Textos favoritos publicados por Edu Robsy etiquetados como Novela corta no disponibles

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Alas Rotas

Gibran Kahlil Gibran


Novela corta


Prefacio

Tenía yo dieciocho años de edad cuando el amor me abrió los ojos con sus mágicos rayos y tocó mi espíritu por vez primera con sus dedos de hada, y Selma Karamy fue la primera mujer que despertó mi espíritu con su belleza y me llevó al jardín de su hondo afecto, donde los días pasan como sueños y las noches como bodas.

Selma Karamy fue la que me enseñó a rendir culto a la belleza con el ejemplo de su propia hermosura y la que, con su cariño, me reveló el secreto del amor; fue ella la que cantó por vez primera, para mí, la poesía de la vida verdadera.

Todo joven recuerda su primer amor y trata de volver a poseer esa extraña hora, cuyo recuerdo transforma sus más hondos sentimientos y le da tan inefable felicidad, a pesar de toda la amargura de su misterio.

En la vida de todo joven hay una "Selma", que súbitamente se le aparece en la primavera de la vida, que transforma su soledad en momentos felices, y que llena el silencio de sus noches con música.

Por aquella época estaba yo absorto en profundos pensamientos y contemplaciones, y trataba de entender el significado de la naturaleza y la revelación de los libros y de las Escrituras, cuando oí al Amor susurrando en mis oídos a través de los labios de Selma. Mi vida era un estado de coma, vacía como la de Adán en el Paraíso, cuando vi a Selma en pie, ante mí, como una columna. de luz. Era la Eva de mi corazón, que lo llenó de secretos y maravillas, y que me hizo comprender el significado de la vida.


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65 págs. / 1 hora, 54 minutos / 398 visitas.

Publicado el 21 de diciembre de 2017 por Edu Robsy.

A Través de las Puertas de la Llave de Plata

H. P. Lovecraft


Novela corta


I

En una inmensa sala de paredes ornadas con tapices de extrañas figuras y suelo cubierto con alfombras de Boukhara de extraordinaria manufactura e increíble antigüedad, se hallaban cuatro hombres sentados en torno a una mesa atestada de documentos. En los rincones de unos trípodes de hierro forjado que un negro de avanzadísima edad y oscura librea alimentaba de cuando en cuando, emanaban los hipnóticos perfumes del olíbano, mientras en un nicho profundo, a uno de los lados, latía acompasado un extraño reloj en forma de ataúd, cuya esfera estaba adornada de enigmáticos jeroglíficos, y cuyas cuatro manecillas no giraban de acuerdo con ningún sistema cronológico de este planeta. Era una estancia turbadora y extraña, pero muy en consonancia con las actividades que se desarrollaban en ella. Porque allí, en la residencia de Nueva Orleans del místico, matemático y orientalista más grande de este continente, se estaba ventilando el reparto de la herencia de un sabio, místico, escritor y soñador no menos eminente, que cuatro años antes había desaparecido de este mundo.


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50 págs. / 1 hora, 27 minutos / 1.820 visitas.

Publicado el 17 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

La Historia del Tío del Viajante

Charles Dickens


Novela corta


Mi tío, caballeros, dijo el viajante, era uno de los tipos más alegres, agradables y listos que haya existido nunca. Me gustaría que lo hubieran conocido, caballeros. Aunque pensándolo bien, no desearía que lo hubieran conocido, pues en ese caso todos estarían ya, siguiendo el curso ordinario de la naturaleza, si no muertos, en todo caso tan cerca de la desaparición como para haberse quedado en casa abandonando la compañía, lo que me habría privado del inestimable placer de dirigirme a ustedes en este momento. Caballeros, desearía que sus padres y madres hubieran conocido a mi tío. Se habrían encariñado notablemente con él, especialmente su: respetables madres; sé que habría sido así. Si entre las numerosas virtudes que adornaban su carácter tuviéramos que dar predominio a dos de ellas, diría, que eran su ponche mixto y sus canciones de sobremesa. Excúsenme si me extiendo en estos recuerdo: melancólicos sobre el fallecido, no se ve a un hombre como mi tío todos los días de la semana.

Siempre he considerado como algo importante del carácter de mi tío, caballeros, el hecho de que fuera compañero y amigo íntimo de Tom Smart, de la importante empresa de Bilson y Slum, Cateator

Street, City. Mi tío vendía para Tiggin y Welps, pero durante mucho tiempo estuvo muy cerca del mismo recorrido que Tom, y la primera noche que se conocieron mi tío se encaprichó por Tom y éste por mi tío. No había pasado media hora desde que se habían conocido cuando se habían apostado ya un sombrero nuevo a ver quién de los dos hacía el mejor litro de ponche y se lo bebía con mayor rapidez. Se consideró que mi tío ganó en la elaboración del ponche, pero que Tom Smart le venció al beberlo en la mitad de tiempo. Pidieron otro litro entre los dos para beber cada uno a la salud del otro, y desde ese momento se convirtieron en los amigos más fieles. En estas cosas hay un destino caballeros, y no podemos evitarlo.


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23 págs. / 41 minutos / 175 visitas.

Publicado el 22 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

La Muerte del León

Henry James


Novela corta


I

Supongo que, sencillamente, cambié de opinión, un hecho que debió gestarse cuando el señor Pinhorn me devolvió el manuscrito. El señor Pinhorn era mi «jefe», como se le llamaba en la redacción. A él se le había encomendado la importante misión de sacar adelante el periódico. Éste consistía en una publicación semanal que había sido prácticamente dada por insalvable, cuando él se hizo cargo. El señor Deedy había dejado que se hundiera terriblemente y sólo se mencionaba su nombre en la redacción para relacionarlo con ese delito. En cierto modo y a pesar de mi juventud, yo era una herencia de la época del señor Deedy (propietario del periódico, además de director) y formaba parte de un lote, compuesto principalmente por el local y el mobiliario de la redacción, que la pobre señora Deedy, en medio de la depresión sufrida por la pérdida de su marido, vendió tras aceptar una tasación poco rigurosa. Podía estar seguro de que mi continuidad dependía del hecho de ser barato. Me parecía más bien injusto que se atribuyeran todos los males a mi difunto protector, quien yacía sin que se le rindiera tributo alguno. Sin embargo, ya que tenía que labrarme un porvenir, encontré suficientes motivos para estar satisfecho siendo parte de la redacción. Con todo, era consciente de que podía ser objeto de recelo, al ser producto del antiguo y fracasado sistema. Eso me hacía sentir que debía mostrar el doble de iniciativa y fue también lo que me movió a proponerle al señor Pinhorn que debía ocuparme de Neil Paraday. Recuerdo cómo me miró: primero, como si nunca hubiera oído hablar de ese famoso que, es cierto, en ese momento no se encontraba en lo más alto del panteón. Y, luego, cuando le justifiqué fundadamente mi proposición, demostró muy poca confianza en cuanto al interés de un artículo de ese género.


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49 págs. / 1 hora, 26 minutos / 116 visitas.

Publicado el 2 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

La Muchacha de los Ojos de Oro

Honoré de Balzac


Novela corta


A Eugène Delacroix, pintor

I. Fisonomías parisinas

Uno de los espectáculos que más espanto puede causar es, sin duda alguna, el aspecto general del vecindario parisino, gente feísima de ver y de color quebrada, gente amarilla y curtida. ¿No es acaso París un campo amplísimo que trastorna continuamente una tempestad de intereses bajo la que gira el torbellino de una cosecha de hombres que la muerte siega con mayor frecuencia que en otros lugares y vuelven a nacer en idéntica estrechez, hombres cuyos rostros enrevesados y tortuosos rezuman por todos los poros el alma, los deseos, los venenos que preñan sus cerebros, no ya rostros, sino máscaras, máscaras de flaqueza, máscaras de fuerza, máscaras de miseria, máscaras de alegría, máscaras de hipocresía, todas ellas exhaustas, todas ellas impregnadas de las marcas indelebles de una anhelante avidez? ¿Qué ansían? ¿Oro o placer?


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89 págs. / 2 horas, 36 minutos / 225 visitas.

Publicado el 15 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

El Terror

Edgar Wallace


Novela corta


Capítulo I

O’Shea estaba más trastornado que nunca, llevando así toda la noche. Zanqueaba arriba y abajo de la herbosa pendiente, murmurando entre dientes, dirigiéndose con las manos a algún invisible auditorio, celebrando con cacareos sus propias y misteriosas ocurrencias…; y de madrugada se había echado sobre el pequeño Lipski, que se había atrevido a encender un cigarrillo con desprecio de las instrucciones, y le había golpeado con salvaje brutalidad, sin que los otros dos hombres hubieran osado intervenir.

Joe Connor estaba tumbado en el suelo, masticando una brizna do hierba y observando con ojos sombríos la inquieta figura. Marks, que estaba junto a él con las piernas cruzadas, observaba también, pero había una torcida sonrisa de desprecio en sus delgados labios.

—Loco como una cabra —comentó Joe Connor en voz baja—. Si despacha esta faena sin hacernos ir a la cárcel para el resto de nuestras vidas, estaremos de suerte.

Soapy Marks se lamió los secos labios.

—Es más listo cuando está loco. —Hablaba con el refinado deje que da la cultura. Algunos decían que Soapy había estudiado para cura antes que el deseo de un modo de vivir más fácil e ilícito hiciera de él uno de los más hábiles (y posiblemente el más peligroso) delincuentes de Inglaterra—. La locura, mi querido compañero, no implica estupidez. ¿No puedes hacer que el tipo ese deje de gimotear?

Joe Connor no se levantó. Volvió los ojos en la dirección de la postrada figura de Lipski, que se quejaba y maldecía entre sollozos.

—Se le pasará —dijo con indiferencia—. Cuanto más le zurra O'Shea, más lo respeta.

Reptando, se acercó algo más a su confederado.


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85 págs. / 2 horas, 29 minutos / 109 visitas.

Publicado el 5 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.

La Bruja Lois

Elizabeth Gaskell


Novela corta


I

En el año 1691, Lois Barclay intentaba recuperar el equilibrio en un pequeño desembarcadero de madera, del mismo modo que lo había intentado ocho o nueve semanas antes en la cubierta del balanceante barco que la había llevado de la Vieja a la Nueva Inglaterra. Resultaba tan extraño estar en tierra firme ahora como verse mecida por el mar día y noche no hacía mucho; y la misma tierra ofrecía un aspecto igual de extraño. Los bosques que se veían por todas partes y que, en realidad, no quedaban muy lejos de las casas de madera que formaban la ciudad de Boston, eran de diferentes tonos de verde, y diferentes, también, por la forma del contorno, de los que Lois Barclay conocía bien de su antiguo hogar en el condado de Warwick. Se sentía un poco abatida allí sola, esperando al capitán del Redemption, el amable y rudo veterano que era su único amigo en aquel continente ignoto. Pero el capitán Holdernesse estaba ocupado y tardaría bastante en poder atenderla, al parecer; así que Lois se sentó en un barril de los que había tirados, se cerró más el abrigo gris y se bajó la capucha resguardándose mejor del viento cortante que parecía seguir a quienes había tiranizado en el mar, con obstinado afán de seguir torturándolos en tierra. Lois esperó con paciencia allí sentada, aunque estaba cansada y tiritaba de frío; pues hacía un día crudo para el mes de mayo, y el Redemption, cargado de pertrechos y suministros necesarios y útiles para los colonos puritanos de Nueva Inglaterra, era el primer barco que se había aventurado a cruzar los mares.


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109 págs. / 3 horas, 10 minutos / 594 visitas.

Publicado el 19 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.

Rosa y Verde

Stendhal


Novela corta


Capítulo I

Fue a finales de 183… cuando el conde von Landek, general de división, regresó a Kœnigsberg, su patria; llevaba años con un empleo en el cuerpo diplomático prusiano. Llegaba en aquellos momentos de París. Era un hombre bastante bonachón que tiempo atrás, en la guerra, había demostrado que era valiente; ahora estaba casi siempre asustado; temía no ser todo lo ocurrente que parece necesario para un cargo de embajador —el señor de Tayllerand echó a perder el oficio— y además creía que resultaba ocurrente si hablaba sin parar. El general von Landek tenía una forma más de destacar, y era el patriotismo; se ponía rojo de ira, por ejemplo, siempre que se topaba con el recuerdo de Jena. Hacía poco, al regresar a Kœnigsberg, dio un rodeo de más de treinta leguas para no pasar por Prenzlow, esa ciudad pequeña en donde un cuerpo de ejército prusiano depuso las armas ante unos cuantos destacamentos del ejército francés allá por la época de Jena.

Para el bueno del general, legítimo poseedor de siete cruces y dos medallas, el amor a la patria no consistía en hacer a Prusia feliz y libre, sino en vengarla por segunda vez de la fatal derrota que ya hemos mencionado.


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90 págs. / 2 horas, 38 minutos / 253 visitas.

Publicado el 16 de abril de 2018 por Edu Robsy.

La Sombra del Buitre

Robert E. Howard


Novela corta


Capítulo 1

—¿Han sido esos perros convenientemente vestidos y cebados?

—Sí, Protector de los Creyentes.

—Pues que los traigan y que se arrastren ante la presencia.

Y fue de aquel modo como los embajadores, pálidos tras los muchos meses de prisión, fueron conducidos ante el trono de Solimán el Magnífico, sultán de Turquía, y el monarca más poderoso en un tiempo de monarcas poderosos. Bajo el gran domo púrpura de la sala real brillaba el trono ante el que temblaba el mundo entero… revestido de oro y con perlas incrustadas. La fortuna en gemas de un emperador adornaba el palio de seda del que colgaba una red de perlas brillantes rematada con un festón de esmeraldas. Aquellas joyas formaban como un halo de gloria por encima de la cabeza de Solimán. Sin embargo, el esplendor del trono palidecía ante la presencia de la centelleante silueta que en él se sentaba, ataviada de pedrerías y con un turbante cuajado de diamantes y rematado con una pluma de garza. Sus nueve visires se encontraban cerca del trono, en actitud humilde. Los soldados de la guardia imperial se alineaban ante el estrado… Solaks con armadura, plumas negras, blancas y escarlatas ondeando por encima de los dorados cascos.


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56 págs. / 1 hora, 39 minutos / 174 visitas.

Publicado el 9 de julio de 2018 por Edu Robsy.

El Mayorazgo

E.T.A. Hoffmann


Novela corta


A orillas del Báltico se encuentra la casa solariega de la noble familia von R., conocida como mansión R. El paisaje es inhóspito y yermo; apenas brota la hierba entre las inmensas arenas movedizas, y en lugar del jardín que suele adornar las casas señoriales, se concentra junto a las desnudas murallas del lado que mira a tierra un mísero pinar cuyo eterno y sombrío luto desprecia las galas y colores de la primavera y en el que en lugar del júbilo feliz de los pajarillos que despiertan al nuevo deseo de vivir, tan sólo retumba el lúgubre graznido de los cuervos, el grito chillón de las gaviotas que anuncian las tormentas. A un cuarto de hora de aquí la naturaleza se transforma repentinamente. Como por arte de magia nos vemos transportados a un mundo de campos floridos y de tierras y prados fértiles. Divisamos el pueblo, grande y rico, con la espaciosa vivienda del inspector. Al otro extremo de un agradable bosquecillo de álamos pueden verse los cimientos de un gran palacio que uno de los antiguos propietarios tenía pensado construir. Sus sucesores, instalados en sus propiedades en Curland, abandonaron la construcción, e incluso el barón Roderich von R. si bien fijó su residencia en la casa de sus padres no quiso seguir construyendo ya que a su naturaleza huraña y sombría le convenía mejor la estancia en la vieja y solitaria mansión. Hizo reparar el edificio en ruinas de la mejor manera y se encerró en él con un mayordomo melancólico y unos pocos criados. Rara vez se le veía por el pueblo. En cambio paseaba y cabalgaba a menudo por la playa. Desde la distancia parecía que hablara a las olas y escuchara con atención los bramidos y borboteos del oleaje, como si percibiera la respuesta o la voz del espíritu del mar.


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95 págs. / 2 horas, 47 minutos / 73 visitas.

Publicado el 5 de noviembre de 2018 por Edu Robsy.

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