Calais, 21 de septiembre de 1822
La ortografía de mi apellido, que es francesa, me
hizo sentir siempre un vehemente deseo de ver Francia y, muy en
especial, Normandía, comarca en la que dijimos continuamente en la
familia que nuestros antepasados eran grandes terratenientes antes de
salir de ella para seguir a Guillermo el Conquistador cuando este cayó
sobre Inglaterra.
Nací bastante pobre y, por consiguiente, sin posibilidad de viajar
por Francia. Pasé la primera juventud cazando. Di con la forma de pasar
seis meses en Estados Unidos sin perjuicio para mi modesto presupuesto.
Un rico comerciante de Liverpool, sabedor de que era yo hombre muy
honrado, me dio unos poderes; me fui a organizarle unos negocios que
tenía en Filadelfia.
Tres años después de regresar de Norteamérica, y hace dos meses
justos, el 26 de julio, me estaba paseando por un jardincillo que
constituye todo mi haber y se halla en las inmediaciones de York; estaba
estudiando; acababa de cerrar un tomo del Viaje a Egipto de
Volney y me lamentaba de mi suerte, que me impide viajar, a mí que tengo
la pasión de los viajes, cuando mi único sirviente, que constituye todo
mi tren de vida doméstico, llegó corriendo a entregarme una carta de
Liverpool. La abro, leo cuatro líneas, caigo de rodillas y miro el
reloj; eran exactamente las once y veintidós minutos. ¡A las once y
veintidós minutos del 21 de julio de 1822 cambió mi suerte! A un primo
lejano, bastante altanero y bastante necio, a quien no había visto ni
dos veces desde hacía diez años, se le había ocurrido morirse. La muerte
de ese primo me lega el título de baronet y una fortuna de mil libras esterlinas redondas.
Información texto 'Diario de Sir John Armitage'