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Perito en Lunas

Miguel Hernández


Poesía


Prólogo

Cuando la poesía es un grito estridente y puntiagudo —de madrugada en flor fría—, cumple el poeta su primera luna reposada: es el poema terruñero, provincial, querencioso de pastorería de sueños.

Cuando es aterradora la pregunta «La poésie est-elle dépendante de la poétique? ou poétique et poésie, du poéme?», nace el religioso albor de su segunda luna poesía literaria, resonante de voces y reflejos; con fundadora alegría de romancero entrañable; obra conseguida con mínimos «elementos», con mínimo «esfuerzo».

Cuando el poeta es recta unidad y torre cerrada, cruza, pariendo, su tercera luna; es el poema de rito inefable, producto de la «acción transformante y unificante de una realidad misteriosa», es la estrella pura, en delirio callado de tormentas deliciosas.

Miguel Hernández (nacido el 30 de octubre del año de gracia poética de 1910, en Orihuela, lugar situado a 50 kilómetros de Alicante, a 20 de Murcia), ha resuelto, técnicamente, su agónico problema: conversión del «sujeto» en «objeto» poético. Porque la poesía —y «su poesía», con musculatura marina de grumete— es, tan sólo, transmutación, milagro y virtud.


Ramón Sijé

I

Je m’enfonce au mépris de
tant d’azur oiseaux

Valéry


A la caña silbada de artificio,
rastro, si no evasión, de su suceso,
bajaré contra el peso de mi peso:
simulación de náutico ejercicio.
Bien cercén del azar, bien precipicio,
me desamparará de azul ileso:
no la pita, que tal vez a cercenes
me impida reflejar sierra en mis sienes.


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Dominio público
7 págs. / 13 minutos / 895 visitas.

Publicado el 26 de marzo de 2022 por Edu Robsy.

Arte Nuevo de Hacer Comedias

Lope de Vega Carpio


Poesía, Crítica, Teatro


El arte nuevo de hacer comedias en este tiempo

Dirigido a la Academia de Madrid

Mándanme, ingenios nobles, flor de España,
que en esta junta y Academia insigne,
en breve tiempo excederéis no sólo
a las de Italia, que envidiando a Grecia,
ilustró Cicerón del mismo nombre
junto al Averno lago, sino Atenas,
adonde en su platónico Liceo,
se vio tan alta junta de filósofos,
que un arte de comedias os escriba
que al estilo del vulgo se reciba.

Fácil parece este sujeto, y fácil
fuera para cualquiera de vosotros
que ha escrito menos de ellas, y más sabe
del arte de escribirlas y de todo,
que lo que a mí me daña en esta parte
es haberlas escrito sin el arte.

No porque yo ignorase los preceptos,
gracias a Dios, que ya Tirón gramático
pasé los libros que trataban de esto
antes que hubiese visto al sol diez veces
discurrir desde el Aries a los Peces.
Mas porque en fin, hallé que las comedias
estaban en España en aquel tiempo,
no como sus primeros inventores
pensaron que en el mundo se escribieran,
mas como las trataron muchos bárbaros
que enseñaron el vulgo a sus rudezas.

Y así introdujeron de tal modo
que quien con arte agora las escribe
muere sin fama y galardón, que puede
entre los que carecen de su lumbre
mas que razón y fuerza la costumbre.


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7 págs. / 13 minutos / 618 visitas.

Publicado el 20 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

Sueño

José Francisco de Isla


Poesía


Dedicatoria

Escrito por el Padre
Josef Francisco de la Isla,
en la exaltación
del Señor D. Carlos III
(que Dios Guarde)
al Trono de España.

Octavas


I

No pasa el mar, quien nunca se aventura,
dicen las Mozorruelas redomadas,
y como este refrán las asegura,
por eso hay tantas bien-aventuradas.
Esta desatinada conjetura
alentó mis tibiezas desmayadas
para que la aprehension se encaracole,
temple la gayta, y apareje el fole.


II

¿Ello ha de ser? Pues manos á la obra,
pongo papel en mesa, y pluma en ristre:
todo à la vela está, todo de sobra,
no hay quien me turbe, enfade, ni registre.
Ahora bien, con quietud y sin zozobra,
expresiones al cálamo ministre
la chola con alguna extravagancia,
fresca del tiempo, y al asunto rancia.


III

Córto la pluma: doy una palmada
en mi rugosa dilatada frente:
atusome la greña mal peinada:
nada discurro: déjolo impaciente:
vuelvo segunda vez á la estacada,
tomo un polvo, y me asaltan de repente
entusiasmos de un Sueño, en cuyo empeño
dejando de dormir, me rindo al Sueño.


IV

¡Bravamente ha salido el conceptillo!
Lo pudiera lucir en un Poema;
y luego me dirán, que es blanco el Grillo;
pues vamos adelante, y valga flema.
Ya he cebado el fogón, y alcé el gatillo,
polvora es el capricho, blanco el tema,
y dispuesta la idea en el encaro,
ninguno se me oponga, que disparo.


V

Yo no he de andar en el comun debate
de invocar à las Musas, ni lo esperen,
que tienen un capricho botarate,
son feminas, y quieren quando quieren.
Para decir mal dicho un disparate
me sobran las especies que sugieren
quantos (gongoricemos) à montones
esquinas entapizan papelones.


VI


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Dominio público
8 págs. / 14 minutos / 86 visitas.

Publicado el 20 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

Soledades

Antonio Machado


Poesía


I. El viajero

Está en la sala familiar, sombría,
y entre nosotros, el querido hermano
que en el sueño infantil de un claro día
vimos partir hacia un país lejano.

Hoy tiene ya las sienes plateadas,
un gris mechón sobre la angosta frente;
y la fría inquietud de sus miradas
revela un alma casi toda ausente.

Deshójanse las copas otoñales
del parque mustio y viejo.
La tarde, tras los húmedos cristales,
se pinta, y en el fondo del espejo,

El rostro del hermano se ilumina
suavemente. ¿Floridos desengaños
dorados por la tarde que declina?
¿Ansias de vida nueva en nuevos años?

¿Lamentará la juventud perdida?
Lejos quedó—la pobre loba—muerta.
¿La blanca juventud nunca vivida
teme, que ha de cantar ante su puerta?

¿Sonríe al sol de oro
de la tierra de un sueño no encontrada;
y ve su nave hender el mar sonoro,
de viento y luz la blanca vela hinchada?

Él ha visto las hojas otoñales,
amarillas, rodar, las olorosas
ramas del eucaliptus, los rosales
que enseñan otra vez sus blancas rosas...

Y este dolor que añora o desconfía
el temblor de una lágrima reprime,
y un resto de viril hipocresía
en el semblante pálido se imprime.

Serio retrato en la pared clarea
todavía. Nosotros divagamos.
En la tristeza del hogar, golpea
el tic-tac del reloj. Todos callamos.

II

He andado muchos caminos,
he abierto muchas veredas,
he navegado en cien mares
y he atracado en cien riberas.

En todas partes he visto
caravanas de tristeza,
soberbios y melancólicos
borrachos de sombra negra,

y pedantones al paño
que miran, callan y piensan
que saben, porque no beben
el vino de las tabernas.

Mala gente que camina
y va apestando la tierra...


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Dominio público
8 págs. / 15 minutos / 189 visitas.

Publicado el 16 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.

El Rayo que no Cesa

Miguel Hernández


Poesía


A ti sola, en cumplimiento de una
promesa que habrás olvidado como si
fuera tuya.

1

Un carnívoro cuchillo
de ala dulce y homicida
sostiene un vuelo y un brillo
alrededor de mi vida.

Rayo de metal crispado
fulgentemente caído,
picotea mi costado
y hace en él un triste nido.

Mi sien, florido balcón
de mis edades tempranas,
negra está, y mi corazón,
y mi corazón con canas.

Tal es la mala virtud
del rayo que me rodea,
que voy a mi juventud
como la luna a la aldea.

Recojo con las pestañas
sal del alma y sal del ojo
y flores de telarañas
de mis tristezas recojo.

¿A dónde iré que no vaya
mi perdición a buscar?
Tu destino es de la playa
y mi vocación del mar.

Descansar de esta labor
de huracán, amor o infierno
no es posible, y el dolor
me hará a mi pesar eterno.

Pero al fin podré vencerte,
ave y rayo secular,
corazón, que de la muerte
nadie ha de hacerme dudar.

Sigue, pues, sigue cuchillo,
volando, hiriendo. Algún día
se pondrá el tiempo amarillo
sobre mi fotografía.

2

¿No cesará este rayo que me habita
el corazón de exasperadas fieras
y de fraguas coléricas y herreras
donde el metal más fresco se marchita?

¿No cesará esta terca estalactita
de cultivar sus duras cabelleras
como espadas y rígidas hogueras
hacia mi corazón que muge y grita?

Este rayo ni cesa ni se agota:
de mí mismo tomó su procedencia
y ejercita en mí mismo sus furores.

Esta obstinada piedra de mí brota
y sobre mí dirige la insistencia
de sus lluviosos rayos destructores.

3

(Guiando un tribunal de tiburones,
como con dos guadañas eclipsadas,
con dos cejas tiznadas y cortadas
de tiznar y cortar los corazones,


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Dominio público
10 págs. / 17 minutos / 473 visitas.

Publicado el 26 de marzo de 2022 por Edu Robsy.

A Buen Juez, Mejor Testigo

José Zorrilla


Poesía


I

Entre pardos nubarrones
pasando la blanca luna,
con resplandor fugitivo,
la baja tierra no alumbra.
La brisa con frescas alas
juguetona no murmura,
y las veletas no giran
entre la cruz y la cúpula.
Tal vez un pálido rayo
la opaca atmósfera cruza,
y unas en otras las sombras
confundidas se dibujan.
Las almenas de las torres
un momento se columbran,
como lanzas de soldados
apostados en la altura.
Reverberan los cristales
la trémula llama turbia,
y un instante entre las rocas
riela la fuente oculta.
Los álamos de la vega
parecen en la espesura
de fantasmas apiñados
medrosa y gigante turba;
y alguna vez desprendida
gotea pesada lluvia,
que no despierta a quien duerme,
ni a quien medita importuna.
Yace Toledo en el sueño
entre las sombras confusas.
y el Tajo a sus pies pasando
con pardas ondas lo arrulla.
El monótono murmullo
sonar perdido se escucha,
cual si por las hondas calles
hirviera del mar la espuma.
¡Qué dulce es dormir en calma
cuando a lo lejos susurran
los álamos que se mecen,
las aguas que se derrumban!
Se sueñan bellos fantasmas
que el sueño del triste endulzan,
y en tanto que sueña el triste,
no le aqueja su amargura.
Tan en calma y tan sombría
como la noche que enluta
la esquina en que desemboca
una callejuela oculta,
se ve de un hombre que aguarda
la vigilante figura,
y tan a la sombra vela
que entre las sombras se ofusca.
Frente por frente a sus ojos
un balcón a poca altura
deja escapar por los vidrios
la luz que dentro le alumbra;
mas ni en el claro aposento,
ni en la callejuela oscura,
el silencio de la noche
rumor sospechoso turba.


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10 págs. / 18 minutos / 660 visitas.

Publicado el 21 de febrero de 2021 por Edu Robsy.

Poemas para Siempre

Arturo Robsy


Poesía


De mi canción nacen escuadras

Esta es una breve antología de romances sobre nuestros sentimientos de siempre cuando consideramos España, la Vida y la Muerte.

Falangistas

¿Quiénes son esos muchachos
que son soldados y estatuas,
que cuando los miro pienso
en la libertad de España?

¿Quienes son esos muchachos,
azules de cielo y agua,
que miran como no miran
no siquiera las estatuas?

Vienen de lejos y lejos
van volando con sus alas;
amigos del sol y el viento,
miran, sonríen y avanzan.
Hierro llevan en el gesto
y en la bandera una garra.

Algo que no es de este mundo,
algo que no usa palabras,
les empuja, les arrulla,
les ilusiona y les lava.
El agua de lluvia limpia,
el agua de lluvia clara,
les roza los pensamientos.
Y la luz de la mañana,
como un pájaro secreto,
anida en sus frentes altas.

¿Quiénes son esos soldados,
que son soldados y estatuas
y sonríen sin sonrisa
y aun sin palabras nos hablan?
No necesitan hablar;
no necesitan ya nada:
Son algo más que soldados:
Son la semilla de España.

Escuadras

Como la mies que madura,
aguardando ya la siega,
se ponen en pie los hombres
de nuestra Falange eterna.

Como el árbol que se crece,
como el sol que se levanta
y como se hinchan las velas
marcharán mis camaradas.

Una voz corre los campos,
un viento azul que los rasga,
una bandera que grita,
una promesa que arrastra;
los hombres, al escucharla,
son semillas en el aire,
luces corriendo distancias,
manos que todo lo juntan,
gestos que a todos nos atan.

Como sonrisas perfectas
a la boca suben almas
y a los ojos ilusiones
y voces a las gargantas.


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Licencia limitada
13 págs. / 23 minutos / 77 visitas.

Publicado el 10 de julio de 2022 por Edu Robsy.

Romancero Gitano

Federico García Lorca


Poesía


Romance de la luna, luna

A Conchita García Lorca

La luna vino a la fragua
con su polisón de nardos.
El niño la mira mira.
El niño la está mirando.
En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.
Huye, luna, luna, luna.
Si vinieran los gitanos,
harían con tu corazón
collares y anillos blancos.
Niño, déjame que baile.
Cuando vengan los gitanos,
te encontrarán sobre el yunque
con los ojillos cerrados.
Huye, luna, luna, luna,
que ya siento sus caballos.
Niño, déjame, no pises
mi blancor almidonado.

El jinete se acercaba
tocando el tambor del llano.
Dentro de la fragua el niño
tiene los ojos cerrados.
Por el olivar venían,
bronce y sueño, los gitanos.
Las cabezas levantadas
y los ojos entornados.

Cómo canta la zumaya,
¡ay cómo canta en el árbol!
Por el cielo va la luna
con un niño de la mano.

Dentro de la fragua lloran,
dando gritos, los gitanos.
El aire la vela, vela.
El aire la está velando.

Preciosa y el aire

A Dámaso Alonso

Su luna de pergamino
Preciosa tocando viene,
por un anfibio sendero
de cristales y laureles.
El silencio sin estrellas,
huyendo del sonsonete,
cae donde el mar bate y canta
su noche llena de peces.
En los picos de la sierra
los carabineros duermen
guardando las blancas torres
donde viven los ingleses.
Y los gitanos del agua
levantan por distraerse,
glorietas de caracolas
y ramas de pino verde.

Su luna de pergamino
Preciosa tocando viene.
Al verla se ha levantado
el viento, que nunca duerme.
San Cristobalón desnudo,
lleno de lenguas celestes,
mira a la niña tocando
una dulce gaita ausente.


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Dominio público
15 págs. / 26 minutos / 3.314 visitas.

Publicado el 21 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Épodas

Horacio


Poesía


I. A MECENAS

¿Irás en los bajeles liburnos, amigo Mecenas, entre las altas fortalezas de las naves, resuelto a afrontar todos los peligros del César? ¡Ah!, ¿qué será de mí, a quien la existencia parece tan grata mientras vives, como le sería insoportable con tu muerte? ¿Habré de obedecer y condenarme a una quietud que únicamente me agrada en tu compañía, o temes acaso que no pueda sobrellevar las fatigas de la guerra con el ánimo que conviene a los fuertes varones? Las soportaré y te seguiré con pecho animoso por las cumbres de los Alpes, del Cáucaso inhospitalario y las últimas comarcas de Occidente.

¿Me preguntas cómo yo tan débil y apocado he de ayudar tus esfuerzos con los míos? Acompañándote será menos mi temor, que siempre acobarda más a los ausentes, así el ave que cobija a sus tiernos polluelos recelosa del ataque de la serpiente, teme mucho más cuando los abandona, aunque su presencia no les sirva de auxilio.

Con el mayor gozo iría a esta y otras campañas sólo en la esperanza de complacerte, y no por aumentar las parejas de bueyes uncidas a mis arados relucientes, ni porque mis rebaños, al amenazar el estío, truequen los de Calabria por los pastos lucanos, ni para que mi granja se extienda hasta tocar las murallas de la elevada Túsculo. Bastante me ha enriquecido tu liberalidad a manos llenas. Jamás codiciaré tesoros que esconda en la tierra, como el avaro Cremes, o que disipe como un joven manirroto.

II. ALABANZA DE LA VIDA CAMPESTRE

Dichoso el que alejado de los negocios y libre de toda usura, como los primitivos mortales, trabaja los paternos campos con bueyes de su propiedad; ni le despierta en el campamento el aviso de la cruel trompeta, ni le intimidan las borrascas del iracundo mar, y evita por igual los pleitos del foro que los soberbios umbrales de los ciudadanos poderosos.


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15 págs. / 27 minutos / 243 visitas.

Publicado el 14 de agosto de 2020 por Edu Robsy.

La Flor

Rosalía de Castro


Poesía


Un desengaño

En las riberas vagando
de la mar, las verdes olas
mira Argelina y contando
las horas que van pasando
vierte lágrimas a solas.

Sus lindos ojos de cielo
en el horizonte fija,
por ver si encuentra un consuelo
¡mas ay!, que es vano el anhelo
que su corazón cobija.

Su amante le dijo allí
desde su buque velero:
«Aguarda Argelina aquí:
Que si hoy dejarte prefiero,
mañana vendré por ti».

Y entera la noche larga
que silenciosa corría
vio pasar; pero en su impía,
crüel desventura amarga
no vio que su bien volvía.

Y el día también llegó:
Mas fue que llegara en vano,
que el bien que ansiosa esperó,
consuelo del mal tirano,
por el mar no pareció.

Y allí todavía está
mirando a la mar movible,
por ver si la mar le da
lo que tal vez imposible
para Argelina será.

Y viendo al fin reducidas
sus esperanzas en nada,
viendo en el viento esparcidas,
las ilusiones perdidas,
su bienandanza frustrada;

mirando al bien que se aleja
con su fugitivo encanto,
dijo en tristísima queja:
«¿Por qué tan sola me deja,
cuando yo le amaba tanto?

¿Por qué si tras él corrí?
¿Por qué si hasta aquí llegué?
¿Por qué si tanto esperé
a verle más no volví?

¿No comprendió que sin él,
fuera un tormento mi vida,
donde guardara escondida
llena una copa de hiel?

¡Adiós, ventura de un día!
¡Adiós, delicia soñada,
donde he mirado estampada
toda la esperanza mía!

¡Ya nunca más te veré,
que el rudo penar que siento
me irá consumiendo lento,
y de dolor moriré!

¡Adiós, hermosa ribera
donde mi esperanza dejo
ya para siempre me alejo
de tu orilla placentera.


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16 págs. / 28 minutos / 344 visitas.

Publicado el 10 de enero de 2019 por Edu Robsy.

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