Textos más populares este mes publicados por Edu Robsy publicados el 13 de mayo de 2018

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editor: Edu Robsy fecha: 13-05-2018


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Atardecer

Hector Hugh Munro "Saki"


Cuento


Norman Gortsby estaba sentado en un banco del parque dando la espalda a una franja de césped con arbustos, cercada por las barandillas del parque, con el Row delante de él, al otro lado de un ancho camino para carruajes. Hyde Park Corner, con el estruendo y los bocinazos del tráfico, se encontraba inmediatamente a su derecha. Eran las seis horas y treinta minutos de una tarde de principios de marzo y el crepúsculo había caído sobre la escena; un crepúsculo mitigado por una débil luz de luna y muchos faroles callejeros. Había un gran vacío en el camino y la acera, aunque muchas figuras poco consideradas se movían silenciosamente a través de la penumbra o se perfilaban discretamente sobre un banco o una silla, apenas distinguiéndose de la oscuridad sombría en la que estaban sentados.

La escena complacía a Gortsby y armonizaba con su actual estado mental. Para él el crepúsculo era la hora del derrotado. Los hombres y las mujeres que habían luchado y perdido, que habían ocultado lo más lejos posible de la visión de los curiosos sus fortunas derribadas y sus esperanzas muertas, surgían en esta hora del anochecer, cuando las ropas raídas, los hombros caídos y la mirada infeliz podían pasar desapercibidos, o en todo caso no ser reconocidos.

Un rey que ha sido vencido verá miradas extrañas, así de amargo es el corazón del hombre.


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Publicado el 13 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

La Tregua

Hector Hugh Munro "Saki"


Cuento


—Le he pedido a Latimer Springfield que pase el domingo con nosotros y se quede a pasar la noche —anunció la señora Durmot durante el desayuno.

—Creía que estaba en medio de unas elecciones —comentó su marido.

—Exactamente; las elecciones son el miércoles, y para entonces el pobre hombre habrá trabajado hasta convertirse en una sombra. Imagina cómo debe ser la campaña electoral con esta lluvia terrible que lo empapa todo, recorrer caminos rurales cubiertos de barro para hablar ante un público humedecido en un salón escolar lleno de corrientes de aire, y así un día tras otro durante quince días. El domingo por la mañana tendrá que hacer una aparición en algún lugar de culto, e inmediatamente después puede venir con nosotros a tomarse un respiro de todo lo que esté relacionado con la política. Ni siquiera voy a permitir que piense en ella. He ordenado que quiten del rellano de la escalera el cuadro de Cromwell disolviendo el Parlamento, y también el retrato que hizo «Ladas» de Lord Rosebery, que colgaba del salón de fumadores. Y Vera —añadió la señora Durmot dirigiéndose a su sobrina de dieciséis años—: ten cuidado con el color de la cinta que te pones en el pelo; por ningún motivo debe ser azul o amarillo, pues son los colores de los partidos rivales; los colores naranja o verde esmeralda son casi igual de malos, con este asunto de la independencia irlandesa que tenemos entre manos.

—En las ocasiones importantes siempre me pongo una cinta negra en el pelo —contestó Vera con dignidad aplastante.


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Publicado el 13 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

La Fiesta de Némesis

Hector Hugh Munro "Saki"


Cuento


—Es una suerte que haya dejado de estar de moda el Día de San Valentín —dijo la señora Thackenbury—. Con Navidad, Año Nuevo y Pascua, por no hablar de los cumpleaños, hay ya bastantes días para el recuerdo. Estas últimas Navidades traté de evitarme problemas enviándoles flores a todos mis amigos, pero no sirvió de nada; Gertrude tiene once invernaderos y unos treinta jardineros, por lo que habría sido ridículo enviarle flores, y Milly acaba de inaugurar una floristería, por lo que resultaba también fuera de cuestión. La tensión de tener que decidir precipitadamente qué les regalaba a Gertrude y a Milly cuando creía tener toda la cuestión solucionada me arruinó totalmente las Navidades, por no hablar de la terrible monotonía de las cartas de agradecimiento: «Te agradezco mucho tus encantadoras flores. Fuiste tan amable al pensar en mí». Desde luego que en la mayoría de los casos ni siquiera había pensado en los receptores; sus nombres estaban en mi lista de «personas a las que no hay que olvidar». De haber tenido que confiar en mi memoria se hubieran producido terribles pecados de omisión.

—Lo malo es que todos estos días en los que se entromete el recuerdo persisten en referirse a un aspecto de la naturaleza humana e ignoran totalmente el otro —le comentó Clovis a su tía—. Por eso se han hecho tan superficiales y artificiales. En Navidad y Año Nuevo la convención te estimula a enviar efusivos mensajes de optimista buena voluntad y afecto servil a personas a las que apenas te atreverías a invitar a almorzar a menos que no te hubiera fallado un comensal en el último momento; si estas cenando en un restaurante en la víspera de Año Nuevo se espera que, cantando «For Auld Land Syne», estreches la mano de desconocidos a los que nunca habías visto y no deseas volver a ver. Pero no se permite licencia alguna en la dirección opuesta.


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Publicado el 13 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

El Punto Débil

Hector Hugh Munro "Saki"


Cuento


—Regresas ahora del funeral de Adelaide, ¿no es cierto? —preguntó sir Lulworth a su sobrino—. Supongo que habrá sido parecido a la mayoría de los funerales.

—Ya te hablaré de él en el almuerzo —contestó Egbert.

—No harás nada semejante. No sería respetuoso ni para la memoria de tu tía abuela ni para el almuerzo. Empezaremos con aceitunas españolas, después tomaremos una sopa «Borsch», seguida de más aceitunas con algún ave, con un vino del Rin bastante atractivo que, aunque no ha resultado tan caro como los vinos de ese país, a su manera sigue siendo bastante laudable. En ese menú no hay absolutamente nada que armonice lo más mínimo con el tema de tu tía abuela Adelaide o de su funeral. Fue una mujer encantadora, inteligente como cualquiera puede serlo, pero tenía algo que me recordaba siempre la idea que se hace un cocinero inglés del curry de Madras.

—Solía decir que eras bastante frívolo —comentó Egbert. En su tono había algo que sugería que aceptaba bastante ese veredicto.

—Creo que en una ocasión la escandalicé bastante con la afirmación de que un caldo claro es para la vida un factor más importante que una conciencia clara. Tenía muy poco sentido de las proporciones. Y a propósito, te nombró su heredero principal, ¿no es así?

—Cierto —contestó Egbert—. Y también el albacea testamentario. A ese respecto quería hablar contigo.

—Los negocios no son mi punto fuerte en ningún momento —replicó sir Lulworth—, pero desde luego todavía lo son menos cuando nos encontramos en el umbral inmediato del almuerzo.

—No se trata exactamente de negocios —explicó Egbert siguiendo a su tío hasta el comedor—. Es algo bastante serio. Muy serio.


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Publicado el 13 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

La Séptima Pollita

Hector Hugh Munro "Saki"


Cuento


—De lo que me quejo no es del pesado trabajo diario, sino de la monotonía gris y apagada de mi vida fuera de las horas de oficina —expresó Blenkinthrope con resentimiento—. No me sucede nada interesante, nada notable o fuera de lo común. Incluso las pequeñas cosas que hago tratando de encontrar algún interés no parecen interesar a los demás. Por ejemplo, las cosas de mi jardín.

—Como la patata que pesó más de un kilo —replicó su amigo Gorworth.

—¿Te había hablado de eso? —comentó Blenkinthrope—. Se lo contaba a los otros en el tren esta mañana. Me olvidé de que te lo había dicho a ti.

—Para ser exactos, me dijiste que pesaba algo menos de un kilo, pero yo tuve en cuenta el hecho de que las verduras y los peces de agua dulce anormales tienen otra vida, en la que el crecimiento no se detiene.

—Eres igual que los demás, sólo te causa diversión —exclamó con tristeza Blenkinthrope.


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Publicado el 13 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

A Prueba

Hector Hugh Munro "Saki"


Cuento


De todos los bohemios auténticos que se dejan caer de vez en cuando en el supuesto círculo bohemio del restaurante Nuremberg, de la calle Owl, en el Soho, ninguno tan interesante ni esquivo como Gebhard Knopfschrank. No tenía amigos, y aunque trataba como conocidos a todos los que frecuentaban el restaurante, nunca pareció que deseara llevar ese conocimiento más allá de la puerta que conducía a la calle Owl y al mundo exterior. Trataba con ellos de manera bastante parecida a como una vendedora del mercado trataría con quienes acertaran a pasar por su puesto, mostrando sus mercancías y charlando sobre el clima y lo flojo que va el negocio, a veces sobre el reumatismo, pero sin mostrar nunca el deseo de penetrar en sus vidas cotidianas o analizar sus ambiciones.

Se creía que pertenecía a una familia de granjeros oriundos de algún lugar de Pomerania. Hace unos dos años, según todo lo que se sabe de él, había abandonado el trabajo y la responsabilidad de criar cerdos y gansos para probar fortuna como artista en Londres.

—¿Pero por qué Londres, y no París o Munich? —le preguntaban los curiosos.

Bueno, pues había un barco que iba de Stolpmünde a Londres dos veces al mes, y aunque llevaba pocos pasajeros el precio era barato; no eran baratos, en cambio, los billetes de ferrocarril a Munich o a París. Por eso eligió Londres como escenario de su gran aventura.


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Publicado el 13 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

Una Tarea de Vacaciones

Hector Hugh Munro "Saki"


Cuento


Kenelm Jerton entró en el comedor del Golden Galleon Hotel en el momento de la aglomeración de la hora del almuerzo. Estaban ocupados casi todos los asientos, por lo que habían puesto unas pequeñas mesas adicionales allí donde el espacio lo permitía para acomodar a los rezagados, con el resultado de que muchas de las mesas casi se tocaban. Jerton fue conducido por un camarero hasta la única mesa libre que podía verse, tomando asiento con la incómoda idea, totalmente infundada, de que todos los que estaban allí le miraban. Era un hombre joven de aspecto ordinario, de vestido y maneras discretas, pero no podía deshacerse totalmente de la idea de que estaba intensamente iluminado ante la atención pública, como si fuera un notable o un conocido excéntrico. Tras haber pedido su almuerzo, se produjo el inevitable intervalo de espera, en el que no tenía otra cosa que hacer que mirar el jarrón de flores que había en su mesa y ser contemplado (en su imaginación) por varias jóvenes vestidas a la moda, algunas personas más maduras del mismo sexo y un judío de aspecto satírico. Con el fin de enfrentarse a la situación con cierta apariencia despreocupada, se mostró falsamente interesado por el contenido del jarrón.

—¿Sabe usted cómo se llaman estas rosas? —preguntó al camarero. El camarero estaba dispuesto en todo momento a ocultar su ignorancia respecto a los elementos de la lista de vino o del menú, pero respecto al nombre específico de las rosas era absolutamente ignorante.

—Amy Silvester Partington —dijo una voz junto al codo de Jerton.

La voz procedía de una joven de rostro agradable y bien vestida, sentada en la mesa que casi tocaba la de Jerton. Éste le agradeció, presurosa y nerviosamente, la información, añadiendo algún comentario inconsecuente acerca de las flores.


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Publicado el 13 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

Clovis y las Responsabilidades de los Padres

Hector Hugh Munro "Saki"


Cuento


Marión Eggelby estaba sentada junto a Clovis hablando del único tema del que le gustaba conversar: sus hijos y sus diversas perfecciones y logros. El estado de ánimo en el que se encontraba Clovis no podría describirse como receptivo; la generación juvenil de Eggelby, representada con los improbables colores brillantes del impresionismo maternal, no despertaba en él entusiasmo alguno. Pero la señora Eggelby tenía entusiasmo suficiente para los dos.

—Le gustaría Eric —dijo en un tono que, más que la esperanza, expresaba su disponibilidad a la discusión. Clovis ya le había dado a entender de manera absolutamente inequívoca que era muy improbable que se interesara demasiado por Amy o por Willie—. Sí, estoy convencida de que Eric le gustaría. Le cae bien a todo el mundo enseguida. ¿Sabe?, siempre me recuerda ese famoso cuadro del joven David... he olvidado quién lo pintó, pero es muy conocido.

—Eso bastaría para ponerme en su contra, si le veo demasiado —intervino Clovis—. Imagínenos, por ejemplo, en un bridge subastado, cuando uno trata de concentrarse en cuál ha sido la afirmación primera de su compañero, y recodar qué palos rechazaron en principio sus oponentes... piense lo que sería tener a alguien que persistentemente te recuerda un cuadro del joven David. Sería simplemente enloquecedor. Si me pasara eso con Eric, le detestaría.

—Eric no juega al bridge —afirmó con dignidad la señora Eggelby.

—¿Que no juega? —preguntó Clovis—. ¿Por qué no?

—He educado a mis hijos para que no jueguen a las cartas. Les estimulo para que jueguen a las damas, al salto de fichas, a ese tipo de cosas. A Eric se le considera como un jugador de damas maravilloso.


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Publicado el 13 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

La Tortilla Bizantina

Hector Hugh Munro "Saki"


Cuento


Sophie Chattel-Monkheim era socialista por convicción y Chattel-Monkheim por matrimonio. El miembro de esa acomodada familia con el que se había casado era rico incluso en la medida en que sus parientes contaban la riqueza. Sophie tenía opiniones muy avanzadas y decididas con respecto a la distribución del dinero: era una circunstancia agradable y afortunada el que también tuviera el dinero. Cuando condenaba elocuentemente los males del capitalismo en reuniones de salón y en conferencias fabianas, era consciente del cómodo sentimiento de que el sistema, pese a todas sus desigualdades e iniquidades, probablemente la sobreviviría. Uno de los consuelos de los reformistas de mediana edad es que el bien que inculcan, si llega a producirse, se hará realidad después de su muerte.


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Publicado el 13 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

El Trastero

Hector Hugh Munro "Saki"


Cuento


Iban a llevar a los niños, como una fiesta especial, a los arenales de Jagborough. Nicholas había caído en desgracia y no formaría parte del grupo. Aquella misma mañana se había negado a tomar la leche con pan integral por el motivo, evidentemente frívolo, de que dentro había una rana. Personas de más edad, más sabias y mejores le habían dicho que no podía haber una rana en su leche con pan, y que no debía decir tonterías. Sin embargo él siguió diciendo las mayores tonterías y describió con gran detalle el color y las manchas de la supuesta rana. Lo dramático del incidente fue que realmente había una rana en el cuenco de leche y pan de Nicholas: él mismo la había puesto allí, por lo que se sentía con derecho a saberlo. El pecado de coger una rana del jardín y meterla en un cuenco de leche con pan fue considerado muy grave, pero el hecho que con mayor claridad sobresalía en todo el asunto, tal como lo veía Nicholas, fue que las personas de más edad, más sabias y mejores habían demostrado equivocarse totalmente en asuntos sobre los que habían expresado la mayor seguridad.

—Dijisteis que no era posible que hubiera una rana en mi leche con pan; pues había una rana en mi leche con pan —repetía con la insistencia de un experto en táctica que no tenía la menor intención de apartarse de un terreno favorable.


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Publicado el 13 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

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