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Conversación con una Momia

Edgar Allan Poe


Cuento


El symposium de la noche anterior había sido un tanto excesivo para mis nervios. Me dolía horriblemente la cabeza y me dominaba una invencible modorra. Por ello, en vez de pasar la velada fuera de casa como me lo había propuesto, se me ocurrió que lo más sensato era comer un bocado e irme inmediatamente a la cama.

Hablo, claro está, de una cena liviana. Nada me gusta tanto como las tostadas con queso y cerveza. Más de una libra por vez, sin embargo, no es muy aconsejable en ciertos casos. En cambio, no hay ninguna oposición que hacer a dos libras. Y, para ser franco, entre dos y tres no hay más que una unidad de diferencia. Puede ser que esa noche haya llegado a cuatro. Mi mujer sostiene que comí cinco, aunque con seguridad confundió dos cosas muy diferentes. Estoy dispuesto a admitir la cantidad abstracta de cinco; pero, en concreto, se refiere a las botellas de cerveza que las tostadas de queso requieren imprescindiblemente a modo de condimento.

Habiendo así dado fin a una cena frugal, me puse mi gorro de dormir con intención de no quitármelo hasta las doce del día siguiente, apoyé la cabeza en la almohada y, ayudado por una conciencia sin reproches, me sumí en profundo sueño.

Mas, ¿cuándo se vieron cumplidas las esperanzas humanas? Apenas había completado mi tercer ronquido cuando la campanilla de la puerta se puso a sonar furiosamente, seguida de unos golpes de llamador que me despertaron al instante. Un minuto después, mientras estaba frotándome los ojos, entró mi mujer con una carta que me arrojó a la cara y que procedía de mi viejo amigo el doctor Ponnonner. Decía así:


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Dominio público
18 págs. / 32 minutos / 802 visitas.

Publicado el 9 de junio de 2016 por Edu Robsy.

Correteos Primaverales

Rudyard Kipling


Cuento


¡El hombre retorna al hombre!
Corred la voz por la selva;
se marcha el que era nuestro hermano.
Escucha, pues, ahora, y juzga,
pueblo de la selva.
Responde: ¿quién detenerlo puede,
o quién tras él irá?

¡El hombre retorna al hombre!
Está llorando en la selva:
el que era nuestro hermano, llora su dolor.
¡El hombre retorna al hombre!
(¡Oh, y cuánto se le amaba en la selva!)
Allí seguirle, imposible es ya.


Dos años después de la gran lucha contra los perros rojizos y de la muerte de Akela, Mowgli andaba por los diecisiete años. Parecía mayor, pues el rudo ejercicio, los buenos alimentos y los baños siempre que el calor o el polvo lo molestaban, habían hecho que sus fuerzas y su desarrollo fueran superiores a su edad. Podía balancearse de un modo continuo durante media hora sosteniéndose de una rama con una sola mano, cuando quería curiosear entre los árboles. Podía detener a un gamo en su carrera y tirarlo por tierra asiéndolo de la cabeza. Podía incluso voltear hasta a los enormes y feroces jabalíes azulados que viven en los pantanos del norte. El pueblo de la selva, que antes lo temía por su ingenio, lo temía ahora por su fuerza, y cuando procedía él a sus correrías silenciosas, el mero rumor de que se acercaba hacía que se despejaran todos los senderos del bosque. Sin embargo, su mirada siempre era bondadosa. Inclusive cuando luchaba, sus ojos nunca llameaban como los de Bagheera. Tan sólo se habían vuelto más atentos y mostraban mayor excitación, y era esto una de las cosas que la misma Bagheera nunca llegó a entender.

Preguntóle a Mowgli acerca de ello, y el muchacho se rió y dijo:

—Cuando yerro un golpe, me incomodo. Cuando tengo que estar dos días sin comer, me esfuerzo. ¿No se nota entonces en mis ojos el mal humor?

—Tu boca puede tener hambre —respondió Bagheera—, pero tus ojos no lo demuestran.


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Dominio público
27 págs. / 48 minutos / 266 visitas.

Publicado el 25 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

Cosme y Damián

Julia de Asensi


Cuento


Ambos habían nacido el mismo día en un pueblo de los más pobres de la Coruña. Sus padres eran parientes lejanos, y cada cual tenía ya, al venir los muchachos al mundo, seis o siete chiquillos, que vivían mal alimentados y casi desnudos junto a las vacas que constituían toda la fortuna de aquellas familias.

Les pusieron por nombres, al uno Cosme y al otro Damián.

Los niños fueron buenos amigos desde sus primeros años, a pesar de la diferencia de gustos y de caracteres. Cosme era activo, amante del estudio, inteligente; y Damián, por el contrario, perezoso, torpe y de escaso talento. Los dos sacaban las vacas a pastar en el campo, y mientras Damián, echado en la hierba, procuraba dormir o no hacer nada, Cosme deletreaba en cualquier papel o libro viejo que buscaba sin que nadie supiera cómo, y en el que estudiaba solo, pues sus padres no le mandaban a la escuela, yendo únicamente el hermano mayor.

El tiempo pasó así para los dos chicos, hasta que un día sus familias decidieron que salieran del pueblo en busca de trabajo, muy escaso allí.

—¿Y dónde iremos? —preguntó Damián.

—Donde haya en qué ganar un pedazo de pan —le dijo su padre.

—¿Iremos juntos? —interrogó Cosme.

—Como queráis —les contestaron.

Los dos niños se despidieron de sus respectivas familias y partieron sin llevar más equipaje que un poco de ropa vieja atada en la punta de un palo, algunas monedas, escasas y de corto valor, y un escapulario que les puso la abuela de Cosme.

Damián caminaba triste y silencioso; su compañero iba más animado, contemplando con placer, ya la verde campiña que cruzaban, ya el cristalino río o el arroyo donde mitigaban su sed, o los altos campanarios y las casitas blancas de los pueblos.

Damián se cansaba pronto de andar, y tenían que detenerse a menudo, lo que no era del agrado de Cosme, que deseaba verse en alguna población de más importancia.


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Dominio público
4 págs. / 7 minutos / 173 visitas.

Publicado el 28 de marzo de 2020 por Edu Robsy.

Costumbres Húngaras

José María Blanco White


Cuento


Historia verdadera de un militar retirado, con una descripción de un viajito, río arriba en el Támesis

Los campos, en tanto que el calor de la juventud está dispuesto como el del vino nuevo a subirse a la cabeza, disponen a la alegría bulliciosa; pero, en la mitad del camino de la vida, la belleza campestre produce un placer que, en su apariencia exterior, pudiera equivocarse con la melancolía. ¡Oh, amigos de mi juventud, donde quiera que os haya echado la tormenta horrible que ha sumergido la España, si estos renglones llegaren a vuestras manos y os trajeren a la memoria los días que, a orillas del Guadalquivir y Manzanares, ahogábamos en el placer de la amistad y del campo la amarga sensación interna de la esclavitud española, sabed que, al cabo de tantos años, en el reposo de la edad que se inclina a la vejez y de la adusta experiencia que ha cortado las guías a las alas de la esperanza, vuestro amigo no puede pasar un día de verano en las márgenes deliciosas del Támesis sin que la imagen de los compañeros de su juventud le humedezca los ojos! ¿Por qué no están aquí?, digo entre mí. ¿Por qué, como yo, no rompieron, en tiempo, los grillos políticos con que el falso nombre de patria remacha las prisiones de los que nacen donde no se permite a los hombres tener voluntad ni opinión propia? Una esperanza generosa ha doblado sus prisiones. Quisieron hacer bien a un pueblo a quien el veneno de la superstición ha reducido al delirio y yacen a merced del despotismo y la ignorancia. ¿Hay acaso remedio para males como los de España? ¿Hay cura para el fanatismo arraigado por siglos?


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Dominio público
17 págs. / 31 minutos / 177 visitas.

Publicado el 6 de mayo de 2019 por Edu Robsy.

Costumbres Mexicanas

Manuel Payno


Cuentos, Costumbres, Colección


Los pretendientes de café

En una noche de estas que tienen los días de la semana, en que a los filarmónicos del salón de la ópera italiana no les place repetirnos la tan celebrada Lucrecia de Borgia o Beatrice de Tenda y en que los artistas dramáticos de los corrales de Nuevo México y Principal no están de humor para representarnos la famosa comedia de magia La pata de cabra, o algún vaudeville francés lleno de galicismos, me envolví en una senda cuanto vieja capa, me dirigí


con el ceño hasta la frente
y el sombrero hasta los ojos,
 

a uno de esos espléndidos cafés llenos de cristales, de espejos, de bujías y de cuadros dorados, y como cosa muy natural en estos tiempos, no tenía un real de plata con que tomar chocolate, me contenté con oír las acaloradas conversaciones sobre política, literatura y bellas artes que se suscitan noche con noche en parajes semejantes.


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Dominio público
228 págs. / 6 horas, 40 minutos / 894 visitas.

Publicado el 3 de noviembre de 2018 por Edu Robsy.

Creed en Dios

Gustavo Adolfo Bécquer


Cuento


CANTIGA PROVENZAL

Yo fui el verdadero Teobaldo de Montagut,
barón do Forteastell. Noble ó
villano, señor ó pechero, tú, cualquiera
que seas, que te detienes un instante al
borde de mi sepultura, cree en Dios, como yo he
creido, y ruégale por mí».

I

Nobles aventureros, que puesta la lanza en la cuja, caída la visera del casco y jinetes sobre un corcel poderoso, recorréis la tierra sin más patrimonio que vuestro nombre clarísimo y vuestro montante, buscando honra y prez en la profesión de las armas; si al atravesar el quebrado valle de Alontagut os han sorprendido en él la tormenta y la noche, y habéis encontrado un refugio en las ruinas del monasterio que aún se ve en su fondo, oidme.

II

Pastores, que seguís con lento paso vuestras ovejas que pacen derramadas por las colinas y las llanuras; si al conducirlas al borde del trasparente riachuelo que corre, forcejea y salta por entre los peñascos del valle de Montagut en el rigor del verano, y en una siesta de fuego habéis encontrado la sombra y el reposo al pie de las derruidas arcadas del monasterio, cuyos musgosos pilares besan las ondas, oidme.

III

Niñas de las cercanas aldeas, lirios silvestres que crecéis felices al abrigo de vuestra humildad; si en la mañana del santo Patrono de estos lugares, al bajar al valle de Montagut á coger tréboles y margaritas con que embellecer su retablo, venciendo el temor que os inspira el sombrío monasterio que se alza en sus peñas, habéis penetrado en su claustro mudo y desierto para vagar entre sus abandonadas tumbas, á cuyos bordes crecen las margaritas más dobles y los jacintos más azules, oidme.


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11 págs. / 20 minutos / 505 visitas.

Publicado el 19 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Crepúsculo

Rafael Delgado


Cuento


(Recuerdos de un viaje a la costa de sotavento)

Salimos de Medellín y pronto perdimos de vista sus espesos bosques regados por la deliciosa corriente del Jamapa.

Caminábamos siguiendo el hilo telegráfico; al través de inmensas llanuras alfombradas de pródigos gramales, donde pacían pintorescas toradas que lentas y como perezosas se alejaban de nosotros al aproximarse nuestras cabalgaduras.

Nos rodeaba un horizonte sin límites cuyo círculo no interrumpía ni la remota línea de una selva, ni la silueta de un árbol, ni los caprichosos y esfumados contornos de una montaña, ni la oscura sombra de agreste caserío.

El cielo, cubierto de plomizas nubes, apenas dejaba ver, de cuando en cuando, una ráfaga de oro que, rompiendo el nublado, parecía anunciar a los campos el ocaso próximo del sol.

Ni una flor, ni una ave que hiciera menos monótona aquella sabana donde la vista se perdía y la imaginación plegaba las alas, vencida por el cansancio. Ni rumor de aguas, ni susurros del viento… sólo oíamos el paso de nuestros caballos y la voz del guía que cantaba, entre dientes, triste son de la tierra, y que se adunaba por lo desmayado y lánguido al pálido espectáculo que teníamos delante, por extremo extraño en aquellas fértiles y fecundas regiones a la hora del crepúsculo.


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Dominio público
2 págs. / 5 minutos / 111 visitas.

Publicado el 1 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

Cuentecitos Sin Importancia

Silverio Lanza


Cuentos, colección


Dedicatoria

Al Señor Don Fernando Castelo


Mi novelita Mala cuna y mala fosa está dedicada á un muerto.

Porque yo ni de los muertos me olvido.

Ahora bien; como me reservo el placer de no verle á usted morir, se hace preciso que le recuerde á usted en vida.

Así como el más leve indicio de una función basta para denunciar la vida en un organismo, así, creo yo, bastará este insignificante tomo para consignar nuestra amistad tan sincera y tan desinteresada.

Sea conforme lo deseo.


Silverio Lanza

Prólogos

De la primera edición


¡Cuánto trabajo he perdido en coleccionar los cuentos de Silverio Lanza! ¿Y para qué?...

Luchando heróicamente con mi pobreza he logrado de ella algunas pesetas con que publicar este tomo.

¡Quizá no publique otro!

Por eso he reunido en él cuentos de casi todas las colecciones; no los mejores ni los más malos (que yo no sé distinguir en estas cosas), sino aquellos que, á mi juicio, sintetizan mejor el carácter de cada colección.

Sentiré haberme equivocado.


El editor
J. B. A.

De su segunda edición

Mi amigo D. Pepe quiere casar á sus hijas Anita y Lucrecia. Anita es vieja y fea, y Lucrecia hermosa y joven.

El problema es casar á Anita antes que á Lucrecia.

—Presento á V. mi hija Lucrecia y mi hija Anita que es la segunda.

—Pero... ¿por qué es la segunda?

—Porque la he presentado después.


El editor
J. B. A.

De la tercera edición

Al público.—Muchísimas gracias.


El editor
J. B. A.

P. P. y W.

De la colección «Cuentos del delirio»


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Dominio público
121 págs. / 3 horas, 33 minutos / 184 visitas.

Publicado el 15 de enero de 2022 por Edu Robsy.

Cuento de Mentiras

Emilia Pardo Bazán


Cuento


Había una vez cierto país venturoso, cuyos destinos regía un Gobierno consagrado exclusivamente al bien común, sin que entre los siete ministros que lo componían existiera uno solo a quien se pudiese acusar de negligencia, torpeza o mala fe en el desempeño de su cometido. ¿Decís que es imposible?… Alzad los ojos, releed el título de este cuento… y esperad; ya parecerá la moraleja.

Era tal la prosperidad del susodicho país; con tanto vigor florecían y se desarrollaban en él ciencias, artes, letras, agricultura, industria… —(Y aceitera, aceitera… como dicen los chicos)— que la nación vecina —donde por el contrario todo andaba manga por hombro y los gobernantes parecían jauría de canes que destrozan a dentelladas una presa, a ver cuál se lleva mayor piltrafa— se reconcomía de envidia y ardía en curiosidad deseando saber en qué consistía el intríngulis de la dicha de la otra nación, a la cual llamaremos Elisia, por distinguirla de su vecina y rival, que se nombraba Erebia.


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Dominio público
2 págs. / 3 minutos / 133 visitas.

Publicado el 12 de febrero de 2021 por Edu Robsy.

Cuento de Navidad

Ángel de Estrada


Cuento


Si se pregunta:—¿hay aquí penas?—de fijo que, echando los ojos sobre la muchedumbre, se responde:—ninguna. Aquello se antoja un jubileo de la felicidad, en que las almas y los rostros tienen su parte.

Las bombas arrojan pálida luz eléctrica, formando los anillos fantásticos de una serpiente blanca.

La ola mayor de gente brujulea ante las vidrieras recién puestas, y se estrujan hombres y mujeres, abriendo la boca con seriedad, ó riendo con la buena risa de los despreocupados.

La noche no ha podido templar el calor del día, y los sombreros, refugiándose en las manos, dejan al aire cráneos con el pelo al rape, y jopos y melenas y calvas relumbrosas.

Frente á lo de Burgos luchan por no ser disueltos varios círculos de oradores. Un órgano piano lanza en giros elegantes las cascadas de su notas alegres. La animación acrece; brillan más los grandes avisos con sus letras de luces en los arcos; y todos llevan adentro, miran en el aire, sienten en la música, algo intangible, inexpresable, que murmura felicidad, dice olvido, se envuelve en una esperanza, y es.... ¿quién lo sabe? Se acerca la Noche Buena.


* * *


En un grupo de frescas muchachas, camina Marta, alegre, con su vestido nuevo. Lleva á Mimí, al charlatán Mimí, de la mano, y nadie imagina las penas y ternuras que unen sus dos manos enlazadas.

Mimí se olvida de su dolencia, deslumbrado y absorto; todo es lindo en verdad, pero nada tan lindo como aquello.

Dos grandes jarrones de ónix lucen caprichosas flores de invernáculo, envueltos en reflejos azules y de tornasol apagado.


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Dominio público
4 págs. / 7 minutos / 101 visitas.

Publicado el 26 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

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