Textos por orden alfabético inverso publicados por Edu Robsy disponibles | pág. 3

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¡Y Tan Ciertos!

Silverio Lanza


Cuento


«Ayer, á las cuatro de la madrugada, detuvo un vigilante de la Higiene, en la buñoleria de El Mangue, á una señora embriagada, al parecer.

«Conducida á la prevención resultó ser doña N. N., viuda de D. N. N., y casada actualmente con D. N. N.

»El vigilante fué reprendido severamente y la señora puesta en libertad.»

Bien hecho. Ya que las señoras no procuran diferenciarse de las prostitutas bueno será que los agentes las diferencien.

De todas maneras, ciertos son los toros.


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Dominio público
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Publicado el 28 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

...Y Compadece al Delincuente

Arturo Robsy


Cuento


El Alcalde, que era un hombre activo, predió la mecha y el cohete, tras subir al cielo, inauguró las fiestas de verano, obligando a miles de muy jóvenes, en camiseta, a echarse a la calle y reclamar bebida.

Los vendedores de vinos y licores los aguardaban frotando el zinc con las bayetas. Días antes habían acudido en comisión al Ayuntamiento. Ellos, que estaban a favor de la cultura y de las tradiciones por igual, ayudarían a emborracharse a la juventud para que gritara a su gusto, pero como, en aquella situación, la juventud tendía a morder la mano que la ayudaba, pedían permiso para usar vasos de plástico, subir los precios autorizados en la hoja sellada y, sobre todo, cerrar los lavabos.

— Bien. — dijo el alcalde, también tradicional.

— Pero la ley dice que cualquier establecimiento abierto al público ha de tener servicios. — advirtió el secretario, un maldito leguleyo.

— Y los tienen, ¿no? ¿Dice la ley que no pueden estar cerrados?

Así fue como cientos de espirituosos metros cúbicos corrieron las botellas a las gargantas y, desde éstas, tras darse un rápido paseo por las venas y fatigarse, se dejaban caer sobre los riñones que, cuidadosos, los bajaban al depósito que las naturalezas tenían dispuesto.

Mientras sucedían estos silenciosos procesos, tiempo hubo para abuchear a las autoridades que iban a las completas y para tirar huevos a los municipales que les escoltaban. También consiguieron irrumpir en la entrada del Ayuntamiento y derribar a la Giganta, que había paseado hasta media hora antes, perseguida por la chiquillería.

Otros más rodearon a la banda de música y, en rápido movimiento de tenaza, vertieron por los pabellones de los instrumentos de viento el contenido de varias litronas.


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Publicado el 4 de marzo de 2018 por Edu Robsy.

Y Adiós

Arturo Robsy


Cuento


"El hombre es un mecanismo que el amor propio supera cada día"
—Louis Dumur, Petits aphorismes (1892)


El viejo, recomido por la edad y por algún recuerdo que le permanecía demasiado cercano, acabó con el último escalón. Jadeaba. Dudaba entre sentirse furioso o desgraciado. Los años... claro que aquello no era una cuestión de edad, sino de experiencia. Si él pudiera, tan sólo, hacer comprender al otro, al joven, que el tiempo, pese a todo, es un aliado... Si él pudiera romper, por una vez, su silenciosa torre de marfil y volverle realmente hombre...

Le miró por la ventana deslucida. Callado, violentamente callado, el joven escuchaba la música dulzona y triste de Chopin: re, sol-fa, sol, la-si, si, la, si... Había un no sé qué de muerte en el gesto del inmóvil joven Se diría que hasta la soledad había perdido, o que había olvidado todas las palabras.

Él era únicamente sus manos. Él era únicamente el nervioso balanceo del llavero que le colgaba de los dedos, y el viejo, jadeando todavía, le miraba entre la furia y el dolor, siquiera sin saber qué hacer ni qué decir. Mientras, Chopin continuaba en el cénit de su repelente dulzura (do, do, sí, mí-re, do, si, fa, sol, la...).

El joven tenía a su lado cigarrillos, pero no fumaba. El joven tenía enfrente una ventana, pero nada veía por sus rendijas. El joven tenía sobre su oído al malvado Chopin, y nada, nada, oía. Era —según el viejo— una cabeza atolondrada que tal vez, creyó llegar a una meta. Era —sin duda— un hombre vuelto en animal dolorido, en silencio, en soledad.

Una hora antes había subido el joven a la habitación de arriba:

—Es hora —dijo— de hacer el equipaje.


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Publicado el 30 de abril de 2022 por Edu Robsy.

Y, a su Sombra, un Crucifijo

Arturo Robsy


Cuento


Este pequeño nómada que soy andaba por lo alto de las peñas, haciendo la pereza veraniega del paseo. Un chispazo de extraña plata, luz del mediodía en rayo, me dio en los ojos subiendo desde el mar. Entre las peñas grises, el brillo; entre las chispas de espuma quieta, el fulgor.

Uno es sólo realista a medias, y andan siempre por la mente tesoros escondidos por piratas patapalo, prodigios y magias, misterios generales que nacen con el alma, y una luz inesperada enciende, lo mismo que un silencio repentino, un grito o, simplemente, nada, esa nada como brisa o esa nada como sombra.

De modo que la luz tiró de mí y yo de la aventura y, juntos y no con mucha calma, bajamos el acantilado del mar Mediterráneo, hacia la luz del tesoro, hacia el hallazgo y el secreto.

Desapareció el reflejo al descender y la luz al irse dejó al descubierto un objeto negro, de charol y picos, que me dejó perplejo: un tricornio.

Miré en torno porque una larga experiencia me ha enseñado, como a todos, que no hay tricornio sin guardia debajo, al lado o, cuando menos, en las proximidades, de modo que tricornio a solas entraba en la categoría de lo casi extraordinario, como cuando brilla la luna de día o brilla el arco iris en la gota de rocío.

— ¡Hola! — grité, no sé si al tricornio o al posible guardia invisible. — ¡Eh! ¡Hola! — insistí mientras, en realidad, pensaba: "Y ahora, ¿qué hago?"

Aún no me había decidido a tocar el hallazgo por una especie de pudor. Trepé a una roca algo más alta y oteé. Di unas cuantas voces más y algunas vueltas en redondo antes de volver junto al misterio del tricornio desparejado.

— Esto no se ha perdido. — razoné — Nadie pierde un tricornio.


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Publicado el 21 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

Y a Mí el Rabicano

Javier de Viana


Cuento


Con un cielo luminoso, brillante como plata bruñida, llovía, llovía copiosa, incesantemente. Las cañadas desbordaban, empujando las guías hacia afuera, hacia el campo, convertido en superficie de laguna.

Ni un relámpago, ni un trueno. No hacía frío. Era la delicia del otoño, sereno, tibio, plácido, pródigo de luz.

En la cocina, donde ardía un fogón enorme, el patrón, en rueda con los peones, aprovechaba el obligado descanso, en alegre tertulia. Era un continuo cambiarle de cebaduras al mate y, para la china Dominga, un inacabable tragín de amasar y freir tortas mientras se contaban cuentos, simples como las almas de los gauchos,—interrumpidos a cada instante por comentarios más o menos ocurrentes.

El patrón no desdeñaba entrar en liza, pero tampoco escapaba, por ser patrón, de las interrupciones y de las críticas. Su relato sobre las aventuras de Jesucristo, no tuvo éxito, debido, más quizá que a falta de interés en la narración, a las observaciones hostiles del viejo Romualdo, el famoso contador de cuentos, que esa tarde se había negado obstinadamente a complacer al auditorio.

Don Omualdo restaba furioso porque el patrón no había querido regalarle el único potrillo «rabicano» de la marcación del año.

—Elegí otro,—había dicho don Juan.

—Ya aligió ese yo.

—Ese es pa la chiquilina. Agarrá otro cualquiera.

—Rabicano no más.

—Rabicano no. Dispués, cualquiera.

—Dispués, denguno.

Y no eligió.

Quedó tan rabioso que casi no hablaba; él, que cuando no tenía con quien hablar, hablaba con los perros, con los gatos, con las gallinas o, en último extremo, consigo mismo.

—«Jesucristo estaba con su partida en el monte de los Olivos...—contaba el patrón, y don Rumualdo le interrumpió:

—¿Ande está el monte 'e los Olivos?... Yo no conozco ningún monte d'ese apelativo, y pa que yo no conozca . . .


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Dominio público
2 págs. / 4 minutos / 31 visitas.

Publicado el 5 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

Xaimaca

Ricardo Güiraldes


Novela epistolar, novela


Para Adelina del Carril;

Tres veces este libro ha caído de mis manos, encontrando el sostén de las tuyas.

Sola, has opuesto fe a mis dudas.

Hoy que corre su destino, lo amparo en tu cariño.

R. G.

Diciembre 28, 1916. Buenos Aires

Ante todo quisiera personalizar mis sensaciones, como si fuera mi viaje un punto de partida hacia algo definido.

Las cosas se inscribirán en mí según mi idiosincrasia y me interesa tanto observarme, que quiero, a diario, fijar mi modo de reaccionar ante los incidentes nuevos.

Voy al Perú para internarme hacia los restos de la civilización preincásica. No sé empero si desembarcaré en Mollendo, en el Callao o en Trujillo.

Pequeño descubridor de mis propias impresiones, llevo como bagaje moral mi gran curiosidad, como fortuna la cantidad suficiente para viajar cinco meses y como carga personal, indispensable, mis baúles y mi libreta de enrolamiento.

Basta por hoy.

Diciembre 31. F. C. P.

8 a. m.— Instalado en el tren con premura. (Un tren largo aquí y que nada será perdido en la pampa, dentro de poco). Buenos Aires, Mendoza, Santiago, cordillera inclusive, con derroche de cumbres, laderas y demás componentes obligatorios.

Va a hacer mucho calor y tierra de esa que ha poco aventaban cascos de caballos indios.

Entretanto cruzan por andenes y pasadizos algunos remolinos de provincianos: héroes que vuelven de haber conquistado la capital. Arrinconarse y mirarlos con el merecido respeto. Sombreros grises, martingalas, guantes color patito, tez mate y pelo lacio.

Sube a mi vagón una pareja que he encontrado en la agencia donde compré mi boleto.

Recuerdo que en aquella ocasión miré a la mujer, como se mira una belleza de cinematógrafo a cuya patria no se irá. Ahora, la coincidencia de nuestro encuentro me parece significativa.

Me pregunto: ¿es un peligro?


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Dominio público
84 págs. / 2 horas, 27 minutos / 124 visitas.

Publicado el 29 de septiembre de 2019 por Edu Robsy.

Wolfert Webber o los Sueños Dorados

Washington Irving


Cuento


En el año de gracia de mil setecientos y..., no me acuerdo la fecha exacta, aunque estoy seguro de que era a principios del siglo XVIII, vivía en la notable ciudad de Manhattoes un burger, Wolfert Webber de nombre. Descendía del viejo Cobus Webber, nativo de Brille, en Holanda, uno de los primeros colonizadores, cuya fama proviene de haber introducido la col en las colonias y que llegó a esta provincia durante el protectorado de Oloffe Van Kortlandt, conocido también por el nombre de «el soñador».

El campo en el cual Cobus Webber se instaló junto con sus coles permaneció siempre en manos de la familia, que continuó la misma clase de actividad, con esa perseverancia, digna de elogio, por la cual se distinguen los burgers holandeses. Durante varias generaciones, todo el genio de la familia se aplicó al estudio y desarrollo de ese noble vegetal; a esa concentración intelectual se debe, sin duda, el prodigioso tamaño y la fama que alcanzaban las coles de los Webber.

Esta dinastía continuó sin interrupción; ningún linaje dio pruebas más indiscutibles de legitimidad. El hijo mayor heredaba tanto la apariencia como los terrenos de su progenitor; si se hubieran tomado los retratos de esta familia de tranquilos potentados, hubieran presentado una línea de cabezas de un parecido maravilloso, tanto en la forma como en el tamaño con los vegetales que cultivaban.


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Dominio público
24 págs. / 43 minutos / 189 visitas.

Publicado el 22 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

William Wilson

Edgar Allan Poe


Cuento


¿Qué decir de ella? ¿Qué decir (de la) torva conciencia, ese espectro en mi camino?

Camberlayne — Pharronida

Permitid que, por el momento, me presente como William Wilson. La página inmaculada que tengo ante mí, no debe ser manchada con mi verdadero nombre. Éste ya ha sido exagerado objeto del desprecio — del horror —, del odio de mi estirpe. ¿Los vientos indignados, no han esparcido su incomparable infamia por las regiones más distantes del globo? ¡Oh, paria, el más abandonado de todos los parias! ¿No estás definitivamente muerto para la tierra? ¿No estás muerto para sus honores, para sus flores, para sus doradas ambiciones? Y una nube densa, lúgubre, ¡limitada ¿no cuelga eternamente entre tus esperanzas y el cielo?


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Dominio público
23 págs. / 41 minutos / 171 visitas.

Publicado el 21 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

Whong-Fau-Sang

Abraham Valdelomar


Cuento


o sea
La torva enfermedad tenebrosa


(Cuento chino)


Entre los más graves defectos que ensombrecían el alma de los habitantes de Siké, la gran aldea china que existiera allá por los tiempos en que Confucio fumaba opio y dictaba lecciones de Moral en la Universidad de Pekín, existía uno llamado Wingfan, o sea "la torva enfermedad tenebrosa", que corresponde a lo que los occidentales llaman a la envidia. Era esta enfermedad lacerante epidemia mortal, más terrible que la peste negra, y contra la cual eran vanos los remedios de los médicos y todos los consejos profundos y sabios del los filósofos. El gran señor Confucio en su libro rebosante de sabiduría y admirable de sana y paciente erudición Fon-tin-góo o sea El tratado de las humanas pasiones, dice refiriéndose a la envidia: "Juntad en un año la peste, la sequía, el hambre, el látigo de los chon, la caracha, la tempestad, la pestilencia, la lepra negra, el granizo en la cosecha de arroz, las frases del blasfemo, la carne de toro, y el beso de la vieja desdentada, juntadlas en un año y siempre quedarán veinte hombres vivos; pero con una frase de un minuto dicha por uno que tenga "la torva enfermedad tenebrosa" no quedará una sola reputación limpia.


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Dominio público
3 págs. / 6 minutos / 136 visitas.

Publicado el 8 de mayo de 2020 por Edu Robsy.

Vulgaridad y Nobleza

Fernán Caballero


Novela corta


Dedicatoria

El autor suplica al afamado y erudito Barón Wolf, tan admirado y respetado en su sabia patria como en todos los países cultos, y el que con tanta benevolencia ha juzgado y dado a conocer el primero en Alemania sus sencillos escritos, que le permita dedicarle este cuadro, en muestra de una gratitud que quisiera y no sabe demostrar de una manera más expresiva y digna

Fernán Caballero.

Prólogo

No son los extranjeros (que eso nada de extraño tendría), son los españoles, que nos hacen un cargo de pintar las cosas de nuestro país sólo por su lado favorable


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Dominio público
55 págs. / 1 hora, 36 minutos / 184 visitas.

Publicado el 2 de enero de 2019 por Edu Robsy.

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