Mateíto
Juan José Morosoli
Cuento
Mateito llegó a la conclusión de que a un hombre como Saavedra, “que había sido hasta comisario”, no se le podía sepultar así, en un cajón sin pintar, de esos que daba el municipio a los pobres de solemnidad. Y sin velorio además, porque velas no daban.
—Los que no tienen parientes son parientes de todos, pensó, y resolvió iniciar una colecta de dinero para dar a Saavedra una sepultura como la gente.
Reunió así el dinero necesario para comprar el cajón y prender un velorio de ocho velas.
Machado trajo una botella de caña y medio kilogramo de café para la concurrencia.
Casi al amanecer un camionero que se acercó a peguntar donde estaba la boca de la carretera, dejó cinco pesos.
—No conocía al finado — dijo. Y agregó: —Soy solo y en el camino ando. ..
Mateíto compró una corona y le puso una tarjeta. Un camionero sin familia, decía.
* * *
Lo sepultaron en “el campamento”. Le decían así al espacio que ocupaban las tumbas en tierra. Y le pusieron la corona sobre el lomo de tierra que cubría el cajón. Sobre el pecho más o menos.
Al ascender la escalera que separaba el campamento de la zona de los panteones, allí donde la tierra valía más que frente a la plaza, Mateíto se volvió para mirar la tumba solitaria. El sol hacía arder las hojas doradas de la corona.
Miren —les dijo Mateíto a los otros —señalando el lugar— y digan si no hemos hecho una obra de caridad.
Me gustaría que el del camión viera la corona, respondió Machado.
* * *
Mateito era delgado, atildado, amigo de expresarse bien. Calzaba siempre zapatillas de terciopelo bordadas. Andaba siempre como deslizándose, “pisando en el aire”. Le decían “el livianito”.
Alegando su poca salud trabajaba poco. Lo menos que podía. Y eso en trabajos “livianitos”.
—Venta de números de lotería. Repartos de invitaciones para bodas o funerales. Cosas así.
Dominio público
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Publicado el 30 de julio de 2025 por Edu Robsy.