El Tamborcillo Sardo
Edmundo de Amicis
Cuento
Dominio público
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Publicado el 10 de junio de 2016 por Edu Robsy.
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Dominio público
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Publicado el 10 de junio de 2016 por Edu Robsy.
Al Duque de San Pedro de Galatino, que reúne en sí las tres aristocracias: la de la sangre, la del talento y la del dinero.
¡¡in mosque blanque!!
Con mucho cariño
El Autor
Hall de un lujosísimo hotel de San Sebastián. En el lateral Izquierda último término galería que sirve de entrada. En el primer término amplia puerta. En el lateral derecha columnas simulando que el hall se extiende y amplia por este lado. En el foro terraza desde donde se divisa el Monte Igueldo y la Isla de Santa Clara. Es un dia del mes de Agosto, a las siete y media de la tarde. Las luces del hall están encendídas. Epoca actual.
(Al levantarse el telón está en
escena PALACIOS, MEDINA, PACHECO y GONZALEZ. Palacios, administrador del
hotel, parece francés a primera vista, pero es andaluz. Gasta unos
bigotes morrocotudos y viste de chaquet. Medina y González son camareros
y Pacheco portero del hotel.)
Pal. (Riñendo a los demás con gran energía.)
Y lo digo muy en serio, ¿estamos? Como vuelva a quejarse otro huésped,
reúno a la servidumbre, y a éste una torta, y al otro dos patás, los
pongo a todos en la mismísima rué.
Med. Crea usted, señor Palacios...
Pal. Estoy ya harto de quejas y de reclamaciones. «Musiú Palé, que esto está mal», «Musiú Palé, que aquello está peor...» ¡Pero señores!...
Pach. Yo le aseguro a usted, señor Palacios...
Pal. Nada, hombre; que estoy convencido: los españoles no sirven para servir. No tienen ustedes finura, ni exquisiteces, ni chique. Antes de la guerra habla aquí cada camarero que quitaba la cabeza. Aquellos eran modales y savuar fer.
Vic. (Camarera, por la derecha.) Musiú Palé, ¿me permite usted el favor?
Dominio público
68 págs. / 2 horas / 296 visitas.
Publicado el 15 de mayo de 2021 por Edu Robsy.
Periódicos parlantes. — Supresión por inútil de la enseñanza del arte de leer y escribir. — Medios de locomoción. — Unidad política, lingüistica y religiosa. — Artículo de un periódico. — Noticias de la Tierra. — Parangón entre esta y Marte. — Prodigios de las ciencias. — Oración de los martícolas.
Resonancia Universal es el nombre del periódico más oído del planeta Marte.
Para los suscriptores hay fonógrafos a casa hita, que, sin más trabajo que oprimir un botoncito, repiten los telefonemas impresos o grabados en el peregrino confidente.
Al público en general, para enterarse de las diarias noticias, le basta depositar una moneda en aparatos que abundan en calles, plazas y caminos. Apenas cae la moneda dentro del ingenioso fonógrafo, habla este en voz baja, a través de reducida abertura, de modo que solo pueda valerse de él una persona, y no resulten defraudados los intereses de la empresa.
Los decretos, órdenes, reglamentos y bandos de las autoridades son pregonados en todas partes por megáfonos, que sustituyen las campanas en las torres de los templos, y los relojes dan la hora imitando la voz humana.
Tanta perfección han alcanzado allí el fonógrafo y el teléfono, que el arte de leer y escribir está en desuso. El Supremo Consejo de Instrucción Pública acaba de suprimirlo de las escuelas, limitando su enseñanza a la Diplomática.
Compónense las calles, las carreteras, y aun los caminos vecinales, de dos series de plataformas que se deslizan en opuesto sentido; cada una de las últimas tiene velocidad diferente; de modo que cuando los martícolas quieren trasladarse de un punto a otro, se colocan sobre la más lenta, y si desean acelerar la marcha, pueden pasar sucesivamente a la más rápida, que tiene un movimiento de 250 kilómetros por hora.
Dominio público
8 págs. / 14 minutos / 62 visitas.
Publicado el 20 de febrero de 2023 por Edu Robsy.
Mirar los blancos azahares con que se coronan las novias en tren de matrimonio, y sentir una carcajada cosquillearme en la garganta, es todo uno.
Y esto me sucede, no porque sea un cotorrón canalla y descreido, sino porque me acuerdo de Juanita la hija de nuestra vecina doña Antonia, que se casó con mi tío Juan Alberto.
¡Qué impresión sentí cuando la ví coronada de blancas flores de naranjo, emblema de la pureza, a aquella pícara y graciosa muchacha con quien había trincado tanto en el jardín de mi casa!
Vino a mi mente, con toda claridad, la tarde aquella en que por vez primera nos dimos un beso, que fué el incubador de los millones en gérmen que Juanita escondía en las extremidades de su boquita rosada.
* * *
Según costumbre, Juanita y yo —dos muchachos de 13 años— habíamos
ido al jardín en busca de violetas, durante una templada tarde de
Agosto.
Allí, sentados a la sombra de los grandes árboles, escudriñábamos entre las hojas verdes, buscando las pequeñas flores fragantes.
Examinábamos la misma mata y de repente nuestras manos se encontraron sobre el tallo de una gran violeta nacida al reparo de una piedra, que yo me apresuré a cortar.
—¡Qué linda... —dijo ella,— dámela!
—¡No!... es para mi ramo!
—¡Dámela, me repitió, pero esta vez con un tono tal, que me obligó a mirarla a la cara... ¡no seas malo!
Y sus ojos negros fijándose en los míos me hicieron experimentar algo de que aún no me doy cuenta.
—¿No me la dás?... —volvió a preguntarme.
Y como yo al mirarla me sonriera, se rió ella, mostrándome sus pequeños dientes blancos, mientras exclamaba con un tono de reproche... ¡Malo!
—Y si te la doy, ¿qué me dás a mí? —le pregunté mirándola fijamente.
—Dámela volvió a decirme, queriendo arrebatarme la codiciada flor y sin responder a mi pregunta.
Dominio público
30 págs. / 53 minutos / 36 visitas.
Publicado el 12 de abril de 2025 por Edu Robsy.
Cuando los griegos pusieron sitio a Troya y Príamo se vio acometido de tantos y tan fuertes enemigos, no solo acudió a la defensa de su reino poniendo al frente de sus tropas a sus numerosos hijos, que podían manejar las armas, sino que, presintiendo el fatal desenlace que esta guerra podría tener para su familia, confió su hijo impúbero Polidoro a la custodia de Poliméstor, rey del Quersoneso de Tracia, y depositó en sus manos al mismo tiempo un cuantioso tesoro. Poliméstor, mientras resistieron los troyanos, fue fiel a los deberes que le imponían sus antiguas relaciones con Príamo, en cuya mesa había apurado tantas veces la copa de la hospitalidad; pero cuando pereció el anciano rey de Ilión y los griegos la tomaron e incendiaron, repartiéndose su rico botín y las cautivas que habían hecho, según las leyes de la guerra entonces vigentes, codicioso del oro que guardaba, o por congraciarse con los vencedores, o sin temor ya a los parientes de su tierno pupilo, lo asesinó con alevosía, apoderándose de sus riquezas. A los tres días de muerto, y deseosa la sombra de Polidoro de que se diese sepultura a su cadáver, se apareció a su madre Hécuba, que, en compañía de las esclavas troyanas, esperaba en el Quersoneso vientos favorables a la navegación de los griegos. Hallábanse estos detenidos allí, aterrados con el fantasma de Aquiles, que, derecho sobre su túmulo, situado enfrente, había rogado que se le sacrificase Políxena, hija también de Príamo y de Hécuba, y hermana de Polidoro; y con tal premura que, a no hacerlo, no podrían navegar hacia su patria. Esta tragedia de Eurípides se propone representar dramáticamente los dolores de Hécuba, herida en su corazón por la muerte de sus dos hijos Políxena y Polidoro, y la venganza que toma de Poliméstor, cegado por ella y por sus esclavas, que matan también a sus hijos.
Dominio público
36 págs. / 1 hora, 4 minutos / 425 visitas.
Publicado el 15 de marzo de 2018 por Edu Robsy.
La diosa Afrodita, despreciada por Hipólito, hijo de Teseo, deseoso de conservar su virginidad, trama su ruina y la satisfacción de su venganza, inspirando a su madrastra Fedra un amor violento por él; pero no osando declarárselo, y víctima de su pasión vehemente, la confía a su nodriza en ausencia de su esposo Teseo, la cual comete la insigne imprudencia de participarla a Hipólito, que se indigna y la rechaza con toda su energía. La desdichada Fedra, sabedora del mal éxito de esta tentativa, resuelve suicidarse y ejecuta su proyecto ahorcándose, si bien se venga de su hijastro dejando al morir unas tablitas suspendidas de su cadáver, en las cuales dice que, contra su voluntad y forzada por Hipólito, ha manchado el lecho nupcial. Entonces Teseo, sin informarse con escrupulosidad de la certeza de esta acusación, y recordando que Poseidón le había prometido realizar tres votos suyos, le pide que mate a Hipólito, y lo destierra de su reino. El mísero e inocente joven, lleno de dolor, y no queriendo faltar a su juramento de no publicar la declaración de la nodriza, huye en su carro, acompañado de sus más fieles servidores, y perece en el camino acometido por un toro, que suscita contra él el dios marino. Cuando lo traen moribundo a la presencia de Teseo, se aparece Artemisa, su amiga y protectora, descubre su inocencia y lo consuela, profetizando los honores y fiestas que se le tributarán en lo sucesivo.
Dominio público
40 págs. / 1 hora, 11 minutos / 647 visitas.
Publicado el 15 de marzo de 2018 por Edu Robsy.
El ateniense Tucídides escribió la guerra que tuvieron entre sí los peloponenses y atenienses, comenzando desde el principio de ella, por creer que fuese la mayor y más digna de ser escrita, que ninguna de todas las anteriores, pues unos y otros florecían en prosperidad y tenían todos los recursos necesarios para ella; y también porque todos los otros pueblos de Grecia se levantaron en favor y ayuda de la una o la otra parte, unos desde el principio de la guerra y otros después. Fue este movimiento de guerra muy grande, no solamente de todos los griegos, sino también en parte de los bárbaros y extraños de todas naciones. Porque de las guerras anteriores, especialmente de las más antiguas, es imposible saber lo cierto y verdadero, por el largo tiempo transcurrido, y a lo que yo he podido alcanzar por varias conjeturas, no las tengo por muy grandes, ni por los hechos de guerra, ni en cuanto a las otras cosas.
Porque según parece, la que ahora se llama Grecia no fue en otro tiempo muy sosegada y pacífica en su habitación, antes los naturales de ella se mudaban a menudo de una parte a otra, y dejaban fácilmente sus tierras compelidos y forzados por otros que eran o podían más yendo a vivir a otras. Y así, no comerciando, ni juntándose para contratar sin gran temor por tierra ni por mar, cada uno labraba aquel espacio de tierra que le bastaba para vivir. No teniendo dinero, ni plantando, ni cultivando la tierra por la incertidumbre de poderla defender si alguno por fuerza se la quisiese quitar; mayormente no estando fortalecida de muros, y pensando que en cualquier lugar podían encontrar el mantenimiento necesario de cada día, importábales poco cambiar de domicilio.
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713 págs. / 20 horas, 49 minutos / 726 visitas.
Publicado el 29 de octubre de 2017 por Edu Robsy.
Después de aplacar las exigencias del estómago y de disfrutar algunas horas de descanso, los filibusteros se encaminaron en busca del campamento indio.
Temiendo, sin embargo, que en vez de indios fuesen españoles, Moko, que era el más ágil de todos, se adelantó para explorar los contornos.
La floresta que atravesaba era espesísima y estaba formada por plantas diversas que crecían tan próximas las unas a las otras, que en ocasiones casi imposibilitaban el paso.
Un infinito número de lianas circundaba aquellas plantas, serpenteando por el suelo y enroscándose en torno de los trancos y las ramas de los árboles.
De cuando en cuando, a lo largo de los troncos se veían huir esos reptiles llamados
“iguanas” o lagartos, largos de tres a cinco pies, de piel negruzca con reflejos verdes, que daban asco, y cuya carne, sin embargo, es apreciadísima por los gastrónomos mexicanos y brasileños, que la comparan a la del pollo.
Después de una hora larga de marcha abriéndose paso penosamente por entre aquella maraña de vegetales, los filibusteros se encontraron con Moko.
—¿Has visto a los indios? —preguntó el Corsario.
—Sí —contestó el negro—. Su campamento está ya próximo.
—¿Estás seguro de que son indios?
—Sí, capitán.
—¿Son muchos?
—Acaso unos cincuenta.
—¿Te han visto?
—He hablado con su jefe.
—¿Consiente en darnos hospitalidad?
—Sí, porque sabe que somos enemigos de los españoles y que entre nosotros se encuentra una princesa india.
—¿Has visto caballos en su campamento?
—Una veintena.
—Espero que nos venderán algunos —dijo el Corsario—. ¡Vamos, amigos, y si todo va bien, os prometo llevaros mañana a Veracruz!
Pocos minutos después los filibusteros llegaban al campamento indio.
Dominio público
151 págs. / 4 horas, 24 minutos / 817 visitas.
Publicado el 3 de febrero de 2019 por Edu Robsy.
A la memoria de mi hermano Victoriano.
Lector, no temas: mi proemio será breve; á una obra, obscura y modesta no he de pegarle desmedida portada; á pequeño edificio le sienta mal portalón solariego de amplitud y altura inacabables.
Desde que tracé el capítulo primero de éste mi primer librejo, sentí la comezón de hablar directamente al público, no para pedirle, hipócrita, benevolencias inmerecidas. El que saca sus libros de entre el polvo de la carpeta, en que tal vez debieron yacer, y los pone en escaparate, no pida benevolencias: cargar debe con sus culpas. El deseo que me rebullía era otro, pero era vago, era sutil, y á la postre, como novato desmañado que se ataruga y vacila, vacilaba yo temeroso de parecer pregonero de feria, que desde el tendejón se desgañita con las destempladas vociferaciones de lo que dentro de la barraca se puede ver; ya me oía á mí mismo gritar aquello de:—¡Adelante, señores, pasen á ver la sorprendente!... etc., etc.
Y si para hacer pregón de mis propios pensamientos, notaba en mí torpeza y vergüenza tales, mal se me podía ocurrir encomendarlo á pluma ajena: de la mía saldría roncero, pero espontáneo, ingenuo; de la extraña... ¿qué había de salir, sino un piropo mustio? ¡Lisonja fría!
Dominio público
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Publicado el 7 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.
There are more things in heaven and earth, Horatio
than are dreamt of in your phylosophy.
Hay en los cielos y en la tierra, Horacio,
más que lo que sueña tu filosofía.
(Palabras del espiritual Hamlet al intelectual Horacio,
en el acto I, escena V, del Hamlet de Shakespeare)
Llevaba unos días de dispersión espiritual, de estéril mariposeo de la mente; nada lograba interesarle: cogía un libro, abríalo, leía dos o tres páginas de él y tenía que cerrarlo, porque la atención se le escapaba y desparramaba; poníase a escribir, y tantas eran las cuartillas rotas cuantas eran las escritas. Y, sin embargo, nunca gozó de mejor salud, nunca se sintió tan henchido de sangre corriente y rica, nunca rimaron mejor su corazón y sus pulmones. A la vez barruntaba dentro de sí algo fuerte y maduro que forcejeaba por brotar; creíase en vísperas de parir pensamientos rebosantes de vida y esplendor. Pero algo así como una calma solemne, contra la que luchaba en vano, le envolvía y perlesiaba. Era, sin duda, torpeza no esperar sosegado la gracia del Espíritu, sino irse a arrancarla a tirones.
Dominio público
15 págs. / 27 minutos / 313 visitas.
Publicado el 13 de septiembre de 2018 por Edu Robsy.