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Cruce de Caminos

Miguel de Unamuno


Cuento


Entre dos filas de árboles, la carretera piérdese en el cielo, sestea un pueblecillo junto a un charco, en que el sol cabrillea, y una alondra, señera, trepidando en el azul sereno, dice la vida mientras todo calla. El caminante va por donde dicen las sombras de los álamos; a trechos para y mira, y sigue luego.

Deja que oree el viento su cabeza blanca de penas y años, y anega sus recuerdos dolorosos en la paz que le envuelve.

De pronto, el corazón le da rebato, y se detiene temblando cual si fuese ante el misterioso final de su existencia. A sus pies, sobre el suelo, al pie de un álamo y al borde del camino, una niña dormía un sueño sosegado y dulce. Lloró un momento el caminante, luego se arrodilló, después sentose, y sin quitar sus ojos de los ojos cerrados de la niña, le veló el sueño. Y él soñaba entretanto.

Soñaba en otra niña como aquella, que fue su raíz de vida, y que al morir una mañana dulce de primavera le dejó solo en el hogar, lanzándole a errar por los caminos, desarraigado.

De pronto abrió los ojos hacia el cielo la que dormía, los volvió al caminante, y cual quien habla con un viejo conocido, le preguntó: «¿Y mi abuelo?» Y el caminante respondió: «¿Y mi nieta?» Miráronse a los ojos, y la niña le contó que, al morírsele su abuelo, con quien vivía sola —en soledad de compañía solos—, partió al azar de casa, buscando… no sabía qué…: más soledad acaso.

—Iremos juntos; tú a buscar a tu abuelo; yo, a mi nieta —le dijo el caminante.

—¡Es que mi abuelo se murió! —dijo la niña.

—Volverán a la vida y al camino —contestó el viejo

—Entonces… ¿vamos?

—¡Vamos, sí, hacia adelante, hacia levante!

—No, que así llegaremos a mi pueblo y no quiero volver, que allí estoy sola. Allí sé el sitio en que mi abuelo duerme. Es mejor al poniente, todo derecho.


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4 págs. / 7 minutos / 400 visitas.

Publicado el 20 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

La Venta

Francisco de Quevedo y Villegas


Teatro, Entremés, Comedia


Personas

GRAJAL, moza de la venta
UN MOZO DE MULAS
CORNEJA
VENTERO
UNA MUJER
UN ESTUDIANTE
GUEVARA Y SU COMPAÑÍA
MÚSICOS QUE CANTAN

La Venta

Sale CORNEJA, vejete, con un rosario, y canta dentro GRAJAL.

CORNEJA
Mas líbranos del mal, amén, Jesús.

Canta GRAJAL.

GRAJAL
Es ventero Corneja.
Todos se guarden,
que hasta el nombre le tiene
de malas aves.
¿Qué harán las ollas,
donde las lechuzas
pasan por pollas?

CORNEJA
Linda letra me canta mi criada.
No sé cómo la sufro, ¡vive Cristo!
Ella se baila toda cada día,
y siempre está cantando estos motetes,
y sisa, y es traviesa y habladora.
Moza de venta no ha de ser canora.
¡Grajal!

GRAJAL
Dentro. Señor.

CORNEJA
¡El tono con que chilla!

Sale GRAJAL, cantando.
Quien temiere ratones,
venga a esta casa,
donde el huésped los guisa
como los caza.
Zape aquí, zape allí, zape allá,
que en la venta está,
que en la venta está.

CORNEJA
¡Válgante los demonios por cantora!
Ya que cantas de chanza,
¿es bueno el villancico en mi alabanza?

GRAJAL
Capítulo segundo, en que se trata
en cómo se responde en esta venta.

CORNEJA
¿Coronista te haces?

GRAJAL
Tenga cuenta.
Canta.
Dicen «señor huésped»,
responde el gato;
y en diciéndole «¡zape!»,
se va mi amo.

CORNEJA
¡Jesús, Jesús! ¡Qué cosa tan extraña,
que no es para mi punto lo que dice!
¿Has compuesto las camas?
¿Has echado en la olla lo que sabes?


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Dominio público
4 págs. / 7 minutos / 2.771 visitas.

Publicado el 18 de junio de 2018 por Edu Robsy.

La Gota de Cera

Emilia Pardo Bazán


Cuento


Aunque los historiadores apenas le nombran, Higinio fue de los más íntimos amigos de Alejandro Magno. No se menciona a Higinio, tal vez porque no tuvo la trágica muerte de Filotas, de Parmeion, y de aquel Clitos a quien Alejandro amaba entrañablemente, y a quien así y todo, en una orgía atravesó de parte a parte; y sin embargo (si no mienten documentos descubiertos por el erudito Julios Tiefenlehrer), Higinio gozó de tanta privanza con el conquistador de Persia, como demostrarán los hechos que voy a referir, apoyándome, por supuesto, en la respetabilísima autoridad del sabio alemán antes citado.

Compañero de infancia de Alejandro, Higinio se crió con el héroe. Juntos jugaron y se bañaron en Pela, en los estanques del jardín de Olimpias, y juntos oyeron las lecciones de Aristóteles. La leche y la miel de la sabiduría la gustaron, así puede decirse, en un mismo plato; y en un mismo cáliz libaron el néctar del amor, cuando deshojaron la primera guirnalda de rosas y mirto en Corinto, en casa de la gentil hetera Ismeria. Grabó su afecto con sello más hondo el batirse juntos en la memorable jornada de Queronea, en la cual quedó toda Grecia por Filipo, padre de Alejandro. Los dos amigos, que frisaban en los diecinueve años entonces, mandaron el ala izquierda del ejército, y destruyeron por completo la famosa «legión sagrada» de los tebanos. La noche que siguió a tan magnífica victoria, Higinio pudo haber conseguido el generalato; Alejandro se lo brindaba, con hartos elogios a su valor. Pero Higinio, cubierto aún de sangre, sudor y polvo, respondió dulcemente a los ofrecimientos de su amigo y príncipe:


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Dominio público
4 págs. / 7 minutos / 124 visitas.

Publicado el 27 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

Ejemplo

Emilia Pardo Bazán


Cuento


Mi tía Flora me recibió en su salita, amueblada con muebles bellos; en las paredes había bellos cuadros de una antigua escuela española, eran heredados. Admiró mi flamante uniforme, —lo vestía por primera vez—, y me dijo al darme un beso leproso con sus labios flácidos y cansados:

—Estás muy guapo, Fermín. ¡Vas a hacer muchas conquistas!

Y como si comprendiese inmediatamente que algo más era necesario, se levantó, abrió un escritorio en que brillaban bronces, y caída la curva tapa, de un cajoncillo sacó un rollo envuelto en papel de seda. Eran centenes… Me palpitó el corazón. ¡Iba a poder realizar el antiguo capricho, a afrontar la fortuna, a jugar, para perderlo todo o achinarme de una vez! Y tenía seguridad de lo último, ¿por qué? Por esas inexplicables corazonadas que sólo en el juego se presentan con tal lucidez y energía…

Debió de salir a mi rostro algo de mi esperanza, porque mi tía, dándome una bofetadita cariñosa, me preguntó:

—Vamos a hacer grandes cosas con este dinero, ¿eh?, ¿nos vamos a divertir mucho? Y como yo balbucease no sé qué, añadió, maternalmente:

—Los muchachos deben divertirse, ¡estoy conforme! Pero siempre como caballeros… Porque eso no hay que perderlo de vista nunca. Como caballeros, porque tú lo eres; tienes obligación.

—Tía Flora —contesté— me da curiosidad… ¿Qué cree usted que debe y no debe hacer un caballero?

Permaneció un momento indecisa. Para su casuística, el problema era de difícil solución. Hay así, mil cuestiones que resolveríamos bien en cada caso, pero formular su teoría completa, ya es más difícil, otra cosa. Mi tía meditaba, trataba de ver claro en las palabras que acababa de pronunciar.

Al cabo, contrayéndose a lo presente, a lo inmediato, que era el rollo que yo conservaba en la mano y que aún no me había decidido a trasegar al bolsillo, declaró:


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Dominio público
4 págs. / 7 minutos / 51 visitas.

Publicado el 12 de febrero de 2021 por Edu Robsy.

Mal Amor

José de la Cuadra


Cuento


A Jorge Pérez Concha.


«Querida Nelly:

Sí; ayer fué mi birth day, como tú me dices en tu carta de Felicitación. Cumplí diez años; es decir, soy uno mayor que tú. Ves; estoy casi hecha una señorita.

Me gusta mucho el álbum de vistas de Chicago que me enviaste. Se lo mostré a nuestro primo Raúl y él dijo que estaba muy lindo. Lo conservaré como un recuerdo de mi lejana Nelly.

Francamente, tu regalo y el de Raúl han sido los que más me han agradado.

Ah, este Raúl... ¿Sabes lo que me obsequió por mi santo? Adivina, adivinadora... Pues, un precioso álbum, también; pero para autógrafos. En la primera página están escritos unos versos que él ha hecho para mí. Son una bonita cosa. Raúl cumple justamente años el mismo día que yo —lo que es una graciosa coincidencia,— y los versos son en torno a eso: habla de que la vida es un camino y cada año una etapa, y dice que él está veinte etapas más adelante que yo. En fin, son encantadores. Te mandaré una copia en cuanto pueda.

Por casa, todos buenos. Espero que por allá también lo estéis. No tardes en contestarme, y cuenta siempre con el cariño de tu primita que te abraza y te besa efusivamente,

Loló.

P. S.—Raúl ha corregido esta carta. Por eso me ha salido tan alhajita.—Vale.—L.»


«Querida, Nelly:

Recibí tu cable. ¡Qué amable eres! ¡Qué buena primita! ¡Tantos años como no nos vemos, y jamás te olvidas de mí! Me tienes muy obligada.

Me pedías en tu última que te contara novedades. Pues, no hay ninguna. Nuestro Guayaquil, al que tanto quieres, progresa y progresa más. Yo creo que algún día llegará a ser una ciudad muy grande y muy hermosa, como ésas que tú estarás harta de ver en los Estados Unidos.


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Dominio público
4 págs. / 7 minutos / 116 visitas.

Publicado el 4 de septiembre de 2021 por Edu Robsy.

Los Padres del Santo

Emilia Pardo Bazán


Cuento


—¿Usted cree que las almas están sujetas a leyes fisiológicas? —me preguntó el médico rancio y anticuado, de quien se burlaban sus jóvenes colegas—. ¿No le parecen mojigangas esas pretendidas leyes de la herencia, del atavismo y demás? ¿Usted supone que por fuerza, por fuerza, hemos de salir a la casta, como si fuésemos plantas o mariscos? Lo que caracteriza nuestra especie, a mi modo de ver, es la novedad de cada individuo que produce... Nacemos originales... Somos ejemplares variadísimos...

Cuando así hablaba, salíamos del hermoso soto de castaños que rodea la aldeíta de Illaos, y nos deteníamos al pie de uno, ya vetusto y carcomido, que sombreaba cierta casuca achaparrada y semirruinosa. A la puerta, un viejo trabajaba en fabricar zuecos de palo. Alzó la cabeza para saludarnos, y vimos un rostro de mico maligno, en que se pintaban a las claras la desconfianza, la truhanería y los instintos viciosos. En aquel mismo punto, una vieja de cara bestial, de recias formas, de saliente mandíbula y juanetudos pómulos, llegó cargada con un haz de tojo que porteaba en la horquilla, y que depositó sobre el montículo de estiércol, adorno del corral.

—Fíjese usted bien —advirtió el médico— en esta pareja. A él, por sus aficiones, le llaman el tío Juan del Aguardiente, y a ella la conocen todos por Bocarrachada (Bocarrota), porque dice cada cosaza que asusta; pero no crea usted que se contenta con decir; apenas nota que su marido hace eses, le mide las costillas con ese mismo horcado de cargar el tojo. Padre alcoholizado y madre feroz..., ya se sabe: la progenie, criminal, ¿no es eso?

Y como nos hubiésemos alejado algún tanto de la casucha, el médico añadió, hablando lentamente, para que produjesen mayor efecto sus palabras:

—Pues esos que acaba usted de ver... son el padre y la madre de un santo.

—¿De un santo? —repetí sin comprender bien.


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Dominio público
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Publicado el 14 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

El Terror Sanitario

José Fernández Bremón


Cuento


La revolución higiénica se había hecho al grito de «¡mueran los enfermos y abajo el arte de curar!». El descubrimiento de la salutina, desinfectante tan enérgico que había expulsado de España las moscas, los ratones y los gatos; la pública certidumbre de que cada enfermedad está representada por un microbio malévolo de fácil evasión e introducción en los cuerpos, que poros tienen agujereados como cribas; el miedo a la muerte, tan natural en el hombre como su conformidad con que mueran los demás; y, por último, el grandioso pretexto de la regeneración de nuestra raza, sólo confiable a las personas sanas y a la destrucción de todo ser doliente, determinaron la explosión. Cada pueblo construyó su lazareto y se prohibieron todas las enfermedades, tolerándose únicamente las jaquecas a las damas, y a los hombres los simples constipados; y se exceptuaron de la ley la calvicie y las verrugas, por haberse establecido que correspondían, como elementos de ornamentación, a las Bellas Artes.

I

De un periódico ministerial.


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Dominio público
4 págs. / 7 minutos / 15 visitas.

Publicado el 1 de agosto de 2024 por Edu Robsy.

La Armadura

Emilia Pardo Bazán


Cuento


No se hablaba más que de aquel baile, un acontecimiento de la vida social madrileña. La antojadiza y fastuosa señora de Cardona había exigido que no solo la juventud, sino la gente machucha; no solo las damas, sino los caballeros, todas y todos, en fin, asistiesen «de traje». «No hay —repetía madame Insausti— más excepción que el nuncio..., y eso porque va 'de traje' siempre.»

Prohibido salir del apuro con habilidades como narices, girasoles eléctricos en el ojal, pelucas o trajes de colores. Obligatorio el traje completo, característico, histórico o legendario.

Se murmuró, naturalmente, de la Cardona (con los sayos que le cortaron podrían vestirse los concurrentes a la fiesta); se le puso un nuevo apodo: Villaverde... Pero entre dentellada y dentellada, la gente consultó grabados y figurines, visitó museos, escribió a París, volvió locos a sastres y modistas..., y las caras más largas no fueron debidas a la sangría del bolsillo, sino a omisiones en la lista de invitados.

Quien estaba bien tranquilo era el joven duque de Lanzafuerte. Al preguntarle Perico Gonzalvo «de qué» pensaba ir, triunfante sonrisa dilató sus labios. «Voy de abuelo de mí mismo. Ya verás mi martingala», añadió satisfecho.


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Dominio público
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Publicado el 13 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

En su Cama

Emilia Pardo Bazán


Cuento


Salvador Torrijos era muy considerado en la ciudad de Ansora, donde ejercía la Medicina. Se le auguraba un gran porvenir en su profesión. Sin embargo, se le tenía un poco de miedo. A cada enfermo que asistía, se enteraba Ansora de alguna novedad extranjera, aplicada por primera vez. Corría la voz de que hacía experimentos peligrosos. Y la eterna discusión entre los partidarios de los sistemas consagrados y conocidos y los perseguidores de la última moda, se enredaba en el café del Norte, mentidero de la ciudad, y en el Casino, disputadero universal, muy acaloradamente.

Salvador, por lo regular, no concurría al Casino ni al café. No era que desdeñase la distracción; pero no tenía tiempo disponible, pues entre la clientela y la lectura incesante de revistas y obras técnicas, no le sobraba un minuto. Sólo los domingos se dejaba arrastrar a unas partidas de ajedrez con su futuro cuñado, el teniente de Infantería Mauricio Romeral, con quien había hecho, desde el primer instante, excelentes migas.

También el padre de su novia, el opulento D. Darío Romeral, fabricante y contratista de paños, le trataba ya como a hijo, y le había confiado sus temores de que aquel mala cabeza de Mauricio se emperrase en ir destinado al África.

—Disuádele tú —repetía—. Ya que no hemos podido reducirle a que siguiese otra carrera menos peligrosa, siquiera, que no corra el albur sin necesidad. Cuando le toque, bueno, hombre, habrá que aguantarse; pero eso de buscar ruido por gusto… Nada, nada, a ti te encargo de que me lo sosiegues… ¡Que se eche novia, que se case él también, ea, a ver si así…!

Unas lágrimas de Camilita, la prometida del médico, esforzaron más la pretensión del padre.


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Publicado el 27 de febrero de 2021 por Edu Robsy.

La Felicidad del Ajenjo

Alejandro Larrubiera


Cuento


Camino de Vicálvaro en medio de un campo erial, se levanta un pino raquítico y contrahecho. Los pájaros jamás han anidado en él: en la carcoma de su podrida madera se deslizan los reptiles más asquerosos: cuando el viento Norte sopla iracundo, sus ramas resecas se quiebran con ruido siniestro... En las noches en que la luna viste con túnica blanquecina la tierra, el árbol es un espía en medio de la soledad. Parece retorcerse con la más violenta contorsión de espanto por verse tan solo, tan abandonado...


* * *


La corbata traíala mal hecha y como si aspirase á ceñirse al cogote; el traje, más pecaba de sucio que de elegante; el cuello y la pechera parecían haber reñido con el agua y el almidón; los pantalones, deshilachándose, rozaban el suelo; las botas tenían barro adherido á los bordes de la suela y los tacones torcidos. Por las mejillas paliduchas avanzaban revolucionariamente las barbas mal perjeñadas; los ojos, como los de las muñecas de biscuit, brillaban mucho, pero sin expresión; el sombrero que coronaba tales ruinas y roñosidades, ofrecíase abollado, grasiento. Tan astroso é incorrecto encontré la otra tarde á la puerta del café del Diván á mi amigo Luis, que no há pocos meses era el joven más elegante, atildado y rico de la buena sociedad madrileña: encanto de señoritas en estado de merecer, desvelo de señoras casadas, mimo de mamás con ascenso inmediato á suegras y temor de padres, hermanos y maridos celosos de su honor.

Nos dimos las manos, y Luis, conociendo la sorpresa que su empaque me producía, me dijo, sonriéndose irónicamente:


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Dominio público
4 págs. / 7 minutos / 47 visitas.

Publicado el 19 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.

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