Textos más largos publicados por Edu Robsy disponibles publicados el 24 de octubre de 2021 que contienen 'u'

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editor: Edu Robsy textos disponibles fecha: 24-10-2021 contiene: 'u'


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Doñarramona y Otros Relatos

José Pedro Bellán


Cuentos, novelas cortas, colección


José Pedro Bellán

José Pedro Bellan no es sólo un desconocido para nuestro gran público,—gran, en el sentido numérico,—el cual se encuentra incapacitado para elegir sus manjares literarios, sino que tampoco es familiar en nuestro reducido mundo de las letras, a pesar de que hace varios años que escribe y que tiene en su haber—antes que el presente—dos libros de indiscutible mérito. "Amor", un drama raro e intenso y "Huerco", historias fantásticas. Débese esto a la vida aislada, casi misantrópica, que hace este escritor a quien hastían casi todos los espectáculos que nos placen a los más. Siente, como Ibsen, la necesidad de estar aislado, exasperado por la trivialidad de los hombres de cuyas luchas y miserias no es más que un distraído espectador. Caúsale repulsión la popularidad, fácil gloriola, y no quiere desperdigar su vida gastándola en roces continuos con los otros hombres. Quiere reconcentrarla para gustarla en toda, su egoísta intensidad, como un avaro su tesoro, como un enamorado su bien. De ahí que escriba simplemente por necesidad psíquica, como todos los verdaderos artistas y no por vanidad como lo hacen muchos arrivistas, esclavos del ansia de figurar a cualquier precio. Impresos sus libros, no se ha preocupado mayormente por su éxito de librería, ni corrió detrás de los periodistas mendigando sueltos elogiosos, ni dirigió dedicatorias hipócritas y acarameladas. Como nunca frecuentó cenáculos literarios tampoco tiene de esos amigos para todos los usos, de esos amigos que ayudan a subir en comandita poniendo en práctica el principio del apoyo mutuo y haciendo sonar ruidosamente, venga bien o no, el parche sonoro del bombo mutuo.


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Dominio público
125 págs. / 3 horas, 39 minutos / 72 visitas.

Publicado el 24 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

Huerco

José Pedro Bellán


Cuentos, colección


Mi ruina

Hoy logré contemplar el albor de la mañana.

Con su claridad, a través de su claridad, buscaba mis lugares, mis calles y mis caminos. Toda la ciudad se abría ante la luz, entre el mar y los árboles.

Hacia el norte, la gran masa vegetal, con su tinte obscuro, asomaba por detrás de la muralla de edificios, descubriéndose ante el sol tangente, suave, cuyos rayos se escurrían por sobre las cúpulas y las torres. El cielo, colosal, sonrosado apenas, se desgarraba al encajar entre el sube y baja de los pardos techos: era la pureza de un color que se manchaba al llegar a la tierra.

Crecía el murmullo y se hacía el ruido por toda la ciudad. El astro llameante había dado el impulso y eran ya en la realidad, el trabajo, el hambre y la estulticia.

Mi vista abarcó de nuevo el semi-círculo azul y caí como un pájaro en precipitado vuelo sobre las arboledas del norte.

Allí aun reinaba el silencio: érase mi mundo. Las aves, desprendidas de sus nidos saeteaban los poros del boscaje que se abría en la altura luminosa. Las trayectorias inconclusas y los colores indefinidos se unían harmónicamente. Faltaba el matiz de las flores, pero, en cambio, las hojas abandonadas las unas sobre la otras, movidas por un impulso lento, débil, acompasado, me llenaron de voluptuosidad. Todo un harem de mujeres orientales cruzó por mi imaginación. Sólo la realidad de un vetusto estanque logró expulsarlas de mí.

Noté primero un intervalo en la vegetación, luego, como algo que se ve apenas, una reja en forma de circunferencia hirióme la retina. Me acerqué a ella. Era antigua... muy antigua. Su color, allá, en su infancia, debió ser de un marrón obscuro; ahora era apenas perceptible. Llena de manchas, de herrumbre y musgo, la pobre reja antigua se arqueaba dolorosamente.


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Dominio público
68 págs. / 2 horas / 79 visitas.

Publicado el 24 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

El Maestro Martín y sus Mancebos

E.T.A. Hoffmann


Cuento


Sin duda has experimentado alguna vez, lector querido, una indefinible melancolía, al recorrer una ciudad, cubierta de monumentos del antiguo arte alemán, los cuales atestiguan con muda y elocuente voz los esplendores, la heroica perseverancia y toda la historia de unos tiempos que ya no existen. Una ciudad de esas no te ha producido el mismo efecto que una casa abandonada? Encima de la mesa se ostenta todavía el libro de rezo que abrió el jefe de la familia: cuelga de las paredes la preciosa tapicería elaborada por la dueña de la casa, y están llenos los armarios de ricos utensilios, que fueron el regalo de la familia en las más solemnes festividades. Parece que uno de los habitantes de esta morada va á recibirte y á ofrecerte cordial hospitalidad; paro en vano esperas á aquellos á quienes el tiempo ha arrastrado consigo en sus rápidos ó incesantes embates. Ya no te queda más que dejarte mecer por los dulces ensueños que brotan de tantos recuerdos de los antiguos huéspedes, los cuales te hablan con un lenguaje tan puro y sensible, que te conmueve hasta en lo más hondo del espíritu. Entonces comprendes el sentido íntimo de sus obras, pues vives en su tiempo, y contemplas la fuente de sus inspiraciones.

Pero, ay! suele ocurrir que en el momento en que crees abarcar tan risueñas imágenes, éstas desaparecen perseguidas por los rumores del día que despierta, elevándose entre la tenue bruma de la mañana, y dejándote arrasados los ojos en lágrimas, sus primeros y pálidos reflejos. Entonces el rudo contacto de la vida real te arrebata la visión que te halagaba, dejándote sólo las huellas de un vehemente deseo que agita toda tu naturaleza.


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Dominio público
60 págs. / 1 hora, 45 minutos / 81 visitas.

Publicado el 24 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

Paisajes

Miguel de Unamuno


Viajes


La Flecha

I. El sentimiento de la naturaleza

A cosa de una legua larga de la ciudad de Salamanca, junto al viejo camino real de Madrid, y á orillas del claro Tormes, se encuentra el deleitoso paraje de la Flecha, cuyo sosiego cantó el maestro Fray Luis de León.

Los lugares cantados por excelsos poetas y en que éstos pusieron el escenario de sus perdurables ficciones son tan históricos como aquellos otros en que ocurrieron sucesos que hayan salvado los mares del olvido. Los famosos campos de Montiel no evocan más el fratricidio de Enrique de Trastamara que las hazañas de D. Quijote. Y ¿es que tiene acaso para nosotros el rey bastardo mayor realidad que el ingenioso hidalgo manchego? Las ruinas de Itálica no son sugestivas é históricas sino merced á aquel canto estupendo que las perpetuará en la memoria de las gentes mientras la lengua castellana dure.

Si en España hubiese entrañable cariño al tradicional consuelo de nuestra poesía, serían los lugares que inspiraron á nuestros poetas y los que éstos de cualquier modo consagraran, términos de visita como lo son en otros países los lugares allí poetizados. Ningún amante de nuestra lírica dejaría de visitar, una vez en Salamanca, el rincón apacible de la Flecha, como ningún amante de la lírica inglesa deja de visitar, así que se le ofrezca ocasión propicia, aquel río Duddon al que cantó el dulcísimo Wordsworth.

Debe, además, atraer á esa sosegada orilla del Tormes, á todo amante de las letras castellanas, una especialísima circunstancia, cual es la de haber sido cantada por un ingenio que parece como reconcentrar en sí y monopolizar uno de los sentimientos más raros en la castiza literatura castellana: el sentimiento de la naturaleza.


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34 págs. / 1 hora / 169 visitas.

Publicado el 24 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

Afortunado en el Juego

E.T.A. Hoffmann


Cuento


I

Las aguas de Pirmont se vieron sumamente concurridas durante el verano de 18..., aumentando de día en día la afluencia de ricos y nobles forasteros, lo cual excitaba el genio emprendedor de los especuladores de todas clases, de modo que los banqueros del Faraón se dieron buena maña en cubrir el tapete verde de sendos montones de ducados, esperando con ello, á fuer de diestros cazadores, atraer incautos.

Sabido es que en la estación de baños y entre esas numerosas reuniones, en las cuales nadie sigue sus habituales costumbres, la ociosidad suele arrastrar á todo el mundo, y el mágico atractivo del juego se hace irresistible. No es raro entonces encontrar á personas que en su vida han visto un naipe, sentadas junto al tapete verde, cual impertérritos jugadores; además de que el buen tono exige, mayormente entre las clases más distinguidas, que poco ó mucho se visite la sala de juego y se deje en ella algún dinero.

Un joven barón alemán, á quien llamaremos Sigifredo, parecía ser el único que resistía al atractivo de la baraja, rebelándose contra esas roblas del buen tono, de tal modo que cuando todo el mundo se abalanzaba á las mesas del juego se avenía gustoso á perder el recurso de entablar una grata conversación y se retiraba á su cuarto para leer ó escribir, ó se dirigía al campo emprendiendo solitarias excursiones.


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28 págs. / 49 minutos / 129 visitas.

Publicado el 24 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

El Violín de Cremona

E.T.A. Hoffmann


Cuento


I

El consejero Crespel era el tipo más original que pueda darse, hasta tal punto, que cuando llegué á H... con el intento de pasar algunos días allí, todo el vecindario hablaba de él, habiendo llegado entonces al apogeo de sus extravagancias.

Como sabio jurisconsulto y experto diplomático, había adquirido Crespel notable consideración, de tal modo que el príncipe reinante de un pequeño Estado de Alemania, bastante poderoso, valióse de él para redactar una memoria que debía dirigirse á la corte imperial, respecto á cierto territorio sobre el cual creía tener legítimas pretensiones; y tan propicio fué el resultado, que un día que Crespel se lamentaba de no encontrar una habitación á su gusto, el príncipe, deseoso de recompensarle, se encargó de costearle una casa, cuya construcción dirigiría el consejero por sí solo; y como además el príncipe le ofreciese comprarle el terreno que mejor le pluguiera, Crespel le dispensó de lo último, indicando que en ningún sitio mejor que en un delicioso jardín que poseía junto á las puertas de la ciudad, podría levantarse el edificio.

Empezó, pues, comprando todos los materiales necesarios, los hizo trasportar allí, y desde entonces era de verle á todas horas con un vestido especial, construído también según sus principios particulares, apagar la cal, pasar la arena por la criba, y arreglar los ladrillos en simétricos montones, para lo cual no había consultado con ningún arquitecto, ni había trazado plan alguno.


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Dominio público
25 págs. / 44 minutos / 92 visitas.

Publicado el 24 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

La Señora del Pino

José Pedro Bellán


Cuento


Llegué a la ciudad de X., un domingo a las siete de la noche. En ese momento, mi amigo, confundido entre una multitud de personas, recorría el andén mientras observaba el interior de los vagones

Se llamaba Julio Serrano. Frisaba en los treinta y dos años. Era alto, fornido, de juicio recto y muy animoso.

Habíase graduado en Medicina a los veintisiete años. Médico al fin, resolvió establecer su consultorio en uno de los pueblos cercanos a la Capital, donde casó un año más tarde, con la hija de un rico negociante, hermosa mujer, que lo mostraba con orgullo en los salones, cual si hubiese hecho una adquisición rara y costosa.

Poseía, Julio, en extremo, ese don que tienen algunos hombres, de agradar al primer golpe de vista. Su gran cultura le permitía colocarse en un plano de inferioridad intencionada, cosa que le había valide la sonrisa de las mujeres y la confianza de los hombres.

Se hizo médico de moda; se hizo ese ser necesario, enigmático, que penetra en las alcobas suntuosas, lento y desdeñoso. Y aun cuando él me asegurara en sus cartas que en el transcurso de tres años, sólo había hecho tres curas, sus triunfes comenzaban a celebrarse en la capital.

Me dirigí a él, llamándole, y como sucede generalmente en esos casos, sólo me vió cuando le tuve abrazado.

—¡Al diablo!... ¡Cómo no te vi!—exclamó con alegría.

—Ahí está el peligro de ver las cosas muy de cerca,—contesté riendo.

Nos abrazamos de nuevo, y el cariño que nos unía desde tanto tiempo, acreció en aquel instante.

Entramos en una de las salas de espera y nos sentamos. Preguntaba él, preguntaba yo. En un breve plazo revivimos los hechos principales en los cuales habíamos actuado separadamente. Y así, después de haber formado esa red de comunicación que tejen las ideas y los sentimientos, nos pareció que no había mediado entre nosotros ausencia alguna.


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Dominio público
17 págs. / 30 minutos / 34 visitas.

Publicado el 24 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

Un Suicidio??...

José Pedro Bellán


Cuento


20 de Agosto.

Son las tres de la tarde. Bajo la amplia avenida del gran cementerio, por entre los panteones cubiertos de mármol. Una fuerte soledad, una colosal soledad, arriba, a izquierda, a derecha, abajo.

Abajo?... Sufro un ligero escozor que me recorre todo el cuerpo como una vibración. ¡ah! es mi enfermedad, el lado vulnerable de mi existencia. ¿No podré librarme jamás de esta preocupación incesante? Me sacudo cual si un cuerpo físico se posara sobre mí. Es necesario olvidar, es absolutamente necesario. ¿Por qué vine? Hago un esfuerzo y logro en algún modo encerrar la memoria. Fumaré. El cigarro me hace bien.


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Dominio público
14 págs. / 24 minutos / 49 visitas.

Publicado el 24 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

Don Giovanni

E.T.A. Hoffmann


Cuento


I

El sonido agudo de una campanilla y el grito de Se va á empezar», me arrancaron del dulce sueño que de mí se apoderara. Oigo luego un sordo murmullo de contrabajos, preludios de violín, agudos trompetazos y uno que otro timbalazo, un oboe dando una nota chillona y sostenida... me restregó los ojos... El diablo se burlará de mí?... No; veo distintamente que me encuentro en el cuarto de la fonda, donde me detuve anoche, molido y devengado. Pende junto á mi el cordón de la campanilla, tiro de él y comparece el mozo.—Dime, muchacho, á qué viene esa endiablada música aquí tan cerca? Se dan conciertos en casa?

—Su Excelencia, ignorará que esta fonda esta contigua al teatro, y que esta portezuela entapizada da á un pequeño corredor que conduce en derechura al palco núm. 23, destinado á los extranjeros.

—Cómo? Teatro y palco de los extranjeros?

—Sí; un palco sumamente reducido, capaz para dos ó tres asientos, muy propio para las personas distinguidas, tapizado de verde, con celosías, que da sobre el escenario. Está á la disposición de su Excelencia; hoy echan el D. Giovanni, del célebre Mozart; la entrada y el asiento cuestan escudo y medio, que pondremos en la cuenta.

Diciendo estas últimas palabras abría la puerta del palco, pues con sólo oir el título de la ópera, yo me había lanzado al corredor, La sala era espaciosa, adornada con buen gusto y espléndidamente iluminada; tanto el patio como los demás palcos estaban llenos de espectadores.


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Dominio público
13 págs. / 24 minutos / 113 visitas.

Publicado el 24 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

Sine Qua Non

José Pedro Bellán


Cuento


I

Fué al final de una fiesta.

Con bastante regularidad dedicábamos un día de cada mes para una excursión al aire libre.

Nos reuníamos basta cuarenta individuos, de ambos sexos, amigos, amigas, no faltando a veces, matrimonios jóvenes, alegres aún, que nos acompañaban de buen corazón.

Desde que dejamos las últimas casas de la ciudad, empezamos a experimentar ese placer casi físico que se siente a la vista del campo.

Ese día, el tiempo se mostraba como un verdadero camarada.

Todo el encanto de la mañana estaba sobre el horizonte cargado de oro y la luz corría como desbordando por la comba del cielo cruzado por nubecillas que se crispaban de rojo.

Nada más admirable para un hombre de la ciudad que este espectáculo del sol.

Por un momento todos marchamos silenciosos, sin orden, amontonados, y por un momento nos detuvimos frente a la luz.

—¡Qué hermoso!...—exclamó una voz de mujer.—Nadie repuso una palabra.

Seguimos andando, pero, un instante después, cuando el sol mostró su superficie vidriada e inquieta, la alegría se apoderó de nosotros, una alegría ruidosa, muscular, que se manifestaba en gritos y carcajadas.

Llegamos a las ocho. Era una quinta que, además del terreno dedicado a la labranza, poseía una extensión considerable de campo libre.

Nos cambiamos de ropa y el grupo se dispersó. En poco tiempo, sólo quedamos en la casa, un viejo y yo. Se llamaba Juan, hacía el oficio de mayordomo y cantaba canciones tristes al final de las comidas.

—¡Cómo, tú aquí!—dijo, fingiendo sorpresa.

Respondí sin entender:

—¿Y no sabía usted que yo había venido?

El viejo me guiñó un ojo.

—¡Sí... eh?... ¿Y Rosita?...

Le miré más extrañado aún.


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Dominio público
9 págs. / 16 minutos / 45 visitas.

Publicado el 24 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

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