Textos publicados por Edu Robsy etiquetados como Cuento no disponibles | pág. 36

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Calzado de Blanco

Edgar Wallace


Cuento


1

Jack Trevor no era celoso. Se dijo esto a sí mismo una docena de veces; se lo dijo a Marjorie Banning sólo una vez.

—¡Celoso! —flameó ella, y añadió, ganando control de su ira—: No acabo de comprenderte. ¿Qué entiendes tú por celoso?

Jack se sintió, y pareció, incómodo.

—La palabra «celoso», desde luego, suena tonta en este caso —trompicó—. Lo que quiero decir es «suspicaz».

Volvió a aturullarse.

Estaban sentados en el Parque, bajo un olmo aparrado, y, aunque no se encontraban lejos de la enloquecedora multitud, la misma locura de ésta la ahuyentaba lo suficiente como para dejarla minimizada a una cantidad perdonable. Había a la vista exactamente tres parejas de enamorados, una niñera con un cochecito, un policía y unos cuantos niños jugando.

—Lo que quiero decir es… —dijo Jack desesperadamente—. Me fío de ti, cariño, y… bueno, no quiero conocer tus secretos, pero…

—¿Pero…? —repitió ella fríamente.

—Bueno, meramente señalo el hecho de que te he visto tres veces pasar en un coche despampanante…

—Un coche de una cliente —dijo ella con calma.

—Pero, seguramente, el acicalar el cabello de la gente no requiere el mediodía y la tarde completos —insistió él—. La verdad es que lamento profundamente darte la lata, pero el hecho es que siempre que te he visto en el coche ha coincidido con los días en que, según tus palabras, no podías quedar conmigo por las tardes.

Ella no respondió inmediatamente.

Él se lo estaba poniendo muy difícil, y ella se resintió amargamente, no sólo de las dudas y sospechas albergadas por él respecto a sus movimientos, sino del hecho de no poder ofrecerle explicación alguna. Lo que más le dolía era la justificación que su silencio podía darle.

—¿Quién ha estado inoculándote esas ideas? —preguntó ella—. ¿Lennox Mayne?


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19 págs. / 34 minutos / 135 visitas.

Publicado el 5 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.

El Cometa Halley, el Cow-Boy y Lord Dorrington

Edgar Wallace


Cuento


Lord Dorrington era de edad mediana. No mostraba ningún síntoma de decrepitud mental, y el alienista que en cierta ocasión fue invitado a cenar con su señoría —la invitación procedía de parientes ansiosos que temían que, a menos que el pobrecillo fuera sometido a su tutela, acabaría disipando la fortuna de la familia Dorrington— redactó un informe tan halagüeño acerca de la salud de Dorrington que la cuestión del pago de las cincuenta libras correspondientes a sus honorarios fue seriamente debatida. Según el parecer de un selecto consejo compuesto por los beneficiarios del testamento de Dorrington, el psiquiatra en cuestión no había cumplido con su deber. Le aplicaron el poco respetuoso calificativo de «doctor loco», y dictaminaron que su informe sobre la cordura de Dorrington era una decisoria prueba a favor de la teoría, generalmente aceptada, de que todos los psiquiatras acaban, tarde o temprano, por perder el juicio.

Sus temores acerca de la salud mental de lord Dorrington eran comprensibles. Era éste un entusiasta buscador de la luz, un rastreador de espíritus, un perseverante indagador de los misterios de la taumaturgia, de la teurgia y de la electrobiología, y una especie de iniciado al shamanismo. Creía en la realidad de lo improbable.

Hemos de puntualizar que, en muchos sentidos, era un hombre práctico. Tuvo una vez un mayordomo que descuidaba horriblemente la vajilla de plata. La excusa, no falta de ingenio, dada por el sirviente, según la cual también él era aficionado a los estudios ocultos, habiendo llegado incluso a iniciarse en la práctica de la demonología, fue recibida fríamente. Al decir del mayordomo, la vajilla era limpiada cada día, pero por la noche se presentaba un pequeño diablo que plantaba sus sucias zarpas sobre la misma, manchando la totalidad de su brillante superficie.


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14 págs. / 26 minutos / 103 visitas.

Publicado el 5 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.

El Caso Chopham

Edgar Wallace


Cuento


Los jurisconsultos que escriben libros no gozan, generalmente, de nombre favorable entre sus colegas; pero Archibald Lenton, el más brillante de los abogados penalistas, era una excepción. Llevaba un registro de jurisprudencia y publicaba extractos de vez en cuando. No llegó a publicar sus teorías sobre el caso Chopham, aunque creo que formuló una. A continuación expongo su intervención en el caso, así como la verdad sobre Alphonse o Alfonso Ribera.

Este último tenía un don especial para las mujeres, sobre todo aquellas que no se habían graduado en la mundana escuela de la experiencia. Decía ser español, si bien su pasaporte había sido expedido por una república sudamericana. A veces presentaba tarjetas de visita en las que figuraba la inscripción «Marqués de Ribera», pero esto sólo lo hacía en ocasiones muy especiales.

Era joven, de tez olivácea y facciones impecables, y al sonreír mostraba dos hileras de dientes deslumbrantemente blancos. Consideraba conveniente cambiar su aspecto alguna que otra vez. Por ejemplo: cuando era un compañero de baile por alquiler, agregado al personal de un hotel egipcio, llevaba unas pequeñas patillas que, curiosamente, acentuaban su juventud; en el casino de Enghien, donde por algún medio había conseguido el puesto de crupier, lucía un pequeño bigote negro. Ciertos espectadores de sus numerosas aventuras, serios, sobrios y faltos de imaginación, se asombraban irritadamente de que las mujeres le dirigieran la palabra, pero bien es verdad que es extremadamente difícil para cualquier hombre, incluso un hombre sin imaginación, descubrir cualidades atractivas en los amantes con éxito.


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14 págs. / 26 minutos / 97 visitas.

Publicado el 5 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.

La Caída de Mr. Reader

Edgar Wallace


Cuento


«El Orador» era un hombre de gustos sencillos y poco aficionado a las novedades. Si tenía un aparato de radio era porque se lo había regalado un admirador suyo, pues de no ser así jamás se le habría ocurrido comprar uno. Lo tuvo en el salón de su casa sin utilizarlo ni una sola vez, durante seis meses, y cuando, por fin, se decidió, se dio cuenta de que no funcionaban las baterías, dejando pasar otros seis meses hasta mandarlo arreglar.

Evitaba los programas musicales, sobre todo los clásicos, y prefería las conferencias y charlas, tal vez porque encontraba agradable oír hablar sin tener que dar una respuesta. No obstante, a veces, escuchaba a las orquestas de baile, recreándose en atrapar al vuelo los distintos trozos de conversación que llegaban desde las parejas hasta el micrófono.

En una ocasión pudo oír la voz de un hombre, algo cansado, mencionando algo relativo a sus negocios, con tanta claridad como si el que hablaba se hallase ante él.

—…opino que las cuentas atrasadas nunca deben cancelarse. Yo sé que nos escribió a Glasgow…

Después sintió algo confuso, al mismo tiempo que se oía una risa femenina.

—…precisamente hoy me di de cara con él en la calle y le dije: «¡Oiga! ¡Todavía nos debe usted aquello!…» Es formidable la memoria que tengo; no lo había visto más que una vez… No, únicamente facilitamos el arsénico a los agentes de ventas…

«El Orador» creía ciegamente en la ley de las coincidencias, y por ello no quedó muy sorprendido al leer la palabra «arsénico», la mañana siguiente, en el primer informe redactado por el Jefe de Policía de Wessex, referente al caso «Fainer».

Este informe fue recibido en Scotland Yard con bastante retraso, cuando Mrs. Fainer estaba ya en la cárcel esperando la vista de la causa. «El Orador» leyó la carta con su tranquilidad habitual.


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14 págs. / 25 minutos / 187 visitas.

Publicado el 5 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.

Cuentos Completos

Edgar Allan Poe


Cuento


William Wilson


«¿Qué decir de ella?
¿Qué decir de la torva conciencia,
de ese espectro en mi camino?».

(Chamberlayne, Pharronida)
 

Permitidme que, por el momento, me llame a mí mismo William Wilson. Esta blanca página no debe ser manchada con mi verdadero nombre. Demasiado ha sido ya objeto del escarnio, del horror, del odio de mi estirpe. Los vientos, indignados, ¿no han esparcido en las regiones más lejanas del globo su incomparable infamia? ¡Oh proscrito, oh tú, el más abandonado de los proscritos! ¿No estás muerto para la tierra? ¿No estás muerto para sus honras, sus flores, sus doradas ambiciones? Entre tus esperanzas y el cielo, ¿no aparece suspendida para siempre una densa, lúgubre, ilimitada nube?


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Publicado el 27 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

Valerio: el Romano Reanimado

Mary Shelley


Cuento


Alrededor de las once de la mañana, en el mes de septiembre, dos extraños desembarcaron en la pequeña bahía formada por el punto extremo del cabo Miseno y el promontorio de Bauli. El cielo era de un intenso y sereno azul, y el mar reflejaba su profundidad con una tonalidad más oscura. A través de las claras aguas se veían las algas de diversos y hermosos colores que crecían entre los restos de los palacios de los romanos ahora sumergidos bajo las aguas. El sol brillaba con fuerza, provocando un calor intolerable. Al desembarcar, los extraños fueron de inmediato en busca de un lugar a la sombra donde pudieran refrescarse y permanecer hasta que el sol comenzara su descenso hacia el horizonte. Se dirigieron hacia los campos elíseos y, caminando entre los álamos y las moreras festoneadas con las vides que colgaban en ricos y maduros racimos, se sentaron a la sombra de las tumbas junto al Mare Morto.

Uno de los extraños era un inglés de buena posición social, como fácilmente se percibía por su noble porte y modales llenos de dignidad y libertad. Su compañero —no puedo compararlo con nada que ahora exista— tenía una apariencia que semejaba la de la estatua de Marco Aurelio en la plaza del Capitolio de Roma. Sosegadas e imponentes, sus facciones eran romanas. Salvo por su atuendo, se le habría considerado la estatua de un romano animada con vida. Lucía las ropas ahora corrientes en toda Europa; sin embargo, parecían inadecuadas para él e incluso como si no estuviera acostumbrado a ellas. Tan pronto como se hubieron sentado, empezó a hablar de esta manera:


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19 págs. / 34 minutos / 270 visitas.

Publicado el 26 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

El Heredero de Mondolfo

Mary Shelley


Cuento


En la hermosa y virgen campiña cercana a Sorrento, en el reino de Napóles, en la época en que era gobernado por monarcas de la casa de Anjou, vivía un noble territorial cuyas riquezas y poder superaban a los de sus otros vecinos nobles. Su castillo, que en sí mismo constituía una fortaleza, estaba construido sobre una elevación rocosa que caía al azul y hermoso Mediterráneo. Las colinas de alrededor se hallaban cubiertas de encinas o sujetas al cultivo del olivo y la parra. No se podía encontrar bajo el sol ningún lugar más favorecido por la naturaleza.


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39 págs. / 1 hora, 8 minutos / 231 visitas.

Publicado el 26 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

La Transformación

Mary Shelley


Cuento


Forthwith this frame of mine was wrench’d
With a woful agony,
Which forced me to begin my tale,
And then it set me free.
Since then, at an uncertain hour,
That agony returns;
And till my ghastly tale is told
This heart within me burns.

Coleridge, The Rime ofthe Ancient Mariner
 

He oído decir que cuando alguna aventura extraña, sobrenatural y de carácter necromántico le ha sucedido a algún ser humano, dicho ser, no importa el deseo que tenga de ocultarlo, en ciertos periodos se siente destrozado como por un terremoto intelectual y se ve forzado a desnudar sus profundidades interiores a otra persona. Yo soy testigo de la verdad de esta afirmación. Me he jurado a mí mismo no revelar jamás a oídos humanos los horrores a los que una vez, por exceso de un orgullo malévolo, me entregué. El hombre santo que oyó mi confesión y me reconcilió con la Iglesia está muerto. Nadie sabe que en una ocasión…

¿Por qué no habría de ser así? ¿Por qué contar una historia de impía tentación de la Providencia, sometedora del alma a la humillación? ¿Por qué? ¡Contéstame, tú que eres sabio en los secretos de la naturaleza humana! Sólo sé que es así; y a pesar de una fuerte decisión —de un orgullo que me domina en exceso—, de vergüenza e incluso de miedo deshacerme odioso a mi propia especie, debo hablar.


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22 págs. / 39 minutos / 300 visitas.

Publicado el 26 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

Historia de Pasiones

Mary Shelley


Cuento


Después de la muerte de Manfredo, rey de Nápoles, los Gibelinos perdieron su influencia en toda Italia. Los exiliados Güelfos regresaron a sus ciudades natales, y no contentos con retomar las riendas del gobierno, continuaron su triunfo hasta que los Gibelinos, a su vez, se vieron obligados a huir y a lamentar en el destierro el violento espíritu de partido que en el pasado había ocasionado sus sangrientas victorias y, ahora, su irreparable derrota. Después de una obstinada contienda, los Gibelinos florentinos se vieron obligados a abandonar su ciudad natal, sus propiedades fueron confiscadas, sus intentos por reinstalarse frustrados y, retrocediendo de castillo a castillo, por último se refugiaron en Lucca, y esperaron con impaciencia la llegada de Corradino desde Alemania, a través de cuya influencia de nuevo esperaban establecer la supremacía imperial.


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37 págs. / 1 hora, 5 minutos / 181 visitas.

Publicado el 26 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

Ferdinando Eboli

Mary Shelley


Cuento


Durante este apacible tiempo de paz, olvidamos con rapidez las tribulaciones y sorprendentes acontecimientos de la última guerra, y los mismos nombres de los conquistadores de Europa empiezan a sonar anticuados a los oídos de nuestros hijos. Aquéllos fueron días más románticos que éstos, pues los cambios causados por la revolución o la invasión estaban llenos de aventura; y los viajeros en aquellos países en que tales escenas tuvieron lugar oyen historias extrañas y maravillosas, cuya verdad tanto se asemeja a la ficción que, mientras nos hallamos inmersos en la narración, jamás le damos crédito implícito al narrador. De esta clase es una historia que oí en Nápoles. Los avatares de la guerra quizá no influyeron en sus actores; sin embargo, parece improbable que cualquier circunstancia tan alejada de la rutina habitual pudiera haber acaecido bajo la deslumbrante luz diurna que la paz derrama sobre el mundo.


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22 págs. / 39 minutos / 109 visitas.

Publicado el 26 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

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