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La Navidad en las Montañas

Ignacio Manuel Altamirano


Novela corta


Dedicatoria a Francisco Sosa

A Vd., mi querido amigo, a Vd. que hace justamente veinte años, en este mes de Diciembre, casi me secuestró, por espacio de tres días, a fin de que escribiera esta novela, se la dediqué, cuando se publicó por primera vez en México.

Recuerdo bien que deseando Vd. que saliese algo mío en "El Álbum" de Navidad que se imprimía, merced a los esfuerzos de Vd., en el folletín de "La Iberia" periódico que dirigía nuestro inolvidable amigo Anselmo de la Portilla, me invitó para que escribiera un cuadro de costumbres mexicanas; prometí hacerlo, y fuerte con semejante promesa, se instaló Vd. en mi estudio, y conociendo por tradición mi decantada pereza, no me dejó descansar, alejó a las visitas que pudieran haberme interrumpido; tomaba las hojas originales a medida que yo las escribía, para enviarlas a la Imprenta, y no me dejó respirar hasta que la novela se concluyó.

Esto poco más o menos decía yo a Vd. en mi dedicatoria que no tengo a la mano, y que Vd. mismo no ha podido conseguir, cuando se la he pedido últimamente para reproducirla.

He tenido, pues, que escribirla de nuevo para la quinta edición que va a hacerse en París y para la sexta que se publicará en francés.

Reciba Vd. con afecto este pequeño libro, puesto que a Vd. debo el haberlo escrito.

Ignacio M. Altamirano

París, Diciembre 26 de 1890


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Dominio público
57 págs. / 1 hora, 40 minutos / 1.268 visitas.

Publicado el 22 de julio de 2016 por Edu Robsy.

Cuento de Navidad

Ángel de Estrada


Cuento


Si se pregunta:—¿hay aquí penas?—de fijo que, echando los ojos sobre la muchedumbre, se responde:—ninguna. Aquello se antoja un jubileo de la felicidad, en que las almas y los rostros tienen su parte.

Las bombas arrojan pálida luz eléctrica, formando los anillos fantásticos de una serpiente blanca.

La ola mayor de gente brujulea ante las vidrieras recién puestas, y se estrujan hombres y mujeres, abriendo la boca con seriedad, ó riendo con la buena risa de los despreocupados.

La noche no ha podido templar el calor del día, y los sombreros, refugiándose en las manos, dejan al aire cráneos con el pelo al rape, y jopos y melenas y calvas relumbrosas.

Frente á lo de Burgos luchan por no ser disueltos varios círculos de oradores. Un órgano piano lanza en giros elegantes las cascadas de su notas alegres. La animación acrece; brillan más los grandes avisos con sus letras de luces en los arcos; y todos llevan adentro, miran en el aire, sienten en la música, algo intangible, inexpresable, que murmura felicidad, dice olvido, se envuelve en una esperanza, y es.... ¿quién lo sabe? Se acerca la Noche Buena.


* * *


En un grupo de frescas muchachas, camina Marta, alegre, con su vestido nuevo. Lleva á Mimí, al charlatán Mimí, de la mano, y nadie imagina las penas y ternuras que unen sus dos manos enlazadas.

Mimí se olvida de su dolencia, deslumbrado y absorto; todo es lindo en verdad, pero nada tan lindo como aquello.

Dos grandes jarrones de ónix lucen caprichosas flores de invernáculo, envueltos en reflejos azules y de tornasol apagado.


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Dominio público
4 págs. / 7 minutos / 96 visitas.

Publicado el 26 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

Navidad

Emilia Pardo Bazán


Cuento


La familia es de las que más abundan: clase media que no se resigna a pertenecer al pueblo. Con esta sencilla definición puede que bastase para formar exacta idea de las interioridades; sin embargo, bosquejaré la situación de sus individuos.

El jefe nominal es un hombre de bien, por necesidad trabajador. Todos los días concurre a su oficina, y allí fuma quince o veinte cigarrillos, charlando largamente de la próxima crisis, de la actitud de Lerroux, del crimen más reciente y de la piececilla en el teatro barato, al cual acompañó a sus hijas la semana anterior. Es un medio como otro cualquiera de sacar a relucir a las niñas, pues sospecha que entre los compañeros de oficina alguno les hace cocos, y sueña con el yerno —para que sus vástagos continúen la dinastía burguesa—, no vayan a tener las chiquillas la endiablada ocurrencia de casarse con un carpintero o un maestro de obras.

El jefe verdadero —es decir, la mamá— es una de esas cuyas siluetas trazaron con sal y donaire Luis Taboada en artículos y Vital Aza en sainetes. El estado psíquico de semejantes «jefas», al igual de los demás estados psíquicos, tiene sus causas, y es preciso que las encontremos en la irritación permanente que determina el verse obligado a sacar rizos donde no hay pelo, o sea, a gobernar casi sin guita. La conocida pareja que tantas veces ha desfilado por el escenario, haciéndonos reír; el marido tembloroso y calzonazos, la mujer que muerde y pega, no admite otra explicación que un hecho sencillo del orden económico: el varón que funda un hogar con recursos insuficientes; que abdica en la hembra para que ella haga milagros sin ser Dios..., y el desquite, el desahogo de la esposa, en diarios insultos, en todo género de malignidades, en una tiranía doméstica con refinamientos de tortura china.


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Dominio público
6 págs. / 11 minutos / 62 visitas.

Publicado el 10 de mayo de 2021 por Edu Robsy.

Navidad de Lobos

Emilia Pardo Bazán


Cuento


Había cerrado la noche, glacial y tranquila. Las estrellas titilaban aún, palpitantes, como corazones asustados. No nevaba ya: una película de cristal se tendía sobre la nieve compacta que cubría la tierra. El cielo parecía más alto y distante, y la sombra siniestra de los abetos, más trágica.

En el fondo del bosque, los lobos, guiados por sus propios famélicos aullidos, iban reuniéndose. Salían de todas partes, semejantes a manchas obscuras, movedizas, que iluminaban dos encendidos carbones. Era el hambre la que los agrupaba, haciendo lúgubres sus gañidos quejumbrosos. Flacos, escuálidos, fosforescente la pupila, parecían preguntarse unos a los otros cómo harían para conquistar algo que comer. Era preciso que lo lograsen a toda costa, porque ya sentían el hálito febril de la rabia, que contraía su garganta y crispaba sus nervios hasta la locura.

Uno de los lobos, viejo ya, hasta canoso, desde el primer momento fue consultado por la multitud. Gravemente sentado sobre su cuarto trasero, el patriarca dio su dictamen.

—Lo primero es salir de este bosque y juntarnos, en el mayor número posible, para caer sobre alguna aldea o poblado en que haya hombres. Nos rechazarán, si pueden; pero si podemos más, les arrebataremos sus ganados, y quién sabe si algún niño o hasta algún mozo. Tendremos carne viva y sangre caliente y roja en que hundir el hocico.

—La población más próxima es Ostrow —advirtió un lobo de desmedida corpulencia—. Ya he cazado yo allí una criatura de un año. Sus padres se dejaron la puerta abierta…


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Dominio público
4 págs. / 7 minutos / 47 visitas.

Publicado el 9 de mayo de 2021 por Edu Robsy.

La Noche de Navidad

José María de Pereda


Cuento


I

Está apagando el sol el último de sus resplandores, y corre un gris de todos los demonios. Á la desnuda campiña parece que se la ve tiritar de frío; las chimeneas de la barriada lanzan á borbotones el humo que se lleva rápido el helado norte, dejando en cambio algunos copos de nieve. Pía sobresaltada la miruella, guareciéndose en el desnudo bardal, ó cita cariñosa á su pareja desde la copa de un manzano; óyese, triste y monótono, de vez en cuando, el ¡tuba!, ¡tuba! del labrador que llama su ganado; tal cual sonido de almadreñas sobre los morrillos de una calleja…; y paren ustedes de escuchar, porque ningún otro ruido indica que vive aquella mustia y pálida naturaleza.

En el ancho soportal de una de las casas que adornan este lóbrego paisaje, y sobre una pila de junco seco, están dos chicuelos tumbados panza abajo y mirándose cara á cara, apoyadas éstas en las respectivas manos de cada uno.

Han pasado la tarde retozando sobre el mullido lugar en que descansan ahora, y por eso, aunque mal vestidos, les basta para vencer el frío que apenas sienten, soplarse las uñas de vez en cuando.

De los dos muchachos, el uno es de la casa y el otro de la inmediata.

De repente exclama el primero, en la misma postura y dándose con los talones desnudos en las asentaderas:

—Yo voy á comer torrejas … ¡anda!

—Y yo tamién—contesta el otro con idéntica mímica.

—Pero las mías tendrán miel.

—Y las mías azúcara, que es mejor.

—Pues en mi casa hay guisao de carne y pan de trigo pa con ello….

—Y mi padre trijo ayer dos basallones … ¡más grandes!…


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Dominio público
11 págs. / 19 minutos / 189 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

De Navidad

Emilia Pardo Bazán


Cuento


Este cuento pasa en el siglo XVI en una de esas ciudades de Italia que gobernaba un tirano. Llamémosla a la ciudad, si queréis, Montenero, y a su tirano, Orso Amadei.

Orso era un hombre de su época, feroz, desalmado, disimulado en el rencor, implacable en la venganza. Valiente en el combate, magnífico en sus larguezas y exquisito en sus aficiones artísticas, como los Médicis, festejaba en su palacio a pintores y poetas y recibía en su cámara privada a los sospechosos alquimistas de entonces, que si no consiguieron fabricar oro, no ignoraban la fórmula de destilar activos venenos.

Cuando a Orso le estorbaba un señor, le atraía, jurábale amistad, comulgaba con él —¡horrible sacrilegio!— de la misma hostia, le sentaba a su mesa..., y en mitad del banquete el convidado se levantaba con los ojos extraviados y espumeante la boca, volvía a caer retorciéndose..., mientras el anfitrión, con hipócrita solicitud, le palpaba para asegurarse de que el hielo de la muerte corría ya por sus venas.

Con los villanos no gastaba Orso tantas ceremonias: los derrengaba a palos, o los dejaba consumirse de hambre en un calabozo.

Orso era viudo dos veces: a su primera mujer la había despachado de una puñalada, por celos; a la segunda, la única que amó, se la mató en venganza Landolfo dei Fiori, hermano de la primera. Ésta no había dejado hijos: la segunda, sí: una hembra y dos varones. Perecieron los varones en un oscuro lance militar, una emboscada que tal vez preparó el mismo Landolfo, y quedó la niña Lucía para continuar la maldita familia de Amadei.


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Dominio público
5 págs. / 9 minutos / 74 visitas.

Publicado el 27 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

Cuentos de Navidad y Reyes

Emilia Pardo Bazán


Cuentos, Colección


La Nochebuena del Papa

Bajo el manto de estrellas de una noche espléndida y glacial, Roma se extiende mostrando a trechos la mancha de sombra de sus misteriosos jardines de cipreses y laureles seculares que tantas cosas han visto, y, en islotes más amplios, la clara blancura de sus monumentos, envolviendo como un sudario, el cadáver de la Historia.

Gente alegre y bulliciosa discurre por la calle. Pocos coches. A pie van los ricos, mezclados con los «contadinos», labriegos de la campiña que han acudido a la magna ciudad trayendo cestas de mercancía o de regalos. Sus trapos pintorescos y de vivo color les distinguen de los burgueses; sus exclamaciones sonoras resuenan en el ambiente claro y frío como cristal. Hormiguean, se empujan, corren: aunque no regresen a sus casas hasta el amanecer —que es cosa segura—, quieren presenciar, en la Basílica de Trinità dei Monti, la plegaria del Papa ante la cuna de Gesù Bambino.

—Sí; el Papa en persona —no como hoy su estatua, sino él mismo, en carne y hueso, porque todavía Roma le pertenece— es quien, en presencia de una multitud que palpita de entusiasmo, va a arrodillarse allí, delante la cuna donde, sobre mullida paja, descansa y sonríe el Niño. Es la noche del 24 de diciembre: ya la grave campana de Santángelo se prepara a herir doce voces el aire y la carroza pontifical, sin escolta, sin aparato, se detiene al pie de la escalinata de Trinità.


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Dominio público
94 págs. / 2 horas, 44 minutos / 279 visitas.

Publicado el 14 de septiembre de 2018 por Edu Robsy.

Cuentos de Navidad y Año Nuevo

Emilia Pardo Bazán


Cuentos, Colección


Fantasía

I. La Nochebuena en el Infierno

Hacía un frío siberiano y estaba tentadora para pasar las últimas horas de la noche la cerrada habitación, la camilla con su tibia faldamenta que me envuelve como ropón acolchado, y el muelle-sofá de damasco rojo, donde el cuerpo encuentra mil posturas regalonas en que digerir pacíficamente la sopa de almendra y la compota perfumada con canela en rama. ¡Pero no asistir a la Misa del Gallo en la catedral! ¡No oír los gorgojeos del órgano mayor cuando difunde por los aires las notas, trémulas de regocijo, del Hosanna! ¡Nochebuena, y quedarse así, egoístamente, acurrucada, al amor del brasero! No puede ser; ánimo; un abrigo, guantes, calzado fuerte... A la calle en seguida.

Bañada por la misteriosa claridad de la luna, la ciudad episcopal dormía. Extensas zonas de sombra y sábanas de infinita blancura argentada alternaban en las desiertas calles. Nunca éstas me habían parecido tan solitarias, tan fantásticamente viejas, ni tan adustos los cerrados caserones que ostentan su blasón cual ostentaría la venera un caballero santiaguista, ni tan medrosos los sombríos soportales, que descansan en capiteles bizantinos.


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Dominio público
32 págs. / 57 minutos / 310 visitas.

Publicado el 13 de septiembre de 2018 por Edu Robsy.

Cuento de Navidad

Emilia Pardo Bazán


Cuento


Érase un niño enfermizo. Su madre, opulentísima señora, andaba loca con el afán de darle salud, y el médico, fijándose en la índole del padecimiento del niño, decía que, principalmente, dimanaba de una especie de atonía o insensibilidad, efecto de que su sistema nervioso se encontraba como amodorrado o dormido, y no comunicaba al organismo las reacciones vitales y al espíritu la fuerza necesaria. Es decir, que Fernandito, que así le llamaba vivía a medias, como vegetando, lo cual es sobrado para una planta, pero insuficiente para un hombre.

Trataba la madre de despertar por todos los medios la sensibilidad, la imaginación y la vida psíquica de su hijo, sin lograrlo. Le paseaba, le adivinaba los gustos, le traía juguetes y golosinas, y el chico tomaba los juguetes un momento y luego los dejaba caer, con indiferencia, a los pies del sillón en que permanecía lánguidamente sentado meses y meses. Las golosinas, las probaba apenas; con alguna, sin embargo, se encaprichaba, y era un arma de doble filo, porque le alteraba el estómago, y como el ejercicio y el movimiento no contrastaban los efectos de la glotonería infantil, las indigestiones ponían su vida en peligro.


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4 págs. / 8 minutos / 211 visitas.

Publicado el 28 de noviembre de 2016 por Edu Robsy.

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