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La Ilustre Fregona

Miguel de Cervantes Saavedra


Novela corta, Clásico


En Burgos, ciudad ilustre y famosa, no ha muchos años que en ella vivían dos caballeros principales y ricos: el uno se llamaba don Diego de Carriazo, y el otro, don Juan de Avendaño. El don Diego tuvo un hijo, a quien llamó de su mismo nombre, y el don Juan otro, a quien puso don Tomás de Avendaño. A estos dos caballeros mozos, como quien han de ser las principales personas deste cuento, por excusar y ahorrar letras, les llamaremos con solos los nombres de Carriazo y de Avendaño. Trece años, o poco más, tendría Carriazo, cuando, llevado de una inclinación picaresca, sin forzarle a ello algún mal tratamiento que sus padres le hiciesen, sólo por su gusto y antojo, se desgarró, como dicen los muchachos, de casa de sus padres, y se fué por ese mundo adelante, tan contento de la vida libre, que en la mitad de las incomodidades y miserias que trae consigo no echaba menos la abundancia de la casa de su padre, ni el andar a pie le cansaba, ni el frío le ofendía, ni el calor le enfadaba: para él todos los tiempos del año le eran dulce y templada primavera; tan bien dormía en parvas como en colchones; con tanto gusto se soterraba en un pajar de un mesón como si se acostara entre dos sábanas de Holanda. Finalmente, él salió tan bien con el asumpto de pícaro, que pudiera leer cátedra en la facultad al famoso de Alfarache.


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36 págs. / 1 hora, 4 minutos / 1.398 visitas.

Publicado el 19 de abril de 2016 por Edu Robsy.

La Llamada de Cthulhu

H.P. Lovecraft


Cuento


Es imposible que tales potencias o seres hayan sobrevivido... hayan sobrevivido a una época infinitamente remota donde... la conciencia se manifestaba, quizá, bajo cuerpos y formas que ya hace tiempo se retiraron ante la marea de la ascendiente humanidad... formas de las que sólo la poesía y la leyenda han conservado un fugaz recuerdo con el nombre de dioses, monstruos, seres míticos de toda clase y especie...

Algernon Blackwood


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Protegido por copyright
36 págs. / 1 hora, 4 minutos / 1.239 visitas.

Publicado el 29 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

La Selva Invasora

Rudyard Kipling


Cuento


Hierba, flor, enredadera,
tended un velo sobre todo esto:
hay que borrar de esta raza
hasta el más mínimo recuerdo.

Negra ceniza cubra sus altares,
luego de la lluvia sutil
la leve huella quede por siempre
impresa en ellos.

El campo yermo sea
del gamo el lecho; nadie a asustarlo vaya
ni a turbar a sus pequeñuelos.

Derrúmbense los muros cediendo
a su propio peso;
que nadie lo sepa,
ni nadie en pie de nuevo los vea.


Después de leer los primeros cuentos de esta obra, debemos recordar que, una vez que Mowgli clavó la piel de Shere Khan en la Peña del Consejo, dijo a cuantos quedaban en la manada de Seeonee que de ahí más, cazaría solo en la Selva; entonces, los cuatro hijos de papá Lobo y de su esposa dijeron que ellos también cazarían en su compañía.

Mas no es cosa fácil cambiar de vida en un momento... sobre todo en la selva. Lo primero que hizo Mowgli cuando se dispersó la manada al marcharse los que la formaban, fue dirigirse a la cueva donde había tenido su hogar y dormir allí durante un día y una noche. Después les refirió a papá Lobo y a la mamá cuanto creyó que podrían entender de todas las aventuras que había corrido entre los hombres. Luego, cuando, por la mañana, se entretuvo en hacer que brillara el sol sobre la hoja de su cuchillo (que le había servido para desollar a Shere Khan), confesaron ellos que algo había aprendido.

Después Akela y el Hermano Gris hubieron de narrar la parte que habían tomado en la gran embestida de los búfalos del barranco; con tal de oírlo todo, Baloo subió penosamente la montaña, y por su parte Bagheera se rascaba de gusto al ver cómo había dirigido Mowgli su batalla.


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Dominio público
36 págs. / 1 hora, 4 minutos / 222 visitas.

Publicado el 25 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

Hécuba

Eurípides


Teatro, Tragedia, Tragedia griega


Argumento

Cuando los griegos pusieron sitio a Troya y Príamo se vio acometido de tantos y tan fuertes enemigos, no solo acudió a la defensa de su reino poniendo al frente de sus tropas a sus numerosos hijos, que podían manejar las armas, sino que, presintiendo el fatal desenlace que esta guerra podría tener para su familia, confió su hijo impúbero Polidoro a la custodia de Poliméstor, rey del Quersoneso de Tracia, y depositó en sus manos al mismo tiempo un cuantioso tesoro. Poliméstor, mientras resistieron los troyanos, fue fiel a los deberes que le imponían sus antiguas relaciones con Príamo, en cuya mesa había apurado tantas veces la copa de la hospitalidad; pero cuando pereció el anciano rey de Ilión y los griegos la tomaron e incendiaron, repartiéndose su rico botín y las cautivas que habían hecho, según las leyes de la guerra entonces vigentes, codicioso del oro que guardaba, o por congraciarse con los vencedores, o sin temor ya a los parientes de su tierno pupilo, lo asesinó con alevosía, apoderándose de sus riquezas. A los tres días de muerto, y deseosa la sombra de Polidoro de que se diese sepultura a su cadáver, se apareció a su madre Hécuba, que, en compañía de las esclavas troyanas, esperaba en el Quersoneso vientos favorables a la navegación de los griegos. Hallábanse estos detenidos allí, aterrados con el fantasma de Aquiles, que, derecho sobre su túmulo, situado enfrente, había rogado que se le sacrificase Políxena, hija también de Príamo y de Hécuba, y hermana de Polidoro; y con tal premura que, a no hacerlo, no podrían navegar hacia su patria. Esta tragedia de Eurípides se propone representar dramáticamente los dolores de Hécuba, herida en su corazón por la muerte de sus dos hijos Políxena y Polidoro, y la venganza que toma de Poliméstor, cegado por ella y por sus esclavas, que matan también a sus hijos.


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Dominio público
36 págs. / 1 hora, 4 minutos / 441 visitas.

Publicado el 15 de marzo de 2018 por Edu Robsy.

Mínimas Razones

Arturo Robsy


Artículos, política, ensayo


Lo electoral y lo real

El esfuerzo publicitario que han llevado a cabo todos los partidos con posibles plantea una cuestión grave a la sociedad: los electores han votado con arreglo a una campaña a de imagen, y eso quiere decir que han elegido entre la oferta publicitaria influidos por simpatías, antipatías y el talento de los hombres de las relaciones públicas. ¿Pero hay más socialistas tras las elecciones que antes? ¿Se ha convertido algún nuevo elector a la ideología política que ha votado?

No ha sido así, y eso quiere decir que mayorías y minorías son inestables; tanto al menos como lo es la popularidad. Lo electoral vale para las elecciones, pero no después. Los argumentos electorales quedan sin efecto cuando se trasladan al plano político, y el supuesto apoyo popular al líder no equivale, en modo alguno, a que se apoye su ideología, pues ésa no ha sido votada en realidad.

¿Puede alguien afirmar que la mayoría desea una España socialista? No: han querido a Felipe González de presidente del Gobierno de España; España a secas, sin apellidos, sin ideologías. ¿Están las ideas de España en el Parlamento? ¿Están sus costumbres, sus tradiciones y su cultura? ¿Está en él su visión del mundo? Pues si no están, España no podrá ser gobernada por su mayoría política, y será, como ya es, una nación que se desnacionaliza, que se pierde, que se ignora a sí misma.

La distancia que va entre lo electoral y lo real es la misma que media entre los gobernantes y los gobernados. Pasadas, pues, las elecciones, debieran los políticos averiguar qué quieren los españoles, con qué urgencia y por qué. De lo contrario no gobernarán: alimentarán iras que acabarán por herirlos. La historia, como los ríos, tiende a pasar siempre por el mismo cauce.


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Licencia limitada
36 págs. / 1 hora, 4 minutos / 18 visitas.

Publicado el 22 de noviembre de 2025 por Edu Robsy.

Recuerdos del General Lynch

Daniel Riquelme


Cuento


Recuerdos del general Lynch

El momento psicológico

Se diría que para los grandes hombres, a quines el destino reserva una gran misión, llega un instante de prueba en que el porvenir se dibuja en sus ojos cual paisaje del aire, allende un abismo que detiene en su orilla a los corazones vulgares; pero que los predestinados salvan en la inspiración de una palabra o de un tronco; como si a su vez quisieran demostrar a la esquiva y misteriosa deidad que reparte los favores humanos, que el bronce de sus almas tiene el temple que requieren sus altos designios y las grandes obras.

En la vida del que fue general Lynch hubo un minuto semejante.

El glorioso camino que recorrió en corto tiempo, aquella porción de su vida que podría llamarse en frase vulgar la segunda parte de sus obras de ciudadano y de soldado, no arranca precisamente de su notable comportamiento como capitán y diplomático en la difícil expedición, que condujo desde Paita a Chimbote y que a tan alto punto elevó la fama de su prudencia, habilidad y coraje.

Fue ello, sin duda, una gran revelación para el país, pero no determinó la asunción del general.

La estrella de su fortuna salió en un instante mucho más modesto y secundario de su vida.

Se le apareció a las puertas del desierto que separa a Pisco de Lurín.

La expedición que marchaba por mar en demanda de un puerto de desembarco, inmediato a Lima, debía ser apoyada por un cuerpo de tropas que partieron de Pisco, siguiera por tierra, camino paralelo al de aquélla; batiera esa larga zona que se creía poblada de enemigos y diera, finalmente, la mano, en un punto de cita más o menos acordado, a la gente de las naves. Tenía, pues, la expedición terrestre grandísima importancia.

Dándole ventaja de algunos días y confiando en ella, hízose a la mar, desde el puerto de Arica, el resto del ejército expedicionario.


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Dominio público
36 págs. / 1 hora, 4 minutos / 54 visitas.

Publicado el 30 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

Saverio el Cruel

Roberto Arlt


Teatro, farsa, drama


Personajes

SUSANA
DUEÑA DE LA PENSIÓN
JUAN
HOMBRE 1.º
HOMBRE 2.º
PEDRO
JULIA
JUANA
LUISA
ERNESTO
MUCAMA
DIONISIA
SAVERIO
DEMETRIO
SIMONA
ROBERTO
CADDIE
MARÍA
IRVING ESSEL
HERALDO
ERNESTINA
INVITADAS, INVITADOS, VOCES.

Acto primero

Antecámara mixta de biblioteca y vestíbulo. A un costado escalera, enfrente puerta interior, al fondo ventanales.

Escena I

PEDRO, JULIA, SUSANA y JUAN, de edades que oscilan entre 20 y 30 años. JULIA teje en la rueda.

SUSANA (separándose bruscamente del grupo y deteniéndose junto a la escalera). —Entonces yo me detengo aquí y digo: ¿De dónde ha sacado usted que yo soy Susana?

JUAN. —Sí, ya sé, ya sé…

SUSANA (volviendo a la rueda). —Ya debía estar aquí.

PEDRO (consultando su reloj). —Las cinco.

JUAN (mirando su reloj). —Tu reloj adelanta siete minutos. (A SUSANA). —¡Bonita farsa la tuya!

SUSANA (de pie, irónicamente). —Este año no dirán en la estancia que se aburren. La fiesta tiene todas las proporciones de un espectáculo.

JULIA. —Es detestable el procedimiento de hacerle sacar a otro las castañas del fuego.

SUSANA (con indiferencia). —¿Te parece? (JULIA no contesta. SUSANA a JUAN). No te olvides.

JUAN. —Noo. (Mutis de SUSANA).

PEDRO. —¡Qué temperamento!

JULIA (sin levantar la cabeza del tejido). —Suerte que mamá no está. No le divierten mucho estas invenciones.

PEDRO. —Mamá, como siempre, se reiría al final.


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Dominio público
36 págs. / 1 hora, 4 minutos / 720 visitas.

Publicado el 27 de julio de 2023 por Edu Robsy.

Después

Edith Wharton


Cuento


I

—Sí; hay uno, por supuesto; pero no sabréis que lo es.

La aseveración, lanzada alegremente seis meses antes en un radiante jardín de junio, volvió a Mary Boyne con una nueva dimensión de su significado, en la oscuridad de diciembre, mientras esperaba a que trajesen las lámparas a la biblioteca.

Estas palabras las había pronunciado su amiga Alida Stair, cuando tomaba el té en su jardín de Pangbourne, refiriéndose a la misma casa cuyo «elemento» principal era la biblioteca en cuestión. A su llegada a Inglaterra, Mary Boyne y su marido, buscando un rincón apartado en uno de los condados del sur o el sureste, habían confiado esta misión a Alida Stair, quien lo había resuelto perfectamente; aunque no sin que antes hubiesen rechazado, casi caprichosamente, varias sugerencias prácticas y prudentes que les brindó: «Bueno, está Lyng, en Dorsetshire. Pertenece a los primos de Hugo, y podéis conseguirla por un precio de ganga».

Las razones que dio por las que podían comprarla tan barata —estar lejos de la estación, no tener luz eléctrica ni instalación de agua caliente y demás necesidades vulgares—, eran exactamente las que concurrían a favor para una pareja de románticos americanos que buscaban perversamente aquellas gangas que se asociaban, en su tradición, con la inusitada gracia arquitectónica.

—Jamás creeré que vivo en una casa vieja, a menos que sea completamente incómoda —había insistido en broma Ned Boyne, el más extravagante de los dos—; el más pequeño indicio de comodidad me haría pensar que la había comprado en una exposición, con las piezas numeradas y vueltas a montar.


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37 págs. / 1 hora, 4 minutos / 172 visitas.

Publicado el 28 de agosto de 2018 por Edu Robsy.

El Banquero Anarquista

Fernando Pessoa


Cuento


Habíamos concluido de cenar. Frente a mí, el banquero, mi amigo, gran comerciante y acaparador notable, fumaba como quien no piensa. La conversación, que había ido apagándose, yacía muerta entre nosotros. Intenté reanimarla, al azar, sirviéndome de una idea que me pasó por el pensamiento. Me di vuelta hacia él, sonriendo.

—Es verdad: me dijeron hace días que ud. en sus tiempos fue anarquista…

—Fui, no: fui y soy. No cambié con respecto a eso. Soy anarquista.

—¡Ésa sí que es buena! ¡Usted anarquista! ¿En qué es ud. anarquista?… Sólo si ud. le da a la palabra cualquier sentido diferente…

—¿Del habitual? No; no se lo doy. Empleo la palabra en el sentido habitual.

—¿Quiere ud. decir, entonces, que es anarquista exactamente en el mismo sentido en que son anarquistas esos tipos de las organizaciones obreras? ¿Entonces entre ud. y esos tipos de la bomba y de los sindicatos no hay ninguna diferencia?

—Diferencia, diferencia, hay. Evidentemente que hay diferencia. Pero no es la que ud. cree. ¿Ud. duda quizás de que mis teorías sociales no sean iguales a las de ellos?…

—¡Ah, ya me doy cuenta! Ud., en cuanto a las teorías, es anarquista; en cuanto a la práctica…

—En cuanto a la práctica soy tan anarquista como en cuanto a las teorías. Y en la práctica soy más, mucho más anarquista que esos tipos que ud. citó. Toda mi vida lo demuestra.

—¿¡Qué!?

—Toda mi vida lo demuestra, hijo. Ud. es el que nunca prestó a estas cosas una atención lúcida. Por eso le parece que estoy diciendo una burrada, o si no, que estoy jugándole una broma.

—¡Pero, hombre, yo no entiendo nada!… A no ser… , a no ser que ud. juzgue su vida disolvente y antisocial y le dé ese sentido al anarquismo…

—Ya le dije que no; esto es, ya le dije que no doy a la palabra anarquismo un sentido diferente del habitual.


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Dominio público
37 págs. / 1 hora, 4 minutos / 717 visitas.

Publicado el 2 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

El Cuento del Cortador de Bambú

Anónimo


Cuento


1. Nacimiento de Kaguyahime

Hace ya mucho tiempo, había un viejo cortador de bambú. Andaba por los campos y montes cortando bambúes para los más diversos usos. Se llamaba Sanuki no Miyatsuko. Un día, encontró un bambú cuyo pie resplandecía. Intrigado, el viejo se aproximó y vio que la luz provenía del interior de una sección del tronco. Al cortarlo, halló a un ser humano del tamaño de tres pulgadas sentado con una gracia sin igual. El viejo cortador dijo así:

—Ya que te encuentras dentro del bambú que veo cada mañana y cada tarde, queda claro que estás destinada a ser mi hija.

Y se la llevó a casa en la palma de la mano. La confió a su anciana mujer para que la criara. Su encanto era infinito. Como era tan pequeña, la cuidaron metida en una cesta de bambú.

El viejo cortador de bambú seguía cortando bambúes, pero desde que halló a la niña, empezó a encontrar bambúes con oro dentro de cada sección. Así se fue haciendo rico poco a poco.

La niña, a medida que la alimentaban, se la veía crecer, y al cabo de tres meses era ya tan alta como un adulto. De manera que le organizaron la ceremonia de recoger el cabello en lo alto y la vistieron de mayor. La cuidaban con gran amor y nunca le dejaban salir de detrás de los visillos. No había belleza comparable a la suya en el mundo y todos los rincones de la casa estaban llenos de la luminosidad de su hermosura. Si el viejo se encontraba mal, se ponía bien al verla. Si estaba enfadado por algo, se le pasaba.


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37 págs. / 1 hora, 4 minutos / 362 visitas.

Publicado el 21 de julio de 2018 por Edu Robsy.

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