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editor: Edu Robsy etiqueta: Crónica


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Historia de la Compañía de Jesús en Nueva España

Francisco Javier Alegre


Historia, Crónica


Prólogo del autor

La historia de la Compañía de Jesús en Nueva-España, que en fuerza de orden superior emprendemos escribir, comprende [… ] el espacio de doscientos años desde la venida de los primeros padres a la Florida, hasta el día de hoy, en que con tanta gloria trabaja en toda la extensión de la América Septentrional. No ignoramos que entre los muchos que han emprendido esta historia, y de cuyas plumas se conservan no pequeños retazos en los archivos de la provincia, pocos son los que han seguido esta cronología, partiendo los más como de primera época de la venida del padre Pedro Sánchez, año de 1572. Es preciso confesar que este cómputo, aunque defrauda a nuestra provincia de no pocas coronas, parece sin embargo más incontestable, y más sencillo. Ni los primeros, ni los segundos misioneros de la Florida, fueron enviados en cualidad de fundadores de Nueva-España, ni este fue por entonces el designio de Pablo II ni el de don Pedro Meléndez, a cuyas instancias pasaron a esta parte de la América los primeros jesuitas. Y aun en la segunda es constante que San Francisco de Borja intentó fundar en la Florida, viceprovincia sujeta a la provincia del Perú, cuyo provincial, padre Gerónimo Portillo, fue el que desde Sevilla envió a los padres Juan Bautista de Segura, y sus felices compañeros.


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242 págs. / 7 horas, 4 minutos / 146 visitas.

Publicado el 28 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

El Grito de Asencio

Eduardo Acevedo Díaz


Crónica


Lucían las últimas estrellas en un cielo límpido y tranquilo, y comenzaba el alba a tender sus blanquecinos velos en el horizonte con sus orlas de rosas pálidas, cuando un movimiento acompañado de confusos rumores se operó alrededor de las «casas».

Los hombres montaban a caballo, entre chasquidos de rebenques, fragor de armas, escarceos de piafadores redomones y choques de ginetes que buscaban entrar en las filas en orden de marcha, a un flanco de la enramada.

La voz de Pedro José Viera retumbaba atronadora a la cabeza de la columna hablando de libertad o independencia. y un grito formidable lanzado por cien bocas respondía a su corta y viril arenga, entre los brincos y bufidos de los potros alborotados por la espuela y el vocerío

Las mujeres se lanzaron fuera, mozas y viejas, oprimiéndose entre sí, estrujándose y haciendo al fin compacto pelotón en torno del Ombú, arrebujadas apenas algunas de ellas y todas con las cabelleras sueltas desencajadas, temblorosas, escudriñando los detalles del cuadro que se ofrecía a su vista.

¡Parecia soplar un viento de tormenta!

Las medias tintas crespusculares cedían su puesto a los resplandores de la aurora, que esparcía por campos y bosques su luz suave y tibia.

La columna negra no se había aún movido: las lanzas en alto se agitaban nerviosas en pintoresca confusión de moharras, medias-lunas, tijeras, clavos y banderolas; los trabucos enmohecidos, las tercerolas inservibles, las pistolas sin baquetas, los sables viejos, las dagas de canales, las bolas retobadas con piel de

lagarto de los zambos, las plas toscas de los «tapes», todo se movía y levantaba con los brazos robustos para jurar la guerra al opresor.

Los instintos guerreros bramaban iracundos en aquella gran manada de pumas.


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1 pág. / 2 minutos / 32 visitas.

Publicado el 11 de agosto de 2024 por Edu Robsy.

El Cadiceño

Rosalía de Castro


Cuento, Crónica


Allá lejos, por el camino que blanquea entre los viñedos y maizales, veo aparecer, como caballeros con lanza en ristre, dos hombres bélicamente armados de enormes paraguas, y cuyo aire y contoneo viene diciendo: «¡Que entramos!".

Y a fe que no sé si retirarme de la ventana por temor a un reto de esos que hacen estremecer las inanimadas piedras y temblar las montañas. ¡Han aprendido tanto esos benditos allá por las tierras de María Santísima! Vuelven tan sabios y avisados que no sería extraño adivinasen, con solo mirarme el rostro, que estaba tomándole la filiación para hacer su retrato.

Y atrévase cualquiera a mostrar a su prójimo, siquiera en leve bosquejo, las grandes narices o las grandes orejas con que le dotó la prodiga naturaleza. ¡Oh!, yo sé perfectamente cuán peligroso es tal oficio. Pronto el de las grandes orejas o el de las grandes narices, sin pararse a considerar que no todos podemos ser, y de ello me pesa, lo que se dice miniaturas, se volverá iracundo contra el artista, diciendo:

–Voy a romperle a usted el alma; yo no soy ese fantasma que acaba usted de diseñar. Usted hace caricaturas en vez de retratos.

Y si el artista es tímido, tiene entonces que volver a coger el pincel, y en dos segundos, ¡chif! ¡chaf!, pintar las orejas y las narices mas cucas del universo.

Mas no haré yo tal por solo obedecer a una exigencia injusta, que, antes que nada, el hombre debe ser fiel a la verdad, y el artista, a la verdad y al arte. Quieran, pues, o no quieran los que escupen por el colmillo, me decido a cumplir con la espinosa misión que me ha sido encomendada, y advierto que, como mi conciencia juega siempre limpio en tales lances, de hoy más serán inútiles las protestas, inútiles así mismo las amenazas vanas.


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Dominio público
9 págs. / 17 minutos / 256 visitas.

Publicado el 1 de agosto de 2019 por Edu Robsy.

Cuentos y Crónicas

Rubén Darío


Cuento, Crónica


EL CASO DE LA SEÑORITA AMELIA

(CUENTO DE «AÑO NUEVO»)

I

Que el Doctor Z es ilustre, elocuente, conquistador; que su voz es profunda y vibrante al mismo tiempo, y su gesto avasallador y misterioso, sobre todo después de la publicación de su obra sobre La plástica de Ensueño, quizás podríais negármelo o aceptármelo con restricción; pero que su calva es única, insigne, hermosa, solemne, lírica si gustáis, ¡oh, eso nunca, estoy seguro! ¿Cómo negaríais la luz del sol, el aroma de las rosas y las propiedades narcóticas de ciertos versos? Pues bien; esta noche pasada, poco después que saludamos el toque de las doce con una salva de doce taponazos del más legítimo Roederer, en el precioso comedor rococó de ese sibarita de judío que se llama Lowensteinger, la calva del doctor alzaba, aureolada de orgullo, su gruñido orbe de marfil, sobre el cual, por un capricho de la luz, se veían sobre el cristal de un espejo las llamas de dos bujías que formaban, no sé cómo, algo así como los cuernos luminosos de Moisés. El doctor enderezaba hacia mí sus grandes gestos y sus sabias palabras. Yo había soltado de mis labios, casi siempre silenciosos, una frase banal cualquiera. Por ejemplo, ésta: «¡Oh, si el tiempo pudiera detenerse!» La mirada que el doctor me dirigió y la clase de sonrisa que decoró su boca después de oir mi exclamación, confieso que hubiera turbado a cualquiera.


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70 págs. / 2 horas, 3 minutos / 414 visitas.

Publicado el 28 de abril de 2016 por Edu Robsy.

Crónicas

Amado Nervo


Crónica, Artículo


Los sabios y el misterio de la vida

El año de 1913 ha sido fértil para la ciencia.

Infinitos inventos e infinitas derivaciones prácticas de descubrimientos anteriores, han venido a aumentar enormemente el acervo mental humano. Empero, el problema por excelencia en que los hombres de laboratorio han trabajado quizá con más encarnizamiento, es el de la conquista de la energía intra-atómica, «de esa energía inmensa, capaz de dislocar y de romper el equilibrio indestructible que existe en los electrones constitutivos del átomo» y merced a la cual se redimiría al mundo, desapareciendo las desigualdades de la suerte que obligan a las cinco sextas partes de la humanidad a trabajar sin descanso para producir lo necesario a una sexta parte privilegiada. La energía intra-atómica, la utilización de las mareas y el aprovechamiento del calor solar, podrían por sí solos realizar con exceso toda la suma de trabajo que el mundo necesita para vivir.

Llegada la actividad científica al punto en que se halla, todo hace presumir que va a desbordarse en incontables aplicaciones. Los descubrimientos se seguirán vertiginosamente. Lo que soñábamos como lejano se volverá habitual, sin causarnos sorpresa ninguna, gracias a esa maravillosa facultad que poseemos de adaptarnos a todo.


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Dominio público
119 págs. / 3 horas, 29 minutos / 560 visitas.

Publicado el 9 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

Peregrinaciones

Rubén Darío


Viajes, Crónica


En París

En París

I

París, 20 de Abril de 1900.

En el momento en que escribo la vasta feria está ya abierta. Aún falta la conclusión de ciertas instalaciones: aun dar una vuelta por el enorme conjunto de palacios y pabellones es exponerse a salir lleno de polvo. Pero ya la ola repetida de este mar humano ha invadido las calles de esa ciudad fantástica que, florecida de torres, de cúpulas de oro, de flechas, erige su hermosura dentro de la gran ciudad.

Hay parisienses de París que dicen que los parisienses se van lejos al llegar esta invasión del mundo; yo sólo diré que las parisienses permanecen, y entre los grupos de english, entre los blancos albornoces árabes, entre los rostros amarillos del Extremo Oriente, entre las faces bronceadas de las Américas latinas, entre la confusión de razas que hoy se agitan en París, la fina y bella y fugaz silueta de las mujeres más encantadoras de la tierra, pasa. Es el instante en que empieza el inmenso movimiento. La obra está realizada y París ve que es buena. Quedará, por la vida, en la memoria de los innumerables visitantes que afluyen de todos los lugares del globo, este conjunto de cosas grandiosas y bellas en que cristaliza su potencia y su avance la actual civilización humana.


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Dominio público
165 págs. / 4 horas, 50 minutos / 184 visitas.

Publicado el 6 de abril de 2019 por Edu Robsy.

La Conquista del Perú

Pablo Alonso de Avecilla


Crónica, Historia


Introducción

Al tender en el siglo XVI una mirada filosófico por todos los continentes europeos, por todo el antiguo mundo, el alma del hombre sensible se reconcentra melancólicamente, y su corazón late agitado. No era sólo en España donde se sintiera con horror, entre el crujido de las armas sarracenas, el duro yugo del feudalismo, y después la tiranía de los reyes; no sólo las comarcas españolas se estremecieran al contemplar las espantosas escenas con que el negro fanatismo ensangrentara la pura y dulce religión de Jesús; el antiguo mundo envuelto en densas tinieblas de ignorancia, presentaba por do quiera el más desconsolador espectáculo; y graduar la conducta de los hombres públicos de aquella triste época, por la moralidad y filosofía de nuestro siglo, sería incurrir en gravísimos errores. El héroe más eminente del siglo XVI, sería el que más en heroico grado poseyera el fanatismo religioso de su época, junto con el feroz arrojo personal en los combates.

En tan negros momentos fue cuando la audacia de los europeos los condujo hasta los continentes del Nuevo Mundo. Aquellas remotas playas, llenas de candidez y de inocencia, formaban la antítesis más espantosa con el ennegrecido corazón de sus descubridores. Pero no; lejos de nosotros la idea de copiar las nefandas escenas que el sensible filósofo Raynal ha descrito en su historia, de los establecimientos europeos en las dos Indias; lejos de nosotros seguir las huellas de Robertson en su historia de América, lejos de querer al fin, con fantasía ardiente, recargar el horror de lamentables épocas. Si el deber, empero, de historiadores novelistas nos hiciese tocar los hechos, será con la ligereza posible, y sin recargar sus negras tintas.


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185 págs. / 5 horas, 24 minutos / 228 visitas.

Publicado el 30 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

La Conquista de Mallorca

Ramón Llull


Crónica, historia


Si hoy canto con placer la grande empresa; si hoy hallo ocasion para cantar al rey Don Jaime el Conquistador, al varon portentoso que siendo terror y escarmiento de los moros, dejó atrás las gloriosas hazañas de Wifredo el Velloso;

Es porque con la toma de Mallorca fué encontrada una maravilla; maravilla que la sabiduría inmensa de Dios y su omnipotente poder, permitió que se descubriese al conquistarse una isla de plata.

Unidad, que te sientas en el lugar mas elevado; para que mi canto sea digno ¿por qué no reunes en mí la ira tremenda, y el esforzado brazo de Abu-Soleyman, y haré que mi pensamiento se dilate del uno al otro confin del mundo?

Pluguiese á Dios que me fuese dado hablar en estilo digno del estruendo de las armas y de la sangre que se vierte en los combates; y que estendiéndome en hondas consideraciones, os pudiese ofrecer una obra que rivalizara con la de los Fastos con que Ovidio dotó al orbe.

Mas ya que no son para mi éstro las mas grandes conquistas del mundo, dignas tan solo del númen de Horacio ó de Bertran de Born y tantos otros poetas insignes; recuerdo en mi canto los hechos siguientes.


I


Inflamado por el deseo de la conquista, sale el rey Don Jaime á la mar con su armada compuesta de numerosas naves: acompáñanle sus barones, donceles y prelados, los mejores guerreros de su tiempo, los cuales secundan con ardor el bienaventurado deseo de su monarca.


II


Flotaba la armada de mil galeras, formando sobre las ondas un puente de madera, cuando aquel que tiene en el cielo su esplendente trono, lanzó sobre nuestras riberas y nuestros mares todos los horrores de los vientos desencadenados, del rayo y de la tempestad.


III


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Publicado el 4 de mayo de 2020 por Edu Robsy.

La Cabaña de Landor

Edgar Allan Poe


Crónica


Durante una excursión a pie, que realicé el pasado verano a través de uno o dos de los condados ribereños de Nueva York, me encontré, al caer el día, un tanto desorientado acerca del camino que debía seguir. La tierra se ondulaba de un modo considerable y durante la última hora mi senda había dado vueltas y más vueltas de aquí para allá, tan confusamente en su esfuerzo por mantenerse dentro de los valles, que no tardé mucho en ignorar en qué dirección quedaba la bonita aldea de B..., donde había decidido pernoctar. El sol casi no había brillado durante el día — en el más estricto sentido de la palabra —, a pesar de lo cual había estado desagradablemente caluroso. Una niebla humeante, parecida a la del verano indio, envolvía todas las cosas y, desde luego, contribuía a mi incertidumbre. No es que me preocupara mucho por eso. Si. no llegaba a la aldea antes de la puesta del sol o aun antes de que oscureciese, sería más que posible que surgiera por allí una pequeña granja holandesa o algo por el estilo, aunque, de hecho, los alrededores estaban escasamente habitados, debido, quizá, a ser estos parajes más pintorescos que fértiles. De todos modos, con mi mochila por almohada y mi perro de centinela, vivaquear al aire libre era en realidad algo que debería divertirme. Seguí, por tanto, caminando a mis anchas, haciéndose Ponto cargo de mi escopeta, hasta que, finalmente, en el momento que yo había empezado a considerar si los pequeños senderos que se abrían aquí y allí eran auténticos senderos, uno de ellos, que parecía el más prometedor, me condujo a un verdadero camino de carros. No podía haber equivocación.


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15 págs. / 27 minutos / 609 visitas.

Publicado el 21 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

Artículos Ligeros sobre Asuntos Trascendentales

José Tomás de Cuéllar


Artículo, crónica


Los faroles

No es nuestro ánimo tratar aquí de los hombres vacíos á quienes el mundo llama faroles, ni de autoridades caricaturescas á quienes suele llamárseles farolones, ni tampoco de aquéllos á quienes por vanos, pretenciosos y farsantes se les dice faroleros. Lejos de nosotros tan mezquinas personalidades. Vamos á ocuparnos simplemente de la importancia social del farol; mueble cuya principal calidad es estar vacío, y que á nosotros se nos antoja que está lleno de muchas cosas importantes, curiosas y buenas de contarse, por ser un tanto cuanto trascendentales.

Los mexicanos de la presente y de las pasadas generaciones, á contar de algún tiempo después de la conquista, hemos nacido viendo faroles: solo que, desde el tiempo de los virreyes hasta la independencia y poco después, los faroles tenían para nosotros casi exclusivamente esta significación: la iglesia. El culto católico fué, mientras pudo, introductor, mantenedor y consumidor de los faroles.

Los faroleros (hablamos, se entiende, de los constructores de faroles, y no de las personas de quienes desde un principio dijimos que no queríamos hablar) los faroleros, pues, han debido ser dos veces afectos al culto; porque este culto con faroles, era además de su religión, su subsistencia.

Ya se recordará que esta dichosa capital, con sus doscientas iglesias, sus doscientas fiestas titulares, sus doscientos novenarios y octavarios, en todo lo que, lo primero indispensable eran los faroles, debió llegar á acopiarlos en cantidades fabulosas.


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Dominio público
230 págs. / 6 horas, 43 minutos / 74 visitas.

Publicado el 23 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

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