ha logrado tan alta posición, y me dijo: «Adiós, Fernández; siéntese usted por ahí...» Allí estaban los íntimos como mujeres del harén, enseñándose sus joyas, alegres, juguetones, imaginando desplantes y chistes, y aguardando á que su señor pidiese el abrigo, sacase el pañuelo é indicase quién era el agraciado aquella noche... Me fui enseguida, porque allí era la adulación el único homenaje, y yo llevaba en mi honrado espíritu una ofrenda más estimable que el Presidente no me pedía ni me hubiera agradecido.

Todos... todos... Pepe ha sido nombrado guardia municipal, y es el terror de las verduleras. Paco es juez, y será el terror de los litigantes. Ramírez, diputado á Cortes, y López corresponsal en Pozuelo del órgano del partido... Manuel Fernández, diputado... corresponsal... ¡Locura!

De nada me sirve ser rico... de nada me sirve... Creo que tocan á fuego. Contaré las campanadas... Ahora: tan, una; tan, dos... cuatro... siete, ocho. En la Inclusa. Atención: tin, una, dos... seis... ocho, nueve, diez. En el Rastro.

Un incendio es una emoción.


Aquel es D. Carlos, el distinguido escritor de noticias.


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4 págs. / 8 minutos / 33 visitas.

Publicado el 28 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

Documento del Siglo XX

Silverio Lanza


Cuento


Ministro á gobernador.

Solucione huelga. Antes convocar Junta de Autoridades y resignar mando exija usted á panaderos mantenimiento del orden.


* * *


Gobernador al ministro.

Solucionada huelga. Recibo plácemes fuerzas vivas. Vuelve vida ordinaria. Trenes llegan con retraso. Robos sin importancia. Asesinatos con carácter ordinario. Tres incendios sin otras complicaciones. Restablecida normalidad.


* * *


Ministro á gobernador.

Felicito también á vuecencia.


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Dominio público
1 pág. / 1 minuto / 42 visitas.

Publicado el 28 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.

El Cuento de la Dinamita

Silverio Lanza


Cuento


—¡Un cuento, un cuento! ¡Que cuente un cuento!

—Voy á complaceros. Os contaré el cuento de la dinamita.

—Venga, venga.

—Pues, señor... Había un pueblo muy rico porque tenía muchas fábricas y se cuidaba el campo, y no había mohina porque había harina.

Y cátate que llega una familia de gitanos al pueblo y empiezan á decir la buenaventura y á curar con unas recetas muy extrañas y á echar maldiciones que se cumplían, y muchas cosas más.

Y los vecinos del pueblo empezaron á gastarse su dinero con los gitanos, y se cerraron las fábricas y se abandonó el campo, y los jornaleros tuvieron hambre.

—Como aquí.

—Si interrumpís no sigo.

—Silencio.

—Y los que pudieron se marcharon á otros pueblos, y se marchó el tio Colorao, y anduvo tierras y tierras, y en un lado se dejó la vergüenza y cogió la osadía, y en otro lado se dejó la razón y guardó un poco de mal instinto, y después de andar mucho se volvió otra vez al pueblo.

Y cuando volvió estaba todo peor que cuando se había ido. Nadie le daba trabajo ni él quería trabajar y explotaba á los pobres.

—Poco sería.

—Que te calles.

—Déjale, que voy á explicárselo. ¿Has visto la encina grande de Campo Redondo?

—Sí, señor.

—¿Tiene mucho fruto?

—Ya no lo da.

—Pero tendrá hojas.

—Muchas.

—¿Y cuando no las tenga?

—Pues, pa leña.

—¿Y cuando se queme la leña?

—Pues, ná.

—¿Y la ceniza?

—Es cierto.

—Todo sirve para algo. Y continúo.

Y como nadie se cuidaba de los pobres estos se hicieron a...

—¿Anarquistas?

—No, hijo; otra cosa muy distinta, aunque también empiece con a: se hicieron asesinos. Y mataron y robaron, porque Colorao los animaba. Y se acostumbraron al crimen, y fueron criminales por serlo.


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Publicado el 28 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

El Hábito del Monje

Silverio Lanza


Cuento


Deseoso de obsequiar á mi prima con un vestido voy á la respetable casa de N. El dependiente principal me dice:

—Todo esto es bueno; pero por ahí hallara usted algo de más fantasía, pero menos solido, y siempre le saldrá á usted caro.

Propongo á mi prima que compremos el vestido en la casa N; pero con su grosería habitual me responde que allí solo venden antiguallas; y vamos á una tienda nueva de un señor Floringuindingui.

Nos enseñan doce cortes (los únicos que tienen) de vestidos de seda. Yo callo y observo la suavidad con que el dependiente toma el cabello á mi prima. Esta elige un corte, y lo pago.


Primera cuenta


Un corte de vestido........ 215 pesetas.


Salimos á la calle y propongo como modista á la señora P, que tiene su gran establecimiento en la calle de Alcalá; pero mi prima contesta:

—Esas sólo saben vestir á las mujeres de mala vida.

Y volviéndose á la tienda pide las señas de una modista.

Pasamos tres meses de desesperación porque la modista tiene muchas prisas. Yo supongo que la tela estará empeñada.

Por fin aparece el vestido y la


Segunda cuenta


Adornos, bajos, automáticos, percalina, linón, etc. ..... 124,75 pesetas. Dos varas de fondo........... 42 » Hechura...................... 60 » --------------------------------------------- Total........................ 226,75 »


Pago, y por curiosidad pregunto á mi prima que hay con dos varas de fondo que cueste 42 pesetas, y me dice:

—Son dos varas de la misma tela del vestido, porque el corte no daba bastante; y como el tendero las ha tenido que cortar de otro corte, pues por eso las ha cobrado tan caras.


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Publicado el 29 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

El Secreto de la Confesión

Silverio Lanza


Cuento


Es mucho que tu perdones por el amor de un Dios que tanto te ha perdonado?

Fr. Luis de Granada.


Pobre de ti, que te exaltas
buscándome antipatías.
¡Qué victoria lograrías
si corrigieses tus faltas
y perdonases las mías!

M. Matanza Romero.


El padre Añejo era un ángel y tenía fama de demonio. No es extraño; en cambio el padre Pío parecía una mosquita muerta y era un hipócrita cobarde, miserable y lujurioso.

Esto se explica fácilmente. En estos tiempos se van convenciendo los humanos de que pueden pasarse sin Dios con tal de que eludan las prescripciones del Código. Falta el respeto á la sabia justicia divina, falta el temor á la propia conciencia, y, desgraciadamente, se desbordan las pasiones humanas. Se busca el dinero como meta de todas las actividades, y el cura que más gana, más gasta y más adula, es el dechado de los sacerdotes para los modernos epicúreos.

Yo pienso de otra manera. La ciencia no podrá convencerme de que hay una madre más santa que la mia, una mujer más buena que mi esposa, un niño más bonito que mi Silverio, y una religión más amable que la cristiana. Estos amores míos me llevan á defender á mi madre, á mi esposa, á mi niño y á mi religión; y cuando recuerdo á un sacerdote tan bueno como el padre Añejo cojo la pluma con ánimo resuelto de no dejarla hasta dar noticia de tales virtudes, y recreándome en ello quisiera que el lector hallase igual encanto.


Cuando llegué con mi familia á Valerial, se hablaba continuamente en el pueblo de la villana conducta del padre Añejo. De los relatos se deducía que el tal sacerdote había sido mozo de cuenta. Figúrense ustedes si es posible villanía mayor que la de asesinar á su madre: pues esto hizo el padre Añejo. Verán ustedes cómo:


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Dominio público
5 págs. / 10 minutos / 84 visitas.

Publicado el 28 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

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