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Historia de Pasiones

Mary Shelley


Cuento


Después de la muerte de Manfredo, rey de Nápoles, los Gibelinos perdieron su influencia en toda Italia. Los exiliados Güelfos regresaron a sus ciudades natales, y no contentos con retomar las riendas del gobierno, continuaron su triunfo hasta que los Gibelinos, a su vez, se vieron obligados a huir y a lamentar en el destierro el violento espíritu de partido que en el pasado había ocasionado sus sangrientas victorias y, ahora, su irreparable derrota. Después de una obstinada contienda, los Gibelinos florentinos se vieron obligados a abandonar su ciudad natal, sus propiedades fueron confiscadas, sus intentos por reinstalarse frustrados y, retrocediendo de castillo a castillo, por último se refugiaron en Lucca, y esperaron con impaciencia la llegada de Corradino desde Alemania, a través de cuya influencia de nuevo esperaban establecer la supremacía imperial.


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Publicado el 26 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

El León de Tiberias

Robert E. Howard


Cuento


I

La batalla en los prados del Éufrates había terminado, pero no la carnicería. Tanto en ese campo sangriento, donde el Califa de Bagdad y sus aliados turcos habían roto la poderosa avalancha de Doubeys ibn Sadaka de Hilla, como en el desierto circundante, los cuerpos forrados de acero yacían como si una tormenta les hubiese arrastrado y amontonado. El gran canal, al que llamaban Nilo, que conectaba el Éufrates con el distante Tigris, se encontraba bloqueado por los cuerpos de los hombres de las diversas tribus, y los supervivientes jadeaban en su huida hacia los blancos muros de Hilla que brillaban en la distancia, más allá de las plácidas aguas del cercano río. Tras ellos, halcones acorazados, los selyúcidas, rajaban a los fugitivos desde sus sillas de montar. El resplandeciente sueño del emir árabe había acabado en una tormenta de sangre y acero, y sus espuelas salpicaban sangre mientras cabalgaba hacia el distante rio.

Aún en ese momento, en un punto del sucio campo, la lucha se recrudecía y se arremolinaba donde el hijo favorito del emir, Achmet, un esbelto muchacho de diecisiete o dieciocho años, permanecía en pie junto a un aliado. Los jinetes cubiertos de cotas de malla se acercaban, golpeaban y retrocedían, rugiendo en su desconcertada furia ante el azote de la gran espada en las manos de ese hombre. La suya era una figura extraña e incongruente: su roja melena contrastaba con los negros mechones de cuantos le rodeaban, no menos de lo que su polvorienta cota lo hacia con los emplumados tocados y las plateadas corazas de los atacantes. Era alto y poderoso, con una dureza lobuna en sus miembros y figura que su malla no podía ocultar. Su oscuro semblante repleto de cicatrices era sombrío, sus ojos azules, fríos y duros como el azul acero forjado por los gnomos de las Rhinelanu para los héroes de los bosques del norte.


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37 págs. / 1 hora, 5 minutos / 42 visitas.

Publicado el 26 de julio de 2018 por Edu Robsy.

La Mujer Fría

Carmen de Burgos


Novela corta


I

La entrada de Blanca en su palco del teatro de la Princesa, produjo la expectación que causaba siempre. La atención del público se apartó de la obra para mirarla a ella. De los palcos y las butacas se le dirigían todos los gemelos, y hasta las gentes que no la conocían, las que ocupaban las modestas localidades altas, seguían el movimiento general deslumbrados por aquella belleza.

Alta y esbelta, sus curvas, su silueta toda y su carne eran la de una estatua. Despojándose de su capa blanca como espuma de mar, su escote, su rostro y sus brazos tenían esa tonalidad blanco-azulina que, merced a la luz azul, toman las carnes de las bailarinas rusas cuando forman grupos estatuarios. Era un rostro y un cuerpo de estatua. No había en ella color, sino línea, y ésta tan perfecta, que bastaba para seducir. Sus cabellos, de un rubio de lino, casi ceniza, contribuían a esa expresión. Las cejas y las pestañas se hacían notar por la sombra más que por el color, y los labios, pálidos también, se acusaban por el corte puro y gracioso de la boca. Hasta los ojos, grandísimos, brillantes, de un verde límpido y fuerte, lucían como dos magníficas esmeraldas incrustadas en el mármol.

Un traje rojo-naranja, de una tonalidad entre marrón y amarillo, se ceñía a su cuerpo como una llama, y sin embargo, en la retina de todos quedaba la sensación de frío que producían su carne, sus cabellos, sus ojos, y las piedras frías de las esmeraldas que adornaban su garganta con un soberbio collar a «lo disen».

Un caballero la saludaba desde una platea, y ella devolvió el saludo con un ademán gracioso, algo de movimiento de gozne, y con una sutil sonrisa muy femenina que dejó brillar sus dientes alabastrinos con una línea de luz.

—Marcelo la conoce —dijo, volviéndose hacia sus compañeros, un señor de rostro fresco y cabeza calva—. La ha saludado desde el palco de su cuñada.


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Publicado el 26 de diciembre de 2018 por Edu Robsy.

Consolación a Marcia

Lucio Anneo Séneca


Filosofía, Tratado


Si no supiese, oh Marcia, que tu ánimo no está menos lejos de las debilidades de la mujer que de sus demás vicios, y que se admiran tus costumbres como ejemplo de la antigüedad, no osaría salir al encuentro de tu dolor, cuando hasta los hombres se abandonan al suyo, le conservan y aún acarician; ni me hubiese lisonjeado, en tiempo tan inoportuno, ante juez tan enemigo y con tan grave acusación, de hacerte perdonar tu infortunio. Inspírame confianza la acreditada fortaleza de tu ánimo y tu virtud probada con brillante testimonio. No se ha olvidado tu conducta con relación a tu padre, al que no amabas menos que a tus hijos, con la diferencia de que no esperabas te sobreviviese, aunque ignoro si lo deseaste; porque el amor inmenso se permite cosas superiores a los sentimientos más legítimos. Mientras te fue posible, impediste a tu padre Cremucio Cordo darse la muerte. Cuando te hizo ver que, rodeado por los satélites de Seyano, no le quedaba otro camino para librarse de la servidumbre, sin alentar su designio, vencida, le devolviste las armas y derramaste lágrimas: verdad es que en público las ocultaste, pero no las escondiste bajo alegre frente; y esto en un siglo en que era grande muestra de piedad no hacer algo impío. Mas en cuanto cambiaron los tiempos, aprovechando la ocasión, pusiste en circulación el genio de tu padre, aquel genio condenado a las llamas; librástele de verdadera muerte, restituyendo a los monumentos públicos los libros que escribió con su sangre aquel varón tan valeroso. Mucho has merecido de las letras romanas, cuyo mejor ornamento había devorado la hoguera: mucho te debe la posteridad, a la que llegarán libres de toda mentira aquellos fieles escritos que tan caros hicieron pagar a su autor.


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Publicado el 14 de diciembre de 2016 por Edu Robsy.

Andrómaca

Eurípides


Teatro, Tragedia, Tragedia griega


Argumento

I

Neoptólemo, habiendo recibido en Troya, como botín, a Andrómaca, esposa de Héctor, tuvo un hijo de ella. Más tarde tomó por esposa a Hermíone, la hija de Menelao. Habiendo pedido antes justicia a Apolo de Delfos por la muerte de Aquiles, regresó de nuevo hacia el oráculo, para aplacar al dios. La reina, celosa de Andrómaca, maquinaba la muerte contra ella, después de mandar llamar a Menelao. Andrómaca había puesto a buen recaudo a su hijito, y, personalmente, acudió a refugiarse al santuario de Tetis. Los hombres de Menelao descubrieron al niño, y a ella, engañándola, le hicieron levantarse de allí. Cuando se disponían a degollarlos a ambos, se lo impidió la aparición de Peleo. Entonces Menelao regresó a Esparta y Hermíone cambió de parecer temiendo que Neoptólemo se presentara. Habiendo venido Orestes, se llevó a ésta y tramó una conspiración contra Neoptólemo. Se presentaron los que traían a éste, una vez muerto. Tetis, apareciéndose a Peleo cuando se disponía a llorar el cadáver, le ordenó que lo enterrara en Delfos, y que enviara a Andrómaca al país de los molosos junto con su hijo, y que, por su parte, aceptara la inmortalidad. Él, cuando la obtuvo, pasó a vivir a las islas de los bienaventurados.

II

La escena del drama se supone en Ptía y el Coro está formado por mujeres de Ptía. En el prólogo habla Andrómaca. El drama es de los del segundo grupo. El prólogo está dicho con claridad y elocuencia. Y, además, los versos elegíacos del lamento de Andrómaca. En la segunda parte el discurso de Hermíone deja ver su condición de reina, y no está mal su discurso contra Andrómaca. Bien está también Peleo, que libra a Andrómaca.


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Publicado el 15 de marzo de 2018 por Edu Robsy.

El Ser del Umbral

H. P. Lovecraft


Cuento


I

Admito que he disparado seis balas la cabeza de mi mejor amigo. Ahora bien, pese a esta confesión, me propongo demostrar que no puedo considerarme un asesino. Muchos dirán que estoy loco tal vez bastante más loco que el hombre a quien di muerte en una de las celdas del manicomio de Arkham. Confió en que mis lectores juzguen los elementos que iré relatando, los contrapongan con las evidencias conocidas y lleguen a preguntarse si alguien podría haber tenido una conducta distinta a la mía frente a un horror como el que debí experimentar, ante aquel ser en el umbral.


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Publicado el 17 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

De la Clemencia

Lucio Anneo Séneca


Filosofía, Tratado


Parte 1

I

Me he propuesto escribir de la clemencia, oh Nerón César, para servirte a manera de espejo, y, mostrándote a ti mismo, hacerte llegar al goce más eminente. Que si bien es cierto que el verdadero fruto de las buenas acciones está en haberlas realizado, y no se encuentra premio digno de la virtud fuera de ella misma, dulce es, sin embargo, la contemplación y examen de la buena conciencia, y después de dirigir la vista a esa multitud inmensa, discordante, sediciosa, desenfrenada, dispuesta a lanzarse tanto a la pérdida de otros como a la suya propia, si consiguiese romper su yugo, poder decirse: «Yo soy el preferido de todos los mortales, elegido para desempeñar en la tierra las veces de los dioses; yo soy el árbitro de la vida y la muerte en las naciones, teniendo en mi mano la suerte y condición de cada uno. Lo que la fortuna quiere dar a cada mortal, lo declara por mi boca; de mi respuesta depende la alegría de los pueblos y ciudades. Ninguna parte de la tierra florece sino por mi voluntad y mi favor. Esos millares de espadas que mi paz mantiene ociosas, brillarán a una señal mía: tales naciones quedarán destruidas, tales serán trasladadas, tales recibirán la libertad, aquellas la perderán, aquellos reyes serán esclavos, tales cabezas recibirán la real diadema, tales ciudades se destruirán y tales otras se edificarán; todo esto está en mi mano. Con este poder sobre las cosas, no me he visto arrastrado a mandar suplicios injustos, ni por la ira, ni por la fogosidad juvenil, ni por la temeridad y obstinación de los hombres, que frecuentemente destierran la paciencia de los pechos más tranquilos: ni tampoco por esa gloria cruel que consiste en ostentar el poder por el terror, gloria que con tanta frecuencia ambicionan los dueños de los imperios.


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Publicado el 18 de diciembre de 2016 por Edu Robsy.

Cantos de Vida y Esperanza

Rubén Darío


Poesía


A Nicaragua

A la República Argentina


R. D.

Prefacio

Podría repetir aquí más de un concepto de las palabras liminares de Prosas profanas. Mi respeto por la aristocracia del pensamiento, por la nobleza del Arte, siempre es el mismo. Mi antiguo aborrecimiento a la mediocridad, a la mulatez intelectual, a la chatura estética, apenas si se aminora hoy con una razonada indiferencia.

El movimiento de libertad que me tocó iniciar en América, se propagó hasta España y tanto aquí como allá el triunfo está logrado. Aunque respecto a técnica tuviese demasiado que decir en el país en donde la expresión poética está anquilosada a punto de que la momificación del ritmo ha llegado a ser un artículo de fe, no haré sino una corta advertencia. En todos los países cultos de Europa se ha usado del hexámetro absolutamente clásico sin que la mayoría letrada y sobre todo la minoría se asustasen de semejante manera de cantar. En Italia ha mucho tiempo, sin citar antiguos, que Carducci ha autorizado los hexámetros; en inglés, no me atrevería casi a indicar, por respeto a la cultura de mis lectores, que la Evangelina de Longfellow, está en los mismos versos en que Horacio dijo sus mejores pensares. En cuanto al verso libre moderno..., ¿no es verdaderamente singular que en esta tierra de Quevedos y de Góngoras los únicos innovadores del instrumento lírico, los únicos libertadores del ritmo, hayan sido los poetas del Madrid Cómico y los libretistas del género chico?

Hago esta advertencia porque la forma es lo que primeramente toca a las muchedumbres. Yo no soy un poeta para muchedumbre. Pero sé que indefectiblemente tengo que ir a ellas.

Cuando dije que mi poesía era mía, en mí sostuve la primera condición de mi existir, sin pretensión ninguna de causar sectarismo en mente o voluntad ajena, y en un intenso amor a lo absoluto de la belleza.


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Publicado el 12 de octubre de 2018 por Edu Robsy.

Colores de Otoño

Henry David Thoreau


Ensayo


Prólogo

Los europeos que llegan a América se sorprenden de la brillantez del follaje otoñal. En la poesía inglesa no dan cuenta de semejante fenómeno, porque allí los árboles adquieren sólo unos pocos colores radiantes. Lo máximo que Thomson dice sobre este tema en su poema «Otoño» está en estos versos:

Mirad cómo se apagan los coloridos bosques,
la sombra que se cierne sobre la sombra, el campo alrededor
que se oscurece; un follaje apretado, umbrío y pardo,
con todos los matices, desde el pálido verde
hasta el negro tiznado.

y en el verso que habla de:

El otoño que brilla sobre los bosques amarillos.

El cambio otoñal que se produce en nuestros bosques aún no ha causado una impresión profunda en nuestra propia literatura. Octubre apenas ha matizado nuestra poesía.

Muchos de aquellos que se han pasado la vida en las ciudades, sin ocasión de ir al campo en esta estación, jamás han visto la flor o, mejor dicho, el fruto maduro del año. Recuerdo haber cabalgado con uno de esos ciudadanos, a los que, a pesar de que llegaba un par de semanas demasiado tarde para los colores más esplendorosos, el fenómeno lo cogió por sorpresa; nunca había oído hablar de algo así. No sólo muchos habitantes de las ciudades jamás lo han presenciado, sino que la gran mayoría apenas lo recuerda de un año para otro.

La mayoría confunde las hojas cambiantes con las marchitas, como si uno confundiera las manzanas maduras con las podridas. Creo que cuando una hoja vira de un color a otro más subido, da prueba de que ha llegado a una perfecta y última madurez. Por lo general, son las hojas más bajas, y las más viejas, las que primero se transforman. Pero así como el insecto de colores brillantes vive poco, así las hojas maduras no pueden menos que caer.


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37 págs. / 1 hora, 5 minutos / 293 visitas.

Publicado el 8 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

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