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Ordalías

Leopoldo Alas "Clarín"


Cuento


Don Braulio Aguadet era un riquísimo señor valenciano, que tomaba muy en serio las cosas más serias de la vida; por ejemplo, la educación de sus hijos.— Para muchos era manía el afán que Aguadet mostraba por encontrar para su prole el ave fénix de los maestros, un ayo ideal, aunque tuviera tan buen diente que le comiera la mitad de la hacienda. Sus hijos no iban a la escuela por que Aguadet temía las epidemias físicas y las morales, como él decía; los microbios de la difteria y los microbios del mal ejemplo, de la enseñanza rutinaria y servil. Se acercaba para los chicos el momento crítico de pasar a la segunda enseñanza, y don Braulio ya había resuelto no dejarles tampoco asistir al Instituto. Lo que él necesitaba era el ave fénix de los preceptores; una especie de Sócrates sin colocación, que quisiera dedicarse a maestro de los Aguadet impúberos.

Pero, es claro; el ayo ideal no parecía. En vano el buen señor, con perjuicio de sus negocios, cambiaba de vecindad cada poco tiempo, y de Valencia se iba a Barcelona y de allí a la corte. El Pestalozzi que él había soñado no estaba en ninguna parte. En el extranjero no había que pensar; porque Aguadet, que leía muchos libros de pedagogía, había leído al pedagogo ilustre, que dice que es un crimen enseñar a los niños a hablar en dos lenguas a un tiempo. La boca se le hacía agua cuando en las páginas de anuncios de los periódicos ingleses leía la oferta de ayos de exportación, señores que eran doctores, académicos, publicistas y una porción de letras mayúsculas, que Aguadet no sabía lo que significaban (v. gr. Ll D. B. A. DD. etc., etc.), y que se ofrecían por poco dinero para casa de los padres, como nuestras amas de cría. Un doctor inglés de aquellos, pero vertido al castellano, era lo que él quería para sus hijos. Pero la planta no era indígena; no había por acá ayos como los soñaba Aguadet.


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Publicado el 23 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

Un Dios de Sombrero de Copa

José Fernández Bremón


Cuento


I

Los amigos de don Teótimo Gravedo llenaban los salones de su espléndida morada, atraídos por esta singular invitación:


D. T... G... pronunciará un sermón muy corto en la noche del próximo domingo, y después dará un té religioso a sus amigos. Tendrá la mayor satisfacción si se digna Vd. honrar su casa aquella noche.


Era don Teótimo hombre ceremonioso y circunspecto, de cara larga, nariz larga y patillas aún más largas que la cara y la nariz: su estatura era tan alta, que los pantalones mejor medidos le resultaban siempre cortos: sentado, parecía estar de pie, y de pie parecía andar en zancos. Cuando los convidados estuvieron reunidos dijo extendiendo sus brazos por encima de toda la reunión:

—Señores: Todos habéis notado que la fe desparece y lo habréis observado con dolor, porque me consta que todos sois deístas. Los cultos antiguos están en oposición con las ideas nuevas: son religiones para las mujeres y los niños. Acaso os decidiríais, para restaurar el sentimiento religioso, a practicar cualquiera de los ritos conocidos, pero sois gentes ocupadas; mientras se oye una misa se puede hacer un préstamo al Gobierno. Lejos de nosotros ahuyentar del mundo la idea de Dios, sombra benéfica, que da resignación al pobre y protege nuestras arcas. Dios nos ha hecho grandes servicios cuando era poderoso entre los hombres: no podemos abandonarle en la desgracia.


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Publicado el 11 de julio de 2024 por Edu Robsy.

Los Cirineos

Emilia Pardo Bazán


Cuento


Aquella cuitada de Romana Meléndez, tan mona, en lo mejor de la edad, los veinticinco; unida por su familia, sin previa consulta del gusto, al vejete socio de su padre, a don Laureano Calleja, pasó dos años medio secuestrada, recluida en su casa de Madrid, grande, cómoda, hasta lujosa, pero que trasudaba por las paredes murria y aburrimiento. El viejo marido, observando la perpetua melancolía de su esposa, a su vez se mostraba hosco y gruñón; los criados desempeñaban sus quehaceres de mal talante, recelosos; nunca llamaba a la puerta una visita; nunca se le ofrecía a Romana ningún honesto esparcimiento: a misa los domingos y fiestas de guardar; a «dar una vuelta» por Recoletos cuando hacía bueno, y el resto del tiempo sepultada en su butaca, peleándose con una eterna labor de gancho, una colcha, que no se acababa porque a la labrandera no le interesaba que se acabase, y en lugar de mover los dedos, dejaba el hilo y las tiras sobre el regazo y se entregaba a una de esas meditaciones sin objeto, fatigosas como caminar sobre guijarros, entre polvo.


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Publicado el 3 de octubre de 2018 por Edu Robsy.

La Maldición que Cayó sobre Sarnath

H.P. Lovecraft


Cuento


Existe en la tierra de Mnar un lago vasto de aguas tranquilas al que ningún río alimenta y del cual tampoco fluye río alguno. En sus orillas se alzaba, hace diez mil años, la poderosa ciudad de Sarnath, mas hoy ya no existe allí ciudad alguna.

Se dice que, en un tiempo inmemorial, cuando el mundo era joven y ni aun los hombres de Sarnath habían llegado a la tierra de Mnar, a la orilla de aquel lago se alzaba otra ciudad: la ciudad de Ib, construida en piedra gris, que era tan antigua como el propio lago y estaba habitada por seres que no resultaba agradable contemplar. Muy extraños y deformes eran tales seres, cual corresponde en verdad a seres pertenecientes a un mundo apenas esbozado, aún sólo toscamente empezado a modelar. En los cilindros de arcilla de Kadatheron está escrito que los habitantes de Ib eran, por su color, tan verdes como el lago y las nieblas que de él se elevan; que poseían abultados ojos y labios gruesos y blandos y extrañas orejas y que carecían de voz. También está escrito que procedían de la luna, de la que habían descendido una noche a bordo de una gran niebla, junto con el lago vasto de aguas tranquilas y la propia ciudad de Ib, construida en piedra gris.

Cierto es, en todo caso, que adoraban un ídolo, tallado en piedra verdemar, que representaba a Bokrug, el gran saurio acuático, ante el cual celebraban danzas horribles cuando la luna gibosa mostraba su doble cuerno. Y escrito está en el papiro de Ilarnek que un día descubrieron el fuego y que desde aquel día encendieron hogueras para mayor esplendor de sus ceremoniales.

Pero no hay mucho más escrito sobre estos seres, pues pertenecieron a épocas muy remotas y el hombre es joven y apenas conoce nada de quienes vivieron en los tiempos primigenios.


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Publicado el 4 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

La Jauría del Destino

Hector Hugh Munro "Saki"


Cuento


Bajo la mortecina luz de una tarde de otoño encapotada, Martin Stoner marchaba con paso laborioso por trochas convertidas en pantanos y caminos surcados por carriles que conducían a no sabía exactamente dónde. Más adelante, suponía, estaba el mar; y hacia allí parecían decididas a llevarlo sus pisadas. Le habría costado explicar por qué bregaba hasta el agotamiento por alcanzar aquella meta, a menos que hubiera sido presa del instinto que en último extremo conduce al precipicio al ciervo acorralado. En su caso, la jauría del destino sí que acosaba con porfía implacable. El hambre, el cansancio y la desesperación tenían embotado su cerebro, y a duras penas le alentaban las fuerzas para preguntarse por el oculto impulso que lo hacía avanzar. Stoner era uno de esos infortunados individuos que parecen haberlo intentado todo; la imprevisión y la holgazanería innatas siempre se habían interpuesto para malograr toda posibilidad de éxito, así fuera moderado. Y ahora estaba en las últimas y no había nada más que intentar. La desesperación no había despertado en él ninguna reserva latente de energía; por el contrario, el sopor mental lo había ido invadiendo a medida que declinaba su fortuna. Con la ropa que llevaba puesta, medio penique en el bolsillo y ni un solo amigo o conocido a quien recurrir, sin perspectivas de una cama para esa noche o de una comida para la mañana, Martin Stoner proseguía su penosa marcha, entre setos mojados y bajo las gotas de los árboles, la mente casi en blanco, a no ser por la vaga conciencia de que más adelante estaba el mar. De vez en cuando se entremetía otra certeza: sabía que tenía un hambre atroz. Al cabo se detuvo junto a un portillo abierto que conducía a un huerto espacioso y bastante descuidado. No se notaban muchas señas de vida, y la casa al otro lado del huerto parecía fría e inhospitalaria.


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Publicado el 25 de julio de 2016 por Edu Robsy.

Regreso

Roberto Arlt


Cuento


Allí, doblado, con las puntas al aire sobre la mesa, está el papel con la dirección de Elena. De Elena, que ya no es una señorita sino una señora.

La vanidad de Julio puede reposar satisfecha en el recuerdo. Ha conocido los más desemejantes tipos de mujeres bajo diferentes constelaciones. Muñecas con trajes diversos expresando en idiomas distintos sentimientos análogos. Sara en Lisboa, más tarde Lina en Madrid, después Rjimo en Tetuán, Vaiolete en Londres, Teresita en Génova. Julio entrecierra los ojos y sonríe con sonrisa fatigada... ¡Cuántas son en diferentes climas! ¡Igualmente amadas, igualmente recordadas con gratitud! ¡Qué bondadosas y humanas han sido las extrañas para con él! Y ahora ya no están. Es probable que en este mismo momento que él recuerda a Lina, Lina, en una avanzada de Madrid, vigile una bocacalle al pie de una ametralladora. O que ya esté muerta, haciendo florecer las margaritas. ¿Y Rjimo? Camino a Fez, quizás en Casablanca, apoyada en la barnizada orilla de una mesa de ruleta frecuentada por la hez internacional del espionaje y del contrabando.

Julio sonríe con fatigado rostro. ¡Cuántas en diferentes climas! Treinta y cinco. No más. Podrían ser trescientas cincuenta, pero no son nada más que treinta y cinco. Bien puede reposar satisfecha su vanidad, filtrada a través de la pulpa de tan diferentes labios, pero su corazón aún aguarda acongojado. ¿Qué será de Lina, de Lina que como un pequeño atleta movía graciosamente los hombros al caminar por el Paseo de la Castellana y apoyando las ardorosas mejillas en su hombro? ¿Y de Rjimo? Rjimo, tenebrosa en el zoco de Tetuán, embozada como una monja, deslizando bajo las farolas de bronce sus chinelas doradas. ¡Oh, los tatuajes de Rjimo y la temperatura de la palma de su mano!


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Publicado el 22 de diciembre de 2023 por Edu Robsy.

La Perla del Valle

Soledad Acosta de Samper


Cuento


I

Fresca, lozana, pura y olorosa,
gala y adorno del pensil florido,
gallarda puesta sobre el ramo erguido,
fragancia esparce la naciente rosa.

ESPRONCEDA

«Yo acababa de cumplir veinte años… Bajaba alegremente de las altas planicies de los Andes donde había pasado mi niñez, e iba a emprender viaje a Europa, ese paraíso soñado por todo joven sud—americano. Llevaba el corazón lleno de ilusiones y el espíritu henchido con aquella fatuidad juvenil que espera tener un mundo de dicha en un porvenir que conquistará con el mérito de sus talentos. Dueño de una pequeña fortuna, herencia de mis padres, y que yo creía un caudal inagotable, así como mi corto saber; feliz con mi juventud y una salud robusta, de las cuales pocos hacen caso cuando las tienen, pero que son los dones más preciosos, pensaba en mi porvenir lleno de esperanza y alegría. Cuando desde lo alto de los empinados cerros vi por primera vez el camino que me debía llevar hacia lejanos países, me sentí dichoso con mi libertad y lleno de orgullo… No veía entonces que, si de lejos el camino parecía tan hermoso, rodeado de lindos arbustos y regado por claros riachuelos, al transitarlo encontraría mil peligros y desengaños: los arbustos tendrían espinas y los riachuelos amenazarían ahogarme. Así ve el joven la vida al comenzarla. ¡Qué bella es esa edad en que la verdad está siempre vestida de flores! La juventud es como un telescopio en manos de un niño; por entre sus claros vidrios ve los astros tan cerca que piensa que con alargar la mano los podrá tocar, pero al dejar de mirar al través de su encantado prisma, los ve tan distantes, que no comprende cómo pudo desearlos antes.

Después de algunos días de viaje a caballo, llegué en una hermosa tarde de diciembre a la graciosa aldea del Valle.


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Publicado el 3 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

Los Sepulcrales

Guy de Maupassant


Cuento


Estaban acabando de cenar. Eran cinco amigos, ya maduros, todos hombres de mundo y ricos; tres de ellos, casados, y los otros dos solteros. Se reunían así todos los meses, en recuerdo de sus tiempos mozos y, acabada la cena, permanecían conversando hasta las dos de la madrugada. Seguían manteniendo amistad íntima, les agradaba verse juntos y eran tal vez aquellas veladas las más felices de su vida. Charlaban de todo, de todo lo que al hombre de París interesa y divierte. Al estilo de los salones de entonces, hacían de viva voz un repaso de lo leído en los diarios de la mañana.

Uno de los más alegres entre los cinco era José de Bardón, soltero, quien sólo pensaba en vivir de la manera más caprichosa la vida parisiense. No era un libertino, ni un depravado; más bien era versátil, el calaverón todavía joven, porque apenas alcanzaba los cuarenta. Hombre de mundo, en el más amplio y benévolo sentido que se puede asignar al vocablo, estaba dotado de mucho ingenio, aunque no de gran profundidad; enterado de muchas cosas, no llegaba por eso a ser un verdadero erudito; rápido en el comprender, pero sin verdadero dominio de las materias, convertía sus observaciones y aventuras, cuanto veía, se encontraba o descubría, en episodios de novela a un tiempo cómica y filosófica, y en comentarios humorísticos que le daban en la capital fama de hombre inteligente.

Le correspondía en aquellas cenas el papel de orador. Se daba por descontado que siempre contaría algún lance, y él llevaba su cuento preparado. No aguardó, para entrar en materia, a que se lo pidiesen.


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Publicado el 19 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

Inteligencia espiritual y educación holista como nuevos paradigmas

Fundación Ramón Gallegos


Ramón Gallegos, educación holista, inteligencia espiritual


Las cifras y los reportes  de todos los países arrojan síntomas evidentes  de que los  estudiantes  están  empantanados  viviendo  una profunda crisis educativa. (Ramón Gallegos, 2001)   En la Revista Iberoamericana de Educación (número 38, 2002)  la UNESCO nos habla del alto deterioro que vive México y el mundo: violencia, abandono, drogadicción, suicidios y depresión, son ahora los calificativos que acompañan los discursos cuando se habla del tema  escolar.

Pero no solamente la baja calidad educativa  y el abandono   escolar son el centro del problema,  a nivel mundial se viven índices preocupantes de violencia dentro de  las escuelas.

Si depende de la visión que  tenga el hombre  de la  vida,   la forma como  encamina su educación, (Ramón Gallegos, 2003) entonces preguntémonos en  ¿qué época y qué acontecimientos  acuñaron la visión que tiene el  hombre actual? Esto genera un  modelo de “ciencia mecanicista y  reduccionista” que se extiende y permea    los ámbitos  de la realidad y por ende el de  la educación, impidiendo que ésta penetre en el sentido de intención y voluntad, de valor y significado que  le permita transcender  lo pragmático y material.  Es esta visión cientificista   la  que  ha venido nutriendo y   modelando meticulosamente a los estudiantes por  mas de 400 años. (Ramón Gallegos, 2001).


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Publicado el 16 de julio de 2019 por Fundación Ramón Gallegos.

El Primer Sueño de un Niño

José Fernández Bremón


Cuento


I

Una gran movilidad en las cabezas de los muchachos, ciertos ademanes libres e irrespetuosos y murmullos demasiado perceptibles en la clase demostraban que la autoridad del maestro había sufrido algún eclipse, pero no total, porque las conversaciones se sostenían en voz baja, y los gestos y actitudes antiacadémicos no traspasaban ciertos límites. Era una insubordinación prudente, a que daba ocasión un hecho extraordinario.

En efecto, don Hipólito Ablativo, maestro de primeras letras y director de la escuela, había inclinado la cabeza sobre el pupitre y se había quedado dormido explicando por centésima vez a sus discípulos aquella gran inundación bíblica que cubrió de agua toda la Tierra.

No era don Hipólito un profesor vulgar: conocía los sistemas de enseñanza más modernos; pero su escasa dotación no le permitía instalar un jardín Fröbel. Un amigo le había remitido en otro tiempo una de esas cajas enciclopédicas, que explican a los niños las evoluciones de las primeras materias, hasta su última trasformación industrial; pero la mazorca de maíz, los granos de trigo y de arroz, en fin, los objetos más interesantes de la caja, habían sido devorados por los alumnos a quienes dejaba sin comer. El señor Ablativo practicaba en lo posible el método de hacer agradable la enseñanza a los muchachos, y con este objeto había obtenido del alcalde una autorización para restablecer en su escuela los azotes.

Las razones que expuso ante el Ayuntamiento para obtener aquel permiso eran poderosas:


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9 págs. / 15 minutos / 12 visitas.

Publicado el 11 de julio de 2024 por Edu Robsy.

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