SÓCRATES, TIMEO, HERMÓCRATES, CRITIAS
SÓCRATES —Uno, dos, tres…, pero, por cierto,
querido Timeo, ¿dónde está el cuarto de los que ayer fueron huéspedes
míos y ahora son dueños de la casa?
TIMEO —Le sobrevino un cierto malestar, Sócrates, pues no habría faltado voluntariamente a esta reunión.
SÓC. —¿Os encargaréis tú y tus compañeros, entonces, de la parte que le correspondía al ausente?
TIM. —Por supuesto, y, en lo posible, no omitiremos nada, pues no
sería justo que, después de gozar ayer de los apropiados dones de tu
hospitalidad, los que quedamos no estuviéramos dispuestos a agasajarte a
nuestra vez.
SÓC. —¿Es que recordáis cuántos son los temas de los que os encomendé hablar?
TIM. —Sólo algunos, pero, como estás aquí, nos recordarás lo que
hayamos olvidado. Mejor aún, si no te molesta, vuelve a repetirnos otra
vez el argumento desde el principio de manera resumida para que lo
tengamos más presente.
SÓC. —Así lo haré. Tengo la impresión de que lo principal del
discurso que hice ayer acerca de la organización política fue cuál
consideraba que sería la mejor y qué hombres le darían vida.
TIM. —Y a todos nos pareció que la habías descrito de una manera muy conforme a los principios de la razón.
SÓC. —¿No fue acaso nuestra primera medida separar en ella a los
campesinos y a los otros artesanos del estamento de los que luchan en
defensa de ellos?
TIM. —Sí.
Información texto 'Timeo'