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Saca Chispas

Javier de Viana


Cuento


Un tipo original Eloy Larraya. Bajo, delgado, nervioso, tenía un rostro fino, casi glabro, y una hermosa cabeza poblada de rubia, larga y ensortijada cabellera.

La causa más insignificante lo excitaba haciéndole proferir tremendas amenazas. Sus compañeros, que lo habían apodado «Sacachispas», gozaban urdiendo chismes, contando que fulano, en tal parte se había expresado en tales términos, ofensivos para él.

Sea que lo creyese, o que fingiera creerlo, Eloy montaba en cólera, agitábase violentamente y rompía en tremendos apóstrofes:

—¡En cuanto me tope con ese cascarudo le vi'a dejar el cuero como espumadera, a juerza 'e chuzazos!...

—¿Conque... pica al naco, aparcero?—mofóse uno de los peones.

—¡Con esta fariñera!—replicó Sacachispas, desenvainando una descomunal cuchilla, que, lo mismo que el pistolón calibre dieciséis, sólo para dormir quitábaselo de la cintura... Y eso, no siempre.

Otro peón observó burlonamente:

—No importa qu'el lazo sea largo si falta juerza en el puño pa largarlo hasta las guampas del animal!

—¡Pa sirsiorarse no tienen más que probarme!..

—Nosotros no, hermano; pero no ha'e faltar quien quiera darte un cotejo, con ganas de ver si tu daga saca chispas como tu labia.

Los enojos de Eloy se apaciguaban con la misma rapidez con que nacían.

—La corro con el qu'enfrene,—dijo, y salió del galpón tranquilamente, esperando encontrar en la cocina a Dalmacia, la chinita retrechera por la cual se derretía hacía meses.

Estaba allí, en efecto, fregando prolijamente la vajilla. Él la piropeó:

—¡A tuito lo que usté toca le saca brillo!

—Cada uno hace lo que puede—respondió irónica;—usté saca chispas, yo saco brillo.

—¡Y chispas también sabe sacar!... Hace tiempo que tengo el corazón quemao con el chisperio'e sus ojos.

Rió Dalmacia y replicó despiadada:


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2 págs. / 4 minutos / 26 visitas.

Publicado el 7 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.

Yo Siempre Fui Así

Javier de Viana


Cuento


El invierno siempre es feo, porque siempre es malo. Pero cuando su maldad no se manifiesta franca y violentamente, con lluvias, con vientos, con truenos y rayos; cuando le da por hacerse el manso y el bueno, es cuando resulta más feo; cuando se presenta apacible, cuando tiene una sonrisa de sol que no calienta, cuando está preparando la escarcha para el amanecer siguiente!...

En un día así, Baldomera estaba encerrada en su habitación, trabajando, sin entusiasmos, en su ajuar de novia.

Llevaba cerca de tres meses en la obra, que adelantaba con suma lentitud, pues sólo podía consagrarle los ratos perdidos, y éstos eran pocos. Casi toda la labor de la casa pesaba sobre ella. Misia Rosaura, su tía y madrina, estaba ya muy viejita y sin fuerzas; su prima Delfína era una pobre enferma, incapaz de servirse a sí misma y la negra tía María, negra ya de motas blancas, chocheaba casi.

Ella tenía, pues, que hacerlo todo y lo hacía sin protestas, aun que sin entusiasmo también.

Pero lo último era debido a su temperamento, que en una ocasión, hizo decir a su primo Camilo:

—Esta muchacha debe haber nacido un viernes trece, en el mes de Julio, durante una noche de helada!...

—Dejala, pobrecita,—había respondido don Timoteo;—ella es asina, pero es muy güena.

—Muy güena, no hay duda; pero lisa y fría como la escarcha.

Y si alguien se lo reprochaba, ella respondía invariablemente, con su voz pálida, impersonal:

—¡Yo siempre fui así!...

Y efectivamente, siempre fué así, desde chiquita.

Cuando hacían caso omiso de ella en los juegos o cuando le arrebataban un juguete suyo, nunca tenía una protesta. No lloraba, siquiera: desde un rincón, inclinada la cabecita, mordiendo la punta del delantal, se quedaba quietita mirando jugar a los demás.

Después, ya moza, concurría a los paseos y a los bailes con la misma indiferente tranquilidad.

Siempre fué así.


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2 págs. / 4 minutos / 26 visitas.

Publicado el 7 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.

Pensar á Voces

José Fernández Bremón


Cuento


A mi cariñoso y verdadero amigo
Isidoro Fernandez Florez.


Todos los dias oimos á nuestro lado palabras sueltas que se escapan involuntariamente á individuos que pasan hablando a solas sin notarlo: con frecuencia vemos personas que accionan sin hablar, como si sostuvieran disputas muy acaloradas: más de una vez el eco de nuestras propias palabras nos ha advertido que íbamos por la calle hablando en voz alta y llamando la atencion de los transeúntes. Todo esto no es sino una débil manifestacion de la actividad febril de nuestro cerebro, tumultuoso taller que funciona sin cesar, congreso en sesion permanente, y manicomio en que, entre mil ideas extravagantes, descuellan alguna vez pensamientos razonables. El saber callar las necedades que se ocurren es la prueba del buen juicio: ocultar en sociedad ciertos pensamientos que escandalizarian á las gentes, constituye la prudencia: dominar los latidos de la soberbia, los deseos livianos, la envidia y todas las pasiones, es la virtud. ¡Qué diferencia entre el tranquilo aspecto de algunos rostros impasibles, y el motin interior de las ideas bajo el cráneo! vienen á ser como esos edificios cerrados, cuya severa fachada no denuncia los crímenes domésticos que en sus habitaciones se consuman.


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Dominio público
23 págs. / 40 minutos / 26 visitas.

Publicado el 29 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.

El Santo de “La Vieja”

Javier de Viana


Cuento


Prímula impera. El cielo divinamente azul y estriado de oro, acaricia con su luminosa tibiedad el verdegal del campo, constelado de florecillas multicolores.

Los pájaros, en tren de parranda, han abandonado la selva húmeda y crepuscular para lanzarse en rondas frenéticas por la atmósfera inmóvil, donde se embriagan de luz y de perfumes.

Y otra vez el amor, el germen de la vida, la semilla de eterno poder germinativo emerge del vientre fecundo de la madre tierra, de inagotable juventud.

En los ranchos de don Servando, grandes nidos de hornero. El bruno de las paredes desaparece encubierto por el opulento follaje de las parietarias silvestres, entre cuyas redes zumban los mangangás, revolotean las mariposas y ejecutan sus acrobacias los incansables colibríes. Los chingólos familiares se persiguen, gritan, saltan, vuelan, permitiéndose hasta audaces incursiones al interior de los ranchos, y a veces rozan sus alas el cordaje de las guitarras, probando fugaces armonías que semejan burlescas risas de alegres jovenzuelos.

Diseminados por el patio se ven numerosos grupos. Sentados a la sombra del ombú, el dueño de casa y otros viejos, vacían pavas y tabaqueras, evocando recuerdos de los tiempos remotos.

Los guitarreros se turnan para que todos puedan compartir los placeres del baile y del galanteo; y también se turnan las muchachas, reemplazándose en el acarreo del mate y en los preparativos de la cena, teniendo por base la vaquillona con cuero, cuyos asados preparan desde hace horas, emulando en maestría y en paciencia, viejos de enmarañadas barbas tordillas y mocetones lampiños.

El horno, cargado al alba, conserva aún ardientes sus entrañas: después del “amasijo”, las tortas y las roscas, y últimamente, a fuego lento, los lechoncitos mamones...


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1 pág. / 3 minutos / 26 visitas.

Publicado el 12 de octubre de 2022 por Edu Robsy.

El Lazo

Javier de Viana


Cuento


Ocho tientos, nada más que ocho tientos...

¡Cuánta ciencia se requiere para elegir y preparar el cuero, cortar, emparejar y sobar a mordaza esos largos y delgados filamentos de piel, que el arte del trenzador convertirá luego en cable de acero.

El cuchillito “mangorrero” hace prodigios en la labor preliminar de afinar y emparejar. El trenzador es generalmente un gaucho de barbas tordillas, —tordillas blancas, como el pelo de los tordillos viejos,— pero el pulso es sereno y firme; para el gaucho de ley hay dos cosas que no tiemblan nunca por más llenas de años que lleven las maletas de la vida: el pulso y el corazón.

Preparados los tientos, entra a operar el artista, que, aparte de su habilidad, parece tener mucha fuerza en las muñecas y mucha saliva en la boca...

Una buena friega con hígados de novillo recién carneado, y ya está pronto el admirable instrumento campero, con el cual harán prodigios la destreza y el temerario arrojo de los centauros.

Esa obra prolija y sabia del viejo paisano va a ser factor importantísimo en la fundación de la industria nacional.

Substituyendo con frecuencia la brutalidad de las boleadoras, él capturará el potro que defiende su libertad en frenéticas carreras por las llanuras y por las serranías.

Y él cautivará al toro indómito que ha de convertirse, bajo el peso del yugo, con el arado o la carreta, en eficaz colaborador del hombre en aquella lucha titánica de la civilización del desierto.

Y con su ayuda las vacas montaraces serán domesticadas, convertidas en bondadosas lecheras.

Y, en casos dados, también servirá para pelear con las fieras, los yaguaretés y los pumas y los perros cimarrones, que sembraban el terror en el despoblado.

Y en el vado de un arroyo crecido, será maroma para jardineras y diligencias.


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1 pág. / 1 minuto / 26 visitas.

Publicado el 12 de octubre de 2022 por Edu Robsy.

Mendocina

Javier de Viana


Cuento


En el fondo de un zanjón cuyos bordes semejan los cárdenos labios de una herida se enverdece un mísero filete de agua, bien escondido entre ásperas masiegas, sin duda para evitar la codicia de la inmensa llanura devorada por la sed.

Tras un bosquecillo de chañar —donde los troncos dorados parecen lingotes de oro sosteniendo negra ramazón de hierro,— luce una joven alameda, que presta sombra a la finca, deteniendo en parte la incesante llovizna de arenas finísimas que los vientos recogen de la pampa.

El edificio, bajo, con muros de adobones con techos de caña embarrada, con su color gríseo —un extraño color de mulato enfermizo,— presenta un no sé qué de triste, de melancólico, de casa de silencio y de duelo.

Sin embargo hay fiesta en la finca.

A la sombra de álamos y sauces, se ven bostezar varios de esos bravos caballitos mendocinos que Fader ha pintado con asombrosa verdad; se ven dormitar varias de esas gallardas mulas andinas, la mitad de! cuerpo oculto en la silla montañés, de la que penden los estribos de cuero con guardamontes y capacho en la cabeza enteramente oculta con los innumerables caireles de lonja.

Y desde adentro, desde la sala —cuya puerta perfuman como boca de mujer, tupidos racimos de glicinas,— las guitarras lanzan torrentes de armonías.

Las «tonadas» chilenas —que traen reminiscencias del viejo romance español,— se balancean en cadencias de una dulzura y de una melancolía de cosas muy lejanas, de cosas idas: cantos dolientes de una raza desesperanzada; cantos que parecen coros de viudas sin consuelo junto al túmulo del esposo muerto. Cada compás es un quejido; cada estrofa un lamento, y cuando la música cesa y las voces callan, parece que se escuchara el susurro de un eco quejumbroso, el eco de ruegos extraños que fueran resbalando por las peñas de las cumbres, sin encontrar abismo asaz profundo donde disolverse en las sombras.


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Publicado el 31 de octubre de 2022 por Edu Robsy.

Fin de Enojo

Javier de Viana


Cuento


Con la cabeza sin más protección contra el rajante sol de enero que la espesa melena azabache, sentada sobre la tranca del cerco, Casilda investigaba curiosamente el horizonte.

Estaba furiosa Casilda. El sábado había visto a la vieja Sinforosa, quien le contó que Lindoro, en el baile de las Peña, había andado toda la noche arrastrándole el ala a la rubia pecosa. Y como aquella le dijese, —por comadrear, no más,— que no podía atenderlo por constarle el compromiso existente con Casilda, él, el muy trompeta de Lindoro, había respondido:

—«¡No m’enriede el fleco ’el poncho!... ¡Nu’ haga caso ’e la chinusa!»...

Y Casilda, rabiosa, arrancaba mechones de lana al cojinillo que le servía de asiento y miraba insistentemente al camino, cual si quisiera atraer con la vista al ingrato desdeñoso.

—¡La chinusa!... ¡la chinusa! —exclamaba con encono.— ¡Muy delicao el mozo, dende que anda perdiendo las plumas por la rubia Peña, ese pichón de benteveo, más flaca que mestre’escuela y más fiera que remedio!...

No li hace, no li hace; en cuanto llegue yo le viá arreglar la libreta y le viá cantar tuito el compuesto sin necesidá ’e guitarra... ¡Oidos le van a hacer falta al indino y le viá probar que a veces se llueve más l’azotea qu’el rancho ’e paja, y que hay criollos que la corren con el mestizo ’e más menta!... Ya tengo bien pensao cuanto le viá decir a ese trompeta mal agradecido. ¡Y lo viá repetir aura pa que no me se olvide!

Colérica, la china levantó la cabeza, sacudió la crin, escupió, se compuso el pecho y empezó a recitar con voz chillona:


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Publicado el 5 de noviembre de 2022 por Edu Robsy.

Como Hace Veinte Años

Javier de Viana


Cuento


Con suave lentitud venía insinuándose la noche, y en el gris vespertino, una brisa salutífera aportaba un calmante a las ardentías de la tarde estival.

Pasado el sopor del bochorno, los cuerpos experimentaban la intensa satisfacción del funcionamiento de los órganos. Era uno de esos instantes en que los hombres sienten la necesidad de ser buenos por imposición de la calma, pues es sabido que la bondad es estática, así como la maldad es un sentimiento en acción.

Y en tales circunstancias se encontraron don Heriberto, cimarroneando y charlando con Pedro Luis, el donjuanesco gauchito del distrito, cuya conducta le traía avinagrada el alma. Cuando le diera cita, su espíritu ardía en rencores, dispuesto a increpar y a castigar; más allí, en la apacibilidad de la tarde moribunda, descolorida y silenciosa, vióse invadido por un sentimiento de conteporización y de perdón.

Bajo la entreabierta camisa de percal rayado, veíase un rudo pecho velloso alzarse y bajar regularmente al influjo del sereno latir del corazón. En su rostro enérgico reflejábase el alma en reposo.

—Si, amigo —dijó;— yo siempre tuve confianza en vos, porque sé que las locuras son cosa común en la mozada... Al principio, cuando me enteré de la falla de m’hija, me dió rabia... ¿a quién no le sucede lo mesmo?... pero después juí pensando que tuito se arregla, habiendo gana, y que los hombres hablando se entienden... Yo te conozco a vos... la muchacha es buena y te quiere una barbaridá... ¡Hace dos días que no come la pobrecita!... Dispués, el año ha venido bien... Doscientas reses, una majadita y población les puedo dar...

Don Heriberto había dicho lo que antecede con voz tranquila y calmosa, observando a Luis Pedro, quien con la vista en el suelo, guardaba silencio, golpeándose la caña de la bota con el rebenque. Tras una pausa interrogatoria, el viejo preguntó directamente:

—¿Qué decís?


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Publicado el 7 de enero de 2023 por Edu Robsy.

No Hay que Sestear el Domingo

Javier de Viana


Cuento


Un candil, produciendo más humo que luz, alumbraba débilmente la mezquina estancia, cuyo pajizo techo estremecíase a cada instante, sacudido por las ráfagas.

Sentado sobre el borde del catre, la cabeza gacha, don Epifanio estaba tan abstraído, que ni siquiera advirtió que la brasa del pucho le chamuscaba el recio bigote gris. Recién al sentir el calor sobre la «jeta» tornó a la realidad.

—¡Tiempo apestao!—clasificó con rabia.

Silvino, que sentado sobre un baúl, frente al catre, atormentaba una vieja guitarra llena de parches, asintió:

—Asqueroso... Con la húmeda, las cuerdas se aflojan, nu hay tiemple que resista, y asina, es claro, no me puede salir esta polca quebrallona qu'estoy componiendo pal familiar del domingo...

Don Epifanio lo miró con lástima.

—Siempre has de ser el mesmo—dijo;—siempre más preocupao en el lujo del apero qu'en el cuidao del caballo.

Silvino cruzó la pierna, acostó en ella la vihuela y, sonriendo con una sonrisa infantil que iluminaba su lindo rostro bronceado, respondió:

—¿Y en qué quiere que piense?... El cachorro, el potranco, el ternero y la borrega, sólo atinan a jugar, a divertirse; y bien disgraciaos serían si con el calostro en los labios comenzaran a riflisionar sobre los rebencazos que vendrán, las pinchaduras de las espuelas, el peso del yugo y el filo del cuchillo!...

—¡Vos te pensás que tuita la vida es domingo!...

—No, viejo, no; yo creo que la juventud es el domingo'e la vida, y que hay que aprovecharlo hasta el güeso, del mesmo modo que no se ha de tirar la botella mientras tenga un trago'e caña.

—En comparancia con la semana, el domingo es muy chiquito.

—¡Dejuro!... ¡Y por eso obliga sacarle el jugo, pelar bien la costilla sabrosa, criendo juerzas pa mascar la pulpa'e cogote que nos han de servir dende el clariar del lunes!...

—Mucho comer indigesta.


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2 págs. / 3 minutos / 25 visitas.

Publicado el 11 de agosto de 2022 por Edu Robsy.

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