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Ego Te Absolvo

Oscar Wilde


Cuento


I

Bajo sus boinas azules, ennegrecidas por la pólvora y manchadas por el polvo de los caminos, los soldados de Miralles tienen caras de bandidos, con su piel color hollín y sus barbas y cabelleras descuidadas. Desde hace cinco largas semanas se arrastran por las carreteras, sin casi dormir, sin casi descansar, tiroteando en cualquier momento con una rabia creciente.

¿No acabarán con aquellos bandidos liberales? Don Carlos habíales prometido, sin embargo, que después de las fatigas de Estella, España seria suya.

Todos ellos tienen sed de venganza y de sangre, y la alegría de verterla es la que les mantiene en pie, por muy cansados y rendidos que se encuentren.

Vascos, navarros, catalanes, hijos de desterrados que murieron de hambre y de miseria en tierras extranjeras, sienten rabia de fieras contra aquellos soldados que les disputan el camino de la meseta de Castilla, la vía de los palacios en los que han jurado establecer al legítimo rey para repartirse, sobre las gradas del trono restaurado, los cargos del reino y las riquezas de los vencidos.

Entre estos montañeses y los hombres de los partidos nuevos no median únicamente rencores políticos: existen, sobre todo, y antes que nada, viejas cuentas de asesinatos impunes, saqueos sin indemnizar, incendios sin revancha.

Por eso, cuando un soldado de Concha cae entre sus manos, ¡infeliz de él!, paga por los demás, por los que se escurren.

—Hermano, hay que morir —le dicen, apoyándole contra una roca.

El hombre inicia el signo de la cruz, y no bien desciende su mano en un amén más lento, los fusiles, alineados a diez pasos de su pecho, vomitan la muerte.

La víctima se desploma como un guiñapo y no se vuelve a hablar de la cosa.

Los buitres de los Pirineos hacen lo demás.


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Dominio público
3 págs. / 5 minutos / 481 visitas.

Publicado el 21 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

Cuentos de Colombine

Carmen de Burgos


Cuentos, Novelas cortas, Colección


Un momento...

Colombine revé, surprise
de sentir un coeur dans le brise
et d'entendre en son coeur des voix.

P. Verlaine, Fétes galantes.—Pantomime.


Dícenme que Colombine está encaprichada con la flor de la melancolía, como antes con aquella amapola congestionada de risa; y que, por milagro de los días lluviosos, ha puesto palabras á la pantomima de la vida.

Y dícenme también que una muy hermosa artista se ha encontrado tan impensadas palabras y las ha hermanado en joyas de cuento.

El pretérito me ha cegado como una lumbrada de sol y me ha cegado como un torbellino de humo negro. Que en mí el dolor y el amor encontraron un nido donde cantar y donde ahogarse el silencio con lágrimas.

¡Colombine seria! ¡Colombine buscándose el corazón! ¿Verdad que es peregrino suceso este de una frivola despreocupación que se detiene en el camino de locura y piensa el por qué de los hechos inrazonados?

Bien curado del desequilibrio de amar, ahora soy un orondo burgués que sueña entre expedientes y ya no viste de blanco el pecho roto ni la cara de muecas. Están muy lejos el bueno de Casandro, Leandro el fatuo y aquella Pierreta bobalicona... y sobre todo mi Enemigo, en cuyo traje de mil colores, tú, Colombine, habías encontrado un espejo.

Sin embargo —clarín en oído de veterano—, el anuncio de que Colombine se ha puesto seria me ha enlutado de tristeza, y mi vida, semejante á día de niebla, ha tenido un loco desgarrón azul.


* * *


Ya no es sólo juicio de rumores. He leído.

Toda la mujer vibra y se desmaya y ríe y se enamora del sol y se duerme vestida de luna en este libro que ha recordado Colombine y ha orificado una artista que sabe de sufrir y de soñar y también de los disfraternos horizontes.


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Dominio público
198 págs. / 5 horas, 47 minutos / 440 visitas.

Publicado el 31 de agosto de 2020 por Edu Robsy.

Cuentos para Niños

Luis Coloma


Cuento infantil


Historia de un cuento

A un crítico de diez años que encuentra mis cuentos «my vomitos»

I

Sembrad en los niños la idea, aunque no la entiendan: los años se encargarán de descifrarla en su entendimiento y hacerla florecer en su corazón.

Había en casa de mis padres un bonito jardín, que separaba la cuadra y cochera del resto del edificio. Levantábase en el centro una glorieta circular, y salían de ella varias callecitas sombreadas por parras y rosales, que iban a terminar en preciosos arriates, caprichosamente cerrados con verjas. En uno de éstos, en que no habían sembrado planta ninguna, guardaba yo dos cabritas, regalo de mi abuela, de quien siempre fui el nieto predilecto.

Estos inofensivos animalitos tenían un enemigo encarnizado en la persona de D.ª Mariquita, anciana ama de llaves, que desempeñaba este cargo en mi casa hacía veintidós años. Según ella, nada bueno podía esperarse de unos animalitos, que tenían con el diablo el peligroso punto de contacto de poseer como él cuernos y rabo.

Mis relaciones con D.ª Mariquita no eran muy cordiales: la disciplina doméstica, quebrantada a veces por mis cabras, y sobre todo, un individuo de la raza felina, un gato pardo, llamado Pilitón, en quien tenía ella puestos sus cinco sentidos, eran entre nosotros la manzana de la discordia. Solía yo cogerle por una pata sin el menor miramiento, y haciéndole sentar sobre sus cuartos traseros, le preguntaba muy serio:

—Pilitón... ¿quieres ir a la escuela?

Pisábale entonces el rabo con disimulo, y Pilitón mayaba furiosamente.

—¿Lo ves? —gritaba yo a D.ª Mariquita— ¿lo ves como Pilitón es un flojo que no quiere estudiar?...


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Dominio público
54 págs. / 1 hora, 34 minutos / 428 visitas.

Publicado el 10 de enero de 2019 por Edu Robsy.

El Doncel de Don Enrique el Doliente

Mariano José de Larra


Novela


Capítulo I


Mis arreos son las armas,
Mi descanso es pelear,
Mi cama las duras peñas,
Mi dormir siempre el velar.

Cancionero general.
 

Antes de enseñar el primer cabo de nuestra narración fidedigna, no nos parece inútil advertir a aquellas personas en demasía bondadosas que nos quieran prestar su atención, que si han de seguirnos en el laberinto de sucesos que vamos a enlazar unos con otros en obsequio de su solaz, han menester trasladarse con nosotros a épocas distantes y a siglos remotos, para vivir, digámoslo así, en otro orden de sociedad en nada semejante a este que en el siglo XIX marca la adelantada civilización de la culta Europa.

Tiempos felices, o infelices, en que ni la hermosura de las poblaciones, ni la fácil comunicación entre los hombres de apartados países, ni la seguridad individual que en el día casi nos garantizan nuestras ilustradas legislaciones, ni una multitud, en fin, de refinadas y exquisitas necesidades ficticias satisfechas, podían apartar de la imaginación del cristiano la idea, que procura inculcarnos nuestro sagrado dogma, de que hacemos en esta vida transitoria una breve y molesta peregrinación, que nos conduce a término más estable y bienaventurado.


Mis arreos son las armas
Mi descanso es pelear,
 


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Dominio público
361 págs. / 10 horas, 31 minutos / 414 visitas.

Publicado el 25 de marzo de 2018 por Edu Robsy.

Aventuras del Bachiller Trapaza

Alonso de Castillo Solórzano


Novela


Dedicatoria

(Al Ilmo. Sr. D. Juan Sanz de Latras, Conde de Atarés, etc.)

Tiene V. S. tan granjeado el respeto y amor en las voluntades de todos con su generosa sangre, con su prudencia, afabilidad y agrado, que, acrecentando el número, soy yo uno de los que manifiestan este debido respeto y afición, con la muestra que hago de uno y otra, en ofrecerle este pequeño volumen, si no digno en la esencia de él, al sujeto del dueño, que deseo me patrocine, por lo menos acertado en la elección de su autor; pues si los escritores antiguos buscaron para amparo de sus escritos y autoridad de sus obras, personas en quien concurriesen sangre, nobleza y claro ingenio, ¿en quién se hallan mejor que en V. S.? Su ilustrísima casa vemos, desde su antiguo origen, cuánto tiempo há que honra este reino con ascendientes tan ilustres, que, por sus muchos merecimientos, granjearon las voluntades de los reyes, para hacerles mercedes y favores, y tan señalados, que, entre, ellos, fué el uno el tener sus mismas armas y timbre por honroso blasón de su prosapia.

Su claro ingenio bien da por si satisfacción bastante, pues siempre, acompañado de su prudencia, es el régimen de sus acciones, conque en todo acumula alabanzas y adquiere aplausos de cuantos les experimentan y conocen: y así debo estar por muy gozoso de ofrecer á los pies de V. S. este trabajo. No el título de él desmerece por lo faceto, que obras de este género se han ofrecido á grandes príncipes y señores, y no las han desestimado por eso, antes admitídolas y honrádolas, que si por la corteza manifiestan donaire, su fondo es dar advertimientos y doctrinas para reformar vicios, como lo usaron los antiguos escribiendo fábulas.


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Dominio público
221 págs. / 6 horas, 27 minutos / 400 visitas.

Publicado el 3 de septiembre de 2018 por Edu Robsy.

El blanco y el Negro

Voltaire


Cuento


En la provincia de Candahar, todo el mundo sabe la aventura del joven Rustan, que era hijo único de un mirza del país que escomo si dijéramos marques en Francia, ó barón en Alemania. Su padre el mirza tenía un decente caudal, y el joven Rustan se iba a casar con una señorita ó mirzasa igual suya: ambas familias lo deseaban; Rustan había de ser el consuelo de sus padres, hacer feliz á su mujer, y serlo en su compañía. Quiso empero la desgracia que viese á la princesa de Cachemira en la feria de Cabul, que es la feria más famosa del mundo, más concurrida sin comparación que las de Basora y Astracán.

El motivo devenir á la feria el príncipe viejo de Cachemira con su hija, fué porque había perdido las dos alhajas más preciosas de su tesoro: la una era un diamante del tamaño del dedo pulgar, en que por un arte que poseían á la sazón los indios, y que luego se ha perdido, estaba grabada su hija; y la otra un venablo que por sí propio iba á donde se quería; cosa no muy rara en nuestro país, pero que lo era en Cachemira.

Un faquir de su alteza le robó ambas alhajas, y se las llevó á la princesa. Guardadlas entrambas con esmero, le dijo, porque pende vuestra suerte de ellas. Fuese dicho esto, y no se le volvió á ver.

En tanto, desesperado el duque de Cachemira, se resolvió á ir á ver si entre todos los mercaderes que de las cuatro partes del mundo van á la feria de Cabul, habría alguno que tuviese su arma y su diamante. En todos sus viajes le acompañaba su hija. Ésta llevaba su diamante bien escondido en su cinto, y el venablo que no podía esconder, también le había dejado en Cachemira encerrado en su arcon de la China.

Viéronse Rustan y ella en Cabul, y se enamoraron uno de otro con todo el candor de su edad, y la fineza de su país. En prenda de su amor dió la princesa su diamante á Rustan y éste le prometió, al despedirse, que iría á verla en secreto a Cachemira.


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Dominio público
14 págs. / 25 minutos / 391 visitas.

Publicado el 4 de junio de 2016 por Edu Robsy.

Hijo del Alma

Emilia Pardo Bazán


Cuento


Los médicos son también confesores. Historias de llanto y vergüenza, casos de conciencia y monstruosidades psicológicas, surgen entre las angustias y ansiedades físicas de las consultas. Los médicos saben por qué, a pesar de todos los recursos de la ciencia, a veces no se cura un padecimiento curable, y cómo un enfermo jamás es igual a otro enfermo, como ningún espíritu es igual a otro. En los interrogatorios desentrañan los antecedentes de familia, y en el descendiente degenerado o moribundo, las culpas del ascendiente, porque la Ciencia, de acuerdo con la Escritura, afirma que la iniquidad de los padres será visitada en los hijos hasta la tercera y cuarta generaciones.

Habituado estaba el doctor Tarfe a recoger estas confidencias, y hasta las provocaba, pues creía encontrar en ellas indicaciones convenientísimas al mejor ejercicio de su profesión. El conocimiento de la psiquis le auxiliaba para remediar lo corporal; o, por ventura, ese era el pretexto que se daba a sí mismo al satisfacer una curiosidad romántica. Allá en sus mocedades, Tarfe se había creído escritor, y ensayado con desgarbo el cuento, la novela y el artículo. Triple fracasado, restituido a su verdadera vocación, quedaba en él mucho de literatería, y afición a decir misteriosamente a los autores un poco menos desafortunados que él: «¡Yo sí que le puedo ofrecer a usted un bonito asunto nuevo! ¡Si usted supiese que cosas he oído, sentado en mi sillón, ante mi mesa de despacho!»


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Dominio público
6 págs. / 10 minutos / 389 visitas.

Publicado el 28 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

La Ciudad Muerta

Abraham Valdelomar


Cuento, novela corta


Dedicatoria

A don Juan Bautista de Lavalle, enamorado de las glorias viejas, intérprete de los lienzos antiguos, admirador religioso de todo lo que el tiempo ha deshojado y ha tornado triste y marchito, dedico estas páginas escritas sobre una ciudad de ruinas. Sea bondadoso con ellas.


A. V.

Le passé...

Le passé, c’est un second coeur qui bat en nous…
Il bat. Quand le silence en nous se fait plus fort
cette pulsation mystérieuse est là
qui continue… Et quand on rêve il bat encor,
et quand on souffre il bat, et quand on aime il bat…
Toujours ! C’est un prolongement de notre vie…

Henry Bataille

I. En el Ática

sobre el mar de Río de Janeiro,
Brasil, febrero 12 de 1911.


Adorable Francy:

Todavía me arrepiento de haber dejado bajar a tierra a ese hombre, pero le echo la culpa a la luna. Es ella la cómplice de todos los crímenes y, en muchos casos, la instigadora. Esté usted segura, mi adorable Francinette, que cuando ella tiene esas notas de luz casi verdes como si se copiara a través de una falsa esmeralda, algo extraño está pasando sobre la tierra. Yo soy médico y he podido observar el efecto de esas nubes de luna en esos enfermos de locura y en los alucinados, en los criminales, en los neuróticos, en los artistas. En los artistas sobre todo.


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Dominio público
28 págs. / 49 minutos / 381 visitas.

Publicado el 7 de septiembre de 2021 por Edu Robsy.

El Misterio de un Hombre Pequeñito

Eduardo Zamacois


Novela


I

Mediaba la tarde cuando empezó á llover. La misma violencia inicial del aguacero, engañó á los vecinos; creían todos que el chaparrón, como de Mayo, amainaría pronto; pero no fué así, y la voz gradualmente más fuerte y cercana del trueno, y ciertas nubes grises, semejantes á columnas de humo, que velaban la crestería de los montes mayores, aseguraron la persistencia del mal tiempo.

Es Puertopomares un lugarejo salmantino de seis mil habitantes, situado en las ondulaciones menos ariscas de la fragosa sierra de Gredos. Hállase enclavado sobre el lomo de un altozano estrecho y largo, circuído por una breve campiña que, muy luego, arrepentida de su humildad apacible, trepa veloz y ambiciosa por todos lados hasta ser orgullosa montaña; y así el pueblo queda hundido en el centro de un anfiteatro ciclópeo alrededor del cual los altos cerros coronados de castañares, de alisos, de copudos tejos, de nogales y de chopos, componen fabulosas graderías. En aquel escenario abrupto, puesto á cerca de mil metros sobre el nivel del mar, los accidentes atmosféricos tienen energía extraordinaria: las nevadas son terribles, el calor asfixiante, las lluvias torrenciales y furiosas, y los vientos y el trueno suscitan en las concavidades graníticas de la cordillera ululeos y resonancias imponentes.

Y como la región, son sus habitantes: acaso un tanto imaginativos y movedizos en sus ideas, determinaciones y afectos; pero, llegado el caso, duros de voluntad, exaltados en sus deseos, en ofrecer y cumplir lo ofrecido, generosos é hidalgos, y, finalmente, nobles, sufridos y bravos, cual corresponde á la tradición, tantas veces centenaria, de la ejemplar Castilla.


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325 págs. / 9 horas, 28 minutos / 376 visitas.

Publicado el 20 de diciembre de 2016 por Edu Robsy.

El Cuarto Poder

Armando Palacio Valdés


Novela


I. Se levanta el telón, por esta vez sin metáfora

En Sarrió, villa famosa, bañada por el mar Cantábrico, existía hace algunos años un teatro no limpio, no claro, no cómodo, pero que servía cumplidamente para solazar en las largas noches de invierno a sus pacíficos e industriosos moradores. Estaba construído, como casi todos, en forma de herradura. Constaba de dos pisos a más del bajo. En el primero los palcos, así llamados Dios sabe por qué, pues no eran otra cosa que unos bancos rellenos de pelote y forrados de franela encarnada colocados en torno del antepecho. Para sentarse en ellos era forzoso empujar el respaldo, que tenía bisagras de trecho en trecho, y levantar al propio tiempo el asiento. Una vez dentro se dejaba caer otra vez el asiento, se volvía el respaldo a su sitio y se acomodaba la persona del peor modo que puede estar criatura humana fuera del potro de tormento. En el segundo piso bullía, gritaba, coceaba y relinchaba toda la chusma del pueblo sin diferencia de clases, lo mismo el marinero de altura que el que pescaba muergos en la bahía o el peón de descarga; la señá Amalia la revendedora igual que las que acarreaban «el fresco» a la capital. Llamábase a aquel recinto «la cazuela». Las butacas eran del mismo aborrecible pelote que los palcos y el forro debió ser también del mismo color, aunque no podía saberse con certeza. Detrás de ellas había, a la antigua usanza, un patio para ciertos menestrales que, por su edad, su categoría de maestros u otra circunstancia cualquiera, repugnaban subir a la cazuela y juntarse a la turba alborotadora. Del techo pendía una araña, cuajada de pedacitos de vidrio en forma prismática, con luces de aceite. Más adelante se substituyó éste con petróleo, pero yo no alcancé a ver tal reforma. Debajo de la escalera que conducía a los palcos había un nicho cerrado con persiana que llamaban «el palco de don Mateo». De este don Mateo ya hablaremos más adelante.


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Dominio público
411 págs. / 11 horas, 59 minutos / 373 visitas.

Publicado el 19 de agosto de 2017 por Edu Robsy.

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