Textos favoritos publicados por Edu Robsy que contienen 'u' | pág. 119

Mostrando 1181 a 1190 de 7.027 textos encontrados.


Buscador de títulos

editor: Edu Robsy contiene: 'u'


117118119120121

La Enferma

Eduardo Zamacois


Novela


ADVERTENCIA

Este libro, publicado en 1896, es mi primera novela: afortunadamente, la prensa apenas habló de ella, la edición fué corta y mi esfuerzo pasó inadvertido. Aunque ogaño la presento muy corregida, el lector sorprenderá en sus páginas candores y balbuceos de principiante, descripciones borrosas, retratos que mi mano bisoña no supo dejar rotunda y gallardamente concluídos, momentos psicológicos que el temor de parecer machacón y difuso, dejó mal alumbrados. Conste así en desagravio de la labor que luego he hecho.

E. Z.

Madrid, Junio 1903.


Leer / Descargar texto


197 págs. / 5 horas, 45 minutos / 225 visitas.

Publicado el 20 de abril de 2016 por Edu Robsy.

La Tribuna

Emilia Pardo Bazán


Novela


Prólogo

Lector indulgente: No quiero perder la buena costumbre de empezar mis novelas hablando contigo breves palabras. Más que nunca debo mantenerla hoy, porque acerca de La Tribuna tengo varias advertencias que hacerte, y así caminarán juntos en este prólogo el gusto y la necesidad.

Si bien La Tribuna es en el fondo un estudio de costumbres locales, el andar injeridos en su trama sucesos políticos tan recientes como la Revolución de Setiembre de 1868, me impulsó a situarla en lugares que pertenecen a aquella geografía moral de que habla el autor de las Escenas montañesas, y que todo novelista, chico o grande, tiene el indiscutible derecho de forjarse para su uso particular. Quien desee conocer el plano de Marineda, búsquelo en el atlas de mapas y planos privados, donde se colecciona, no sólo el de Orbajosa, Villabermeja y Coteruco, sino el de las ciudades de R***, de L*** y de X***, que abundan en las novelas románticas. Este privilegio concedido al novelista de crearse un mundo suyo propio, permite más libre inventiva y no se opone a que los elementos todos del microcosmos estén tomados, como es debido, de la realidad. Tal fue el procedimiento que empleé en La Tribuna, y lo considero suficiente—si el ingenio me ayudase—para alcanzar la verosimilitud artística, el vigor analítico que infunde vida a una obra.


Leer / Descargar texto


207 págs. / 6 horas, 2 minutos / 650 visitas.

Publicado el 20 de abril de 2016 por Edu Robsy.

Los Pazos de Ulloa

Emilia Pardo Bazán


Novela


Tomo I

I

Por más que el jinete trataba de sofrenarlo agarrándose con todas sus fuerzas a la única rienda de cordel y susurrando palabritas calmantes y mansas, el peludo rocín seguía empeñándose en bajar la cuesta a un trote cochinero que descuadernaba los intestinos, cuando no a trancos desigualísimos de loco galope. Y era pendiente de veras aquel repecho del camino real de Santiago a Orense en términos que los viandantes, al pasarlo, sacudían la cabeza murmurando que tenía bastante más declive del no sé cuántos por ciento marcado por la ley, y que sin duda al llevar la carretera en semejante dirección, ya sabrían los ingenieros lo que se pescaban, y alguna quinta de personaje político, alguna influencia electoral de grueso calibre debía andar cerca.

Iba el jinete colorado, no como un pimiento, sino como una fresa, encendimiento propio de personas linfáticas. Por ser joven y de miembros delicados, y por no tener pelo de barba, pareciera un niño, a no desmentir la presunción sus trazas sacerdotales. Aunque cubierto de amarillo polvo que levantaba el trote del jaco, bien se advertía que el traje del mozo era de paño negro liso, cortado con la flojedad y poca gracia que distingue a las prendas de ropa de seglar vestidas por clérigos. Los guantes, despellejados ya por la tosca brida, eran asimismo negros y nuevecitos, igual que el hongo, que llevaba calado hasta las cejas, por temor a que los zarandeos de la trotada se lo hiciesen saltar al suelo, que sería el mayor compromiso del mundo. Bajo el cuello del desairado levitín asomaba un dedo de alzacuello, bordado de cuentas de abalorio. Demostraba el jinete escasa maestría hípica: inclinado sobre el arzón, con las piernas encogidas y a dos dedos de salir despedido por las orejas, leíase en su rostro tanto miedo al cuartago como si fuese algún corcel indómito rebosando fiereza y bríos.


Leer / Descargar texto

Dominio público
268 págs. / 7 horas, 50 minutos / 2.908 visitas.

Publicado el 20 de abril de 2016 por Edu Robsy.

Un Viaje de Novios

Emilia Pardo Bazán


Novela


Prefacio

En Septiembre del pasado año 1880, me ordenó la ciencia médica beber las aguas de Vichy en sus mismos manantiales, y habiendo de atravesar, para tal objeto, toda España y toda Francia, pensé escribir en un cuaderno los sucesos de mi viaje, con ánimo de publicarlo después. Mas acudió al punto a mi mente el mucho tedio y enfado que suelen causarme las híbridas obrillas viatorias, las «Impresiones» y «Diarios» donde el autor nos refiere sus éxtasis ante alguna catedral o punto de vista, y a renglón seguido cuenta si acá dio una peseta de propina al mozo, y si acullá cenó ensalada, con otros datos no menos dignos de pasar a la historia y grabarse en mármoles y bronces. Movida de esta consideración, resolvime a novelar en vez de referir, haciendo que los países por mí recorridos fuesen escenario del drama.

Bastaría con lo dicho para prólogo y antecedentes de mi novela, que más no exige ni merece; pero ya que tengo la pluma en la mano, me entra comezón de tocar algunos puntos, si no indispensables, tampoco impertinentes aquí. A quien parezcan enojosos, queda el fácil arbitrio de saltarlos y pasar sin demora al primer capítulo de UN VIAJE DE NOVIOS, y plegue a Dios no se el antoje después peor que la enfermedad el remedio.


Leer / Descargar texto

Dominio público
220 págs. / 6 horas, 26 minutos / 362 visitas.

Publicado el 20 de abril de 2016 por Edu Robsy.

Libertad

Arturo Robsy


Cuento


Generalito Romero era delgado y nervioso y recordaba vagamente al gallo de pelea. Tenía ojos fieros y tras ellos ardía el amor a la Patria. A veces, cuando tomaba de más, el amor se le escapaba por la boca y proclamaba sus deseos de hacer un mundo mejor siguiendo unos planos urdidos por él en noches de claro en claro.

La Sociologic Research, benéfica empresa gringa, oyó aquellos cánticos patrióticos y fue a ver a Generalito Romero en su cuartel. Si él quería una Patria mejor y más moderna, la Sociologic Research también, pero con condiciones: le permitirían hacer tantas encuestas como quisiera.

Generalito Romeo, hombre del pueblo pero no para el pueblo, disponía de la División de Carros. ¿Qué tenía la Sociologic? Dinero y la seguridad de que no habría un boicot internacional, porque algo debía ajustarse antes de seguir hablando: Romero y Sociologic iban a hacer una verdadera democracia. En aquella tierra de dos millones de almas todos serían ricos y felices.

—¿Ricos? —dijo Generalito, que consideraba que la riqueza corrompe las sanas costumbres del pueblo.

—Es un decir: con una mano se lo daremos y con la otra se lo tomaremos. Pagarán más impuestos y comprarán las cosas más caras, pero serán ricos.

El objetivo de la Sociologic Research era crear la réplica de un típico Estado de la Unión: el mismo nivel de vida, las mismas costumbres, idéntica comida, empaquetada en plástico, semejantes películas y canales de televisión. También habría que meter la famosa religión electrónica por TV.

Generalito Romero, como futuro benefactor de la humanidad, no aprobaba el cambio de credo. Los curas se le alborotarían.

—Bah, bah. —dijo la Sociologic con calma— Se les enseña a desear más dinero, a cantar en las iglesias y todo lo demás sirve. Ellos se seguirán llamando católicos, pero serán protestantes.

—Si es así...


Leer / Descargar texto

Licencia limitada
3 págs. / 6 minutos / 75 visitas.

Publicado el 21 de abril de 2016 por Edu Robsy.

Mis Contemporáneos: Vicente Blasco Ibáñez

Eduardo Zamacois


Crítica, Biografía


I. Biografía.—Sus viajes.—Cómo trabaja.—El teatro. Su concepto de la mujer y de la vida.

Vive el insigne novelista á la derecha del paseo de la Castellana, muy cerca del Hipódromo, en un pintoresco hotelito de planta baja, cuya fachada irregular se abre en ángulo al fondo de un pequeño jardín. Aquí y allá, á lo largo de los viejos muros y sobre el tronco de los árboles, la hierba y el musgo pintan manchas verdes, de un verde aterciopelado, jugoso y obscuro. En la alegre quietud mañanera, bajo el magnífico dombo añil del espacio, bañado en sol, la tierra, negra, recién removida por manos diligentes, huele á humedad. Triunfa el silencio. Aquel rincón, más que un jardinillo cortesano, parece un trozo de huerta, algo desaliñado y rústico, donde se echa de menos un perro, un montón de estiércol y unas cuantas gallinas.

Es mediodía.

Encuentro á Vicente Blasco Ibáñez escribiendo ante una amplia mesa cubierta de papeles, las carnosas mejillas un tanto congestionadas por la fiebre del esfuerzo mental, la enérgica cabeza nimbada por el humo de un cigarro habano. Al verme el maestro se levanta, y la expresión belicosa de sus manos cerradas y la prontitud elástica con que su recio cuerpo se retrepa y engalla sobre las piernas rígidas, dan una sensación rotunda de voluntad y de vigor físico.

Acaba de cumplir cuarenta y tres años. Es alto, ancho, macizo; su rostro, moreno y barbado, parece el de un árabe. Sobre la alta frente, llena de inquietudes y de ambición, los cabellos, que debieron de ser crespos y abundantes, resisten todavía á la calvicie; entre las cejas, la reflexión marcó hondamente su arruga imperiosa y vertical; grandes son los ojos y de mirar rectilíneo y franco; la nariz, aguileña, sombrea un bigote que cubre frondoso el misterio de una boca epicúrea y risueña, en cuyos gruesos labios sultanes tiembla la mueca de una sed insaciable.


Leer / Descargar texto


74 págs. / 2 horas, 10 minutos / 186 visitas.

Publicado el 21 de abril de 2016 por Edu Robsy.

La Española Inglesa

Miguel de Cervantes Saavedra


Novela corta


Entre los despojos que los ingleses llevaron de la ciudad de Cádiz, Clotaldo, un caballero inglés, capitán de una escuadra de navíos, llevó a Londres una niña de edad de siete años, poco más o menos; y esto contra la voluntad y sabiduría del conde de Leste, que con gran diligencia hizo buscar la niña para volvérsela a sus padres, que ante él se quejaron de la falta de su hija, pidiéndole que, pues se contentaba con las haciendas y dejaba libres las personas, no fuesen ellos tan desdichados que, ya que quedaban pobres, quedasen sin su hija, que era la lumbre de sus ojos y la más hermosa criatura que había en toda la ciudad.

Mandó el conde echar bando por toda su armada que, so pena de la vida, volviese la niña cualquiera que la tuviese; mas ningunas penas ni temores fueron bastantes a que Clotaldo la obedeciese; que la tenía escondida en su nave, aficionado, aunque cristianamente, a la incomparable hermosura de Isabel, que así se llamaba la niña. Finalmente, sus padres se quedaron sin ella, tristes y desconsolados, y Clotaldo, alegre sobremodo, llegó a Londres y entregó por riquísimo despojo a su mujer a la hermosa niña.


Leer / Descargar texto


49 págs. / 1 hora, 27 minutos / 1.873 visitas.

Publicado el 21 de abril de 2016 por Edu Robsy.

El Licenciado Vidriera

Miguel de Cervantes Saavedra


Novela corta


Paseándose dos caballeros estudiantes por las riberas de Tormes, hallaron en ellas, debajo de un árbol durmiendo, a un muchacho de hasta edad de once años, vestido como labrador. Mandaron a un criado que le despertase; despertó y preguntáronle de adónde era y qué hacía durmiendo en aquella soledad. A lo cual el muchacho respondió que el nombre de su tierra se le había olvidado, y que iba a la ciudad de Salamanca a buscar un amo a quien servir, por sólo que le diese estudio. Preguntáronle si sabía leer; respondió que sí, y escribir también.

­Desa manera ­dijo uno de los caballeros­, no es por falta de memoria habérsete olvidado el nombre de tu patria.

­Sea por lo que fuere ­respondió el muchacho­; que ni el della ni del de mis padres sabrá ninguno hasta que yo pueda honrarlos a ellos y a ella.

­Pues, ¿de qué suerte los piensas honrar? ­preguntó el otro caballero.

­Con mis estudios ­respondió el muchacho­, siendo famoso por ellos; porque yo he oído decir que de los hombres se hacen los obispos.

Esta respuesta movió a los dos caballeros a que le recibiesen y llevasen consigo, como lo hicieron, dándole estudio de la manera que se usa dar en aquella universidad a los criados que sirven. Dijo el muchacho que se llamaba Tomás Rodaja, de donde infirieron sus amos, por el nombre y por el vestido, que debía de ser hijo de algún labrador pobre. A pocos días le vistieron de negro, y a pocas semanas dio Tomás muestras de tener raro ingenio, sirviendo a sus amos con tanta fidelidad, puntualidad y diligencia que, con no faltar un punto a sus estudios, parecía que sólo se ocupaba en servirlos. Y, como el buen servir del siervo mueve la voluntad del señor a tratarle bien, ya Tomás Rodaja no era criado de sus amos, sino su compañero.


Leer / Descargar texto


29 págs. / 52 minutos / 2.345 visitas.

Publicado el 21 de abril de 2016 por Edu Robsy.

La Señora Cornelia

Miguel de Cervantes Saavedra


Novela corta


Don Antonio de Isunza y don Juan de Gamboa, caballeros principales, de una edad, muy discretos y grandes amigos, siendo estudiantes en Salamanca, determinaron de dejar sus estudios por irse a Flandes, llevados del hervor de la sangre moza y del deseo, como decirse suele, de ver mundo, y por parecerles que el ejercicio de las armas, aunque arma y dice bien a todos, principalmente asienta y dice mejor en los bien nacidos y de ilustre sangre.

Llegaron, pues, a Flandes a tiempo que estaban las cosas en paz, o en conciertos y tratos de tenerla presto. Recibieron en Amberes cartas de sus padres, donde les escribieron el grande enojo que habían recebido por haber dejado sus estudios sin avisárselo, para que hubieran venido con la comodidad que pedía el ser quien eran. Finalmente, conociendo la pesadumbre de sus padres, acordaron de volverse a España, pues no había qué hacer en Flandes; pero, antes de volverse, quisieron ver todas las más famosas ciudades de Italia; y, habiéndolas visto todas, pararon en Bolonia, y, admirados de los estudios de aquella insigne universidad, quisieron en ella proseguir los suyos. Dieron noticia de su intento a sus padres, de que se holgaron infinito, y lo mostraron con proveerles magníficamente y de modo que mostrasen en su tratamiento quién eran y qué padres tenían; y, desde el primero día que salieron a las escuelas, fueron conocidos de todos por caballeros, galanes, discretos y bien criados.

Tendría don Antonio hasta veinte y cuatro años, y don Juan no pasaba de veinte y seis. Y adornaban esta buena edad con ser muy gentileshombres, músicos, poetas, diestros y valientes: partes que los hacían amables y bien queridos de cuantos los comunicaban.


Leer / Descargar texto


45 págs. / 1 hora, 19 minutos / 415 visitas.

Publicado el 21 de abril de 2016 por Edu Robsy.

Rinconete y Cortadillo

Miguel de Cervantes Saavedra


Novela corta


En la venta del Molinillo, que está puesta en los fines de los famosos campos de Alcudia, como vamos de Castilla a la Andalucía, un día de los calurosos del verano, se hallaron en ella acaso dos muchachos de hasta edad de catorce a quince años: el uno ni el otro no pasaban de diez y siete; ambos de buena gracia, pero muy descosidos, rotos y maltratados; capa, no la tenían; los calzones eran de lienzo y las medias de carne. Bien es verdad que lo enmendaban los zapatos, porque los del uno eran alpargates, tan traídos como llevados, y los del otro picados y sin suelas, de manera que más le servían de cormas que de zapatos. Traía el uno montera verde de cazador, el otro un sombrero sin toquilla, bajo de copa y ancho de falda. A la espalda y ceñida por los pechos, traía el uno una camisa de color de camuza, encerrada y recogida toda en una manga; el otro venía escueto y sin alforjas, puesto que en el seno se le parecía un gran bulto, que, a lo que después pareció, era un cuello de los que llaman valones, almidonado con grasa, y tan deshilado de roto, que todo parecía hilachas. Venían en él envueltos y guardados unos naipes de figura ovada, porque de ejercitarlos se les habían gastado las puntas, y porque durasen más se las cercenaron y los dejaron de aquel talle. Estaban los dos quemados del sol, las uñas caireladas y las manos no muy limpias; el uno tenía una media espada, y el otro un cuchillo de cachas amarillas, que los suelen llamar vaqueros.

Saliéronse los dos a sestear en un portal, o cobertizo, que delante de la venta se hace; y, sentándose frontero el uno del otro, el que parecía de más edad dijo al más pequeño:

­¿De qué tierra es vuesa merced, señor gentilhombre, y para adónde bueno camina?

­Mi tierra, señor caballero ­respondió el preguntado­, no la sé, ni para dónde camino, tampoco.


Leer / Descargar texto


43 págs. / 1 hora, 15 minutos / 3.537 visitas.

Publicado el 21 de abril de 2016 por Edu Robsy.

117118119120121