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editor: Edu Robsy etiqueta: Artículo


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El Ventero

Duque de Rivas


Crónica, Artículo


VENTA.—La casa establecida en los caminos y despoblados para hospedaje de los pasajeros. El sitio desamparado y expuesto a las injurias del tiempo como lo suelen estar las ventas.

VENTERO.—El que tiene a su cuidado y cargo la Venta y el hospedaje de los pasajeros.

(Diccionario de la Academia.)
 

La venta y el ventero son, tal vez, la cosa y la persona que no han sufrido la más mínima alteración, la modificación más imperceptible desde el tiempo de Cervantes hasta nuestros días. Pues las ventas de ahora son tales cuales las describió su pluma inmortal, aunque hayan servido alguna vez de casa fuerte, ya en la guerra de la Independencia, ya en la guerra civil, ya en los benditos pronunciamientos. Y los venteros que hoy viven, aunque hayan sido alcaldes constitucionales, y hoy sean milicianos y electores y elegibles, son idénticos a los que alojaron al célebre Don Quijote de la Mancha.

Y lo más raro es que se parecen como se parecían dos gotas de agua a los que en los desiertos de Siria y de la Arabia tienen a su cuidado los «caravansérails»; esto es: las ventas donde se alojan las caravanas en aquellos remotos países, si es que son exactas las descripciones de Chateaubriand, Las Casas, Belconi y Lamartine.

Lugar era éste en que uno de esos prolijos investigadores del origen de todas las cosas podía lucir su erudición y la argucia de su ingenio manifestándonos que las ventas de ahora son los «caravanseradis» de tiempos de moros; y acaso el nombre de «Carabanchel» le ofrecería un argumento inexpugnable. Pero quédese esto para los que siguen la inclinación y buen ejemplo del estudiante que acompañó a Don Quijote a la cueva de Montesinos, y que se ocupaba en escribir la continuación de Virgilio Polidoro, y ocupémonos nosotros del ventero, pues es tipo de tal valía que el curso de dos siglos no lo ha variado en lo más mínimo.


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13 págs. / 23 minutos / 144 visitas.

Publicado el 14 de mayo de 2019 por Edu Robsy.

El Anti-maquetismo

Miguel de Unamuno


Artículo


Cuando hace más de cuatro años, en Julio de 1894, dediqué á este mismo asunto dos artículos en Las Noticias, de Bilbao, mi pueblo, no faltó quien dijera que veía visiones concediendo inmerecida importancia á una chifladura sin alcance alguno. Sucesos posteriores revelaron que no exageré la importancia del movimiento denunciado allí, y la elección del Sr. Arana ha atraído, por fin, sobre él la atención general.
 Creo conocer bastante bien el carácter y alcance en la comarca que el Nervión baña, del movimiento llamado separatista, cuyo valor es inútil querer deprimir. Extiéndese su espíritu, con mayor o menor intensidad, desde los que se contentan con escribir Bizkaya y otros desahogos tan inofensivos y pueriles, hasta los que leían con fruición aquello de que si un maqueto, estando ahogándose, pidiera socorro á un vizcaíno neto, debía éste contestarle: nik eztakit erdaraz (no sé castellano), barbaridad que se estampó en un papel que circulaba con éxito entre el clero joven de Vizcaya.
 El calificativo más adecuado al movimiento no es tanto el de separatismo como el de antimaquetismo. Es ante todo y sobre todo una explosión de enemiga hacia el español no vascongado, el maqueto, establecido en Bilbao y que allí trabaja. Las raíces del movimiento son de carácter económico, radicando en el desarrollo industrial de la región minera. Es un hecho análogo á tantos otros fenómenos sociales semnejantes, como la enemiga de los checos contra los alemanes en Bohemia, pongo por caso.
 En el mismo Ayuntamiento de la villa de Bilbao han llegado á establecerse diferencias con motivo de cierta escuela de sordo-mudos, entre los vecinos indígenas y los vecinos naturales de otro pueblo, como si éstos no contribuyeran en igual medida que aquéllos á levantar las cargas municipalés.


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Publicado el 6 de octubre de 2019 por Edu Robsy.

El Sentimiento de la Catarata

Horacio Quiroga


Crónica, artículo


En sus mil trescientos kilómetros de curso desde las sierras brasileñas hasta su desembocadura en el Paraná, el rio Iguazú debe salvar un desnivel de 800 metros. Como se trata de una gran masa de agua de velocidad normal, y no de una avenida de montaña, se explica que el álveo del río se quiebre repetidas veces en numerosas y rápidas cascadas, para autorizar de algún modo aquella fuerte cota.

La cuenca del Iguazú es, en efecto, una de las más poderosas fuentes de hulla blanca del mundo entero. Si el Iguazú nace a novecientos metros de altura, sus numerosísimos afluentes cobran origen a mil trescientos metros, para vaciarse en aquél tras un curso relativamente breve. Toda esa vasta cuenca se revuelve, pues, en tumbos de agua, cachuelas, saltos y cataratas, cuya sacudida, propagándose de unos a otros sin solución de continuidad, mantiene, puede decirse, a la zona entera en un sordo e interminable fragor.

La cuenca del Iguazú no es dilatada, pero el régimen de lluvias torrenciales a qué está sometida compensa al exceso su brevedad. Los ciento veinticuatro kilómetros cúbicos de agua que se desploman por año sobre los bosques natales son absorbidos en su mitad por el Iguazú. Y si estamos atentos al desnivel apuntado. comprenderemos que cada caída a plomo de esa inmensidad líquida encierre una formidable energía mecánica.


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3 págs. / 6 minutos / 127 visitas.

Publicado el 14 de noviembre de 2022 por Edu Robsy.

Los "Trucs" del Perfecto Cuentista

Horacio Quiroga


Artículo


Días atrás, en estas mismas páginas, comentábamos algunos trucs inocentes a que recurre todo cuentista que cuida en lo que vale de su profesión. Una historia —anotamos previamente— puede surgir de una pieza, sin que se haya recurrido a truc alguno para su confección. Se han visto casos. Pero ¡cuán raros y qué cúmulo de decepciones han proporcionado a su autor!

Pues, por extraño que parezca, el honesto público exige del cuento, como de una mujer hermosísima, algo más que su extrema desnudez. El arte íntimo del cuento debe valerse con ligeras hermosuras, pequeños encantos muy visibles, que el cuentista se preocupa de diseminar aquí y allá por su historia.

Estas livianas bellezas, al alcance de todos y por todos usadas, constituyen los trucs del arte de contar.

Desde la inmemorial infancia de este arte, los relatos de color local —o de ambiente, como también se les llama con mayor amplitud— han constituido un desiderátum en literatura. Los motivos son obvios: evocar ante los ojos de un ciudadano de gran ciudad la naturaleza anónima de cualquier perdida región del mundo, con sus tipos, modalidades y costumbres, no es tarea al alcance del primer publicista urbano. Lo menos que un cuento de ambiente puede exigir de su creador es un cabal conocimiento del país pintado: haber sido, en una palabra, un elemento local de ese ambiente.

Las estadísticas muy rigurosas levantadas acerca de este género comprueban el anterior aserto. No se conoce creador alguno de cuentos campesinos, mineros, navegantes, vagabundos, que antes no hayan sido, con mayor o menor eficacia, campesinos, mineros, navegantes y vagabundos profesionales; esto es, elementos fijos de un ambiente que más tarde utilizaron (explotamos, decimos nosotros) en sus relatos de color.


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4 págs. / 7 minutos / 90 visitas.

Publicado el 23 de enero de 2024 por Edu Robsy.

Crónicas

Amado Nervo


Crónica, Artículo


Los sabios y el misterio de la vida

El año de 1913 ha sido fértil para la ciencia.

Infinitos inventos e infinitas derivaciones prácticas de descubrimientos anteriores, han venido a aumentar enormemente el acervo mental humano. Empero, el problema por excelencia en que los hombres de laboratorio han trabajado quizá con más encarnizamiento, es el de la conquista de la energía intra-atómica, «de esa energía inmensa, capaz de dislocar y de romper el equilibrio indestructible que existe en los electrones constitutivos del átomo» y merced a la cual se redimiría al mundo, desapareciendo las desigualdades de la suerte que obligan a las cinco sextas partes de la humanidad a trabajar sin descanso para producir lo necesario a una sexta parte privilegiada. La energía intra-atómica, la utilización de las mareas y el aprovechamiento del calor solar, podrían por sí solos realizar con exceso toda la suma de trabajo que el mundo necesita para vivir.

Llegada la actividad científica al punto en que se halla, todo hace presumir que va a desbordarse en incontables aplicaciones. Los descubrimientos se seguirán vertiginosamente. Lo que soñábamos como lejano se volverá habitual, sin causarnos sorpresa ninguna, gracias a esa maravillosa facultad que poseemos de adaptarnos a todo.


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119 págs. / 3 horas, 29 minutos / 561 visitas.

Publicado el 9 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

Contra Esto y Aquello

Miguel de Unamuno


Ensayo, artículo


Prólogo a la segunda edición

Los artículos que componen esta colección no son propiamente ensayos críticos, ni pretende su autor que lo sean. Tan sólo son notas de un lector. En rigor, un pretexto para ir el autor entretejiendo sus propias ideas con las que le dan aquellos otros escritores a los que lee.

Escritos a vuelapluma y para satisfacer exigencias de labor periódica, no se enderezan a llevar a cabo un trabajo de erudición, que debe quedar para otros ingenios mejor dotados a tal respecto. El autor de estos ensayos no lee para citar lo leído, sino más bien para encender y enriquecer su propio pensamiento.

Hay, además, en la colección ésta algunos trabajos que no se refieren expresamente a obra alguna literaria, sino que son reflexiones generales sobre temas literarios y uno sobre la crítica. En éste trata el autor de sincerarse en cierto modo para que no se le tome por un crítico, por lo que se llama correctamente un crítico, a cuyo oficio renuncia, lo mismo que al de erudito, por no sentirse con aptitud para ninguna de esas dos tan inútiles y tan nobles funciones.

Poco tendría que añadir a lo que aquí hace ya dieciséis años dije si no hubiera pasado en tanto la terrible galerna, y a la vez terremoto, de la guerra mundial y sobre mí otra galerna que me tiene ya más de cuatro años y medio desterrado de mi patria, tiempo en que, merced sobre todo a trece meses de habitación en París, he podido rectificar ciertos juicios que acerca del espíritu francés, y más concretamente parisiense, había formado y publicado entonces. Pero no quiero tocar nada de lo que entonces dije, quiero respetar los juicios, equivocados o no, del que fui hace más de dieciséis años. Si algo rectificaría habrían de ser algunos vituperios, jamás los elogios, aunque respecto a éstos haya cambiado algo alguna vez.


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184 págs. / 5 horas, 23 minutos / 579 visitas.

Publicado el 13 de septiembre de 2018 por Edu Robsy.

Los Hércules

Duque de Rivas


Crónica, Artículo


Dentro de los muros de Sevilla, y en medio de uno de sus barrios, tres anchas, largas y paralelas calles de árboles gigantescos y antiguos, delante de los cuales corre por un lado y otro un asiento de piedra, forman el antiguo, magnífico y casi olvidado paseo que se llama la Alameda Vieja. Seis fuentes de mármol, pequeñas, pero de gracioso y sencillo gusto, brindan en ella con el agua más deliciosa de la ciudad, y le sirve de entrada un monumento de la antigua Hispalis y de la romana dominación. Fórmanlo dos gigantescas columnas antiquísimas, llamadas vulgarmente los Hércules, compuestas de dos cañas o afustes, de un solo pedazo de granito cada una, que, estribando en bases áticas, también antiguas, sobre pedestales modernos de muy buena proporción, se ven coronados con sendos capiteles de mármol blanco, mutilados por el curso de los siglos, de orden corintio, y de gran mérito, sobre los que se alzan: en uno, la estatua de Hércules; en otro, la de Julio César. La altura y gallardía de estas columnas, a quien el tiempo ha robado parte de su robustez, descarnando con desigualdad su superficie y dándoles más delgadez y esbelteza; la majestad con que descuellan sobre el gigantesco arbolado y sobre los edificios de la redonda; la gracia y novedad con que dibujan su parte inferior sobre masas de verdura y ramaje, y la superior, sobre el azul puro del cielo de Andalucía; lo vago de sus contornos, y el color indeciso y misterioso de la edad, les da una apariencia fantástica e indefinible, que causa sensación profunda en los ojos y en el corazón de quien las mira y contempla. Por cierto, no tienen tal virtud las dos hermanas raquíticas que quiso darles el siglo pasado en las ridículas columnillas, de ocho pedazos cada una, que en la parte opuesta de la Alameda, como si dijéramos a su salida, se colocaron. ¡Qué diferencia!... Aquéllas son las canillas de un Titán; éstas, un juguetillo de alcorza.


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11 págs. / 19 minutos / 139 visitas.

Publicado el 14 de mayo de 2019 por Edu Robsy.

Auto-retrato

Miguel de Unamuno


Artículo, autobiografía


Sr. D. Francisco Villaespesa

Mi estimado amigo: Me pide usted un retrato mío y ante tal pedido surge un pequeño conflicto sin graves consecuencias —en mi conciencia. Renuncio á describírselo, aunque con semejante renuncia nos perdamos un trozo de psicología introspectiva, diferente, como es natural, de la ultrospectiva.

El resultado final de tal conflicto es la decisión de enviarle el retrato, pues el resistirse á que aparezca en público la imagen de nuestro físico arguye, en los tiempos que corren, mayor petulancia que el ceder á ello. Hoy, en que se prodiga tanto la estampación pública de retratos, es un verdadero acto de humildad, á la vez que un acto de verdadera humildad, el dejar que se dé á estampa pública el propio y peculiar retrato.

Ahora bien: visto y acordado en el tribunal de mi conciencia el remitirle un retrato de mi físico —dueño y á la vez siervo de dicha conciencia—, quedaba sólo la ejecución del acuerdo.

Y aquí me encuentro con que apenas tengo fotografías, y ellas no muy buenas, de mi semblante y traza corporal, y en este apuro acudo a la pluma misma con que trazo estas líneas y con ella dibujo mi perfil. Y en esto ha de permitirme que eche mano del egotismo y le diga que yo tengo más fisonomía visto de lado que no de frente. Hasta como escritor público creo que me ocurre lo mismo.

El hecho —porque es, sin duda, un hecho– de que envíe un auto-retrato supone que cultivo el «conócete á ti mismo»; y no pongo en latín esta sentencia, porque eso me parece algo asi como citar á Nietzsche ó á Tolstoi en francés, y el cultivar ese «conócete» dicen que es un mérito y el camino obligado para el «poséete».


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2 págs. / 4 minutos / 450 visitas.

Publicado el 12 de octubre de 2019 por Edu Robsy.

La Huelga

Rafael Barrett


Artículo


Huelgas por todas partes, de Rusia a la Argentina. ¡Y qué huelgas! Veinte, cincuenta mil hombres que de pronto, a una señal, se cruzan de brazos. Los esclavos rebeldes de hoy no devastan los campos, ni incendian las aldeas; no necesitan organizarse militarmente bajo jefes conquistadores como Espartaco para hacer temblar al imperio. No destruyen, se abstienen. Su arma terrible es la inmovilidad.

Es que el mundo descansa sobre los músculos crispados de los miserables. Y los miserables son muchos; cincuenta mil cariátides humanas que se retiran no es nada todavía. El año próximo serán cien mil, luego un millón. El edificio social no parece en peligro; está cerrado a todo ataque por sus puertas de acero, sus muros colosales, sus largos cañones; está rodeado de fosos, y fortificado hasta la mitad de la llanura. Pero mirad el suelo, enfermo de una blandura sospechosa; sentidlo ceder aquí y allí. Mañana, con suavidad formidable, se desmoronará en silencio la montaña de arena, y nuestra civilización habrá vivido.

Hay un ejército incomparablemente más mortífero que todos los ejércitos de la guerra: la huelga, el anárquico ejército de la paz. Las ruinas son útiles aún; el saqueo y la matanza distribuyen y transforman. La ruina absoluta es dejar el mármol en la cantera y el hierro en la mina. La verdadera matanza es dejar los vientres vírgenes. La huelga, al suspender la vida, aniquila el universo de las posibilidades, mucho más vasto, fecundo y trascendental que el universo visible. Lo visible pasó ya; lo posible es lo futuro. Asesinar es un accidente; no engendrar es un prolongado crimen.


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1 pág. / 2 minutos / 133 visitas.

Publicado el 8 de octubre de 2019 por Edu Robsy.

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