DEL AUTOR AL LECTOR
En estos tiempos modernos, de agitada precipitación y grandes
combinaciones, cuando el origen de familia no tiene valor alguno, las
fortunas se hacen en un día, y las reputaciones se pierden en una hora,
los secretos de los hombres son, algunas veces, muy extraños. Uno de
éstos es el que revelo en este libro; uno que será, aseguro
anticipadamente, enigmático y sorprendente para el lector.
El misterio ha sido tomado de la vida diaria, y hasta hoy la verdad
concerniente a él ha sido considerada estrictamente confidencial por las
personas mencionadas aquí, aun cuando ahora me han permitido que haga
públicas estas notables circunstancias.
William Le Queux
I. EL DESCONOCIDO DE MANCHESTER
—¡Muerto! ¡Y se ha llevado su secreto a la tumba!
—¡Jamás!
—Pero se lo ha llevado. ¡Mira! Tiene la quijada caída. ¡No ves el
cambio, hombre!
—¡Entonces, ha cumplido su amenaza, después de todo!
—¡La ha cumplido! Hemos sido unos tontos, Reginaldo... ¡verdaderamente
tontos!—murmuré.
—Así parece. Confieso que yo esperaba confiadamente que nos diría la
verdad cuando comprendiese que le había llegado el fin.
—¡Ah! tú no lo conocías como yo—observé con amargura.—Tenía una
voluntad de hierro y un nervio de acero.
—Combinados con una constitución de caballo, porque, si no, haría mucho
tiempo que se hubiera muerto. Pero hemos sido engañados...
completamente engañados por un moribundo. Nos ha desafiado, y hasta el
último momento se ha burlado de nosotros.
—Blair no era un tonto. Sabía lo que el conocimiento de esa verdad
significaba para nosotros: una enorme fortuna. Lo que ha hecho,
sencillamente, es guardar su secreto.
Información texto 'El Tesoro Misterioso'