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Cláusula Testamentaria

J. M. Machado de Assis


Cuento


…y es mi última voluntad que el cajón en que mi cuerpo haya de ser enterrado sea fabricado en casa de Joaquim Soares, que vive en la Rua da Alfãndega. Deseo que él sea informado acerca de esta disposición, que también será pública. Joaquim Soares no me conoce; pero es digno de la distinción, por ser uno de nuestros mejores artistas, y uno de los hombres más honrados de nuestra tierra…

Se cumplió fielmente esta cláusula testamentaria. Joaquim Soares hizo el cajón en que fue introducido el cuerpo del pobre Nicolás B. de C.; lo fabricó él mismo, con amore; y, por fin, con un gesto cordial, pidió que se le autorizara a no recibir ninguna remuneración. Se daba por bien pagado; el favor que le concediera el difunto era en sí mismo un premio insigne. Sólo deseaba una cosa: copia del texto original de la cláusula. Se la dieron; él la mandó enmarcar y la colgó de un clavo, en el negocio. Los otros fabricantes de cajones, pasado el asombro, exclamaron que la disposición testamentaria era una desmesura. Felizmente —y ésta es una de las ventajas de la organización social—, felizmente todas las demás clases entendieron que aquella mano, brotando del abismo para bendecir la de un obrero modesto, había practicado una acción rara y magnánima. Corría el año 1855; la población estaba más concentrada; no se habló de otra cosa. El nombre de Nicolás revoloteó durante muchos días en la imprenta de la corte, de donde pasó a las de las provincias. Pero la vida universal es tan variada, los sucesos se acumulan con tal intensidad, y con tal prontitud y, finalmente, la memoria de los hombres es tan frágil, que un día llegó en que la acción de Nicolás cayó totalmente en el olvido.


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12 págs. / 21 minutos / 177 visitas.

Publicado el 20 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

Una Visita al Manicomio

Juana Manuela Gorriti


Cuento


I

En el lindo pueblecito del Cercado, lugar sombroso y romántico, situado como un apéndice de Lima, entre el circuito de sus murallas, elévase ese suntuoso y lúgubre edificio rodeado de huertos, jardines y fuentes.

Envuélvelo profundo silencio, tan solo interrumpido allá, de vez en cuando, por algún extraño grito que aleja a los paseantes de aquel ameno sitio, y desgarra el corazón a aquellos que vagan atraídos por el amor de seres queridos encerrados entre sus fúnebres muros. Cuán honda compasión inspiran esas madres, hijas y esposas que vienen cada día a pasar horas enteras ante la gran verja, pegado el rostro a las barras de hierro, fijos los tristes ojos en esa puerta que recuerda el Lacciate ogni speranza de la terrible leyenda.

—Jamás me atrevería a pasar esos siniestros umbrales, madre Teresa —dije a la hermana de Caridad, superiora de esa casa, un día que pasando por allí me divisó desde el peristilo, y me llamaba con expresivas señas.

—Pues sí, que los atravesará usted —insistió ella, viniendo a mí, que me había detenido cerca de la verja. Estaba vacilando, entre usted y Carmencita, para dar a la una o la otra una delicada misión.

—¿De qué se trata, madre?

—De devolver a su familia a Delfina H. que está ya del todo curada de su locura; pero empleando para ello las precauciones necesarias a fin de que no se aperciba de qué lugar sale, pues la hemos hecho creer que se halla en una casa de campo a seis leguas de Lima, donde la hermana María y yo estamos convaleciendo, y la trajimos a ella enferma de tercianas a la cabeza. He ahí todo. Ahora invente usted a su modo y compóngase como pueda.

—¡Y bien! ¡espéreme usted aquí un momento!... Supongo que en este carruaje he de llevarla.

—Precisamente.

—Vuelvo luego.


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Dominio público
12 págs. / 21 minutos / 109 visitas.

Publicado el 3 de enero de 2021 por Edu Robsy.

La inteligencia espiritual en el contexto de la educación holista

Fundación Ramón Gallegos


Ramón Gallegos, educación holista, inteligencia espiritual


El desarrollo de este ensayo resaltara la importancia de la aportación de la inteligencia espiritual y la práctica del satsang realizado en chápala Jalisco el 9,10 y 11 de julio del 2010. Organizado por la fundación internacional de educación holista. Practica integral de la educación holista  por el Dr. Ramón Gallegos Nava.

En este sentido de lo más profundo de la conciencia humana comienza a surgir un clamor que nos dice que debemos aprender a vivir en armonía con nuestro entorno, con nuestro planeta. Nadie puede rechazar la ayuda de otra cosa que necesita.  La naturaleza es un hogar donde todos somos necesarios para todos, y nadie deja de tener un lugar, un trabajo o un sentido que cumplir en el universo...”

La educación que queremos reformar ha creado la crisis planetaria,  por lo tanto, no necesitamos reformarla; lo que  debemos  hacer es contribuir a obtener lo mejor y compartir con ella y crear una nueva educación.

En este ensayo daremos más importancia al tema de inteligencia espiritual y  el espíritu de la educación ya que en estas obras, del Dr. Ramón Gallegos Nava, deja en claro su sensibilidad como educador holista y sustenta el desarrollo del currículo holista fundamentado en la pedagogía del amor universal. Además en cada uno de estos temas incrustaremos la filosofía perenne.

De modo que: el problema central que se nos plantea es: ¿cómo liberar a la educación actual de los supuestos teórico-epistemológicos impuestos por el paradigma mecanicista que tienen una vigencia de 300 años? ¿Cómo liberar a la educación actual del férreo condicionamiento impuesto por el estado-nación moderno, para que le forme buenos productores: obreros, técnicos, profesionales, empresarios, dueños del capital  y buenos ciudadanos respetuosos de los poderes del estado-nación, disciplinados contribuyentes?


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12 págs. / 21 minutos / 38 visitas.

Publicado el 16 de julio de 2019 por Fundación Ramón Gallegos.

Catalina

Villiers de L'Isle Adam


Cuento


Mi deliciosa y solitaria villa, situada a orillas del Marne, con su cercado y su fresco jardín, tan umbrosa en verano, tan cálida en invierno; mis libros de metafísica alemana; mi piano de ébano de sonidos puros; mi bata de flores apagadas, mis confortables zapatillas; mi apacible lámpara de estudio, y toda esta existencia de profundas meditaciones, tan gratas a mi gusto por el recogimiento. Una hermosa tarde de verano decidí sacudirme el encanto de todas estas cosas tomándome unas semanas de exilio.

Así fue. Para relajar el espíritu de aquellas abstractas meditaciones, a las que por demasiado tiempo —me parecía— había consagrado toda mi juvenil energía, acababa de concebir el proyecto de realizar algún viaje divertido, en el que las únicas contingencias del mundo fenomenal distraerían, por su frivolidad misma, el ansioso estado de mi entendimiento en lo que concierne a las cuestiones que, hasta entonces, lo habían preocupado. Quería… no pensar más, dejar descansar la mente, soñar con los ojos abiertos como un tipo convencional. Semejante viaje de recreo no podía —así lo creí— sino ser útil a mi querida salud, pues la realidad es que yo me estaba debilitando sobre aquellos temibles libros. En resumen, esperaba que semejante distracción me devolvería al perfecto equilibrio de mí mismo y, al regreso, apreciaría sin dudar las nuevas fuerzas que esta tregua intelectual me procuraría.

Queriendo evitar en aquel viaje cualquier ocasión de pensar o de encontrarme con pensadores, no hallaba sobre la superficie del globo —salvo países completamente rudimentarios—, no hallaba sino un único país cuyo suelo imaginativo, artístico y oriental no hubiera dado nunca metafísicos a la Humanidad. Con estos datos reconocemos, ¿no es cierto?, la Península Ibérica.


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12 págs. / 21 minutos / 59 visitas.

Publicado el 20 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

Los Reyes

Guy de Maupassant


Cuento


¡Ah!, dijo el capitán, conde de Garens. ¡Claro que me acuerdo de aquella cena de Reyes durante la guerra! Yo era entonces sargento de húsares, y hacía quince días que rondaba de explorador ante una vanguardia alemana. La víspera habíamos acuchillado a unos ulanos y perdido tres hombres, uno de ellos el pobrecito Raudeville. Ya saben ustedes, Joseph de Raudeville.

Ahora bien, ese día mi capitán me ordenó que cogiera diez jinetes y fuera a ocupar y custodiar durante toda la noche el pueblo de Porterin, donde nos habíamos batido cinco veces en tres semanas. En aquel avispero no quedaban en pie veinte casas ni doce habitantes.

Cogí, pues, diez jinetes y partí hacia las cuatro. A las cinco, en plena noche, llegamos a las primeras tapias de Porterin. Hice alto y ordené a Marchas, ya saben, Pierre de Marchas, que se ha casado luego con la pequeña Martel—Auvelin, la hija del marqués de Martel—Auvelin, que entrara solo en el pueblo y me trajera noticias.

Yo había escogido solo voluntarios, todos de buenas familias. Da gusto, en el servicio, no tener que tratar con patanes. Este Marchas era espabilado como nadie, fino como un zorro y ágil como una serpiente. Sabía husmear prusianos igual que un perro husmea la liebre, encontrar víveres allá donde sin él hubiéramos muerto de hambre, y conseguía informaciones de todo el mundo, informaciones siempre seguras, con una habilidad inimaginable. Regresó al cabo de diez minutos:

—Todo va bien —dijo— ningún prusiano ha pasado por aquí desde hace tres días. ¡Qué pueblo más siniestro! He charlado con una monja que cuida cuatro o cinco enfermos en un convento abandonado.


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12 págs. / 21 minutos / 65 visitas.

Publicado el 17 de junio de 2016 por Edu Robsy.

Manías

José María de Pereda


Cuento


Afirmo que no existe, ni ha existido, un nieto de Adán sin ellas. Por lo que a mí toca, desde luego declaro que tengo una. Por ser lo que es y de quien es, no quiero aburrir al lector diciéndole en qué consiste; pero, en cambio, voy a hablarle de las suyas y de las de sus amigos y allegados, con la previa advertencia de que la palabra manía no ha de tener aquí la única significación de locura que le da la ciencia; yo la uso, además, en su acepción vulgar de extravagancia, resabio, etc. Así las cosas, repito que la humanidad entera es una pura manía. Me he convencido de ello desde que al conocer la mía, y por el deseo de consolarme de ella, di en la de observar las del prójimo.

Yo era de los cándidos que ven a los hombres privilegiados sólo a la luz de su fama o de sus relumbrones, y a los colaterales, con las cataratas que da la costumbre de mirarlos sin reparar en ellos.

Un escritor ilustre, un pensador profundo, era a mis ojos el hombre que veía en sus libros. Representábamele, escribiéndolos, lo mismo que se retratan los poetas cursis: vestidos de etiqueta, arrimados al pupitre, graves y solemnes, y observando aquella regularidad matemática que encarga Torío que haya entre la mesa y el asiento; rodeados de libros en pasta, unos cerrados, otros abiertos; la cabeza alta, los ojos casi en blanco, y las ideas pasando de la mente a la pluma con la facilidad con que bajan las cristalinas murmurantes aguas del monte a la llanura. De una inocentada por el estilo debe haber nacido la admitida creencia de que Buffon escribió su Historia Natural con guantes blancos.


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Dominio público
12 págs. / 21 minutos / 33 visitas.

Publicado el 18 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

El Cristo de la Calavera

Gustavo Adolfo Bécquer


Cuento


El rey de Castilla marchaba a la guerra de moros, y para combatir con los enemigos de la religión había apelado en son de guerra a todo lo más florido de la nobleza de sus reinos. Las silenciosas calles de Toledo resonaban noche y día con el marcial rumor de los atabales y los clarines, y ya en la morisca puerta de Visagra, ya en la de Valmardón o en la embocadura del antiguo puente de San Martín, no pasaba hora sin que se oyese el ronco grito de los centinelas anunciando la llegada de algún caballero que, precedido de su pendón señorial y seguido de jinetes y peones, venía a reunirse al grueso del ejército castellano.

El tiempo que faltaba para emprender el camino de la frontera y concluir de ordenar las huestes reales discurría en medio de fiestas públicas, lujosos convites y lucidos torneos, hasta que, llegada, al fin, la víspera del día señalado de antemano por su alteza para la salida del ejército, se dispuso un postrer sarao, con el que debieran terminar los regocijos.


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Publicado el 19 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Inteligencia espiritual, aprendiendo a ser feliz con Ramón Gallegos

Fundación Ramón Gallegos


ramón gallegos, educación holista, inteligencia espiritual


Efectivamente cada vez que transito, en este conocimiento en el doctorado de educación Holista, estoy plenamente convencida que la educación Holista es el camino hacia el despertar espiritual, el despertar interno, es una educación para la Vida; ha  cambiado la visión de lo que realmente es la educación, ha cambiado mi visión del mundo.

En este ensayo las lecturas de la trilogía de la Inteligencia Espiritual, Aprendiendo a Ser y Educación y Espiritualidad que el Doctor Ramón Gallegos Nava ha escrito; y que se basa en conceptos fundamentales de una nueva propuesta educativa como evolución de la conciencia, establecida en la espiritualidad, me han hecho reflexionar que mi fin último es  la felicidad y que mi búsqueda espiritual la he encontrado en estas lecturas y en las enseñanzas del Doctor Ramón Gallegos Nava, porque es una guía básica en este proceso de indagación.

En este ensayo abordaré primero el tema Aprender a Ser  e incrustando  lo relacionado con la Inteligencia Espiritual y la Espiritualidad en la Educación ya que los temas de esta colección de libros  considera el concepto espiritual de nuestra triple naturaleza: Verdad - Conciencia –Felicidad. Ya que esta triple naturaleza esencial  define lo que somos en realidad.

La visión de la filosofía perenne nos ayuda a cumplir este objetivo, porque hoy día todos los seres humanos queremos una vida más armoniosa, más feliz y más pacífica.

La inteligencia espiritual es entendida como todo lo que mantiene unidos a los seres humanos, como los valores universales, que permiten la coexistencia pacífica y el entendimiento mutuo.

Todos deseamos la felicidad, sin embargo, vivimos con mucho sufrimiento, porque solo vivimos en el nivel de la mente, del pensamiento mecánico, los problemas del nivel de la mente no los resuelve la mente, se requiere un enfoque superior.


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Publicado el 15 de mayo de 2018 por Fundación Ramón Gallegos.

El Señor y la Señora Palomo

Katherine Mansfield


Cuento


Naturalmente sabía —nadie podía saberlo mejor que él— que no tenía ni sombra de esperanza, ni la más mínima posibilidad. El simple hecho de que se atreviese a pensar en ello ya era tan descabellado que hubiese comprendido perfectamente que el padre de ella… —bueno, cualquier cosa que su padre hiciese iba a estar perfectamente justificada—. La verdad es que, a no ser por su desesperación, a no ser por el hecho que aquél era decididamente su último día en Inglaterra hasta solo Dios sabía cuándo, no se hubiera atrevido a dar aquel paso. E incluso así… Abrió un cajón de la cómoda y eligió la corbata, una corbata ajedrezada, a cuadros azules y beiges, y se sentó al borde de la cama. Suponiendo que ella respondiese: «¡Menuda impertinencia!», ¿se sentiría sorprendido? Decidió que no, que no se sentiría sorprendido lo más mínimo, y dobló el cuello de la camisa ocultando la corbata. En realidad esperaba que ella dijera algo por el estilo. Si consideraba la situación con absoluta sobriedad no veía como ella podía responder otra cosa.


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Publicado el 8 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.

La Comarca Embrujada

Javier de Viana


Cuento


En las más de doscientas leguas de perímetro de la sección existían tres puntos de referencia que ningún comarcano ignoraba: los “Ombuses del Alto Grande”, la “Azotea Embrujada” y la “Madriguera de los Acosta”.

Los dos primeros constituyen evocaciones de leyendas.

Los “Ombuses del Alto Grande” son siete y son enormes: tam enormes que no obstante mediar más de diez metros entre uno y otro, las gruesas raíces superficiales se entrelazan formando como un ovillo de monstruosas culebras; y arriba, en muchas partes, se mezclan las ramazones. Observado de cierta distancia el grupo aparece como un árbol solo, un ombú de dimensiones fabulosas, acaso milenario, que domina la altura con su mole imponente, siempre verde y siempre inmóvil.

Unos metros al norte de los ombúes, veíanse vestigios de cimientos de piedra, de un edificio que debió ser igualmente enorme y cuya desaparición databa de tantos años, que ni los abuelos de los actuales abuelos conservaban de él otro recuerdo que el de los ombúes y los fundamentos graníticos.

¿Quién fué el morador de aquella formidable vivienda con tantas habitaciones y tan complicada distribución, que sugería la idea de un monasterio fortificado?

La fantasía de los viejos comarcanos, herederos de las leyendas —¡quién sabe cuántas veces deformadas y complicadas!— de sus lejanos ascendientes, sólo coincidían en que fué aquél el nido recio, áspero, inexpugnable, de un señor, cacique o caudillo, anterior o posterior —probablemente anterior—, a la conquista, de un poderío, de una soberbia y de una crueldad como no existió otro, en tiempo alguno, sobre tierra americana.


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12 págs. / 21 minutos / 19 visitas.

Publicado el 3 de octubre de 2025 por Edu Robsy.

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