Textos publicados por Edu Robsy etiquetados como Cuento no disponibles | pág. 29

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Historias Naturales

Jules Renard


Cuento, fábula


El cazador de imágenes

Salta de su cama de buena mañana y sólo parte si su mente está clara, su corazón puro y su cuerpo ligero cual prenda estival. No lleva consigo provisión alguna. Beberá aire fresco por el camino y aspirará los olores saludables. Los ojos le sirven de red en la que caen presas las imágenes.

La primera que cautiva es la del camino que muestra sus huesos, guijarros pulidos, y sus rodadas, venas hendidas, entre dos setos ricos en moras y endrinas.

Apresa seguidamente la imagen del río. Blanquea en los recodos y duerme acariciado por los sauces. Espejea cuando un pez se voltea sobre el vientre, como si se hubiera lanzado una moneda, y en cuanto llovizna se le pone carne de gallina.

Atrapa la imagen de los trigales móviles, de la apetitosa alfalfa y de los prados bordeados de riachuelos. Y al vuelo caza el aleteo de una golondrina o de un jilguero.

Se adentra en el bosque. Él mismo ignoraba que poseyera tan delicados sentidos. Al cabo de poco, impregnado de perfumes, no se le escapa ningún rumor, por sordo que éste sea, y para comunicarse con los árboles sus nervios se enzarzan con las nervaduras de las hojas.

Pronto se siente tan vibrante que le parece que perderá el sentido, percibe demasiado, fermenta, tiene miedo, abandona el bosque y sigue a distancia a los leñadores que regresan al pueblo.

Fuera contempla durante un instante, hasta que le estalla el ojo, el sol que al ponerse se desprende de sus luminosos ropajes sobre el horizonte y esparce nubes aquí y allá.

Finalmente, de nuevo en su casa, con la cabeza repleta, apaga la luz y antes de dormirse se recrea contando sus imágenes durante un buen rato.


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53 págs. / 1 hora, 33 minutos / 246 visitas.

Publicado el 20 de enero de 2018 por Edu Robsy.

Piratas y Mar Azul

Arthur Conan Doyle


Cuento


El capitán Sharkey y el regreso a Inglaterra del gobernador de Saint Kitt

Cuando las grandes guerras de la Sucesión de España terminaron gracias al tratado de Utrecht, el inmenso número de corsarios que habían sido equipados por los bandos contendientes se encontraron sin ocupación. Algunos se dedicaron a las actividades del comercio normal, menos lucrativas que el corso; otros fueron absorbidos por las flotas pesqueras, y algunos, más temerarios, izaron la bandera negra en el palo de mesana y la bandera roja en el palo mayor, declarando por cuenta propia la guerra a toda la raza humana.

Tripulados por gentes reclutadas entre todas las naciones, batían los mares y desaparecían de cuando en cuando para carenar el casco en alguna caleta solitaria, o desembarcaban para correrse una juerga en algún puerto muy aislado, en el que deslumbraban a sus habitantes con su prodigalidad y los horrorizaban con las brutalidades que cometían.

Los piratas eran una amenaza constante en la costa de Coromandel, en Madagascar, en aguas africanas, y sobre todo en los mares de Indias Occidentales y de toda la América. Organizaban sus depredaciones con lujo insolente, adaptándose a las estaciones del año, acosando las costas de la Nueva Inglaterra durante el verano y bajando otra vez, cuando llegaba el invierno a los mares de las islas tropicales.


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226 págs. / 6 horas, 36 minutos / 155 visitas.

Publicado el 16 de enero de 2018 por Edu Robsy.

Las Hazañas del Brigadier Gerard

Arthur Conan Doyle


Cuento


1. De como el brigadier llegó al castillo de los horrores

Hacéis bien, amigos míos, en tratarme con respeto, pues al honrarme a mí os honráis vosotros mismos y a la Francia entera.

No es quien os habla un viejo militar de bigotes grises, que come su tortilla y bebe su vaso de vino; es una página de la historia, de la historia más gloriosa de nuestro país, que no ha sido igualada por ningún otro.

Soy uno de los últimos de aquellos hombres admirables que antes de dejar de ser muchachos fueron militares veteranos; de aquellos que aprendieron antes a hacer uso de la espada que de la navaja de afeitar, y que durante más de cien batallas no permitieron ni una sola vez que el enemigo viese el color de sus mochilas.

Más de veinte años pasamos enseñando a Europa a pelear, y aun cuando aprendió la lección, fue siempre el termómetro y jamás la bayoneta el que producía algún efecto en el más grande de los grandes ejércitos.

En Berlín, en Nápoles, en Viena, en Lisboa, en Moscú, en todas partes hemos acuartelado nuestros caballos.

Sí, amigos míos, lo repito: hacéis bien en mandar a vuestros hijos a saludarme, pues mis oídos han escuchado las dianas francesas y mis ojos han visto el orgulloso estandarte francés en sitios donde jamás ha llegado a escucharse ni a verse.

Siempre recuerdo con placer aquellos gloriosos tiempos, y después de comer, al echar la siesta en mi butaca, veo desfilar por delante de mí las inmensas filas de guerreros: los cazadores con sus chaquetas verdes, los elegantes coraceros, los lanceros de Poniatowsky, los dragones con sus capotes blancos y los galantes granaderos.


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208 págs. / 6 horas, 4 minutos / 130 visitas.

Publicado el 15 de enero de 2018 por Edu Robsy.

La Lámpara Roja

Arthur Conan Doyle


Cuento


Prefacio

Pasajes de un prolongado y enjundioso intercambio epistolar con un amigo americano

He de reconocer el peso de sus argumentos, en la medida en que un inválido o una mujer de escasa salud no serían personajes representativos de unos relatos que sólo tratan de ser un reflejo, con las suficientes dosis de realismo, de la práctica de la medicina. Pero si uno, en cualquier caso, se refiere a esta vida, y aspira a que los médicos sean algo más que simples marionetas, considero esencial que se haga cargo también del lado más oscuro de ella que es, en definitiva, el que han de estudiar los cirujanos o los médicos. Cierto es que también les es dado ver cosas hermosas, como la entereza de carácter o el heroísmo, el sacrificio o el amor, pero los amargos dolores y pruebas por los que han de pasar siempre les exigen mucho más (como es el caso de nuestras más nobles cualidades). No es posible escribir a la ligera acerca del ejercicio de la medicina.


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238 págs. / 6 horas, 58 minutos / 147 visitas.

Publicado el 14 de enero de 2018 por Edu Robsy.

Un Cuento de Tres Leones

Henry Rider Haggard


Cuento


I. El interés de diez chelines

Casi todo el mundo ha oído hablar de Allan Quatermain, que formaba parte del grupo que descubrió las minas del Rey Salomón hace algún tiempo, y que después vino a vivir a Inglaterra cerca de su amigo sir Henry Curtis. Regresó de nuevo a África, como hacen invariablemente todos los cazadores, con uno u otro pretexto.

No pueden soportar la civilización por mucho tiempo, ni sus ruidos ni sus trampas y todavía menos la omnipresencia de la desgraciada humanidad, todo lo cual les resulta más enervante que los peligros que les acechan en el desierto.

Creo que aquí se sienten solos, puesto que es un hecho poco conocido aunque bien establecido, que no hay soledad como la soledad de las muchedumbres, especialmente para los que no están acostumbrados a las mismas.


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34 págs. / 1 hora / 123 visitas.

Publicado el 6 de enero de 2018 por Edu Robsy.

Un Extraño Suceso

Henry Rider Haggard


Cuento


La historia narrada en las siguientes páginas la escuché de labios de mi viejo amigo Allan Quatermain, o Cazador Quatermain, como solíamos llamarle en Sudáfrica. Me la contó una noche estando de visita en la residencia que compró enYorkshire. Poco después, la muerte de su único hijo le trastornó de tal modo que inmediatamente abandonó Inglaterra, acompañado por sus viejos compañero de viaje, sir Henry Curtis y el capitán Good, y ahora ha desaparecido por completo en el oscuro corazón de Africa. Está convencido de que gente blanca, de la que ha oído rumores toda la vida, existe en algún lugar de las tierras altas del vasto e inexplorado interior, y su gran ambición es encontrarla antes de morir. Esta es la gran expedición que les ha impulsado, a él y a sus compañeros, a marchar, y de la que supongo que no volverán. Del viejo cazador sólo he recibido una carta, fechada en una misión al norte del Tana, un río de la costa este, a unas trescientas millas al norte de Zanzíbar. En ella dice que han pasado por muchas dificultades y aventuras, pero que siguen vivos y con salud, y han descubierto rastros que siguen adelante, permitiéndoles esperar que los resultados de su extraña búsqueda será «un magnífico y singular descubrimiento». Sin embargo, mucho me temo que lo único que descubran sea la muerte, ya que esta carta llegó hace largo tiempo y desde entonces nadie ha sabido nada de la expedición. Se han desvanecido por completo.


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18 págs. / 31 minutos / 125 visitas.

Publicado el 6 de enero de 2018 por Edu Robsy.

El Relato del Cazador Quatermain

Henry Rider Haggard


Cuento


Sir Henry Curtís, como saben todos cuantos le conocen, es uno de los hombres más hospitalarios de la tierra. Y fue mientras gozaba de su simpática hospitalidad en su residencia deYorkshire el otro día, que escuché la historia de caza que ahora voy a transcribir. Muchos de quienes lean esto seguramente habrán oído algunos de los extraños rumores que circulan acerca del hallazgo que efectuaron sir Henry Curtís y su amigo el capitán Good, de la Armada Real, de un gran tesoro de diamantes en el corazón de Africa, escondido supuestamente por los egipcios, por el rey Salomón o por algún otro personaje antiguo. Me enteré por primera vez de este asunto en un párrafo de una revista de sociedad el día antes de emprender el viaje hacia Yorkshire con el fin de visitar a Curtís, y llegué, naturalmente, ardiendo de curiosidad, pues siempre resulta fascinante la idea de un tesoro oculto. Cuando llegué a Hall, le pregunté al instante a Curtís sobre ello, y no me negó la verdad de la historia, pero cuando le presioné para que me la contara no lo hizo, ni tampoco quiso contármela el capitán Good, que paraba asimismo en la casa.

—No me creería si la contase —se excusó sir Henry, lanzando una de sus alegres carcajadas que parecen salir de sus grandes pulmones—. Tendrá que esperar hasta que llegue el cazador Quatermain, que regresa de África esta misma noche, por lo que no diré ni una sola palabra sobre el asunto, ni tampoco Good, hasta que aparezca Quatermain, el cual estaba con nosotros y conoce el caso desde hace años y años, y de no haber sido por él, no estaríamos hoy aquí con vida. Espere y se lo presentaré.


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20 págs. / 35 minutos / 153 visitas.

Publicado el 6 de enero de 2018 por Edu Robsy.

Espíritus Rebeldes

Gibran Kahlil Gibran


Cuento


Kahlil el hereje

I

Sheik Abbas era considerado un príncipe por los habitantes de una aldea solitaria del norte del Líbano. Su mansión, situada en medio de las pobres chozas de los aldeanos, parecía un saludable gigante rebosante de vida en medio de débiles enanos. El Sheik vivía rodeado de lujo, mientras sus vecinos soportaban una penosa existencia. Lo obedecían y se inclinaban respetuosamente ante él cuando se dirigía a ellos. Parecía como si el poder de la mente lo hubiera designado su portavoz e intérprete oficial. Su cólera los hacía estremecer y dispersarse como las hojas barridas por el fuerte viento del otoño. Si abofeteaba a alguien, era una herejía por parte del individuo el moverse o levantar el rostro o evidenciar cualquier intento de descubrir el porqué de tamaña ira. Si sonreía a alguien, éste era considerado por los aldeanos como la persona más honrada y afortunada. El temor y el sometimiento de la gente no era consecuencia de la debilidad: la pobreza y necesidad habían provocado este estado de perpetua humillación. Hasta las chozas en que vivían y los campos que cultivaban pertenecían a Sheik Abbas, quien las había heredado de sus antepasados.

La labranza de la tierra, la siembra de semillas y la cosecha del cereal, todo era realizado bajo la supervisión del Sheik, quien, a cambio del esfuerzo realizado, recompensaba a los labriegos con una pequeña porción de trigo que apenas les alcanzaba para no morirse de hambre.


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54 págs. / 1 hora, 35 minutos / 274 visitas.

Publicado el 21 de diciembre de 2017 por Edu Robsy.

El Precursor

Gibran Kahlil Gibran


Cuento


El precursor

Tú eres el precursor de ti mismo, amigo mío, y las torres y ciudadelas erigidas en tu vida no son más que cimiento para la esencia soberbia que a su vez será cimiento para la otra.

Yo soy como tú, precursor de mí mismo, porque la sombra desplegada ante mí, a la salida del sol, eclipasará bajo mis pies al mediodía. Amanecerá nuevamente y otra sombra se bosquejará; también ésta se esfumará, otra vez, bajo mis pies, al otro día.

Somos desde el principio precursores de nosotros mismos, y así seremos hasta la eternidad. Todo lo que acumulamos en nuestra vida no es más que una semilla que preparamos para un erial. Somos el erial y los sembradores; somos la fruta y los cosechadores.

Cuando eras, amigo mío, un pensamiento perdido en la tiniebla, yo era, como tú, otro pensamiento extraviado. Te llamé y acudiste a mi llamado. De nuestros afanes nacieron los sueños. Los sueños eran tiempo sin cadena, y los tiempos fueron espacio sin fin.

Eras una palabra muda entre los temblorosos labios de la vida; también era yo, como tú, otra palabra muda, y no bien nos pronunció la vida cuando asomamos al mundo con cora zones vibrantes por el recuerdo del pasado y con el afán para el mañana. Y el pasado no es más que la muerte expulsada; y el mañana es el nacimiento buscado.

Ahora estamos en manos de Dios. Tú eres un sol radiante en su derecha y yo una tierra iluminada en su izquierda. Tu po­der en la iluminación no es superior al mío en reflejar tu luz.

Y nosotros no somos el sol ni la tierra sino el comienzo de un sol más grande y de una tierra más gigantesca. Así seremos hasta el fin de los siglos.

Tú eres el predecesor de ti mismo, ¡oh, extraño!, tú, que franqueas el umbral de mi jardín; yo soy, como tú, precursor de mí mismo, no obstante vivir bajo la sombra de mis árboles, reposado y tranquilo.


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17 págs. / 30 minutos / 245 visitas.

Publicado el 20 de diciembre de 2017 por Edu Robsy.

El Jardín del Profeta

Gibran Kahlil Gibran


Cuento


El regreso del Profeta

Almustafá, el elegido y bieñamado, el que era amanecer de su propio día, volvió a su isla natal, en el mes de Ticrén, el mes del recuerdo.

Y su barca se acercó al puerto,. mientras él permanecía en pie, en la proa, rodeado de su tripulación.

Y tenía una sensación de bienvenida en su corazón. Habló, y el mar resonó en su voz, y dijo:

Mirad, es la isla que me vio nacer. Desde allí me lancé al mundo, con una canción y un acertijo; una canción para los cielos, y una pregunta para la tierra. Y, ¿qué hay entre el cielo y la tierra que lleve la canción y conteste la pregunta, excepto nuestra propia pasión?

El mar me arroja una vez más a estas playas. No somos .sirio una ola más de sus olas. Nos empuja para que seamos su voz. Pero, ¿cómo serlo, a menos que rompamos la simetría de nuestro corazón en la roca y en la arena?

Porque esta es la ley de los marineros y del mar: si quieres ser libre, tienes qué ser como la niebla. Lo informe busca desde' siempre la forma, como las incontables nebulosas tienden a convertirse en soles y lunas; y nosotros, que hemos buscado tenazmente, volvemos ahora a ésta isla. Hemos de convertirnos una vez más en niebla, y tenemos que aprender el principio-de todas las cosas. ¿Para nacer; para vivir hay que romper y fragmentar un mundo?

Para siempre estaremos en busca de playas, para poder cantar, y que nos oigan. Pero, ¿qué decir de la ola que se rompe donde nadie puede oírla? Lo que no escuchamos en nosotros es lo que alimenta nuestro dolor más hondo. Sin embargo, también lo no escuchado, lo insólito, es lo que forma nuestra: alma, para hacer nuestro destino.

Entonces, uno de sus marineros dio un paso adelante, y le dijo:

Maestro, has capitaneado nuestras ansias de llegar a este puerto, y mira: ya hemos` arribado. Sin embargo, hablas de dolor y de corazones que se han de romper.


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29 págs. / 52 minutos / 422 visitas.

Publicado el 20 de diciembre de 2017 por Edu Robsy.

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