Capítulo 1
Las campañas antes tan hermosas, rebosantes de vida, estaban
ahora mustias, llenas de desolación profunda. Creeríase que un
ciclón inmenso las hubiese devastado de norte a sur y del este al
occidente, sepultando hasta el último rebaño bajo las ruinas del
desastre.
Soplaba como un viento asolador sobre los campos; la grande
propiedad parecía aniquilada. No se veían ya numerosos los ganados
agrupados en los valles o en las faldas de las sierras.
En su mayor parte las viviendas estaban sin moradores,
saqueadas, en escombros, y en estas «taperas» crecía la yerba
salvaje hasta ocultar los picachos del lodo seco. ¿Para qué hombres
y perros pastores? En la tierra conquistada había concluido, la
labor libre y muerto toda industria. Sus hijos, ya exánimes los
unos, los otros errantes, habían agotado en lucha tenaz, todo el
caudal de su esfuerzo bravío.
El desaliento cundía a modo de vaho asfixiante de uno a otro
confín; no se elevaban cabezas altivas, ni brazos poderosos, ni
gritos terribles de combate, allí donde durante nueve años se
habían chocado múltiples ejércitos y consagrádose a hierro y fuego
la aspiración constante de libertad.
Los nuevos dueños del país allanaban las propiedades y se
repartían los frutos. Acompañábales la sed insaciable de riquezas
que se apodera de los fuertes en pos de fáciles victorias y
extendían la garra con la brutalidad de la bestia cebada. Ninguna
barrera podía detenerlos. Dineros, bienes, honras, vidas, todo era
barrido por la ola de la conquista.
En los primeros días, a través de las cuchillas, a lo largo de
los caminos, en lo hondo de los valles, un ruido pavoroso, cada vez
en aumento, un mugido extenso, continuó, siniestro, formado por
infinitos ecos, llenaba de aflicción los pagos.
Leer / Descargar texto 'Grito de Gloria'