P. –¿Qué cosa es fe?
R. –Creer lo que no vimos.
¿Creer lo que no vimos? ¡Creer lo que no vimos, no!, sino crear
lo que no vemos. Crear lo que no vemos, sí, crearlo, y vivirlo, y
consumirlo, y volverlo a crear y consumirlo de nuevo viviéndolo otra
vez, para otra vez crearlo… y así; en incesante tormento vital. Esto es
fe viva, porque la vida es continua creación y consunción continua, y,
por lo tanto, muerte incesante. ¿Crees acaso que vivirías si a cada
momento no murieses?
La fe es la conciencia de la vida en nuestro espíritu, porque pocos
vivos la tienen de que viven, si es que puede llamarse vida a esa suya.
La fe es confianza ante todo y sobre todo; fe en sí mismo tiene quien
en sí mismo confía, en sí y no en sus ideas; quien siente que su vida
le desborda y le empuja y le guía; que su vida le da ideas y se las
quita.
No tiene fe el que quiere, sino el que puede; aquel a quien su vida
se la da, porque es la fe don vital y gracia divina si queréis. Porque
si tienes fe inquebrantable en que has de llevar algo a cabo, fe que
trasporta montañas, no es en rigor la fe esa la que te da potencia para
cumplir ese trasporte, sino que es la potencia que en ti latía la que se
te revela como fe. No espolees, pues, a la fe, que así no te brotará
nunca. No la hurgues. Deséala con todo tu corazón y todo tu ahínco, y
espera, que la esperanza es ya fe. ¿Eres débil? Confía en tu debilidad,
confía en ella, y ocúltate, bórrate, resígnate; que la resignación es
también fe.
No busques, pues, derecha e inmediatamente, fe; busca tu vida, que si
te empapas en tu vida, con ella te entrará la fe. Pon tu hombre
exterior al unísono del interior, y espera. Espera, porque la fe
consiste en esperar y querer.
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