Textos por orden alfabético inverso publicados por Edu Robsy publicados el 4 de marzo de 2017 | pág. 2

Mostrando 11 a 20 de 34 textos encontrados.


Buscador de títulos

editor: Edu Robsy fecha: 04-03-2017


1234

Los Horrores de la Siberia

Emilio Salgari


Novela


Ver una vez es mejor que oír cien veces.

Proverbio japonés.

CAPITULO I. LOS DESTERRADOS

Tobolsk es una de las más importantes y pintorescas ciudades del Obi. Situada cerca de la confluencia del Tobol y del Irtich, afluente del Obi, alzase orgullosa aún sobre la estepa, haciéndose distinguir desde larga distancia por sus altivas cúpulas pintadas de vivos colores, y por su imponente kremlin, rodeado de almenados muros.

Como todas las ciudades asiáticas, se divide en dos partes completamente diferentes: la ciudad alta, protegida por el kremlin, situado al pie de una roca que se levanta un centenar de metros sobre el río, y en la que se agrupan el palacio de los agentes gubernativos, con cuarteles y pabellones para la guarnición y la policía; las prisiones de los desterrados, la catedral y otra iglesia secundaria. La ciudad baja está compuesta de casas de mezquina apariencia, habitadas por la población indígena y tártara; de chozas con tejados, en los que relucen al sol las chillonas tintas de sus pinturas.

Aunque muy antigua, pues fue erigida a raíz de la conquista de la Siberia, su aspecto es absolutamente moderno, distinguiéndose en ella como único monumento de pasadas edades el obelisco levantado en honor de Iermak, valiente atamán de los cosacos del Don, que, al frente de seis mil guerreros, aseguró a la Rusia en la mitad del siglo XVI la posesión de aquellas regiones que se extienden desde los confines de Europa hasta el estrecho de Behring.

Su población, compuesta en una pequeña parte de rusos, dedicados al comercio de pieles, de tártaros y de samoyedos, consta de unas quince mil almas, pero tiende constantemente a disminuir.

De cuando en cuando aumenta en algunos millares el número de sus vecinos; pero tal aumento es de poca duración y nada agradable ni deseado por los habituales habitantes, porque se trata de desterrados.


Leer / Descargar texto


158 págs. / 4 horas, 38 minutos / 585 visitas.

Publicado el 4 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Las Hijas de los Faraones

Emilio Salgari


Novela


PRIMERA PARTE. LAS HIJAS DE LOS FARAONES

CAPÍTULO I. A ORILLAS DEL NILO

La calma reinaba a orillas del majestuoso Nilo. El sol iba a ocultarse tras las altas copas de las inmensas y frondosas palmeras, entre un mar de fuego que teñía de púrpura las aguas del río, dándole la apariencia de bronce recién fundido, mientras que por levante un vapor violáceo, cada vez más oscuro, anunciaba las primeras tinieblas. Un hombre permanecía junto a la orilla, apoyado en el tronco de una tierna palmera, en una especie de semiabandono y sumido en profundos pensamientos. Su mirada errante vagaba por las aguas que se hendían con un dulce murmullo entre los troncos de los papiros que emergían entre el fango. Era un hermoso joven egipcio, de unos dieciocho años escasos, espaldas más bien anchas y robustas, brazos musculosos, terminados en largas y delicadas manos, de rasgos muy bellos, proporcionados y de cabello y ojos intensamente negros. Vestía una sencilla túnica que descendía hasta sus pies a largos pliegues, ajustada a su cintura por un ceñidor de lino de franjas blancas y azules. En su cabeza, y para resguardarse de los ardientes rayos del sol, lucía aquella especie de tocado usado por los egipcios de hace cinco mil años, caracterizado por un pañuelo triangular, de franjas coloreadas, ceñido en la frente por una estrecha cinta de piel y con los picos cayendo sobre la espalda. Aquel joven permanecía en una inmovilidad absoluta, como si no se diera cuenta siquiera que las primeras sombras de la noche comenzaban a invadir las palmeras y el río. Como si no viera que permanecer demasiado tiempo en aquellas orillas, tras la puerta del sol, podía resultar muy peligroso.


Leer / Descargar texto


294 págs. / 8 horas, 34 minutos / 606 visitas.

Publicado el 4 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

La Perla Roja

Emilio Salgari


Novela


PRIMERA PARTE. LA PERLA ROJA

1. EL ESPÍA DE LA PENITENCIARÍA

—¡Espía!

—¡Yo espía!

—¡Bandido!

—¡Calla, animal malabar; calla!

—¡Atrévete a negarlo!

—¡Ah! ¿Conque soy espía?

—¡Soplón de los vigilantes! ¡Asesino, por cuya causa, sin que tengamos culpa alguna, nos zurran con el gato de las nueve colas!

—¿Quieres concluir ya?

—¡No; no quiero! Mientras viva no me cansaré de llamarte ¡espía!, ¡espía!, ¡espía!

—¿Es decir, que quieres que te rompa los huesos?

—¡Haz la prueba!

—¿Me provocas porque está de tu lado el hombre blanco? ¡Pues te advierto que a los dos os pongo más blandos que un limón estrujado! ¡Al Tuerto, al más temido luchador de Ceylán, nadie se le ha puesto delante!

—¡Para ti me basto y me sobro yo solo; un malabar no teme a cien cingaleses juntos!

—¡Pero al Tuerto, sí!

—¡Pues yo voy a ser el que te rompa los hocicos y envíe tus dientes a pasear por el bosque! ¡Serás la delicia de las culebras de capucha!

—Malabar, ¿quieres concluir?

—¡No, espía; porque tú eres el espía del baño!

De los labios del cingalés se escapó una blasfemia espantosa.

—¡Maldito sea Buda si no te mato! ¡Esto es demasiado! ¡Basta!

—¡Tú estabas escuchando lo que decíamos!

—¡Mientes!

—¡Y, además, te acercaste a mí y al hombre blanco arrastrándote como una serpiente! Ya sabemos todos que eres el Benjamín de los vigilantes y del comandante, ¡perro cingalés!, y que por eso no has probado la cadena doble.


Leer / Descargar texto


308 págs. / 8 horas, 59 minutos / 476 visitas.

Publicado el 4 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

La Montaña de Luz

Emilio Salgari


Novela


CAPÍTULO 1

Una muy calurosa tarde de julio de 1843, un elefante de estatura gigantesca, trepaba fatigosamente los últimos escalones del altiplano de Pannah, uno de los más salvajes y al mismo tiempo más pintorescos de la India central.

Como todos los paquidermos indostánicos, que solamente pueden mantener los potentados, llevaba sobre su dorso una rica gualdrapa azul, con bordes rojos, largos colgantes en las enormes orejas, una placa de metal dorado protegiéndole la frente, y anchas cinchas destinadas a sostener el hauda, esa especie de casilla que puede contener unas seis personas cómodamente ubicadas.

Tres hombres montaban al coloso; primero su cornac, o sea conductor, que se mantenía a caballo sobre el robusto pescuezo del animal, con las piernas ocultas bajo las gigantescas orejas, empuñando un pequeño arpón con punta de acero; más atrás, en el interior del hauda, viajaban los pasajeros, que por sus ropas parecían pertenecer a una elevada casta.

Mientras el primero desafiaba los rayos solares sin preocuparse casi, los otros dos estaban cómodamente ubicados en sendos cojines de seda dentro dé la especie de torrecilla, cubierta por arriba con un toldillo de percal azul y dorado.

El mayor de los dos hombres era un hermoso representante de la raza indostánica, de unos cuarenta años, alto, delgado y de anchos hombros.

Vestía un amplio doote de seda amarilla con adornos rojos, que caía en amplios pliegues, ajustándose en torno a su cintura por medio de una faja roja recamada en oro, y tenía la cabeza envuelta en un pañuelo.


Leer / Descargar texto


177 págs. / 5 horas, 10 minutos / 503 visitas.

Publicado el 4 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

La Galera del Bajá

Emilio Salgari


Novela


1. En la galera del Bajá

Mientras el griego se desembarazaba con tanta habilidad de los incautos marineros, Mico proseguía su marcha hacia la galera almirante, con las luces apagadas para eludir que le dispararan desde las naves con alguna culebrina.

A distancia refulgían los faroles de la flota turca, aquellos grandes y magníficos fanales en ocasiones de hasta metro y medio de altura, todos de plata, con excepción de los de la capitana, que eran de oro.

Mico, que como marinero valía tanto como el griego, observó las continuas maniobras de las galeotas, que se cruzaban e iban de un lado a otro de la capitana para protegerla de una improbable sorpresa, e hizo avanzar su embarcación hacia una de ellas. No tardó en oír una voz amenazadora, que gritaba:

—¿Quién vive? Detente o te ametrallamos igual que a un perro cristiano.

—Turco que procede de la ensenada de Capso y trae una carta del sultán —repuso con acento sereno el albanés.

—Aproxima tu chalupa.

El montañés arrió el velamen y con rápida y muy hábil maniobra aproximó su chalupa a babor de la galeota.

—Sube.

Mico amarró el bote a la escalera y subió con agilidad, alcanzando la toldilla, donde apareció ante él un capitán, acompañado por media docena de oficiales. El hombre dejó caer sobre el cuello de Mico una pesada mano con dedos como tenazas y dijo:

—Muestra la carta.

—He de entregarla personalmente en manos del bajá.

—¿Imaginas que voy a ser tan necio que la abra?... El Gran Almirante sería capaz de empalarme y de momento no tengo la menor gana de... Primero me apetece ver la total destrucción de Candía.

Unos marineros habían llevado faroles. Mico sacó la misiva de un bolsillo interior y enseñó al sorprendido capitán los grandes sellos del sultán.


Leer / Descargar texto


123 págs. / 3 horas, 36 minutos / 566 visitas.

Publicado el 4 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

La Conducta de la Vida

Ralph Waldo Emerson


Ensayo, Filosofía


I. HADO

Delicados presagios que flotan en el aire
revelan al bardo solitario el verdadero testimonio;
aves con augurios en sus alas
cantan desilusionadamente
para atraerle, para advertirle;
bien podría el poeta no aprender
a descifrar o difundir
indicios escritos en caracteres más vastos;
y retener, al amanecer,
tenues sombras de la tarde.
Pues la previsión se une
a lo que ha cobrado significado;
o digamos que la paciente prudencia
es el mismo genio creador.

Ocurrió durante un invierno, hace algunos años, que nuestras ciudades se pusieron a discutir la teoría de la época. Por una extraña coincidencia, cuatro o cinco hombres célebres se dirigieron a los ciudadanos de Boston o Nueva York en los términos del espíritu del tiempo. El asunto tuvo la misma prominencia en cienos panfletos memorables y en la prensa contemporánea de Londres. Para mí, sin embargo, la cuestión del tiempo se resuelve en la cuestión práctica de la conducta de la vida. ¿Cómo he de vivir? Somos incompetentes para solventar el tiempo. Nuestra geometría no puede medir las enormes órbitas de las ideas dominantes, prever su retorno y reconciliar su oposición. Sólo podemos obedecer nuestra propia polaridad. Por grato que sea especular y escoger nuestro rumbo, hemos de aceptar un dictado irresistible.

En los primeros pasos para satisfacer nuestros deseos topamos con limitaciones inamovibles. Ardemos con la esperanza de reformar a los hombres. Tras muchos experimentos, descubrimos que tendríamos que haber empezado antes, en la escuela; pero ni los niños ni las niñas son dóciles y no podemos hacer nada con ellos. Concluimos que no son de buena cepa. Tendríamos que empezar nuestra reforma mucho antes, en la generación; es decir, hay un hado o leyes del mundo.


Información texto

Protegido por copyright
210 págs. / 6 horas, 8 minutos / 1.242 visitas.

Publicado el 4 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

La Cazadora de Cabelleras

Emilio Salgari


Novela


CAPÍTULO I. CACERÍA DE BISONTES

—¡Diablo!

—¿Qué te pasa, John?

—¿No percibís un olor especial, Harris?

—Yo, no.

—¿Y tú, Jorge?

—Tampoco.

—¿Es que no tenéis olfato?

—Tal vez —respondió el joven a quien llamaban Harris.

—¡Es inconcebible! Verdad que hace treinta años que yo recorro las praderas; pero ustedes hace ya doce y debían tener casi tanta práctica como yo.

—Once nada más, John; porque yo tengo cuarenta y un años y mi hermano Jorge treinta y nueve.

—Y yo casi sesenta.

—Lo que no os impide parecer todavía un jovenzuelo.

—Déjate de bromas, y procura aspirar fuerte, a ver si perciben algún olor especial.

—Por más que venteo, no huelo nada.

—¡Parece Imposible!

Una voz nasal, y que estropeaba lastimosamente el lenguaje de las praderas, se oyó en aquel momento.

—Mister John, yo no ser venido aquí para escuchar tonterías. Yo querer cazar bisontes, y no importarme si vuestros amigos ser viejos o jóvenes. Deseo ver bisontes con largas cuernas.

—Tened un poco de paciencia, milord —respondió John—. Veréis bisontes, y junto a ellos, a los pieles rojas, que se darán por muy contentos si os arrancan la cabellera y logran hacer un tótem con vuestra barba.

—¡Tótem! ¿Qué cosa ser «tótem», mister?

—Una especie de bandera.

—¡Oh, no! ¡Mi barba no servir para bandera! ¡No tener los colores del pabellón inglés!

—Más vale así; pero ¡atención! —dijo de pronto John en tono imperioso.

Los cuatro jinetes hicieron detenerse a sus caballos.

John, el jefe de aquel pequeño grupo de cazadores, era un verdadero hércules, macizo como un bisonte, y que llevaba el peso sus sesenta años con la desenvoltura de un hombre de treinta.


Leer / Descargar texto


199 págs. / 5 horas, 48 minutos / 532 visitas.

Publicado el 4 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Kim

Rudyard Kipling


Novela


Capítulo 1

¡Oh, vosotros que tomáis la senda angosta,
guiados por el fulgor del Tofet al Juicio Final!,
¡sed afables cuando «los gentiles» oran
a Buda en Kamakura!

«Buda en Kamakura»

Se encontraba, desafiando las leyes municipales, sentado a horcajadas en el cañón de Zam-Zamma, que estaba montado sobre una plataforma de ladrillo ubicada justo enfrente de la antigua Casa de las Maravillas, como llaman los nativos al museo de Lahore. Quien detenta el control de Zam-Zamma, el «dragón escupefuego», detenta el control del Punjab pues la gran pieza de bronce verde siempre es lo primero en el botín del conquistador.,


Información texto

Protegido por copyright
371 págs. / 10 horas, 50 minutos / 144 visitas.

Publicado el 4 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

En las Fronteras del Far-West

Emilio Salgari


Novela


CAPÍTULO I. LA GARGANTA DEL «FUNERAL»

—¡Nos espera una mala noche, muchachos! —dijo poco antes de ponerse el sol el coronel Devandel, a quien el Gobierno americano había mandado con gran premura al frente de cincuenta hombres apenas a perseguir a los cowboys en las montañas de Laramie—. ¡Mucha vigilancia o, de lo contrario, los indios aprovecharán la ocasión para atravesar la garganta del Funeral!

El bravo soldado, que había conquistado sus galones primero en la guerra contra Méjico y después peleando denodadamente en las fronteras del Far-West contra los indómitos pieles rojas, no se engañaba en sus predicciones.

Las altas cimas de las montañas que se extienden entre los confines meridionales del Wyoming y los septentrionales del Colorado habíanse cubierto de densas nubes, y el trueno no tardó en hacer oír su voz poderosa.

A los pocos instantes comenzó a caer sobre el campamento una lluvia torrencial, que obligó a los centinelas a replegarse más que de prisa hacia los furgones dispuestos en cruz de San Andrés para defender las tiendas de una sorpresa probable.

Sólo los soldados jóvenes, que hasta pocos días antes habían estado dedicados a recorrer praderas y que se hallaban, por tanto, habituados a afrontar las intemperies, se mantuvieron obstinadamente en la extremidad de una peligrosa vereda que conducía al llamado paso del Funeral.

Habíanse guarecido bajo el saliente de una roca, que en parte les protegía del furioso aguacero, y vigilaban con gran atención.

—¿No ves nada, Harris? —preguntó el más joven, un hermoso tipo, apenas de veinte años, moreno como un mestizo y de mirada fogosa como la serpiente.

—¡Nada, Jorge! —respondió el otro, que se parecía extraordinariamente a su interlocutor y que representaba tener algunos años más que él.


Leer / Descargar texto


167 págs. / 4 horas, 53 minutos / 480 visitas.

Publicado el 4 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

El Tesoro del Presidente del Paraguay

Emilio Salgari


Novela


CAPÍTULO PRIMERO. UNA NAVE MISTERIOSA

La noche del día 22 de enero de 1869 un buque de vapor de un porte de 450 a 500 toneladas, con arboladura de goleta y que parecía haber surgido repentinamente del mar, ejecutaba extrañas maniobras cambiando de rumbo cada doscientos o trescientos metros, a distancia de cerca de cuarenta kilómetros de la amplia desembocadura del Río de la Plata en América del Sur.

Su esbelta silueta, su proa provista de espolón, sus numerosas troneras que parecían destinadas a bocas de cañón o por lo menos a cañones de ametralladoras, su velocidad muy superior a la de los buques mercantes, y, sobre todo, sus ochenta hombres quo en aquel momento ocupaban la toldilla, todos armados con fusiles, y su cañón grueso, montado en una torreta blindada que se levantaba delante del árbol de trinquete, le daban a conocer a primera vista, como uno de aquellos barcos llamados cruceros poderosos auxiliares de los buques acorazados.

Ni en el mastelero del mayor, ni en la verga de la randa, ni en el asta dé popa, llevaba bandera alguna que pudiese indicar a qué nación pertenecía, y aunque la noche fuese oscura como la recámara de un cañón y navegase por parajes bastante frecuentados, donde una colisión podía de un momento a otro echarlo a pique, no llevaba ninguna de las luces prescritas por los reglamentos marítimos.

Extrañas conversaciones se cruzaban en lengua española entre los marineros, especialmente entre aquellos que vigilaban a proa, bastante lejos de los oficiales que estaban de pie en el puente de mando, ocupados en escudriñar el mar con poderosos anteojos.

—Dime, Pedro —decía un mozalbete que masticaba con visible satisfacción un gran pedazo de cigarra, volviéndose hacia un contramaestre que estaba apoyado en una pequeña ametralladora tapada con una funda de tela embreada—, ¿se atraca o seguimos navegando?


Leer / Descargar texto


238 págs. / 6 horas, 57 minutos / 656 visitas.

Publicado el 4 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

1234