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Las Bacantes

Eurípides


Teatro, Tragedia, Tragedia griega


Argumento

La institución del culto de Dioniso, expuesta dramáticamente, es el asunto de esta tragedia y el fin del poeta que la compuso. Acudió para lograrlo a las tradiciones mitológicas existentes, numerosas y difundidas entre los gentiles, como lo demuestra la relación detallada que de la vida y hechos de este dios nos ha conservado Diodoro, historiador harto prolijo sin duda en este linaje de narraciones. Penteo, rey de Tebas, y la familia de Cadmo, fundador de esta ciudad, unos en más y otros en menos, son las víctimas de las iras del nuevo numen, por haberse opuesto a la admisión y establecimiento del culto del hijo, no adorado antes, de Zeus y de Sémele. Penteo, juguete miserable de Dioniso, que lo humilla y se burla de él sin piedad, perece al fin desgarrado por las bacantes, y entre ellas por su propia madre y sus tías, y los demás individuos de la familia cadmea son condenados unos a perpetuo destierro de Tebas, y otros, como Cadmo y su esposa Harmonía, hija de Ares, a ser metamorfoseados en dragones y a un destierro de siglos entre los bárbaros. Harmonía es rescatada de su pena por Ares.


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38 págs. / 1 hora, 6 minutos / 26 visitas.

Publicado el 13 de julio de 2025 por Edu Robsy.

Las Suplicantes

Eurípides


Teatro, Tragedia, Tragedia griega


Argumento

Adrasto, rey de Argos, rechazado por Creonte, tirano de Tebas, en su demanda de sepultar los cadáveres de los cinco jefes que la atacaron, porque Polinices, hijo de Edipo, había sido inhumado por su hermana Antígona, y a Anfiarao se lo tragó la tierra, acude para lograr su objeto a Teseo, rey de Atenas, que al principio se niega a complacerlo y hasta lo trata con escasa cortesía y miramiento. Pero las madres ancianas de los insepultos son más afortunadas con Etra, madre de Teseo, a la sazón en Eleusis para celebrar la fiesta de Deméter. Imploran su piedad como suplicantes, consiguen que acceda a sus ruegos, recaba de su hijo lo que no pudo conseguir Adrasto, y los difuntos son al fin recuperados por la fuerza de las armas y traídos a Atenas. Evadne, esposa de Capaneo, se precipita en la pira de su marido, y Atenea aconseja a Teseo que conserve a su disposición para lo sucesivo testimonio fehaciente del favor dispensado entonces a Argos.


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34 págs. / 1 hora / 21 visitas.

Publicado el 13 de julio de 2025 por Edu Robsy.

Helena

Eurípides


Teatro, Tragedia, Tragedia griega


Argumento

Hera, irritada contra Paris, raptor de Helena, la arrebata de sus manos y deja un su lugar un fantasma que pasa por Helena nada menos que diecisiete años, diez con los troyanos y siete en compañía de su esposo Menelao, después de tomada Troya. Menelao, errante por los mares, arriba al fin con su cónyuge aérea a la isla de Faro, en Egipto, en donde la Helena real había sido confiada por los dioses a Proteo, su rey, para que la guardase. Pero a la muerte de este, su hijo Teoclímeno, enamorado de la pupila de su padre, y no pareciendo a reclamarla Menelao, quiere obligarla a la fuerza a ser su esposa, por cuya razón la perseguida se refugia en el asilo del sepulcro de Proteo. Menelao, con su fantasma, después de su naufragio, la encuentra entonces, desapareciendo la aérea, y se reconocen, y combinan los medios de escaparse de la isla y del poder de Teoclímeno. Y logran cumplidamente su propósito, engañando al enamorado rey con la ayuda de su misma hermana, la profetisa Teónoe, que, sabedora de la venida de Menelao, la oculta a su hermano por respeto a la piedad y justicia de su padre.


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48 págs. / 1 hora, 24 minutos / 28 visitas.

Publicado el 12 de julio de 2025 por Edu Robsy.

Ifigenia en Táuride

Eurípides


Teatro, Tragedia, Tragedia griega


Argumento

Ifigenia, hija de Agamenón, que no ha muerto sacrificada en Áulide, siendo sustituida por obra de Artemisa por una cierva, vive en Táuride, puerto del Quersoneso Táurico, y en un templo de la misma diosa en cuya ara son sacrificados todos los extranjeros que arriban a sus costas. Orestes, su hermano, con su amigo Pílades, desembarcan en Táuride con el propósito de robar la estatua de Artemisa, cuya sacerdotisa es Ifigenia, y son descubiertos y aprisionados por los indígenas, devotísimos de su deidad protectora. Ifigenia, antes de sacrificarlos, sabedora de que eran griegos y acordándose siempre de su patria, de su familia y de su rango, escribe una carta a su hermano Orestes, a quien no conocía, e intenta aprovechar la ocasión oportuna que se le presenta para servirse de uno de los dos extranjeros destinados al sacrificio, y salvarle la vida si acceden a su deseo. Al recibir Pílades la carta que ha de entregar a Orestes, la pone en los manos de su destinatario, llamándolo por su nombre, y se reconocen los dos hermanos, y puestos todos de acuerdo, roban la estatua y huyen; y cuando el rey Toante se prepara a perseguirlos y capturarlos, aparece Atenea, que lo aplaca y salva a los fugitivos, anunciándolo que así lo ha decretado el poder divino.

Esta tragedia, en su plan, en su traza, en los caracteres de sus personajes, en sus pasiones y hasta en sus menores detalles nos ofrece el tipo distintivo y propio de las obras de Eurípides, y es muy útil, por tanto, para ilustrarnos acerca de sus rasgos poéticos personales, de su importante papel en la literatura helénica y de la influencia que ha tenido y tiene en los pueblos modernos, siendo inferior a Sófocles y Esquilo, y justamente por serlo.


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41 págs. / 1 hora, 12 minutos / 42 visitas.

Publicado el 12 de julio de 2025 por Edu Robsy.

Ifigenia en Áulide

Eurípides


Teatro, Tragedia, Tragedia griega


Argumento

Detenida en Áulide la armada griega por vientos contrarios en su navegación a Troya, declara el adivino Calcas que no soplarán los favorables hasta que Ifigenia, hija de Agamenón y de Clitemnestra, sea sacrificada en el ara de Artemisa. Su padre, generalísimo del ejército, que está descontento e impaciente, instado por su hermano Menelao y por su propia ambición, accede a tan inhumana exigencia y escribe a su esposa mandándole que le envíe a Ifigenia para casarla con Aquiles. Pero se arrepiente después de su resolución, y le escribe otra carta diciéndole lo contrario. Carece de prólogo, y la acción comienza cuando el mensajero que ha de llevar la última carta se dispone a cumplir las órdenes novísimas de su señor. Pero esta última carta es interceptada por Menelao, y Clitemnestra e Ifigenia sobrevienen, deseosas de celebrar las bodas anunciadas. La mentira de Agamenón se descubre al fin; Ifigenia se conforma con su propio sacrificio, y al consumarse este, desaparece la víctima destinada a sufrirlo, siendo sustituida milagrosamente por una cierva.


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43 págs. / 1 hora, 16 minutos / 19 visitas.

Publicado el 12 de julio de 2025 por Edu Robsy.

Electra

Eurípides


Teatro, Tragedia, Tragedia griega


Argumento

Egisto y Clitemnestra, asesinos de Agamenón, esposo de esta y rey de Argos y Micenas, después de su muerte casaron a su hija Electra con un labrador, hombre oscuro, para no exponerse a su venganza ni a la de sus hijos, y hasta quisieron matar a Orestes, hermano de Electra, salvándose solo merced a la fidelidad de un viejo servidor de su padre que lo llevó a la Fócida, al palacio de Estrofio, rey de esta región y padre de Pílades. Ya hombre, el dios Apolo le ordenó que vengase a Agamenón, y con este objeto penetró en el territorio argivo, llegando a la pobre morada en donde vivía su hermana Electra, virgen aún, merced al respeto que a su elevada alcurnia profesaba su esposo. Como era tan grande la pobreza de este matrimonio, Electra aconsejó a su esposo que buscase al servidor de su padre que salvó a Orestes, pastor entonces de ricos rebaños a las orillas del Tanao, para que trajese algunos presentes a aquel y a su compañero Pílades. Vino, en efecto, el anciano, y habiendo reconocido a Orestes por una cicatriz que tenía en la frente, concertáronse los cuatro (el anciano, Electra, Orestes y Pílades) para asesinar a Egisto y Clitemnestra. Casualmente había salido Egisto al campo a ofrecer a las ninfas un sacrificio, y presentándosele sus mortales enemigos, a quienes no conocía, como si fuesen extranjeros tesalios, tomaron parte en aquella religiosa ceremonia, siendo invitados por Egisto, que muere, mientras se celebraba, a manos de Orestes. Quedaba todavía otra víctima: la madre de sus asesinos. Electra, para atraerla a su casa, fingió que había dado a luz un niño, y lo participó a su madre para que viniese. Así sucedió, y sus propios hijos clavaron en ella sus puñales matricidas.


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37 págs. / 1 hora, 5 minutos / 72 visitas.

Publicado el 12 de julio de 2025 por Edu Robsy.

Heracles Furioso

Eurípides


Teatro, Tragedia, Tragedia griega


Argumento

Once de sus famosos trabajos había ya cumplido Heracles, y estaba ausente de Tebas para terminar el último, que consistía nada menos que en traer al Cancerbero de las tinieblas a la luz. En esta ciudad había dejado a su esposa Mégara, y a tres hijos que había tenido de ella, bajo la custodia de su padre Anfitrión que, temeroso de las violencias de que pudieran ser víctimas por parte de Lico, rey de la Eubea, que mandaba en Tebas apoyado por un partido rebelde y victorioso, se refugia junto al altar de Zeus Salvador, asilo sacrosanto que podía resguardarlos de sus iras; pero el tirano entonces inventa el medio de realizar su sanguinario intento sin tocar el ara, mandando a sus esclavos que la cerquen de leña y abrasen de este modo a los heráclidas. Anfitrión y Mégara convienen en tal apuro en someterse a su voluntad, abandonándoles su vida y la de los hijos de Heracles, siempre que perezcan de otra manera, y lo consiguen del tirano, y además un breve plazo para prepararse a la muerte y adornarse en el palacio de Heracles con sus vestidos y galas funerarias.


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39 págs. / 1 hora, 9 minutos / 26 visitas.

Publicado el 12 de julio de 2025 por Edu Robsy.

Nuevas Guerrillas

Arturo Robsy


novela


Misterio

El veintiuno de abril, impar y pasa, as de primaveras, un chaval de diecisiete años entró, jinete en su velomotor, en el cuartel de la Guardia Civil, que estaba situado en las afueras de la ciudad a causa, seguramente, de la democracia, de cuando la UCD se ponía nerviosa en cuanto vislumbraba uniformes y más aún tricornios. El chico se llamaba Ramón y llegaba tartamudo y algo histérico, y hubo que tranquilizarle mientras se avisaba al Primero. Cualquier que le mirara las manos podía deducir que algo había sucedido.

Ramón resultó ser de los que necesitan hacer prólogos para contar los hechos, los autos que le dice, y se puso a hablar de sí mismo o para curarse en salud o para cerciorarse de que las cosas le habían sucedido a él. Vivía en el campo, con sus padres, y acudía todas las mañanas a la ciudad, a sus clases del instituto. Lo hacía más temprano porque tenía también la costumbre de tomarse un café y de poner un par de disco en la gramola, jukebox americana, mientras invitaba a fumar a la camarera, que le gustaba un montón y de la que se rumoreaba en círculos estudiantiles que era de fácil apareamiento.

De su casa a la ciudad se llegaba por una carretera ínfima, vericueto agrícola que los autonómicos habían asfaltado tan pronto como personas de peso habían empezado a construirse por allí chaletillos en los que vivir apartados del mundanal ruido, todo el año a salvo del follón y de los humazos de la ciudad, y hasta del infarto. Era un futuro barrio residencial que, por el momento, los importantes compartían con campesinos, vacas, tractores y cierto tufillo a estiércol cuando soplaba el húmedo sur.

El cabo primero le iba diciendo que sí con la cabeza: llevaba suficientes años en el cuerpo para saber que cada uno habla a su aire y que es inútil hacer preguntas en tanto no se sabe qué coño ha sucedido. Si el muchacho quería explicar lo que le pasaba no quedaba más remedio que esperar a que llegara al meollo.


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Licencia limitada
284 págs. / 8 horas, 18 minutos / 152 visitas.

Publicado el 10 de julio de 2025 por Edu Robsy.

El Vendedor de Tagarninas

Fernán Caballero


Cuento


«El que llora será consolado».

(San Mateo)


Lo que vamos a referir no es ficción, es realidad; es una sencillísima historia que literariamente no merezca quizá ni ser escrita ni leída; no obstante, algo nos dice en el fondo de nuestro corazón que por algunos, aunque pocos, será leída esta relación con simpatía; a estos pocos nos dirigimos para referirles la corta historia de un pobre niño vendedor de tagarninas.

Dice Bulwer, ese excelente moderno autor inglés: «No hay duda que existen poetas que nunca han soñado con el Parnaso», lo que quiere decir que se puede mover al corazón y cautivar la imaginación sin valerse para lograrlo del arte, ni del saber, ni seguir la senda trazada: basta sentir y expresar lo que se ve.

Era Ortega guarda de un olivar en un pueblo pequeño y cumplía bien con su deber; era bien querido, pero sobre todo de su mujer, que criaba una niña, y de su hijo Miguelito, que tenía cinco años. Érale a Ortega la vida suave y el trabajo ligero, como lo es al caballo la carga de oloroso heno que lleva para su propio sustento. Pero el guarda se había granjeado la animadversión de unos cabreros que tenían sus cabrerizas en un coto limítrofe del olivar que estaba al cuidado de Ortega.

Por repetidas veces habían dejado penetrar sus cabras en el olivar, con grave perjuicio de la sementera y del arbolado, hasta que acabó Ortega por denunciarlos, y esto bastó, ¡Dios mío!, para que un día, al pasar Ortega cerca de un vallado se disparase entre las zarzas un tiro, cuya bala atravesó su pecho. ¡Oh, en qué mina se crio el fatal pedazo de plomo que hizo a un tiempo un cadáver, un asesino, una viuda y dos huérfanos!


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5 págs. / 9 minutos / 17 visitas.

Publicado el 6 de julio de 2025 por Edu Robsy.

Andrada

Juan José Morosoli


Cuento


l viejo Andrada el domingo era un cuerpo muerto. Se entiende que para el trabajo.

—El domingo, —decía—, v'iá dir a visitar el monte....

Iba a visitar el monte, como otros iban a visitar un pariente o un amigo.

—Podía, —agregaba—, ir a la feria a rebuscarme. también a misa...

Claro. Así cuando venían las limosnas de ropa, allá por el Día de la Virgen, o les lavaban los pies a los viejitos, el Viernes de la Semana Santa, lo tenían en cuenta.

Pero no, Andrada iba al monte. A visitar el monte. A quedarse vaciado por las horas que hacían dar vuelta la sombra de los troncos, mientras la brisa rozadora de hojas movía las copas unánime y los ojos se le iban poniendo pesados de mirar contra el cielo el vuelo de los bichitos. A volcar su atención en el oído, para sentir entre un tronco el sordo barrenar de un

parásito.

—Pero, ¿en qué te pasás el día, me podés decir?

Se lo pasaba mirando. Oyendo. ¿Haciendo qué? Nada.

—Y.. .echáo abajo los árboles... Mirando p'arriba... Mirando a favor de la tierra, decía él.

Por eso sabía mil cosas. Cómo algunas clases de hongos nacían de noche y morían de día. Cómo estaban algunas matas llenas de telitas...

Unas telitas que sólo cazaban gotas de rocío.

—Ves las telas y no ves la araña... ¡Hay cada cosa!

Cómo el agujerito, sangrante de savia, de un tronco de sauce criollo, sería pronto una esponja de madera con una colonia destructora dentro.

El monte se le entregaba como una mujer.

Parecía esperarlo. Correr toda vida urgente y egoísta de su interior para quedarse escuchando cómo él iba y venía despacio, juntando leña para el fueguito del puchero, planchando a lomo de cuchillo varas de junco para hacer asientos de sillas.

Hasta las vacas que pastoreaban en los peladares se echaban sobre las patas a rumiar, lentas, los ojos perdidos en la distancia.


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Dominio público
3 págs. / 6 minutos / 87 visitas.

Publicado el 14 de junio de 2025 por Edu Robsy.

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